martes, 29 de julio de 2008

EL VIDEO DE BENNY

En estos calurosos días de verano en los que arrasa en cartelera el héroe “guay” Hancock, con su incontrolada violencia, me apetecía ver una película en la que ese mismo tema; la violencia, estuviese distribuida a lo largo del metraje de manera tal vez menos efectista, pero seguro que más inteligente y realista. No tengo nada contra Will Smith y su superhombre; Es más, he disfrutado de la escasa y tal vez insuficiente hora y media. Pero tal vez el tono comedia remezclado con violencia, ese coctel mágico que Wilder dijo la base del éxito de “Pulp Fiction”, no llenaba del todo la dosis de cinismo que necesitaba. Ya me había parecido en su día, que “Funny Games” era una gran película, y sabía que “El video de Benny” me aseguraría esa porción. No me decepcionó.

Haneke encontró en Arno Frisch su alter ego violento. Su inexpresiva mirada, mezcla perfecta de buen chico y psicópata hacen de él, el protagonista perfecto y de la película una especie de primera parte de “Funny Games”. En 1992, Haneke decide contar lo dura que puede ser a violencia desde los ojos de un adolecente de clase media (una de las obsesiones del cineasta). El director huye así de los estereotipos del asesino de clase baja impulsado por el odio a la sociedad que le reprime, o la venganza. Sus malos, lo son sencillamente por curiosidad, falsa inconsciencia o como parte del lado oscuro incontrolable que todos poseemos, pero que tratamos de reprimir por las normas sociales. No hay motivaciones más profundas, evidentes o justificadas. No hace falta, y eso agranda aún más si cabe sus actos. Benny no tiene capacidad de empatizar con su víctima. Tampoco los chicos de “Funny Games” Ese es su encanto. Su violencia es completamente injustificada, pero paradójicamente muy cerebral. El espectador se pregunta en sus películas qué impulsa a estos chicos de buena familia, porque necesita una explicación, y para ello el cineasta deja pistas a modo de justificación. La obsesión de Benny por las películas violentas le lleva a experimentar participando como espectador (ojo, igual que el propio espectador, que no quita la vista de la pantalla)… como testigo mudo de la matanza de una cerdo. Esta escena que abre la película nos sirve como anticipación, nos crea expectativas para tratar de descubrir los sentimientos (o la falta de ellos) del adolescente Benny. Aun así, cuando la secuencia crucial de la película llega a la media hora escasa, experimentamos una curiosa y macabra sensación de sorpresa y alivio, para pasar de nuevo a la tensión que domina toda la película, y que es marca de la casa del director austriaco.

Es curioso ver como Haneke juega con nuestra curiosidad y morbo por saber que hará Benny después de su acto. De nuevo nos sorprende y nos muestra una parte más del curioso carácter del protagonista. La confesión en la religión católica, sirve en un acto simbólico para redimir la culpa (¿quién necesita psicólogos?). Aquí además, la culpa tiene el doble valor de que se traspasa.

El director nos vuelve a reconducir (lo hace a su antojo en todo el film a donde quiere) a la normalización de las rutinas. El viaje a Egipto como éxodo necesario y simbólico también lo convierte en una rutina más, para descolocarnos y llevar la película al momento más bajo rítmica y anímicamente. Pero sólo es un momento, para coger impulso y volver a descolocarnos por última vez, porque se puede huir de los demás, pero no de uno mismo. Demostrando que tal vez la curiosidad, tal vez una oscura posesión infernal (es coña), se produce en el protagonista. Lo cierto es que se ha abierto una puerta en su psique y comprendemos que va a ser imposible cerrarla.

Alucinante y perfecta primera parte de una tesis de la que “El video de Benny” es el primer acto, “Funny Games” el segundo… y nos falta el más aterrador y definitivo desenlace que espero que el dúo Haneke-Frisch nos sirvan en breve, para remover un poco más los miedos de la esa clase media-burguesa europea que se tiene en tal alta estima, pero que el austriaco ha demostrado que es tan frágil.

Como colofón y comentario final; la secuencia del giro (no quiero desentrañar nada) del primer acto, con cámara estática como testigo mudo, me parece de lo mejor que he visto en cine. La secuencia emparenta además la película con aquel capítulo del “Decálogo”, y con aquella del invalido con prismáticos; cimas del voyerismo cinematográfico. Sencillamente magistral la posición casi de cómplice en la que Haneke coloca al espectador, alentando su curiosidad y su morbo. En definitiva, obra maestra con algunos defectos de ritmo en algunos momentos. Pero necesaria para entender el lado más oscuro de las obsesiones del ser humano.

Víctor Gualda.

viernes, 25 de julio de 2008

POZOS DE AMBICION (THERE WILL BE BLOOD)

A veces me resulta incomprensible la política de estrenos en DVD. Hace una semana fue el turno de “Pozos de ambición”. Uno de los platos “fuertes” de la temporada. Tal vez no sea el mejor momento para una película de las características de esta. Concebida para ser una de las que supuestamente debían de haber arrasado en los pasados premios de la academia americana, luego se quedó en un quiero y no puedo. Creo además que sus distribuidores en nuestro país no han sabido gestionar la distribución de la cinta. Por una parte, estrenar películas de tanto peso dramático se suele dejar para la primavera o el otoño. El marketing y el calor han hecho que las películas de mayor peso en verano sean las comedias y/o películas para toda la familia. Por otra parte está el tema del título. En cines se dio a conocer como “Pozos de ambición” pero Almodóvar escribió un artículo en “El país” criticando las traducciones de algunos títulos, y se cebó especialmente con esta. No se si ha sido por este motivo, pero en DVD los distribuidores han preferido utilizar el original “There will be blood”, dejando el traducido en letra pequeña apenas legible, por lo que al final el espectador se despista a la hora de seleccionarla.

