viernes, 26 de septiembre de 2008

ALGO PASA EN LAS VEGAS- ELLA ES EL PARTIDO- 8 CITAS- OVIEDO EXPRESS























Buscar algo interesante entre los estrenos de la semana es como buscar oro en el viejo oeste. Tienes que remover mucho para filtrar la arena y separar las pequeñas pepitas. Eso es lo que sucede con las cuatro películas que voy a comentar porque no merecen una crítica personalizada, pero tienen secuencias respetables.
Tal vez lo justo sería empezar por la más interesante de ellas “Algo pasa en las Vegas”. Una comedia americana con todas las consecuencias, cuyo mayor merito es que a pesar de ser completamente previsible, al menos es entretenida y tiene algunas secuencias salvables. El argumento; un tópico tras otro... en este caso tópicos americanos, pero gracias al cine trasladables a Europa. Chico listo y guapo, pero que ha perdido la fe en si mismo acaba con un amigo de pedo en Las Vegas; Chica lista y guapa pero que ha perdido el novio acaba pedo en Las Vegas. Chico conoce chica. Boda etílica y separación imposible por dinero (el elemento social de nuestro tiempo) En definitiva la película funciona porque no trata de engañar. Es consecuente desde principio al final, y tiene situaciones divertidas para todos los públicos. El ritmo y el pulso en la dirección del director televisivo Tom Vaughan son fantásticos, y alguna de las previsibles peleas (a partir de un giro de guión necesario) funcionan por el buen hacer de Cameron Diaz y Ashton Kutcher. El final se sabe desde el minuto uno, pero aún así satisface al espectador.

Algo más pretenciosa resulta “Ella es el partido”. Dirigida por el incansable George Clooney, que parece buscarse una carrera paralela para cuando se le acaben los papeles de galán. Una película con la que el espectador español difícilmente se sentirá identificado, pues trata de los orígenes del fútbol profesional americano. No diré que al actor le falta mano para dirigir, porque la película es una comedia con tufillo a los hermanos Cohen, con los que trabajó en “Oh brother”, y tiene elementos que a todo el público le resultaran familiares, no en vano se trata de una comedia clásica de superación de un personaje prácticamente plano, que tiene como antagonista a Renee Zellweger, elemento por cierto común con “Algo pasa en las Vegas”. Me refiero a que por supuesto está llamada a compartir cama con el protagonista después de muchos desencuentros (lo que Balló y Perez llamaban “el deseo en suspenso” en su libro “Yo ya he estado aquí”)... con el añadido de un tercer personaje que sirve de eje interpretado por John Krasinski (Carter) y antagonista real (competencia por la chica y el juego). Siempre me llama la atención que no se elijan actores con el suficiente carismas para este tipo de personajes, tal vez por si oscurecen la interpretación del protagonista de turno. A destacar en esta producción con una factura de fotografía muy sepia (Newton Thomas Sigel) para que sepamos que estamos en los años veinte, un par de secuencias. La secuencia del primer encuentro amoroso de los protagonistas a contraluz, y las secuencias cómicas copiadas del cine mudo de la época en la que se sitúa la ficción. También el desenlace es previsible y una vez más, como en casi todo el cine americano, el protagonista lo consigue todo sin renunciar a “casi” nada. De forma que la identificación del espectador está asegurada a pesar de que el personaje sea un perdedor encubierto... Bueno, siempre nos gustaron los perdedores simpáticos.

Como estaba saturado de tanto cine americano, me di una vuelta por el cine español. “8 citas” es una película sencilla que cuenta las historias casi a secuencia única de varias parejas (elemento interesante para producción). Todos ellos por supuesto llamados a encontrarse en un final demasiado provocado (previsible) aunque no así la razón de dicho encuentro. El tono general del metraje y que sirve para aunar todo, es la comedia. A destacar la interpretación del permanente actor revelación Raúl Arévalo, que sabe imprimir su personalidad en cada personaje. Esperemos que no nos acabe saturando como pasa con el personaje tipo de Fernando Tejero. Muy bien también el desarrollo de la secuencia de Arturo Valls, con una Melani Olivares esperpéntica pero no desentonada en un crescendo muy divertido. Por el otro lado, el negativo, y muy a pesar de la buena interpretación (habitual) de Adriana Ozores, y lo interesante de la situación, su secuencia se queda en un quiero y no puedo. Lo peor del metraje bajo mi punto de vista, es el planteamiento de la secuencia de Jordi Vilches y Verónica Echegui (y demás familia), que resulta tan sobreactuada que te saca de la película, muy a pesar de su buen trabajo. Para el colofón reservan a una Belén Rueda, tan intensa y dramática que resulta fuera de tono con el conjunto. En definitiva, el principal mérito de la película es aunar a parte de los mejores actores jóvenes españoles de la mano de Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen, pero mucho más van a tener que ofrecer si quieren que se siga hablando de ellos en el futuro.

Por último la película de Gonzalo Suarez, “Oviedo Express” de la que no puedo hacer un juicio de valor completo pues me aburrió tanto que tuve que dejarla cuando apenas llevaba media hora. Y tal vez sea un problema mío, pero el tipo de cine que él propone me recuerda a los años que estudiaba teatro, y el resultado no es mejor que una obra de un estudiante de dirección escénica de segundo curso. El tono demasiado declamado es una extensión de la obra de teatro que se proponen representar en el teatro Campoamor, “La regenta”. Todo es sobreactuado, cada personaje cumple un rol y no está desarrollado más lejos que lo evidente. Es de alguna manera el mundo personal de Gonzalo Suarez. No comulgo con él, pero me parece que a estas alturas del partido, y a pesar de que tiene el mérito de hacer una propuesta original, no se puede pensar que con un reparto interesante basta. El cine español necesita un ejercicio de reflexión y comenzar a replantearse cual es el tipo de cine que quiere el público, que a fin de cuentas es el llamado a proporcionarle un futuro, del que a día de hoy prácticamente carece.

Víctor Gualda.

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