Esta película continua la racha del cine alemán, llevándose el premio de la academia americana a la mejor película extranjera. El nuevo tratamiento a los nazis (dentro de los estereotipos) es interesante e incluso original, aunque me temo que el premio es exagerado, y tal vez influido por el peso especifico de los judíos dentro de la industria americana.
En esta ocasión, ni el guión, ni la dirección de Stephan Ruzowitzky, esconden sus intenciones desde el principio. Karl Marcovics (Salomón) es un reputado falsificador al que le va bien en los minutos previos a la guerra. Las circunstancias son evidentes desde la primera secuencia y entendemos por los tugurios que frecuenta, que se empieza a notar el odio irracional que despiertan los judíos entre los simpatizantes nazis (perfecta introducción espacio-temporal). Por ello lo mejor es salir por pies, pero una mujer hace que nuestro protagonista pierda su tren y acabe en un campo de concentración. Salomon es un tipo listo, incluso en las peores circunstancias, se adapta y sabe como apañárselas para vivir lo mejor posible. Al menos hasta que sea trasladado a otra prisión en la que sus cualidades sean aprovechadas al máximo.
No estoy desvelando nada que no se haya visto en el trailer, y aunque contara secuencia por secuencia, en esta película no hay lugar para la sorpresa. Todo sigue una línea argumental clara, y el máximo interés se centra en saber como nuestro protagonista llega a la situación que hemos contemplado en una secuencia anticipatoria al inicio de la película (el recurso dramático de moda). A pesar de su previsibilidad, hay que reconocer que la película logra mantener el interés. Me atrevería a decir que gracias a su protagonista Marcovics, que tiene uno de los rostros más expresivos del actual cine europeo. (El personaje me recordó al de Charles Aznavour en la película de Truffaut “Tirad sobre el pianista”) Lo cierto es que las situaciones que se enmarcan dentro de su peculiar cárcel, serán las necesarias. La paradoja del metraje, colaborar desde prisión con los nazis para salvar la vida, con el añadido reto personal de alimentar el ego siendo capaz de llegar al objetivo máximo de cualquier falsificador. Conseguir la falsificación perfecta de la moneda americana.
Por supuesto la duda moral está introducida a través de un personaje reflejo y falso antagonista, Burger (la película está basada en el libro de Adolf Burger) que constantemente hace consciente al protagonista del peligro que supone su implicación con la causa del enemigo. Pero el director está dispuesto a hacer las concesiones que sean necesarias para que el personaje no deje de caernos simpático e incluso le justifiquemos. Nos deja entrever por medio de subtramas paralelas, y personajes soporte, que las circunstancias mandan, pero que no por ello Salomon deja de tener su corazoncito, al menos con sus compañeros. Pero es necesario un antagonista puro, alguien en el bando contrario que cumpla las veces de “malo”. Lo mejor es que el director ha preferido humanizarlo, huir del estereotipo fácil (para eso divide al personaje en dos, y el segundo cumple con el estereotipo) crear un nazi consciente de lo inhumano de la barbarie, de la verdadera situación, y de lo frágil de las posiciones. Por eso para mi la secuencia más reveladora es aquella en la que Salomon visita la casa del “anfitrión” Herzog (Devid Striesow) y tiene una sincera charla (complementada por la mujer del nazi). Entendemos además que la ambición no sabe de ideologías, y que el dinero y los documentos falsificados son un medio en realidad, y no un fin.
Me gustaría destacar los dos puntos de giro principales de la película (aunque en realidad son el mismo). Aquel en el que nuestro protagonista descubre cual es la base del papel ingles y consigue su objetivo... y por supuesto, la segunda meta, la moneda americana, con todas las dificultades materiales que se le imponen al protagonista. Paralelamente corre la duda moral que ya he comentado antes. Así que el director mantiene el equilibrio impecablemente sobre la cuerda floja hasta el precipitado desenlace, pero no por ello menos satisfactorio para el espectador. En este punto, tal vez el público revanchista hubiese esperado un castigo para el segundo antagonista nazi. Pero la liberación es un acontecimiento suficientemente contundente para calmar las ansias de venganza. Tal vez echo de menos un final más “efectista”, pero el director ha tratado de mantener un tono más neutral (en este punto tengo dudas sobre lo que ha conseguido, y lo que realmente pretendía) dejando a un lado la pretenciosidad de otros films del mismo género, tipo “La lista de Schindler”. Aun así, me gusta el ambiguo final, en el que no entendemos la actitud compulsiva del protagonista, o lo interpretamos a nuestro gusto, pero siempre justificando sus actos. A fin de cuentas, admiramos a un protagonista al que envidiamos una vez fuera de la cárcel, y que como bien dice, siempre puede hacer más de lo mismo.
Víctor Gualda.