Hablando ya de la película en cuestión, tengo que reconocer que Paul Thomas Anderson me parece un director interesante. Me gusto “Boggie Nights” y me encantó “Magnolia”, pero en ambas ya dejaba entrever que era y es, un director pretencioso, que parece querer demostrar que es heredero directo de Altman, o de los grandes del cine americano. Para la ocasión ha elegido la adaptación de la novela “Petroleo” de Upton Sinclair. No puedo decir nada de este best seller, sencillamente porque no lo he leído. Pero me reitero en lo difícil que es pretender acaparar una novela que transcurre entre elipsis temporales que llevan toda una vida.

Y es que la película es fallida. Habrá quien diga que le ha encantado, pero bajo mi punto de vista esto es merito única y exclusivamente de Daniel Day-Lewis, que como es habitual en él, está muy por encima de la narración, imprimiendo personalidad propia al personaje. Pero al final me quedo con la sensación de que eso es también su mayor defecto, porque todo el peso recae sobre su magnetismo (que lo tiene), y los elementos realmente interesantes quedan ocultos.

En esta ocasión no voy a entrar a desglosar demasiado la trama. Me limitaré a decir que tiene demasiados altibajos. Que trata de desarrollar como la ambición sin límites de un tipo pasa por encima de elementos como la paternidad, la amistad, la religión... estos son los tres temas fundamentales que toca la película. Por una parte la película tiene tramas demasiado informativas para que entendamos como se forja el imperio económico. Desde la primera secuencia en la que vemos a nuestro histriónico protagonista hecho a si mismo arriesgando su vida en una mina... Tal vez la secuencia más espectacular de la película es aquella en la que seguimos al personaje durante casi quince minutos sin escuchar una sola palabra. Un arranque atípico, pero capaz de despertar la curiosidad del espectador más desconfiado. Por otro lado está la relación del personaje con la religión, encarnada por la figura del magnífico actor Paul Dano, que es otro de los elementos fundamentales de la historia, y que en realidad es el conflicto de mayor peso (al menos si seguimos las teorías de guión que aconsejan resolver las tramas más importantes en orden ascendente hasta el desenlace). Más incluso que la tortuosa relación con su propio hijo, que desaparece en dos bloques de la trama principal. Y que tiene una resolución fallida. Tal vez porque una conversación con señas y traducción, ralentiza el ritmo y le resta el dramatismo necesario al desenlace de la trama. Por medio, una subtrama sobre la relación con su “hermano” que tampoco está tratada convenientemente, pero que nos da a entender que Day-Lewis es humano y necesita las referencias filiales, referencias que busca a lo largo de todo el metraje.... en este punto, me llama poderosamente la atención la ausencia de la figura femenina como posible referencia que humanice al personaje. Pero sin leer el manuscrito original, creo que se trata de una apuesta del director para que entendamos que este (el que presenta) es un mundo de hombres en el que los sentimientos demasiado “humanos” no tienen cabida.

El final para mi es incomprensible, precipitado e innecesario, aunque he oído que hay cambios sustánciales entre los dos personajes principales en la novela, me parece injustificada la secuencia... a no ser que la tratemos de desglosar desde un punto de vista simbólico en el que el poder del capital predomine y acabe machacando al poder de la religión (que en realidad se mide por los mismos principios... la paradójica falta de ellos). La misteriosa desaparición de epílogo me deja con la sensación de que ni el mismo director sabia como terminar las dos horas y media de película, eligiendo el camino fácil acabando en el clímax, y dejando el final abierto. Pero después de tanto tiempo compartiendo sentimientos tan extremos, el espectador se indigna y se pregunta si merecía la pena esperar tanto para tan poco. A fin de cuentas, el ritmo ha ido oscilando de momentos muy interesantes a otros aburridos (esa es la palabra) y quiere sangre, pero desde luego no necesariamente física. Tal vez Hollywood nos haya malacostumbrado, pero este anti-héroe de difícil empatía, hubiese necesitado una lección visible que hubiese reconciliado al espectador con un final merecido. Aunque sencillamente hubiese sido una imagen que nos dejase ver como el protagonista se pudría completamente solo, rodeado únicamente por su riqueza. Algo así como el de Michael en aquel plano general al final de la segunda parte de “El padrino”. Pero viendo su obra, está claro que eso no cabía en la pretenciosa mente de Thomas Anderson.

Víctor Gualda.

martes, 22 de julio de 2008

PAISITO

La película española estrenada en esa rémora que es el festival de Málaga, aun no ha llegado a las salas, pero un amigo que trabajó en el proyecto y que es socio del video me ha pasado una copia. Parece que puede ser uno de esos proyectos que a pesar de tener a Tornasol, y a Gerardo Herrero como productor, no encuentra un hueco en la cartelera. Es posible además que acabe estrenándose en DVD en vez de en el formato que originalmente estaba concebido. ¿Qué apuestan a que si hubiese conseguido algún premio en Málaga, ya hubiésemos disfrutado de ella en pantalla grande? Pero los premios, como todo, son también una cuestión de “política”, con una pequeña dosis de talento. Basta con caerle mal a alguien en este país, para que te den de lado. Además, la falta de empatía de Herrero y Tornasol, que parecen pensar que son el culo del mundo, y que todos están contra él/los (por su actitud lo digo) estoy convencido que le generan múltiples antipatías.

Pero una vez vista la película y cuestiones personales aparte, creo que “Paisito” es una película interesante, y arriesgada en varios puntos. Tal vez su mayor defecto sea una dirección (habrá quien lo atribuya al montaje) un tanto floja. Y me refiero en concreto al ritmo, demasiado monótono de principio a fin, con muy poca capacidad de planificación. Si, querida Ana Diez, el ritmo lo marca de alguna forma el montaje. Da igual que el guión sea excelente, porque si planificas y montas igual una escena narrativa-explicativa que una escena de acción, al final te quedas con la sensación de que todo es igual. Y eso no es legitimo en un texto que empieza de forma tal vez muy explicativa, pero que va ganando en interés con el paso de los minutos. Luego ahondaré más en el tema. Pero comencemos desde el principio.

