sábado, 2 de agosto de 2008

HANCOCK

La verdad es que no tenía la más mínima intención de comentar esta película. Sólo después de escribir la crítica “El video de Benny”, reconsideré mi postura porque creo que hay varios puntos que merece la pena analizar.

A priori la película da lo que promete, lo cual no está mal. La presentación ya nos anticipa que Hancock es un superhéroe atípico, y parece que el único que hay en la tierra. Pero nuestros códigos ya están abiertos a la existencia en la pequeña y gran pantalla de estos héroes de poderes ilimitados, por lo que la presentación introduce al espectador directamente en la película, marcando el tono cómico, y de paso presentando al desastroso superhéroe. Lo mejor del principio; que Will Smith encarna a un superhombre muy humano (suma de estereotipos, eso si). Antítesis perfecta del superhéroe tradicional, tiene alguno de los defectos que caracterizan a nuestra raza y por supuesto aquellos que tradicionalmente la sociedad rechaza. Por supuesto, como no podía ser de otra forma, esta es la base principal del conflicto. Hay que darle unas clases de saber estar y buen comportamiento para que el héroe entre por la senda marcada por la sociedad. Lo que me llama la atención en este punto es la paradoja. Hancock, como si fuese parte de su naturaleza, tiene la necesidad primaria de hacer el bien, sin ningún tipo de consideración por su parte. Me pregunto yo, ¿por qué el bien? ¿No sería más sencillo en vista del rechazo que produce en sus semejantes hacer algo en su propio provecho? (tal vez como ese otro superpoderoso que el cine nos ha regalado recientemente en la fallida “Jumper”) Pero la pregunta se responde sola, porque está claro que estos yanquis no quieren consideraciones morales de este calibre. Lo que quieren es que todos entremos por el aro y normalicemos cualquier situación extraordinaria. Todos tenemos que ser iguales, y aquel que tenga algún “poder” extraordinario, más igual que ninguno, poniéndose al servicio del bien común, antes que del bien propio.

Así que… quién mejor para introducirle por el buen camino que un publicitario (los grandes gurús del siglo, predicadores que venden un Dios en cada producto que anuncian). Por supuesto el personaje interpretado por Jason Bateman no es uno cualquiera, uno de esos que sólo están en el negocio por la posibilidad de ganar mucha pasta, sino uno que está empeñado desde su puesto pseudo-privilegiado en salvar al mundo. Excusa perfecta para introducir a una falsa antagonista. Como Hancock ha sido presentado como un desastre, el director Peter Berg juega con la posibilidad de una presunta tensión sexual no resuelta entre Smith y Theron, pero todo resulta demasiado forzado entre ambos…

Antes de continuar, una consideración sobre otro de los puntos curiosos de la película. Como decía, gracias a los códigos que todos conocemos a través del cómic, nos indican que todo superhéroe necesita un supertraje que sirva de imagen, de logo de fácil reconocimiento para el espectador. Esta parte es interesante porque el guionista se ríe por unos momentos de las convenciones, para luego adoptarlas como propias y necesarias, confirmando que ese punto casi militar que tienen los uniformes, es necesario para que el espectador asocie el traje, al “bien” como concepto (bomberos, policías, enfermeros…).

Volviendo a la película, Berg necesitaba algo en la estructura que la sustentase, pues no se puede vivir hora y media de gags sin que el espectador se aburra. Así que después de un giro dramático necesario, y para mí el mejor momento de la película, se abre una nueva puerta. Puerta que curiosamente también abre un nuevo tono mucho más dramático… ahora hacer el bien se ha convertido en un tema serio.

Por medio de una subtrama englobada en la primera parte, el director reutilizara al “malo” añadiéndole al verdadero conflicto. El que se establece entre Smith y Theron. Ahora con la suma de ambos nos dirigimos de cabeza (y esto es literal, porque todo se precipita un poco) hacia el desenlace. Resultón, fácil… busca el calificativo que te apetezca, porque en estas películas veraniegas americanas ya sabes que el resultado va a ser siempre el mismo. Que el superhéroe conseguirá su objetivo, y en este caso hasta la moral se salva, puesto que el conflicto del trío (interesante planteamiento de conflicto que se diluye en la nada) se resuelve de manera que nadie resulte perjudicado (esa curiosa costumbre americana que aleja el cine de la vida real). También estas convenciones se respetan en esta película que engaña y reconduce al rebaño hacia el buen camino. Los superhéroes tienen que ser buenos, así que nosotros también lo debemos ser. Lástima, porque un final distinto en el que el héroe hubiese aceptado que nunca podrá ser como los demás hubiese sido más inteligente, divertido, por supuesto mucho más realista, y no hubiese caído en el juego de la doble moral que tan bien practican en su política exterior estos yanquis. Solo necesitamos un eslogan, pongámosle “paz duradera” un concepto que vender… que sea “salvar al mundo de las armas de destrucción masiva”, un malo, “Sadam” y lanzando la campaña ya tenemos la excusa que necesitamos para destruir un país… y es que realmente los publicistas son los nuevos mesías del siglo que nos toca vivir, y el mensaje subtextual que recoge sin querer el espectador es que todo vale… si se sabe vender bien.

De cualquier forma, no os preocupéis porque en vista del éxito de esta primera entrega, es fácil que el superhombre recaiga en sus antiguos hábitos. Pero la oportunidad que indicaba el principio ya está desaprovechada, ya que el personaje interpretado por Smith no tiene la mitología necesaria a sus espaldas con la que contaba por ejemplo Batman, y que permite que el héroe se reinvente adaptándose a los tiempos que corren en cada nueva entrega.

Víctor Gualda.

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