En esta ocasión, ni el guión, ni la dirección de Stephan Ruzowitzky, esconden sus intenciones desde el principio. Karl Marcovics (Salomón) es un reputado falsificador al que le va bien en los minutos previos a la guerra. Las circunstancias son evidentes desde la primera secuencia y entendemos por los tugurios que frecuenta, que se empieza a notar el odio irracional que despiertan los judíos entre los simpatizantes nazis (perfecta introducción espacio-temporal). Por ello lo mejor es salir por pies, pero una mujer hace que nuestro protagonista pierda su tren y acabe en un campo de concentración. Salomon es un tipo listo, incluso en las peores circunstancias, se adapta y sabe como apañárselas para vivir lo mejor posible. Al menos hasta que sea trasladado a otra prisión en la que sus cualidades sean aprovechadas al máximo.
No estoy desvelando nada que no se haya visto en el trailer, y aunque contara secuencia por secuencia, en esta película no hay lugar para la sorpresa. Todo sigue una línea argumental clara, y el máximo interés se centra en saber como nuestro protagonista llega a la situación que hemos contemplado en una secuencia anticipatoria al inicio de la película (el recurso dramático de moda). A pesar de su previsibilidad, hay que reconocer que la película logra mantener el interés. Me atrevería a decir que gracias a su protagonista Marcovics, que tiene uno de los rostros más expresivos del actual cine europeo. (El personaje me recordó al de Charles Aznavour en la película de Truffaut “Tirad sobre el pianista”) Lo cierto es que las situaciones que se enmarcan dentro de su peculiar cárcel, serán las necesarias. La paradoja del metraje, colaborar desde prisión con los nazis para salvar la vida, con el añadido reto personal de alimentar el ego siendo capaz de llegar al objetivo máximo de cualquier falsificador. Conseguir la falsificación perfecta de la moneda americana.
Por supuesto la duda moral está introducida a través de un personaje reflejo y falso antagonista, Burger (la película está basada en el libro de Adolf Burger) que constantemente hace consciente al protagonista del peligro que supone su implicación con la causa del enemigo. Pero el director está dispuesto a hacer las concesiones que sean necesarias para que el personaje no deje de caernos simpático e incluso le justifiquemos. Nos deja entrever por medio de subtramas paralelas, y personajes soporte, que las circunstancias mandan, pero que no por ello Salomon deja de tener su corazoncito, al menos con sus compañeros. Pero es necesario un antagonista puro, alguien en el bando contrario que cumpla las veces de “malo”. Lo mejor es que el director ha preferido humanizarlo, huir del estereotipo fácil (para eso divide al personaje en dos, y el segundo cumple con el estereotipo) crear un nazi consciente de lo inhumano de la barbarie, de la verdadera situación, y de lo frágil de las posiciones. Por eso para mi la secuencia más reveladora es aquella en la que Salomon visita la casa del “anfitrión” Herzog (Devid Striesow) y tiene una sincera charla (complementada por la mujer del nazi). Entendemos además que la ambición no sabe de ideologías, y que el dinero y los documentos falsificados son un medio en realidad, y no un fin.
Me gustaría destacar los dos puntos de giro principales de la película (aunque en realidad son el mismo). Aquel en el que nuestro protagonista descubre cual es la base del papel ingles y consigue su objetivo... y por supuesto, la segunda meta, la moneda americana, con todas las dificultades materiales que se le imponen al protagonista. Paralelamente corre la duda moral que ya he comentado antes. Así que el director mantiene el equilibrio impecablemente sobre la cuerda floja hasta el precipitado desenlace, pero no por ello menos satisfactorio para el espectador. En este punto, tal vez el público revanchista hubiese esperado un castigo para el segundo antagonista nazi. Pero la liberación es un acontecimiento suficientemente contundente para calmar las ansias de venganza. Tal vez echo de menos un final más “efectista”, pero el director ha tratado de mantener un tono más neutral (en este punto tengo dudas sobre lo que ha conseguido, y lo que realmente pretendía) dejando a un lado la pretenciosidad de otros films del mismo género, tipo “La lista de Schindler”. Aun así, me gusta el ambiguo final, en el que no entendemos la actitud compulsiva del protagonista, o lo interpretamos a nuestro gusto, pero siempre justificando sus actos. A fin de cuentas, admiramos a un protagonista al que envidiamos una vez fuera de la cárcel, y que como bien dice, siempre puede hacer más de lo mismo.
Víctor Gualda.
1 comentario:
Margüita dijo...
Pues si, siempre nos andamos quejando de que el cine español recurre una y otra vez a la guerra civil, pero la verdad es que los alemanes siguen teniendo en los campos de concentración la gallina de los huevos de oro. Y lo que te rondaré morena.
A mi me ha parecido buena pelicula, aunque demasiado previsible, y sobre todo poco innovadora. Todas las relaciones y dilemas morales que aparecen en la peli está más que explotadas. Constantemente me estaba recordando otras películas... Un poco de "Atrápame si puedes´" por aquí... un poco de "El pianista" por allá...
Y aunque la interpretación del protagonista me han encantado, el resto me ha resultado floja tirando a bastante floja. Vamos, que ni fú, ni fá. Estoy de acuerdo en que tal vez un Oscar haya una condecoración ligeramente exagerada, motivada por la sensibilidad americana antes la temática judía.
Un saludo a todos!
Publicar un comentario