viernes, 29 de agosto de 2008

EL MUNDO DE LELAND

Me encanta rebuscar entre las películas y encontrar producciones que me habían pasado desapercibidas y que luego me sorprenden porque tenían “algo”. Eso es exactamente lo que me ha ocurrido con “El mundo de Leland”. Esta película del año 2003 supone el debut de su director Matthew Ryan Hoge con actores profesionales reconocidos (en realidad es la segunda película del director) y tengo que reconocer que una de las actuales que más me han interesado este verano.

No dispone de grandes medios, está basada en el guión, y concretamente en los personajes. La situación de partida es bien sencilla. Un joven Leland (Ryan Gosling) ha asesinado a un vecino retrasado, dándole veinte puñaladas. A partir de esta información la intención está servida. El espectador desde el punto de vista del psicólogo interpretado por Don Cheadle trata de entender qué ha llevado a Leland-Gosling a cometer ese atroz acto. Para ello, Ryan Hoge ha trazado una red de personajes, todos ellos con sus propias frustraciones y subtramas que ayudan a entender el entorno de la situación. A partir de este gran mosaico, poco a poco vamos descubriendo las mierdas de la clase media americana. A través de los inteligentes y observadores ojos de nuestro protagonista descubrimos lo que le frustra, y la interpretación que él hace de lo que frustra a las personas más cercanas. Su madre (Lena Olin), su “novia” (Jena Malone), la hermana de esta (Michelle Williams) y el novio de ella (Chris Klein), su padre (Kevin Spacey), el psicólogo que le trata (el mencionado Don Cheadle)... así hasta completar un círculo cerrado.

Mediante flash-backs vamos conociendo los días previos al suceso, vamos investigando en la mente del joven que aparentemente es un niño inteligente y equilibrado... Viene a ser como cuando convivimos con vecinos cuya vida es aparentemente “normal”, y un día te despiertas y alguno ha cometido un asesinato contra su propia pareja por ejemplo. Me vienen a la cabeza aquellas imágenes que vemos en el telediario en las que entrevistan a algún vecino que explica ...-“ era un chico normal, educado, nunca me lo pudiese haber imaginado” (incluso me hubiese gustado una secuencia así)... pues eso, así es como se siente el espectador, pero a la inversa. Al conocer el hecho al comienzo, sólo nos queda tratar entender los motivos, y estos no tienen porque salir de la cotidianeidad. La edad de Leland, la relación con su padre ausente, escritor de éxito que le paga billetes a todo el mundo para no estar con él (muy interesante además como están planteados sus miedos y llevados hasta las últimas consecuencias), su "novia" yonquie, con la que mantiene una relación no correspondida por la propia adicción de ella, y escarbando un poco por sus propios complejos. El suceso desestabiliza el frágil andamiaje sobre el que están construidas la vidas de los personajes. Da igual que el envoltorio haga parecer que todo es estable. El movimiento de las alas de una mariposa tienen una vez más el efecto de deconstruir (y no únicamente destruir) la vida de los implicados. Para Pearl-Cheadle el psicólogo, haciendo que tome conciencia de que sus actos pueden trastocar la vida de su ausente novia. Escribir un libro sobre Leland se ha convertido en una fuente de conocimiento sobre si mismo. Para Allen-Klein el novio que sufre al ver que su mundo se derrumba delante de sus ojos y ahora necesita reaccionar (toda acción tiene una reacción) ante el culpable de su “desgracia”. Sólo hay que cerrar el circulo, y él considera que esa es su misión ante la impotencia del padre de la víctima, incapaz de tomar la dramática decisión sumido entre la culpa y el odio.

Pero la vida de Leland-Gosling transcurre tranquila dentro de un pabellón de la cárcel, y sólo cuando haya reconocido su culpa y haya terminado su diario de redención sufrirá las consecuencias reales de su acto. El director y guionista no busca culpables, ni justificaciones morales, sólo servir al espectador la oportunidad de reflexionar. Y lo hace al más puro estilo de Raymon Carver, presentando las miserias de una sociedad anclada en la hipocresía que guarda sus mierdas dentro de casa, pero que no por ello dejan de ser mierdas. Podemos decir que como espectadores somos voyeurs de las vidas ajenas a través del cine. Pero aquí, ese sentimiento se acentúa aún más al querer entender como es el mecanismo del hermético cerebro de Leland. Se puede decir que el cine es un acto individual, que los sentimientos pueden ser encontrados y un asesino puede caerte bien, más cuando lo conoces personalmente, aunque socialmente no este aceptado. No voy a decir que acabemos justificando su acto, pero al menos creemos entender desde su punto de vista tal vez demasiado sensible cuales son sus “razones”.

Pero no nos engañemos, esto es cine y para que nos quede claro que este tipo de actos no son justificables, Leland paga su culpa de la única manera posible para equilibrar la balanza. Es triste pero es verdad. El publico, tanto el americano como el europeo, necesita sentir pena por él, al tiempo que necesita ver que también está destinado a sufrir y recibir el pago con la misma moneda. Por eso me parece muy interesante esta película, porque invita a la reflexión, y si en hora y media es difícil resumir una vida, introducir un “acto” que la cambie, y contar las vidas de su entorno y las consecuencias y cambios que se producen, este director casi novel (Ryan Hoge) consigue que nos interesemos, que entendamos, que justifiquemos. Nos lleva a los extremos emocionales con vidas que no son las nuestras, y lo hace de manera ejemplar. Aquí no importa la técnica, la planificación o los efectos, sólo los personajes, que son humanos y cercanos. Me gustan estas películas sencillas que sólo tratan del individuo, sin que pese la sociedad, las instituciones o elementos externos. Me gusta reconocer el mundo de Leland aunque paradójicamente me horrorice.

Víctor Gualda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Margüita dijo....

Al final pude verla. Por los pelos, pero la vi. Y cómo me alegro, porque hacía tiempo, bastante tiempo, que una historia a la que los periódicos y las noticias parecen tenermos más que acostumbrados, no me (con)movía hasta este punto.
Me queda una sabor a.... Magnolia? Si, eso es. Los últimos 104 minutos me han traído sensaciones similares a las que en su día me trajo Magnolia. Historias que pueden vivirse bajo el sensacionalismo mediático, o bajo este otro punto de vista, más coditiano, más humano, que adopta la película.

Gracias por la recomendación, porque ha sido un acierto.

Anónimo dijo...

Vi esta película hace un par de años y me dejo muda. Muy buen blog, le echare un vistazo de vez en cuando. :)

Celia