El texto, ganador del premio “Julio Alejandro” de la SGAE de hace un par de ediciones, es un texto firme, que en su planteamiento me recuerda de manera más humilde a “Arde Paris” o a alguna de las películas de Costa-Gavras,( “Z“ “Desaparecido”o “Estado de sitio”, que además tiene tema común). En este caso todo es más de andar por casa. Por medio de Flash-backs informativos, ya que la historia de los personajes está desarrollada a través de los recuerdos de dos de los protagonistas cuando eran niños, conocemos las circunstancias en las que se produjo el golpe de estado por los militares en Uruguay. Los protagonistas son dos familias. Unos “gallegos” emigrados de España por sus ideas republicanas, y la familia del jefe de policía. Desde esta perspectiva, el guión tiene la cualidad de permitirnos formar parte de los dos bandos de la situación que desencadeno el conflicto. Por supuesto, cuando llegue el desenlace estará claramente sesgado emocionalmente a favor de los perdedores, pero para darle mayor énfasis a la locura de cualquier golpe militar, vamos a ver como las dictaduras se llevan por delante a todo el que se quede rezagado, sin importar si es amigo o pariente. La reconstrucción de los hechos es precisamente el leit motive de toda la película.

Como vemos, la idea está muy bien, pero tiene problemas de fondo en el paso del papel a la pantalla. Por un lado, la falta de identificación del espectador español; es fácil oír al espectador medio decir que “española y de la guerra civil, paso”, pues imagínense una película sobre una situación paralela en Uruguay. Y es que el espectador necesita que le den la comida con cuchara, digerir las ideas sin darse cuenta. Esa es la base de la publicidad, y ese es el principal fallo de la película. Por inteligente que sea el planteamiento, el público necesita héroes, buenos y malos. Necesita identificarse con un personaje. Alguien con quien comparta inquietudes, ideas... o sencillamente que el protagonista le caiga simpático... porque salvó a un perrito de una muerte segura. No es el caso. La fría muestra de la realidad es algo que inconscientemente el espectador no intelectual suele rechazar. Por otro lado está el problema del que hablaba al principio. La dirección es tan aséptica, la cámara está tan alejada de los personajes, que nos cuesta empatizar con ellos. No somos capaces de sentir sus miedos, sus emociones. Sus pensamientos están ocultos tras los planos generales en los que se limitan a soltar un párrafo (en algunos momentos del arranque demasiado largos, o demasiado informativos) La cámara está estática, y estatiza también a los protagonistas. Diez sólo se arriesga a moverla en una secuencia, en una persecución en un bosque, pero es sólo unos segundos, y se nota que es algo que se le escapa de las manos, como lo es cualquier secuencia que escape del diálogo y al plano contraplano. Me refiero en concreto a la de la captura de los rebeldes, y el amago de revuelta, que me parece la secuencia más desastrosa de toda la película. Una escena destinada a imprimir tensión que resulta casi ridícula, porque ni siquiera hemos asistido a su comienzo, porque no viene a cuento, porque es un pre-climax que debe arrojar esperanza, y lejos de ello, lo único que consigue es arrebatarle todo el sabor al clímax, que llega con un plano medio corto de espaldas del militar, que lejos de provocar alguna emoción, nos muestra algo que ya sabíamos que inevitablemente iba a pasar.

Aunque como decía en algunos momentos los diálogos son demasiado informativos, y hay secuencias que no hacen avanzar la trama, hay que destacar el subtexto de algunos diálogos, me encantó la secuencia en la que el militar pariente habla con el comisario de policía. Es una secuencia que me recordó a obras mayores ("El Padrino" en concreto) también la evolución de la trama, que mantiene un ritmo creciente y muy bien llevado (en cuanto al guión) hasta el desenlace, y la buena interpretación general del reparto, que sin estridencias nos muestra un retazo de la historia de un país hermanado con el nuestro por más motivos que una lengua común.

Por pedir que no quede. Estaría bien que productor y directora apostasen por un nuevo montaje alternativo para darle la garra que le falta a la película. Estaría bien que consiguiesen estrenar en salas, y que “Paisito” no pasase a formar parte de la dos terceras partes de películas que se realizan en nuestro país (aunque sea en coproducción) y nunca llegan a estrenarse. Estaría bien que el señor Herrero hiciese algo más, ya que se molestó en conseguir el dinero y salió en la foto del estreno. Estaría bien...

Víctor Gualda.

viernes, 18 de julio de 2008

EL SALARIO DEL MIEDO

Tengo que reconocer que esta película me la llevé por recomendación de Roi. Casi siempre que me paso por Opera, llego a casa sin saber cómo, con alguna película de autor o clásica. En este caso fue la película de Clouzot. Y tengo que reconocer (una vez más) que se trata de una obra maestra muy peculiar. Tal vez porque es de 1953, y el lenguaje narrativo, el ritmo, o las interpretaciones, son diferentes a las que nos ha ido acostumbrando el cine de aventuras americano... tal vez porque está basado en el libro de George Arnaud, y lleva una compleja reflexión existencialista-nihilistas a sus espaldas.

La película tiene un planteamiento bien sencillo. Unos desheredados encerrados por su situación en alguna colonia del trópico, conviven como en un ghetto junto una base americana. Un accidente en un pozo petrolífero obliga a los americanos a transportar una carga de nitroglicerina desde la base hasta los pozos situados a quinientos kilómetros para poder parar el incendio. Para el transporte contaran con un par de camiones y cuatro hombres que seleccionan del grupo de desheredados. Y ahí es donde entran nuestros protagonistas Yves Montand y Charles Vanel, que conducen uno de los camiones. La nitroglicerina transportada en esas condiciones hace que la tensión esté garantizada, ya que un simple bache puede hacer que salten por los aires... pero por partes.

