viernes, 12 de septiembre de 2008

SPECIAL

Tengo que reconocer que el único motivo que me empujo a ver la película es la simpatía que me trasmite Michael Rappaport. En realidad, en todas las producciones viene a hacer el mismo personaje. Un tipo inseguro, ilusionado, desgarbado, un perdedor simpático. No creo que nunca vaya a salir de su estereotipo, pero si que sabe sacarle partido a sus cualidades y ofrecer personajes entrañables, sea en el cine con “Ladrones de medio pelo”, “Amor a quemarropa” o en series de televisión como “Me llamo Earl”, “Friends” o “Prison Break”. En “Special” ofrece sin salir de su encasillamiento su indudablemente mejor interpretación hasta la fecha, en una producción de bajo presupuesto, pero en la que él es el único protagonista.

Les Franken (Rappaport) es un currante que trabaja como vigilante de parquímetro poniendo multas. Su vida no es demasiado emocionante, y al ser aficionado a los cómics, sueña con que algún día podrá ayudar a la humanidad. De momento se conforma con servir de cobaya para un laboratorio farmacéutico que está probando un medicamento. Su triste y solitaria vida se ve trastocada al comprobar que los efectos del medicamento (que luego descubrimos que sirve para aumentar la autoestima) le aportan superpoderes. El sueño está cumplido. Ahora sólo queda ponerse al servicio de la humanidad. El problema es que todo está en su mente, y como reza la carátula, mientras él se cree un superhéroe, los demás le ven como un superidiota. Así comienzan sus aventuras por la ciudad. Evitando atracos en tiendas de comestibles y agrediendo a gente que su imaginación le dice que van a cometer algún acto delictivo. Todo ello hasta que se tenga que enfrentar a los malvados trajeados, tal vez demasiado inspirados en “Matrix”, que tratan de robarle su recién adquiridos superpoderes. Inmediatamente descubriremos que son los dueños del laboratorio que están ante un contrato con una multinacional, y no quieren perderlo.

Como vemos el argumento es sencillo. Los superpoderes de Rappaport se ven reforzados por efectos especiales un tanto básicos que el espectador disfruta al estar en el punto de vista de él. Esta elección es contradictoria, porque por momentos dudamos si realmente los tiene o no. El tema es que los directores han tomado el camino de en medio, y al implicar a terceras personas, los dueños de la tienda de cómics, y para darle algo más de peso al segundo acto, descubrimos que definitivamente es todo producto de su imaginación (no juegan con el recurso). Una pena, porque el espectador espera que los tenga. Aún así, el personaje resulta maravillosamente entrañable. Los cambios de punto de vista te desengañan, y hacen que el tipo cada vez más descontrolado por la ingesta de las pastillas acabe dándote pena.

Esto es aparentemente todo. Una peliculita independiente en tono de comedia con un argumento sencillo, poco presupuesto, casi parodia de las pelis de superhéroes, pero pienso que la película esconde algo más. No sé si también en mi caso por identificación con el personaje, como victima del paracetamol, o sencillamente porque realmente está pensado por los responsables de la cinta, pero lo cierto es que veo una doble intención en la aventura. Al fin y al cabo Rappaport interpreta a un tipo alienado, que tiene un trabajo medio, y que se siente desaprovechado. La mayoría de los espectadores rechazaran la identificación porque les gusta sentirse en una mejor posición. Si les gusta, como dije antes, será por pena, pero lo cierto es que la mayoría trabajamos en una oficina, en un local cumpliendo un horario y muchos llevan un uniforme o un traje como el protagonista. A todos nos gustaría salvar el mundo, pero en el fondo “los hombre del traje” se ocupan que todos tratemos de ser iguales, de que nadie destaque sobre nadie, de hacernos pensar que todos son piezas indispensables de la cadena (magnifica la secuencia en la que el jefe putea a Rappaport tratando de hacerle entender que el dinero que recaudan con las multas va a escuelas u hospitales). La sociedad impone que el que quiera ser diferente tiene que pasar por loco o por inadaptado. Así que hay que reducir las individualidades al máximo. En realidad no ha cambiado tanto la cosa desde la estremecedora imagen de los obreros entrando en la fábrica que mostraba Fritz Lang en “Metrópolis”... el problema es que también se puede hacer la interpretación inversa, aquella que responde al tópico americano de que todos tenemos algo que nos hace especiales y validos para la sociedad, pero particularmente me inclino por la primera interpretación.

Como digo tal vez sea rizar el rizo demasiado, pero la película me obliga a no quedarme en la superficie y llegar un poco más allá. De cualquier manera cinematográficamente me quedo con secuencias como la elección del traje como símbolo distintivo (Para mi mucho mejor que la de “Hancock”) con la de la comisaría de policía en la que Rappaport trata de ponerse al servicio de la justicia y para ello demuestra sus cualidades, o con el desenlace mezcla de “Terminator” y “Matrix” en la que el protagonista ha decidido que tiene que ser uno más, pero las circunstancias le demuestran que eso es imposible.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aun no conocia tu blog, he tenido que averiguarlo. Mucha suerte... y por aqui nos veremos.