viernes, 4 de enero de 2008

CUATRO MINUTOS

El cine alemán está de moda. Últimamente cada estreno se convierte en una película que es necesario ver. “Partículas elementales”, “Verano en Berlín”, “La suerte de Enma“ y ahora “Cuatro minutos” que se lanzó publicitariamente con el reclamo de ser la heredera directa de “La vida de los otros”. Desgraciadamente para los encargados de marketing de las productoras y distribuidoras esto es una exageración. Con esto no quiero decir ni mucho menos que sea mala, todo lo contrario, se trata de una buena película (ya quisieran la mayoría de nuestro país) pero alejada de su referente.

“Cuatro minutos” es la historia de la relación de dos mujeres de carácter opuesto y necesariamente encontrado. Por un lado una anciana profesora de piano de una prisión, y por otra, una reclusa de talento, pero de carácter difícil e incontrolable. La presión por parte de dirección de la cárcel nos presenta el primer conflicto que sobrevuela la trama. La falta de alumnado interesado en tocar el piano está planteando la supresión de las clases. Al menos hasta la aparición de una nueva reclusa que desborda violencia y talento a partes iguales. La situación se complica por una parte con los guardias. Al ser uno de ellos brutalmente agredido por la reclusa en cuestión, pero al escucharla tocar el piano despierta a la anciana de su profundo letargo. Por fin una alumna con talento en la que dedicar sus esfuerzos.

En cuanto a la estructura, no es nada original. El director y el guionista juegan con los reiterativos flash-backs que nos retrotraen a la juventud de la profesora, antes enfermera en pleno nazismo (época de la que conserva ciertas reminiscencias), pero atrapada de igual forma a los muros de la prisión. Desde el principio vemos que nos quieren desvelar una historia sorpresa con la anciana como protagonista. El problema es que es fácil imaginarse por donde van los tiros. Ya en la actualidad, la maestra de piano trata de imponer su dictatorial personalidad. Habla de humildad y otras virtudes de las que ella carece completamente. En seguida el director se encarga de proporcionarnos la información que necesitamos para que nos podamos hacer una idea del por qué de la personalidad de la aventajada alumna. De su boca oímos una sucesión de desdichas más relacionadas con su familia que con la música, también fácil de imaginar son sus circunstancias, que no consigue sorprender. Lo interesante para que este guión cuajara, hubiese sido que siendo dos personajes con personalidades tan diferentes, cada una hubiese aprendido de la otra, y hubiesen evolucionado paralelamente hasta tomar la decisión que supone el punto de giro del segundo acto, pero, y aquí está el problema de este guión, el director no consigue que esto suceda. Se empeña en que cada personaje siga estancado en si mismo, y que sus motivaciones no pasen del mero egoísmo en el caso de la profesora, que ve en su joven alumna su posibilidad de redención, y de la rebeldía inmadura en el caso de la chica. Por medio una serie de subtramas que dificultan, y se supone deberían complementar la trama principal. La competencia con otra reclusa, el enfrentamiento con los carceleros, son sólo excusas para dificultar el camino hacia el éxito. El giro del que hablaba al final del segundo acto, que se suponía catapultaría la película se queda en una simple escena efectista que no consigue su objetivo por la cansina lucha de poder dentro de la particular lucha de la pareja. Por otro lado, a estas alturas la trama de los flash-backs nos ha dejado claro que sucedió en el pasado.

Como no podía ser de otra manera en las películas que media un concurso, el desenlace se reserva para el concierto del concurso final. La alumna prepara una sorpresa, ante la decepción egoísta una vez más de la profesora, demostrando que su rebeldía es controlada y que tiene personalidad propia. Por supuesto cuando la actitud fascista (o más bien conservadora) se ve desbordada por la reacción alucinada del público, la maestra se da la vuelta para recibir su parte “ovacional”, pero a estas alturas, ni emociona, ni llega al espectador. Quedando como única heroína posible la perdedora natural que por un breve instante se convierte en ganadora absoluta.

Como decía, es una pena que a pesar de ser una gran película, de que la relación entre los personajes sea interesante, el director no haya sido capaz de redondearla como merecía, al tratar de que los dos personajes centrales quedaran a la misma altura, cuando lo ideal es que en mitad del metraje ambos se hubiesen encontrado y se hubiesen elevado juntos, haciendo que el espectador se hubiese sentido identificado (fundamental la identificación en este tipo de películas) para que así, la fantástica secuencia final hubiese sido mucho más efectiva. De cualquier forma, creo que hay que tener en cuenta que se trata de la opera prima de Chris Kraus, y es un proyecto valiente y arriesgado que se apoya en fantástica base interpretativa de sus protagonistas.

Víctor Gualda.

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