Podemos decir que la película se divide en dos grandes bloques. El primero lo podemos considerar como de presentación. Conocemos a los personajes, sus circunstancias. Dividido en pequeñas subtramas en las que vamos descubriendo las relaciones de todos ellos. Montand es el eje. Una de estas subtramas es la relación entre el protagonista y el personaje interpretado por Vera Clouzot. He leído críticas muy desfavorables a ella, y no puedo estar más en desacuerdo. Es cierto que está sobreactuada (casi sacada de una película muda) pero creo que cumple su cometido a la perfección, y me parece que tal vez la relación entre ella y Montand, sea la más interesante de la película. Probablemente más que la de los dos protagonistas que están demasiado condicionados por el suspense generado por el camión. Lo cierto es que en este punto (el lento arranque) la película esta parada. Conocer a los personajes nos sitúa, pero al igual que ellos nos sentimos atrapados en ese lugar perdidos de la mano de ¿Dios? sin ninguna esperanza. La vida pasa lentamente y la convivencia entre los desarrapados se convierte en asfixiante. Acentuado todavía más si cabe por un personaje atrapado (uno más) que no ha sabido asumir su condición y que trata de huir desesperado. Su drama dará paso al siguiente bloque. Pero antes, como un soplo de aire fresco, la aparición estelar de Charles Vanel. Con su llegada, la pesada maquinaria de la trama comienza a moverse. Su ambición sin límites, hacen que veamos a un emprendedor que jamás se rinde, capaz de cualquier cosa para huir de su exilio. Salir de allí es su motivación desde el primer plano en que aparece. El dinero el objetivo para ello. A través de él entramos por primera vez en la base americana de la que somos vecinos. Gracias a él entramos de lleno en la trama principal... Antes de continuar, paremos un segundo la crítica con una secuencia para el recuerdo. Aquella en la que Vanel demuestra que el diablo sabe más por viejo que por diablo en el duelo del bar. La tensión está medida a la perfección, y nos impide quitar los ojos de la pantalla.

En el segundo bloque todo es mucho más sencillo, pero no por ello menos eficaz. Comienza una película nueva. Arranca la trama. Los roles están perfectamente dibujados, ya tenemos cuatro elegidos para la gloria y dos camiones que les llevaran a ello, aunque inconscientemente nos imaginamos cual va a ser el resultado, queremos saber a que peligros se enfrentaran. INCREÍBLE, perdonad que lo ponga con mayúsculas, pero la capacidad de generar tensión (en realidad cualquier sensación) con objetos inanimados es algo que me fascina. Lo comparan con Hitchcock, pero el inglés siempre utiliza además de las tramas, a los personajes para generar las sensaciones. No es el caso del salario... El enemigo es invisible, no existe, sólo el hombre contra si mismo, y contra el camino. Ahora vamos a ver de que pasta están hechos los héroes. Los obstáculos no son humanos, tampoco extraordinarios, sólo la relación entre los personajes descarga esa tensión. El desenlace no puede ser distinto del que es. El epílogo es de un pesimismo extraordinario. Puede que incluso te moleste.... después de todo lo que hemos pasado juntos no se puede ser tan estúpido, pero Montand como todos los héroes, lo es por inconsciencia. Es un crío inmaduro, y sin el temple y madurez de Vanel está perdido. Hasta el premio a la mejor interpretación que se llevó Vanel en Cannes suena a una medalla al reconocimiento por el esfuerzo de haber llevado el camión al pozo petrolífero... Sólo me queda rendir homenaje a Clouzot por haber convertido la buena literatura en mejor cine.

Víctor Gualda.

lunes, 14 de julio de 2008

EN EL VALLE DE ELAH

La máxima atracción de la película era a priori la siempre interesante interpretación de Tommy Lee Jones, aunque para mi el protagonista es el director Paul Haggis. Haggis nacido el 10 de marzo de 1953, tiene un amplio currículo como guionista de televisión. Para el gran público saltó a la fama gracias al cine, por la dirección y el guión de la fantástica “Crash”. No me extenderé en su biografía, pero para el que tenga curiosidad, linkeo su página de imdb (http://www.imdb.com/name/nm0353673/)

De vuelta a la película, el argumento es bien sencillo. Claramente expuesto según las normas del manual del buen guionista, Tommy es un militar retirado cuyo hijo ha desaparecido en circunstancias extrañas. Pero no en Irak, sino en el permiso que disfruta su compañía ya en los Estates. Un arranque con una secuencia de esas que sabemos que en algún momento mediada la película volverá, en la que vemos una llamada medio desesperada del hijo. Luego, presentación del carácter de Lee Jones, sus ideales etc. Una secuencia en la que el exmilitar le da una lección a un hispano (nos la da a todos) de cual es la manera correcta de izar una bandera americana, y del significado al colocarla al revés... Sí, las banderas y las patrias son un trasfondo constante de la película. Llegada al cuartel donde debería estar el hijo, y pasamos a la presentación de la coprotragonista de la película, Charlize Theron, que además de encontrar al hijo del exmilitar, tiene que luchar contra el sexismo al que es sometida a lo largo de toda la película para demostrar su valía, independiente de su sexo.

