lunes, 14 de julio de 2008

EN EL VALLE DE ELAH

La máxima atracción de la película era a priori la siempre interesante interpretación de Tommy Lee Jones, aunque para mi el protagonista es el director Paul Haggis. Haggis nacido el 10 de marzo de 1953, tiene un amplio currículo como guionista de televisión. Para el gran público saltó a la fama gracias al cine, por la dirección y el guión de la fantástica “Crash”. No me extenderé en su biografía, pero para el que tenga curiosidad, linkeo su página de imdb (http://www.imdb.com/name/nm0353673/)

De vuelta a la película, el argumento es bien sencillo. Claramente expuesto según las normas del manual del buen guionista, Tommy es un militar retirado cuyo hijo ha desaparecido en circunstancias extrañas. Pero no en Irak, sino en el permiso que disfruta su compañía ya en los Estates. Un arranque con una secuencia de esas que sabemos que en algún momento mediada la película volverá, en la que vemos una llamada medio desesperada del hijo. Luego, presentación del carácter de Lee Jones, sus ideales etc. Una secuencia en la que el exmilitar le da una lección a un hispano (nos la da a todos) de cual es la manera correcta de izar una bandera americana, y del significado al colocarla al revés... Sí, las banderas y las patrias son un trasfondo constante de la película. Llegada al cuartel donde debería estar el hijo, y pasamos a la presentación de la coprotragonista de la película, Charlize Theron, que además de encontrar al hijo del exmilitar, tiene que luchar contra el sexismo al que es sometida a lo largo de toda la película para demostrar su valía, independiente de su sexo.

A estás alturas, un espectador medio ya se habrá imaginado cual será el punto de giro. Efectivamente, el hijo desaparecido va a aparecer, aunque no como a un padre le gustaría encontrarle... Una pequeña reflexión; ¿Por qué Higgis se copia a si mismo en la secuencia en la que aparece un muerto en el arcén de una carretera, con el fondo de las luces de la ciudad? ¿No habíamos visto ya esta secuencia en “Crash”?... ¿Es un auto-homenaje? y lo que es peor. Entiendo que encuentren los restos por la noche y que los policías utilicen linternas, pero ¿por qué la segunda vez, ya con Tommy Lee, vuelven a supervisar el lugar por la noche? Es más estético, pero desde luego menos práctico encontrar pistas en la oscuridad.... A partir de aquí comienza la necesaria investigación. Por supuesto, como en una buena película policíaca, y esta lo es, (remezclada con el drama). El investigador privado (él mismo se define de esta manera) con una sangre fría fuera de toda duda, ya que se trata de su hijo (aunque este punto está muy bien cubierto por el carácter que el guionista nos ha ido mostrando desde el principio), va reconstruyendo lo sucedido la noche de la desaparición. Theron es una coprotagonista potente que le roba en muchos momentos el plano a su compañero, con sus propias subtramas de protagonista. Pero es normal que el rostro esculpido con los años y el buen hacer de Lee Jones (aparte de que es él quien domina la el punto de vista principal) que busca a los responsables de la desaparición de su hijo, sea el que se lleve el reconocimiento y las nominaciones. Es en esta segunda parte del guión donde la tensión baja más enteros. Todos sabemos que este tramo es el más complicado de completar, y ni tan siquiera la presencia de Susan Sarandon, conflicto subexplotado probablemente por no caer en el melodrama, o de una secuencia de acción digna del más fascista Harry, consiguen hacer que la película mantenga su interesante arranque.

Luego llegará el desenlace, pero de la manera más fría que he visto en una película en mucho tiempo. También lo es la reacción del personaje de Tommy Lee Jones, que en una especie de extensión de su personaje de “No es país para viejos”, con su aceptación de los cambios en la violencia en los EEUU desde sus años de soldado, también nos deja fríos. Por supuesto la duda moral está introducida de forma intermitente y un tanto forzada, por medio de videos grabados con el móvil de su hijo en Irak. En ellos, el padre, al tiempo que el espectador, (importante este punto para sentir la necesaria identificación de cara al desenlace) descubre la transformación que ha sufrido su hijo, en su misión de Irak. Pero la moralina yanqui trata de justificar esa violencia como reacción a lo que sucedió en un desgraciado accidente. Este es el punto más complejo de la película, la reflexión a la que se somete a su protagonista, y de forma inconsciente al espectador.

La culpa se ha pasado, como en una tragedia de padre a hijo, sólo que el pago del padre es seguir viviendo, mientras su hijo ha dejado de sufrir con la muerte. Y es que Susan Sarandon le culpó en una de sus pocas secuencias de haber animado a su hijo a entrar en el ejercito. Mucho más dura debe de ser la secuencia de arranque que cómo no, vuelve para completarse. Por fin se resuelve para ayudar al espectador a entender que el padre le pidió al hijo que se comportara como un “hombre”, olvidándose de que en realidad no era más que un adolescente con un arma, todavía poco preparado para tanta violencia. Esa conclusión se hace presente cuando, como un muñeco intercambiable, vemos llegar al cuartel al muchacho que ocupará el lugar del hijo muerto.
Por último está el reconocimiento del duro Lee Jones al izar la desgastada bandera, manchada de la sangre iraki, y el consiguiente mensaje de que los americanos deben reconocer que necesitan ayuda en Irak... aunque en ningún momento se pierde la perspectiva del tufillo de que su presencia es necesaria. Con lo cual al final me quedé con la impresión, de que más que un reflexión, la película no es otra cosa que una justificación... eso si, ni una sola mención a los intereses económicos. Al ponernos en la perspectiva del ex-soldado, no es necesario hacer la mención que en su día hizo uno de los protagonistas de “El salario del miedo” (1953), algo así como “... mientras quede petróleo, los americanos no se moverán de aquí”... claro que aquella película era francesa.

De cualquier forma, un diez a Haggis por su capacidad para meter el dedo en la llaga de los miedos americanos actuales. Lo hizo de manera magistral en “Crash”, pero también los hace dignamente en el valle en el que David se enfrentó a Goliat... por cierto, sigo preguntándome si los irakies, afganos e iraníes no serán David y los americanos Goliat, porque el valor (los ideales que el protagonista traspasa al hijo de Charlize, como antes lo haría con su hijo muerto), no les falta.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Elisa dijo...

Hace tiempo que vi la película en el cine, cuando la estrenaron. Recuerdo que no me emocionó como lo había hecho Crash. Aún así la recomendé.
Aunque secundaria, la actuación de Susan Sarandon es espectacular. En la escena en la que se aleja con su marido después de identificar el cadáver de su hijo transmite toda la desazón que siente con un único gesto. Levanta el brazo izquierdo levemente. No hay palabras. No ves más que su cuerpo de espaldas y alejándose. Y sientes todo el peso de su sufrimiento.Creo que los actores demuestran su grandeza en pequeños gestos que duran a penas unos segundos. Me recuerda a la sensación que me produjo ver a Robert Duvall, haciendo de Boo en Matar a un ruiseñor. 2 ó 3 segundos, ni una sola palabra, y ya te ha transmitido todo, absolutamente todo, del personaje.
La película es mucho más, claro. Pero, por qué será, que en mi cabeza la imagen de la desesperación es Susan Sarandon, alejándose por un pasillo inhóspito. Igual que el de la bondad en estado puro, la expresión en los ojos de Robert Duvall.