sábado, 16 de agosto de 2008

DESPIERTO

No perdáis el tiempo viendo esta película. Es un producto de consumo sin más, que muchos dirán que tiene un planteamiento interesante. Tal vez si la hubiese dirigido Cronenberg le hubiese conseguido sacar algo de jugo, pero la ha escrito y dirigido un tal Joby Harold, y no pasa del producto de consumo medio de video, tele o algún canal temático de cine.

La idea puede ser interesante, pero el arranque no es más que una sucesión de tópicos. El personaje interpretado por Hayden Christensen es un multimillonario con un gran corazón. Tan grande, que sufre algún tipo de dolencia cardiaca que le obliga a estar en lista de espera de un hospital para recibir un trasplante. El guionista se empeña en que el chaval, a pesar de ser millonario nos caiga más que bien. Nos presenta su circulo más cercano para que veamos que todos le apoyan y él apoya a todos. Su madre (Lena Olin), con un alto sentido de la protección toma las decisiones que tienen que ver con su personalidad agobiándole. Su médico (Terrence Howard) que le salvó la vida una vez, es el destinado a realizar la futura operación. Su novia asistenta personal de su madre y prometida secreta del prota... una cara bonita más, (Jessica Alba). En fin, que después de un par de secuencias para dejarle bien, nos meten en situación con una secuencia explicativa, y otra que aunque ahora no lo sepamos, justifica el giro que tomará la película.

A partir de este momento (el de la presentación) la estructura de la película estará basada en el engaño. Me refiero al espectador por supuesto (también al protagonista). Me pregunto hasta que punto es legitimo “hacer trampas” en el cine. Me explico. En esta ocasión, el guionista nos pone en el punto de vista de Christensen. Nos conduce hacia una situación, que será el giro principal (casi único) de la película, para luego, con información que desconocemos darle la vuelta a la trama por medio de la sorpresa. En realidad no hay más ley que la de entretener, por lo que el recurso es perfectamente legitimo. Además en este caso en concreto, al compartir el punto de vista con el protagonista descubrimos la trampa al mismo tiempo que él. El problema es que particularmente me siento defraudado. Ya no tiene importancia lo que le pase a Hayden. La duda moral a la que se enfrenta el médico Howard no tiene ninguna importancia, con lo cual todo se reduce al siguiente recurso dramático. Olvidando que hay temas importantes a los que se le puede sacar partido y hacer trascender el mero entretenimiento.

Es entonces cuando hace acto de presencia el segundo recurso. En este caso más visual que de guión. Nuestro protagonista, como indica claramente el título y la sinopsis argumental de la carátula, va a estar despierto mientras le operan. En el primer tramo desde su propio cuerpo, el tiempo justo para descubrir una extraordinaria excusa (porque se sale de lo ordinario lo absurdo de la excusa). Pero como al estar postrado, Hayden no puede interactuar, el tal Harold decide que tenga una experiencia extracorporea. Este nuevo elemento vale para todo. Para recorrer el hospital y cambiar los puntos de vista, para meter flash-backs explicativos visuales, que con la nueva información el espectador aprecie y diga para si mismo, “-Ah claro, esto era por eso...-“.
Por supuesto, cuando llega el segundo punto de giro, no hay que ser demasiado espabilado para saber que va a pasar. Que las películas hacen concesiones, y que algún diálogo anterior demasiado evidente van a entrar en escena, es algo inevitable. Por si alguien se ha perdido y no entiende que está pasando, una secuencia explicativa por medio. Se trata de un flash-back por parte de la madre. Sorpresa. Si, el punto de vista ha cambiado... pero en algún lugar entre la vida y la muerte donde madre e hijo se han encontrado. Todo justificado sobre el papel... En esta secuencia hay un detalle (tal vez el único de todo el metraje) que me llama la atención. Madre e hijo mantienen una secuencia cara a cara en la que los dos personajes fuman como “acción” interpretativa. Esto no es muy común en el actual cine americano, más cuando se trata de una escena trascendental de conocimiento intimo (tal vez la única) entre madre e hijo, y hay tanto en juego.

Desenlace que no se sale un milímetro de lo esperado, y ya. Así que la película se reduce a eso. Un efecto de guión, un efecto visual... y el efectismo de las imágenes de una operación a corazón abierto. Me decepcionan tanto las películas que basan todo su argumento en la sorpresa... En esta se ha utilizado en el primer giro, pero hay otras como “El sexto sentido” (todas las de Shyamalan en realidad), o “Los otros” en las que el metraje está construido por y para “la sorpresa”. Y esto no deja de ser información oculta a los ojos del espectador que se destapa en un momento conveniente, que le descoloca, fuegos artificiales, pero con un interior hueco. Al menos “Despierto” sólo dura ochenta minutos.

Víctor Gualda.

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