A estás alturas, un espectador medio ya se habrá imaginado cual será el punto de giro. Efectivamente, el hijo desaparecido va a aparecer, aunque no como a un padre le gustaría encontrarle... Una pequeña reflexión; ¿Por qué Higgis se copia a si mismo en la secuencia en la que aparece un muerto en el arcén de una carretera, con el fondo de las luces de la ciudad? ¿No habíamos visto ya esta secuencia en “Crash”?... ¿Es un auto-homenaje? y lo que es peor. Entiendo que encuentren los restos por la noche y que los policías utilicen linternas, pero ¿por qué la segunda vez, ya con Tommy Lee, vuelven a supervisar el lugar por la noche? Es más estético, pero desde luego menos práctico encontrar pistas en la oscuridad.... A partir de aquí comienza la necesaria investigación. Por supuesto, como en una buena película policíaca, y esta lo es, (remezclada con el drama). El investigador privado (él mismo se define de esta manera) con una sangre fría fuera de toda duda, ya que se trata de su hijo (aunque este punto está muy bien cubierto por el carácter que el guionista nos ha ido mostrando desde el principio), va reconstruyendo lo sucedido la noche de la desaparición. Theron es una coprotagonista potente que le roba en muchos momentos el plano a su compañero, con sus propias subtramas de protagonista. Pero es normal que el rostro esculpido con los años y el buen hacer de Lee Jones (aparte de que es él quien domina la el punto de vista principal) que busca a los responsables de la desaparición de su hijo, sea el que se lleve el reconocimiento y las nominaciones. Es en esta segunda parte del guión donde la tensión baja más enteros. Todos sabemos que este tramo es el más complicado de completar, y ni tan siquiera la presencia de Susan Sarandon, conflicto subexplotado probablemente por no caer en el melodrama, o de una secuencia de acción digna del más fascista Harry, consiguen hacer que la película mantenga su interesante arranque.

Luego llegará el desenlace, pero de la manera más fría que he visto en una película en mucho tiempo. También lo es la reacción del personaje de Tommy Lee Jones, que en una especie de extensión de su personaje de “No es país para viejos”, con su aceptación de los cambios en la violencia en los EEUU desde sus años de soldado, también nos deja fríos. Por supuesto la duda moral está introducida de forma intermitente y un tanto forzada, por medio de videos grabados con el móvil de su hijo en Irak. En ellos, el padre, al tiempo que el espectador, (importante este punto para sentir la necesaria identificación de cara al desenlace) descubre la transformación que ha sufrido su hijo, en su misión de Irak. Pero la moralina yanqui trata de justificar esa violencia como reacción a lo que sucedió en un desgraciado accidente. Este es el punto más complejo de la película, la reflexión a la que se somete a su protagonista, y de forma inconsciente al espectador.

La culpa se ha pasado, como en una tragedia de padre a hijo, sólo que el pago del padre es seguir viviendo, mientras su hijo ha dejado de sufrir con la muerte. Y es que Susan Sarandon le culpó en una de sus pocas secuencias de haber animado a su hijo a entrar en el ejercito. Mucho más dura debe de ser la secuencia de arranque que cómo no, vuelve para completarse. Por fin se resuelve para ayudar al espectador a entender que el padre le pidió al hijo que se comportara como un “hombre”, olvidándose de que en realidad no era más que un adolescente con un arma, todavía poco preparado para tanta violencia. Esa conclusión se hace presente cuando, como un muñeco intercambiable, vemos llegar al cuartel al muchacho que ocupará el lugar del hijo muerto.
Por último está el reconocimiento del duro Lee Jones al izar la desgastada bandera, manchada de la sangre iraki, y el consiguiente mensaje de que los americanos deben reconocer que necesitan ayuda en Irak... aunque en ningún momento se pierde la perspectiva del tufillo de que su presencia es necesaria. Con lo cual al final me quedé con la impresión, de que más que un reflexión, la película no es otra cosa que una justificación... eso si, ni una sola mención a los intereses económicos. Al ponernos en la perspectiva del ex-soldado, no es necesario hacer la mención que en su día hizo uno de los protagonistas de “El salario del miedo” (1953), algo así como “... mientras quede petróleo, los americanos no se moverán de aquí”... claro que aquella película era francesa.

De cualquier forma, un diez a Haggis por su capacidad para meter el dedo en la llaga de los miedos americanos actuales. Lo hizo de manera magistral en “Crash”, pero también los hace dignamente en el valle en el que David se enfrentó a Goliat... por cierto, sigo preguntándome si los irakies, afganos e iraníes no serán David y los americanos Goliat, porque el valor (los ideales que el protagonista traspasa al hijo de Charlize, como antes lo haría con su hijo muerto), no les falta.

Víctor Gualda.

viernes, 11 de julio de 2008

LAS CRONICAS DE SPIDERWICK

“Las Crónicas de Spiderwick” es una película infantil fantástica. Una de esas que han proliferado en los últimos años después de que el director Peter Jackson abriese la puerta de lo fantástico demostrando la rentabilidad de la inversión en efectos. La literatura del mismo género llevaba años funcionando y creciendo en número de fans, y era natural que Hollywood se interesase por el género, visto el éxito de Harry Potter (sus cinco partes lo abalan). En los últimos meses, han llegado “Stardust”, “La brújula dorada” y se estrena en salas la segunda parte de “Las crónicas de Narnia”. Todas ellas tienen en común personajes fantásticos, mundos mágicos paralelos al nuestro y seres extraordinarios, divididos en los estereotipos de; bando de los buenos y bando de los malos. Los efectos especiales se han puesto al servicio de las tramas, y cada vez sirven más como medio en vez de cómo fin. Los protagonistas son a su vez niños, los únicos con acceso real al mundo de los sueños, y que tienen en su mano salvar un mundo paralelo y de paso, cómo no, el nuestro propio.

La peculiaridad distintiva de estas crónicas... es que ese mundo mágico convive con el mundo real. En un bosque, (no podía ser de otra manera, porque el espacio tiene que tener el peso de lo desconocido) una familia se traslada a la antigua casa familiar. En ella ocurrieron acontecimientos extraordinarios en el pasado que ahora se van a retomar. El núcleo familiar tiene su propio drama, con la separación de los padres. La falta de dinero ha sido lo que les ha hecho desplazarse al campo para buscar un futuro. Los tres hermanos protagonistas están encabezados por Freddie Highmore (que hace doblete) el niño inconformista, rebelde y curioso que será el primero en acceder al mágico libro que se convierte en excusa para la aventura (en todas estás películas de género menor hay un objeto que se salva a través del esfuerzo físico de los protagonistas). Como en casi todos los libros fantásticos, él será el encargado de proteger el manuscrito que contiene todos los secretos del mundo mágico. Para ello tendrá la ayuda de dos seres extraordinarios, Dedalete y Cerdonio (cualquier cosa que el guión no pueda justificar, lo justificaran ellos) y una vez incorporados sus hermanos, todos juntos tendrán que luchar contra los Orcos y contra el jefe de todos ellos (el transformista Nick Nolte). La ayuda de los que poseen el conocimientos, el propio viejo Arthur Spiderwick y su hija, les darán las claves, pero la aventura está servida.

