viernes, 19 de septiembre de 2008

DUEÑOS DE LA CALLE

“Dueños de la calle” no se sale ni un milímetro de un guión previsible pero correcto. El arranque sirve de presentación del policía protagonista Tom Ludlow (Keanu Reeves). Vamos a conocer el calado de este poli medio masoca que tiene la necesidad de sufrir y hacer sufrir, desde su estereotipo de poli bueno, a los malos. Así que para empezar, arranque en el desenlace para cumplir con la necesidad de que el espectador vea que es violento pero justo.

Después del arranque pasamos a la presentación de todos los personajes secundarios comandados por el jefe Forrest Whitaker Inmediatamente nos damos cuenta de que algo huele a podrido en Dinamarca. En este momento supe como iba a terminar la película. Y no es que yo sea un tipo listo, es que lo hemos visto en miles de películas iguales a esta. Pero volvamos a el comienzo del primer acto. Una secuencia informativa le da las claves al espectador para que sepa quién es quién, conozca a un antagonista de palo (Common) excompañero de Reeves, a otro pseudoantagonista, que es el jefe de asuntos internos, un Hugh Laurie (Capitan Biggs) que por cierto, casi como homenaje aparece por vez primera en un hospital y con una actitud que nos recuerda a su “House”... Volvamos al excompañero de Reeves, que está destinado a servir de punto de apoyo y excusa para mover la trama. Inmediatamente y de palabra se le carga de una serie de prejuicios al modo más "culebrón televisivo", para que entendamos que es un cabrón con sus cariñosos compañeros. Para mover la trama de investigación el guionista y el director necesitan un cabeza de turco y ya lo tiene. Otra espectacular secuencia de tiros y ya tenemos un cadáver al que investigar. A fin de cuentas el personaje de Keanu es un duro poli bueno pero con escrúpulos.

Esta claro en que va a consistir el segundo acto. En encontrar a los asesinos del excolega. Así que mientras avanzamos hacia el desenlace vamos conociendo la información que va completando el puzzle del ya mencionado quién es quién. Pero no voy a adelantar más. La peli hay que verla y disfrutarla en la medida de lo que se pueda.

Me voy a las referencias; Mediada la película, y a pesar de que la situación empuja a tu memoria en dirección a “Sérpico”, la película de Lumet que sin tener una estructura tan delimitada, tiene la virtud de hacer entrar al espectador en la psique del personaje de Pacino y entender el desarrollo de su actitud. Eso probablemente es lo que la convertía en obra maestra imprescindible. En el caso de “Dueños de la calle” aparte de que la corrupción policial es un tema hipermascado a estas alturas (tanto en la ficción como en la realidad), tiene la virtud de que el espectador no se escandalice de nada, las dudas morales del protagonista quedan tan en la superficie que el guionista (atención a este punto porque se trata del mismisimo James Ellroy) ha necesitado dar un trasfondo a la actitud de Keanu con un pasado que justifica cualquier decisión violenta. Pero inmediatamente me vino a la cabeza “L.A. Confidencial”. En aquella, basada en una de las novelas de Ellroy, todo se sustentaba sobre los cimientos de un guión espectacular y complejo que hablaba de la ambigüedad moral y de lo fácil que es traspasar la línea del estereotipo bueno-malo. En esta, guionistas (Ellroy comparte créditos con Kurt Wimmer y Jeime Moss) y director (David Ayer, que conoce el mundo del guión por haber trabajado en “Training day” y escrito y dirigido “Harsh Times”) tratan de hacer lo mismo pero con desigual resultado. Lo que si noto es una especial tendencia en el actual cine americano de volver al modelo de los setenta principios de los ochenta del vengador que se toma la ley por su mano saltándose las reglas. Y es que el bueno-perdedor está degenerando, quizá como reflejo de la situación de un país. No en vano el cine siempre ha sido un reflejo de la sociedad o ha marcado las tendencias, y en concreto el cine negro y el subgénero policiaco nació en EEUU como contestación a la corrupción de las instituciones. Pero tal vez esto es rizar demasiado el rizo, y sencillamente sea el poder de los ejecutivos en las grandes marcas que se rigen por lo que creen que funciona para justificar sus altos salarios.

Quiero destacar la interpretación de Forrest Whitaker porque siempre me desencaja. Parece venir de otro planeta que no está regido por “métodos”, haciendo de su interpretación un trade mark de difícil encasillamiento. Reeves se limita a su inexpresividad habitual que arrastra desde “My Own private Idaho” en el momento que decide que va a cumplir con su obligación de sustituir al padre y que casi es un simbolismo del tipo de cine con el que se ha comprometido. Aquel en el que manda el mercado y los hombres del traje gris. Una pena porque siempre he pensado que podía haber sido el actor que nunca llegó a ser. Pero como su personaje en esta película, tomó su decisión moral después del giro dramático de la muerte de su amigo Phoenix, años después de su hijo nonato y poco después novia... Y es que a veces la vida imita al cine.

Víctor Gualda.

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