sábado, 26 de enero de 2008

UN PLAN BRILLANTE

... que no quiere decir ni mucho menos una película brillante. Está claro que las películas de robos tienen algo especial. Tal vez sea lo sencillo que le resulta al espectador medio identificarse con unos personajes que están dispuestos a arriesgar sus vidas por conseguir un montón de dinero y vivir el resto de sus vidas en la playa y sin trabajar. Pero a pesar de que la identificación esté dada de antemano, no todo el trabajo está hecho. La estructura dramática de las películas de robo tienen unos “moldes” muy definidos, y “Un plan brillante” es como el juego de palabras que le da título, fácil y poco original.

No quiero decir con esto que no tenga momentos interesantes, pero estos se diluyen y acaban pasando desapercibidos como los diamantes del robo. Para empezar, el punto de vista principal es conducido de la mano por una Demi Moore poco creíble como única ejecutiva mujer en una empresa multinacional de diamantes. El guionista pone buen cuidado en presentarla para que entendamos y justifiquemos el giro de ciento ochenta grados en su conducta. En el caso del personaje de Michael Caine, todo es mucho más sencillo. La identificación está garantizada desde el primer minuto en que le vemos pasar la fregona y entendemos que es un empleado nocturno de limpieza. Con un héroe así, cómo no te vas a poner de su parte. Más cuando descubrimos a la media hora (que es cuando realmente comienza la película), que tiene un plan infalible para hacerse con un puñado de diamantes de la inmensa reserva de la cámara acorazada. Para ello, necesita contar con la ayuda de nuestra protagonista favorita por algo más de hora y media, Demi. El problema es que las necesidades de Michael están metidas con calzador. Lo mismo ocurre con la excusa por la que la protagonista femenina entra en el plan. Es sencillamente estúpida. A continuación una secuencia inverosímil y completamente carente de tensión, justificada con una casualidad que le resta la poca credibilidad que le quedaba hasta ahora, hace que la Moore se haga con los números de la clave de la caja fuerte que Michael necesitaba para hacer posible el robo.

Como todo es demasiado sencillo, el guionista Edward A. Anderson, se ve en la necesidad de introducir nuevas complicaciones a la trama. La instalación de unas “modernas” (es el año1960) cámaras de un circuito cerrado de vigilancia, aportan la tensión necesaria para que la secuencia del robo tenga sentido. Por supuesto todo sigue los patrones marcados. Pero es en este punto donde se produce el único punto de giro que realmente sorprende de la película. No lo desvelaré, pero es a partir de aquí cuando la película retoma el vuelo. Un vuelo corto y sin motor, pero que añade elementos de interés al introducir por un lado un antagonista, y por otro al incidir en los verdaderos motivos del robo, que se plantean como un misterio que evidentemente nos revelarán antes de que acabe el metraje.

Una vez introducido el antagonista como decía, el interés se basa por una parte en ver si les descubrirán (ja, ja, ja). El personaje de Demi se convierte en un mar de dudas. Lo que le aleja del verdadero protagonista de la película, y por consiguiente del espectador. El público no puede dejar de ponerse de parte del limpiador, y hace que le cojamos cierta antipatía a la socia por un rato. Los malos malosos, ricos, egoístas, estereotipados, pero probablemente mucho menos cabrones que en la realidad, van pagando el precio que el vengador ha trazado. Es curioso ver en este punto como la vida humana deja de importarte si con ello el bueno, buenísimo gana. Un desenlace completamente previsible hace el resto. Demi descubre, (se supone que al tiempo que el espectador, aunque uno no muy avispado se hubiese quedado con una secuencia precedente, que da las claves para que te imagines el cómo), pues como decía, la chica de la película descubre por casualidad cómo se lo ha motado Caine. Su sentido de la “justicia” la hacen quedar por encima del bien y del mal, más cuando un rato después dedica su parte a las causas más humanitarias que se les han ocurrido a los responsables del libreto. Pero es que esto es completamente innecesario. En pleno siglo XXI, tratar de convertirla en una pseudo-Robin Hood es poco menos que ridículo. Más en una película de ladrones en las que como decía antes la ética tiene su propio universo. Mucho más coherente es el final de Michael Caine, aunque antes, y de nuevo para justificarle, han desvelado las claves de sus motivaciones, que por supuesto a estas alturas de la película ya te has imaginado, al igual que por supuesto, como también os habréis imaginado, para completar el círculo de estereotipos, la tensión sexual entre el antagonista y Demi, de la que no había hablado por el poco peso que tiene en la trama, se resuelve de la manera más virginal que impone el nuevo código Heist (al menos eso parece) ético americano.

Con lo cual, “Un plan brillante” es una película plana, de fácil digestión, llena de estereotipos, que ni siquiera resulta entretenida hasta que pasa la primera media hora, con diálogos ramplones y de la que sólo se salva de la quema Michael Cine por una cuestión de presencia y saber estar (¿habrá metido mano Caine en el guión para dignificar su personaje?). Que lejos quedan los diálogos llenos de dobles significados, la tensión sexual real, y los momentos de incertidumbre a pesar de su sencillez, de aquella comedia de ladrones de Hitckcook que ya comentamos en este blog. Y es que por comparación, es como muchas veces te das cuenta de lo que realmente es bueno, y de los que no lo es.

Víctor Gualda.

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