Lo mejor de la película, que los guionistas y el director se han tomado las molestias y el tiempo necesario para que el espectador entienda los códigos del mundo al que va a acceder. No en vano, para mi ese es el principal fallo de “La brujula dorada” por ejemplo. Además, han sabido adaptar las aventuras que provienen de su “hermano mayor” literario y encajarlas en una duración decente (hora y media) que no aburre y en todo momento se mantiene en un pico de tensión muy bien resuelto. No será de extrañar que en breve tengamos una segunda parte con los mismos protagonistas.

Hay algunas circunstancias que me han llamado la atención. La que más, que uno de los guionistas es el mismísimo John Sayles (los otros son, David Berenbaum y Karey Kirkpatrick)... Si, si, ese director y guionista tan particular con títulos como “Lone star”, “Hombres Armados” o “Casa de los Babys”, por poner ejemplos reconocibles. Nunca lo hubiese imaginado en un proyecto de estas características... ¿estará haciendo caja para financiarse sus propios proyectos, como en su momento hizo el bueno de Cassavetes? Luego están los actores que sirven de apoyo a los protagonistas. Mary-Louisse Parker o Nick Nolte, este último que sólo aparece en un par de secuencias. Me llama la atención que actores que en un momento dado hicieron personajes principales, ahora le den lustre a títulos menores con papeles alimenticios... tal vez a la espera de un personaje que saque lo mejor de ellos mismos.

En definitiva, estamos ante una película veraniega sin más ambición que la de entretener a toda la familia, pero sobre todo dirigida a los niños y adolescentes que están en estos días disfrutando de sus vacaciones, y que de alguna manera tienen en sus manos la responsabilidad de salvar otro mundo mágico... el del cine.

Víctor Gualda.

martes, 8 de julio de 2008

SWEENEY TODD

Para comenzar tengo que confesar que los musicales me aburren soberanamente. Estos prejuicios los confieso antes que nada, para que quede claro que mi crítica puede estar influida por mis gustos personales. Si algo me atrajo de la película, no podía ser otra cosa que su director. Tim Burton es un director con un mundo muy personal, con el que a veces conecto y del que otras desconecto. Sus personajes casi siempre son desheredados, apartados de la sociedad que buscan la redención y aceptación de sus semejantes, dispuestos a renunciar a su mundo personal hasta que descubren que lo mejor es aceptarse a si mismos y seguir en su planeta. Sin duda destacaría dos películas de su filmografía. “Ed Wood”, y “Eduardo Manostijeras”. En ambas, como en la que nos ocupa, Johnny Depp ha sabido encajar a la perfección su propio mundo con el del director para convertirse en una especie de alter ego. De hecho en esta, sobremaquillado, excesivo y cada vez más parecido físicamente a Burton, Depp ejerce de brazo ejecutor del director.

En quince minutos escasos Tim Burtom nos ha presentado al personaje protagonista, la situación que vivió en el pasado por medio de una serie de flash-backs intercalados con el presente, y nos ha presentado a su parteneur, la inevitable pareja del director Helena Bonhan Carter. La escena cumbre en este tramo de película, es sin duda el reencuentro con la extensión de su mano; su juego de navajas. Así que al ritmo de la música, con escasos diálogos, que parecen la publicidad dentro del musical, ya que las canciones hacen avanzar la trama (otras veces actúan como voz en off) el director nos sumerge de golpe en su... - no se si definirlo como barroco, o como casi expresionista mundo (más después de ver “El último” de Murnau hace un par de días)- lo cierto, es que si no fuera porque para mi ver a los personajes cantar en mitad de una acción me saca completamente de la película, diría que a estás alturas, tanto la fotografía, como la dirección de arte, como los personajes, envuelven completamente al espectador en el universo del director.

A partir de que conocemos que la motivación del inefable Barbero Todd es la venganza, se desarrollan una serie de subtramas que darán mayor movilidad a la película. Por un lado la de la historia de amor entre la hija del protagonista y el joven marinero-amigo que rescató a Todd de una muerte segura, o la de el barbero-vendedor ambulante de elixires mágicos, que además sirve en tan solo un par de secuencias de excusa para iniciar el festival de sangre.

La cara deforme frente al resquebrajado espejo nos anuncia que se esconde un monstruo vengativo. No piensen que se me ha olvidado el antagonista corrupto y despreciable juez Turpin causante de las desgracias de Todd, interpretado por Alan Rickman. Una vez enlazadas las dos tramas, todo es perfectamente previsible para el espectador que se aburre entre canción y canción, y que espera a partir de este momento el encuentro entre ambos. Por supuesto un encuentro previo para crear tensión. Pero es fácil adivinar que el principal enemigo del protagonista tiene que aguantar vivo al menos hasta el clímax. Como anticipo (y premio al espectador) un giro que complica la llegada a ese delicado momento del desenlace.

... pero antes, una docena de degüellos, que sirven para dar materia prima al negocio de empanadas de la Bonhan Carter. A más asesinatos, más ingresos para la joven que sueña con un futuro, mientras que el “bueno” de Todd-Depp sigue con su particular presente de llegar hasta el juez... vaya a ser que se nos olvide el leit motive de la película. El desenlace se precipita y la escena con el juez en el sillón del barbero es sólo el principio, ya que por supuesto el pecado no puede quedar impune, y el drama necesita llegar a su completa consumación para que todo tenga sentido. La sangre purifica los pecados, los ajenos... pero también los propios.

