martes, 2 de septiembre de 2008

TODOS ESTAMOS INVITADOS

La última producción española que se estrena en DVD sigue las pautas habituales marcadas por la inexistente industria patria. Un tema demasiado localista con el que es difícil identificarse si no estás familiarizado. Y no quiero decir que en nuestro país no lo estemos, pero si que es cierto que fuera de nuestras fronteras hay un conocimiento demasiado ambiguo del denominado “problema vasco”. A ello hay que añadir que el director utiliza códigos que también resultan localistas y que incluso se le escapan al espectador que no esté familiriarizado con las costumbres locales. Eso si, hay que reconocerle el merito a Manuel Gutierrez Aragón de haber sabido aglutinarlos e introducirlos dentro de la estructura dramática del film sin que resulten chirriantes. Me refiero a temas como la comida, la iglesia, o el peso del matriarcado dentro de la familia vasca. Por otro lado, habría que hablar de la fallida estructura dramática, o del problema de la elección de los actores para determinados papeles.

Empecemos por el primer punto: Cuando digo que la estructura dramática es fallida no me refiero a que sea una mala película. El planteamiento me parece interesante. El director ha dividido el punto de vista por “bandos” (tramas paralelas) Por un lado, el peso del arranque recae sobre la espalda del ambicioso (en cuanto a interpretación) Oscar Jaenada, una mezcla entre etarra y kale borroka. Presentación que tiene la cualidad de comenzar con una secuencia de “acción” que genera tensión, pero que como pasa en la mayoría de las películas españolas, después de una exhaustiva preparación, se resuelve de manera precipitada, sin haber dejado que la tensión se incremente hasta el tope. Así que resulta una especie de gatillazo resultón, pero que no permite el necesario conocimiento del protagonista y su entorno.

A partir de este punto de partida, el punto de vista principal se mueve hacia el “otro bando” (hablo de cine y estructura) El cabeza visible es un profesor universitario con clara vocación demócrata, voz discordante y cabeza de turco. Jose Coronado es un valiente que es capaz de levantar la voz contra la injusticia, pero que a cambio va a conocer el miedo en sus carnes. Su claro posicionamiento en un país, el vasco, en el que el pueblo se convierte en cómplice involuntario dominado por el miedo (otro de los temas de la película) le convierten en una oveja negra dentro de su propio entorno. Así es fácil adivinar que el interés de la película se centrará en saber si conseguirá salvarse, o por el contrario pagará con su vida. La utilización de la trama paralela del joven aberzale (Jaenada) que ha recomenzado su vida de cero al perder la memoria, hace preguntarse al espectador si la recobrará en el momento justo para matar al profesor, o el chaval será consiente de la barbarie en la que está inmerso y reaccionará. Para que los personajes se crucen, se ha introducido una trama paralela que se come a las principales. La que pertenece a Francesca (Vanesa Incontrada) que sirve de punto de encuentro entre los dos hombres “enfrentados”. El problema, es que el director ha preferido engañarnos y después de hacernos pasar una hora compartiendo los miedos de Coronado, traspasar el desenlace a la... en principio subtrama, que debería haber servido para reforzar la principal. Tal vez su intención sea buena, tal vez la idea de que el problema vasco afecte tanto a los de dentro como a los de fuera hubiese funcionado en la literatura, pero esto es cine, y si anticipas el momento más álgido, no enfrentas directamente a los dos protagonistas, y traspasas el clímax a una coprotagonista, te arriesgas a que la película se deshinche como un globo. Eso es exactamente lo que le sucede a “Todos estamos invitados”. Todo ello a pesar de la interesante secuencia de las columnas de la plaza que sirve de desenlace, que aunque vista en innumerables producciones, siempre tiende a funcionar. Pero lo cierto es que los conflictos más interesantes, unidos a las motivaciones de los personajes toman un desvío que les aleja de la línea narrativa principal, y lleva al espectador al desconcierto, cuando no al desanimo. Una pena, porque el material era interesante, y aunque a priori resulte manida la imposible historia de amor entre el joven amnésico y la psicopedagoga, los intereses cruzados, los conflictos internos, hay cosas que según se cuenten, por mucho que se hayan repetido mil veces, funcionan siempre.

Luego está el tema conflictivo en nuestro país; la elección de los actores. Se produce en este punto una paradoja que es difícil de entender para el espectador. Por una parte el comentario típico de “... -Es que en las películas españolas siempre salen los mismos” Es cierto, pero entiendo que un director se juega el trabajo de años a una carta, y si en el encabezado de los títulos de crédito no aparece un nombre familiar, la mayoría de las veces el espectador medio prefiere no arriesgarse. Con lo cual un actor como Coronado, en un papel que necesita variedad de registros, e intensidad dramática se queda corto. Y no digo que sea mal actor, ya ha demostrado su solvencia en papeles que no requieren la evolución dramática de su personaje como “La caja 507” o “La distancia”, pero este le viene grande, y con cara de susto a lo largo de todo el metraje no se puede sustentar un papel tan complejo. Otro caso diferente es el de Jaenada, muy bien en la dualidad de su papel de aberchale amnésico con traumatismo craneoencefálico, y de sensible enamorado. El problema en su caso es que el guión no le hace justicia. Él es el verdadero protagonista de la película (la abre y la cierra), el que más cambio sufre, y a pesar de su fantástico trabajo con el acento, se queda un poco corto por la ambigüedad de su situación mental. Gutierrez Aragón y Ángeles Gonzalez Sinde tal vez debían habernos explicado un poco más la situación en cada momento, haber metido la duda de lo que va a hacer, y haber obrado en consecuencia dándole mayor peso al verdadero protagonista en la trama principal. Pero tal vez consideraron arriesgado cederle el protagonismo al estar en el lado “incorrecto”, y temían que el espectador se pusiese en contra de la película (espero que sólo sea una estupida teoría mia, porque hace años que “Días Contados” demostró que el “malo”-“bueno” es una categoría demasiado ambigua). De Vanesa Incontrada no puedo decir nada, porque está correcta, y se encuentra con un protagonismo extra, en el que apenas interviene directamente, pero que resuelve con credibilidad.

Un par de detalles insignificantes, pero que afectan al conjunto; la música me resulto ñoña y chirriante en alguna secuencia, y la tendencia de los directores (o tal vez montadores) españoles a adoptar un modelo dentro de la secuencia que se ha quedado un tanto obsoleto en el resto del mundo, al alargar momentos en la escena con “información” que pueden ser prescindibles por elipsis... tipo: vemos al personaje desde que entra por la puerta hasta que se dirige al otro personaje, que ralentizan el ritmo innecesariamente, que no aporta nada, y que tal vez por la equivocada idea de crear tensión dramática resultan pesadas. Con todo, una película con cualidades, que merece la pena ver, aunque sin posibilidades fuera de nuestras fronteras.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo en lo que comentas acerca del climax y la resolución.Al igual que en la evolución dramática de Josu Jon.Gran interpretación de Jaenada,pero con la excusa de su amnesia parece que todo vale y así su evolución es un tanto extraña,independientemente de que la secuencia de la confesión me parece estupenda.
Estoy menos de acuerdo en lo del localismo,aunque sea premeditado,pues el miedo es una reacción universal y básicamente es el tema central de la película.
Pese a que admiro a la gente que se posiciona,creo que(independientemente de las destrezas demostradas)el mayor hándicap de la película es su apriorismo.Poca duda cabe de lo axiomático de la propuesta de G.Aragón y G.Sinde, lo que a mi juicio siempre resta cuando hablamos de una creación artística y no de un artículo de opinión.
Zero