viernes, 25 de julio de 2008

POZOS DE AMBICION (THERE WILL BE BLOOD)

A veces me resulta incomprensible la política de estrenos en DVD. Hace una semana fue el turno de “Pozos de ambición”. Uno de los platos “fuertes” de la temporada. Tal vez no sea el mejor momento para una película de las características de esta. Concebida para ser una de las que supuestamente debían de haber arrasado en los pasados premios de la academia americana, luego se quedó en un quiero y no puedo. Creo además que sus distribuidores en nuestro país no han sabido gestionar la distribución de la cinta. Por una parte, estrenar películas de tanto peso dramático se suele dejar para la primavera o el otoño. El marketing y el calor han hecho que las películas de mayor peso en verano sean las comedias y/o películas para toda la familia. Por otra parte está el tema del título. En cines se dio a conocer como “Pozos de ambición” pero Almodóvar escribió un artículo en “El país” criticando las traducciones de algunos títulos, y se cebó especialmente con esta. No se si ha sido por este motivo, pero en DVD los distribuidores han preferido utilizar el original “There will be blood”, dejando el traducido en letra pequeña apenas legible, por lo que al final el espectador se despista a la hora de seleccionarla.

Hablando ya de la película en cuestión, tengo que reconocer que Paul Thomas Anderson me parece un director interesante. Me gusto “Boggie Nights” y me encantó “Magnolia”, pero en ambas ya dejaba entrever que era y es, un director pretencioso, que parece querer demostrar que es heredero directo de Altman, o de los grandes del cine americano. Para la ocasión ha elegido la adaptación de la novela “Petroleo” de Upton Sinclair. No puedo decir nada de este best seller, sencillamente porque no lo he leído. Pero me reitero en lo difícil que es pretender acaparar una novela que transcurre entre elipsis temporales que llevan toda una vida.

Y es que la película es fallida. Habrá quien diga que le ha encantado, pero bajo mi punto de vista esto es merito única y exclusivamente de Daniel Day-Lewis, que como es habitual en él, está muy por encima de la narración, imprimiendo personalidad propia al personaje. Pero al final me quedo con la sensación de que eso es también su mayor defecto, porque todo el peso recae sobre su magnetismo (que lo tiene), y los elementos realmente interesantes quedan ocultos.

En esta ocasión no voy a entrar a desglosar demasiado la trama. Me limitaré a decir que tiene demasiados altibajos. Que trata de desarrollar como la ambición sin límites de un tipo pasa por encima de elementos como la paternidad, la amistad, la religión... estos son los tres temas fundamentales que toca la película. Por una parte la película tiene tramas demasiado informativas para que entendamos como se forja el imperio económico. Desde la primera secuencia en la que vemos a nuestro histriónico protagonista hecho a si mismo arriesgando su vida en una mina... Tal vez la secuencia más espectacular de la película es aquella en la que seguimos al personaje durante casi quince minutos sin escuchar una sola palabra. Un arranque atípico, pero capaz de despertar la curiosidad del espectador más desconfiado. Por otro lado está la relación del personaje con la religión, encarnada por la figura del magnífico actor Paul Dano, que es otro de los elementos fundamentales de la historia, y que en realidad es el conflicto de mayor peso (al menos si seguimos las teorías de guión que aconsejan resolver las tramas más importantes en orden ascendente hasta el desenlace). Más incluso que la tortuosa relación con su propio hijo, que desaparece en dos bloques de la trama principal. Y que tiene una resolución fallida. Tal vez porque una conversación con señas y traducción, ralentiza el ritmo y le resta el dramatismo necesario al desenlace de la trama. Por medio, una subtrama sobre la relación con su “hermano” que tampoco está tratada convenientemente, pero que nos da a entender que Day-Lewis es humano y necesita las referencias filiales, referencias que busca a lo largo de todo el metraje.... en este punto, me llama poderosamente la atención la ausencia de la figura femenina como posible referencia que humanice al personaje. Pero sin leer el manuscrito original, creo que se trata de una apuesta del director para que entendamos que este (el que presenta) es un mundo de hombres en el que los sentimientos demasiado “humanos” no tienen cabida.

El final para mi es incomprensible, precipitado e innecesario, aunque he oído que hay cambios sustánciales entre los dos personajes principales en la novela, me parece injustificada la secuencia... a no ser que la tratemos de desglosar desde un punto de vista simbólico en el que el poder del capital predomine y acabe machacando al poder de la religión (que en realidad se mide por los mismos principios... la paradójica falta de ellos). La misteriosa desaparición de epílogo me deja con la sensación de que ni el mismo director sabia como terminar las dos horas y media de película, eligiendo el camino fácil acabando en el clímax, y dejando el final abierto. Pero después de tanto tiempo compartiendo sentimientos tan extremos, el espectador se indigna y se pregunta si merecía la pena esperar tanto para tan poco. A fin de cuentas, el ritmo ha ido oscilando de momentos muy interesantes a otros aburridos (esa es la palabra) y quiere sangre, pero desde luego no necesariamente física. Tal vez Hollywood nos haya malacostumbrado, pero este anti-héroe de difícil empatía, hubiese necesitado una lección visible que hubiese reconciliado al espectador con un final merecido. Aunque sencillamente hubiese sido una imagen que nos dejase ver como el protagonista se pudría completamente solo, rodeado únicamente por su riqueza. Algo así como el de Michael en aquel plano general al final de la segunda parte de “El padrino”. Pero viendo su obra, está claro que eso no cabía en la pretenciosa mente de Thomas Anderson.

Víctor Gualda.

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