Como datos biográficos necesarios, y para que no os molestéis en consultar en otras páginas de Internet, diré que el musical lo compuso en 1971 Stephen Sondheim, aunque este hizo una adaptación del relato de 1846 de (probablemente) Thomas Prest. Para ser reentendido y adaptado al medio en la película por el guionista John Logan. Si al espectador le gustan los musicales disfrutará. Aun más si es aficionado al gore. Si es un espectador medio como el que suscribe, le parecerá una perdida de tiempo de dos horas... Al menos en esta ocasión pude aprovechar para escribir la crítica mientras los actores cantaban.

Víctor Gualda.

viernes, 4 de julio de 2008

COMETAS EN EL CIELO

Adaptar una obra literaria me parece uno de los ejercicios más complicados en el cine. Básicamente porque el lenguaje literario y el cinematográfico son completamente diferentes. Adaptar el libro de Khaled Hosseini, que se desarrolla a lo largo de treinta años es aun más complicado. Cada detalle que se suprima habría ayudado a entender aun más la situación. No he leído la novela, pero a pesar de que la historia se entiende a la perfección, me parece que está un tanto deslavazada en algunos tramos de película.

En mi opinión, el primer tramo de la historia es el más interesante, tanto a nivel visual como a nivel dramático. La relación entre los dos protagonistas (Amir y Hassan) nos muestra por una parte dos maneras de entender la amistad, por otra destaco como los niños no entienden las diferencias de clases sociales. Muy presente este punto (el de las clases sociales) a lo largo de todo el metraje. Por otro lado está el momento de la competición de cometas, rodada de manera fantástica como si se tratara de una secuencia de acción, con toda la tensión, afianzando además la relación entre los personajes. Para luego, después de un pico positivo, pasar a un pico en el extremo opuesto, pero no por ello con menos interesante a nivel dramático, con la desagradable secuencia en la que asistimos a una violación. Es entonces cuando conocemos el carácter cobarde de Amir (que multiplica la impotencia del espectador). Uno de los puntos climáticos de la película, que demuestra a la perfección que el concepto de culpa puede asociarse a cualquier religión o geografía. Pero más interesante aún es la reacción de Amir, que lejos de tratar de arreglar la situación, prefiere huir del encuentro y provocar una de las secuencias más indignantes e injustas de la película.

Por si esto no fuera poco, la llegada de los rusos a Kabul inicia la huida de padre e hijo de Afganistán. Una secuencia que enaltece al padre (Baba), protagonista carismático y soporte en la primera parte de la película en una secuencia en la que antepone la justicia a su vida. Un milagro le salva, pero da paso a lo que será el futuro. Me encanta la secuencia en la que el director (Marc Foster) nos muestra su nueva forma de vida. Aquella en la que Baba atiende a un americano con un Mustang como el que él mismo ha dejado atrás. A partir de este momento el director rompe la línea dramática que había iniciado desde el principio de la película. Como casi todas las películas en las que la elipsis temporal es acusada, la nueva vida del protagonista sufre un giro que le lleva a afrontar nuevos retos, pero que poco tienen que ver con el personaje que vimos al principio. En este segundo bloque, Foster en la dirección y David Benioff en el guión, centran la línea argumental en el intento de salir adelante; en las relaciones endogámicas entre afganos; y en el peso de la comunidad fuera de la patria. Así los pequeños conflictos son de orden domestico hasta que nuestro protagonista parece que ha encontrado su camino.

Es entonces cuando recibe una llamada, que nosotros conocemos desde una secuencia inicial que el director colocó al principio de la película para anticiparnos el interés que necesariamente debemos tener llegados a este punto. La llamada es desde Pakistán, y nos recuerda que la culpa hay que expiarla. Con el viaje de vuelta a Oriente se inicia el camino hacia la redención. Punto de giro para hacer más inevitable si cabe la necesidad de matar la culpa. Revelación de la información que obliga al héroe (ahora no le queda más remedio que ejercer su rol) a cumplir consigo mismo. Es ahora cuando la película se retoma después de más de cuarenta minutos en los que había permanecido parada. Es entonces cuando la mano del director se precipita. El camino tan arduo que ha llevado al protagonista a volver a un país dominado ahora por los talibanes, se trata de resolver en media hora escasa. Justo cuando empieza el camino del héroe, se le destina un tiempo de metraje escaso para suplir la cobardía de una vida entera. Está bien, Foster no resuelve mal, pero el alma del espectador que conoce el pecado (el robo según nos indica el padre, Baba) del protagonista necesita mucho más para llegar a entender su ahora acción heroica. Aun así el espectador medio se mostrará satisfecho, pues a fin de cuentas el trabajo herculiano se concluye. Además Foster y Benioff no se olvidan de proporcionar al espectador la secuencia en la que descargar todas las tensiones acumuladas, en aquella escena epílogo en la que enseña a volar la cometa al hijo de su “amigo” y le hace el juramento de sangre, que antes le hizo su “hermano” ya muerto a él.

Como comenzaba la crítica, resumir una vida en apenas dos horas es un trabajo complicado. Tal vez no podamos pedirle más a Foster, pero para sentir la sangre en nuestro paladar hubiésemos necesitado el pulso de alguien que hubiese respirado el aire de Kabul, ya que Foster resulta un narrador demasiado separado de sus criaturas para sentir la empatía que transmiten los maravillosos personajes (mérito del escritor Khaled Hosseini). Un diez a las secuencias de las cometas y a la del cuento-parábola del hombre cuyas lágrimas se convertían en perlas (cada día me gustan los relatos contados dentro de las películas). Un diez a la historia y... paradojas de la vida, sólo un aprobado a la película.

Víctor Gualda.

martes, 1 de julio de 2008

4 MESES 3 SEMANAS 2 DIAS

La película estrella europea de la temporada no decepcionara a quienes apoyan la legalización del aborto, al tiempo que dará razones de peso a los que lo demonizan; y es que la película está narrada desde un punto de vista que trata de ser objetivo con el tema, pero sobre todo con las protagonistas. Tal vez este sea uno de los grandes aciertos de la película, pero no el único.

Ambientada en la Rumania de los ochenta, y con todo el peso del sistema comunista y la tradición como trasfondo omitido pero presente, la película comienza con unas secuencias no explicativas que dejan entrever que un par de compañeras de residencia están preparándose para “algo”. Las formas son completamente anti-trama, es decir todo va sucediendo ante nuestros ojos, pero no con secuencias informativas. La información se va dosificando en las acciones que suponen pequeñas pruebas para nuestras protagonistas, dándole ese toque de realismo que hace tan cruda la película. Curiosamente, y no se si como recurso, o precisamente por falta de ellos, las primeras secuencias en la habitación, y parte importante del film está narrado visualmente en planos largos y generales. De manera que en algún momento me recordó a los documentales... o por el movimiento interno de los personajes, al teatro. Esto no quiere decir que la película resulte teatral ni mucho menos, sino que el planteamiento de detalles que no hacen avanzar la acción o la trama, están mimados de una forma especial.

En este punto tengo que resaltar algo determinante. El punto de vista principal lo lleva Otilia (Anamaria Marinca) que al principio, por la falta información, no sabes si es la principal interesada. Pero el director y guionista Cristian Mungiu no juega al efectismo. Pronto entendemos que no es ella la embarazada, sino su compañera de habitación en el internado. Con lo cual, el punto de vista elegido es a priori un punto de vista objetivo que no debería sufrir directamente las consecuencias del embarazo no deseado. Pero una vez más la magia del cine aplasta la lógica. Otilia-Anamaria que toma las riendas de la situación, juega en los dos campos: el objetivo del espectador, y el involucrado como única amiga y apoyo total de la protagonista (creo que si ella pudiera abortar por la amiga, lo haría) A destacar también la constante movilidad de Otilia-Anamaria que no para en toda la película de cumplir con su vida y la de su amiga.

Si este primer bloque está dominado por las secuencias preparatorias, la segunda lo es por las del aborto en cuestión. Las protagonistas se encierran por un rato en el micromundo del siniestro hotel, con esa luz parpadeante en el vestíbulo de las habitaciones que no augura nada bueno. La llegada del “médico”, que no lo es, a la habitación después de las secuencias previas de presentación (de nuevo nada efectista), la negociación con el dinero, y sobre todo de nuevo la entrega de la amiga-protagonista, dan paso a secuencias de dobles sentidos dramáticos (perfecta utilización del diálogo). En este punto descubrimos la falta de compromiso con su amiga de la interesada, sus mentiras que van a marcar de por vida a Otilia, y el momento más duro a nivel dramático de la película... que no es el aborto en si. Es necesario apuntar el acierto del director al utilizar el único cambio de punto de vista de toda la película en la esta desagradable secuencia. El espectador se queda en el cuarto de baño con la embarazada imaginándose lo que está sucediendo en la habitación contigua, al tiempo que se pregunta qué estará pensando Gabita, mientras su amiga se entrega. Particularmente me cuesta trabajo pensar que en nuestra sociedad completamente distinta, alguien haría algo por alguien (de este calado) que no es de su propia sangre. Pero curiosamente en esta película todo resulta creíble porque el guión ha ido creando los antecedentes. La secuencia del aborto en cuestión, y paso al tercer bloque de la película.

Otilia-Anamaria tiene que cumplir su compromiso con su novio y dejar a su amiga en la habitación, mientras ella va al cumpleaños de su futura suegra. Algo ha cambiado en el personaje tras lo que acaba de vivir y la vemos ausente en una celebración que es feliz para todos menos para ella. Me encanta como el director detiene la película y nos hace participes en una reunión familiar en la que se habla de cosas pedestres, mientras el espectador cómplice involuntario se agobia con la protagonista inmóvil, que suponemos debe estar acelerada por dentro, al tiempo que nos preguntamos qué será de Gabita. Luego ya con su novio y a solas le cuenta lo sucedido, pero lo mejor es la reflexión de qué sucedería si la embarazada fuese ella. Objetivamente todos sabemos que la misma situación en dos personas diferentes, nunca puede ser igual, pero entendemos su rabia y su inestabilidad. La justificamos. En esta secuencia hay una frase que se me quedó en la cabeza. Otilia dice que su amiga haría lo mismo por ella. Pero yo tengo mis dudas razonables, porque tal y como la hemos visto actuar, Gabita-Laura no deja de ser una niña egoísta.

Luego hacemos el camino de vuelta al hotel junto a ella con una cámara al hombro que nos transmite inestabilidad. La tensión se acrecienta con este cine tan “lento” en el que las elipsis son mínimas, y el desenlace no puede ser otro del que es en esta película en la que todo pasa en un día y una noche.

Para terminar quiero destacar varios puntos: El fantástico trabajo actoral. Especialmente Anamaria Marinca, que está en un plano superior. Pero todos los actores están sencillamente geniales por su realismo. Por supuesto la dirección, sobria y directa, bien por falta de medios, bien por un planteamiento casi documental y realista, algo teatral en cuanto a la cámara en algún momento, que se limita a recoger como testigo mudo lo que está sucediendo sin ningún alarde. Y por supuesto el fantástico guión cuyo principal merito está en el mencionado punto de vista, en su objetividad moral, en la forma de exponer la situación sin efectismos, (por ejemplo, ni se menciona al padre de la criatura), y en el tempo. También me encantan los escasos y cuidados diálogos que le aportan una dosis extra de realismo. Y el sencillo montaje, que modela a la perfección el ritmo que ya trasmite la dirección y la interpretación. No me extraña que fuese la indiscutible ganadora del pasado festival de Cannes, porque el planteamiento es arriesgado, conmovedor y coherente. Sin duda una de las dos o tres películas indispensables de ese año.

Víctor Gualda.