Dado el éxito de las tres partes de X- Men, y en concreto del carismático Lobezno, que lanzó a la fama a Hugh Jackman, era inevitable que tuviese su propio spin off. Así, esta precuela se convierte por derecho propio en un interesante complemento de la trilogía, con vida propia y necesario para entender el espíritu de la luego celebre “Patrulla X” (así se llamaron en España en los 80).
Visualmente, es el prólogo en el que se cuenta la historia del pequeño Jimmy y su hermano Víctor, en un arranque un tanto shakesperiano, donde el niño y el espectador descubren los poderes de los hermanos. Si en apenas un minutos a ambos les corresponde asumir sus roles, es en el intenso arranque elíptico de batalla a batalla donde vemos como se desarrolla la personalidad combativa de ambos. También lo inevitable de sus destinos cruzados por sus personalidades antagónicas. La secuencia de la separación es un tanto ridícula, pero sirve de excusa además de antecedente para explicarnos qué es el adamantium que tanta importancia tendrá en el personaje, convirtiendo la lucha de egos de los hermanos en un ridículo enfrentamiento un tanto vacío.
Como en cualquier película de cualquier género, la necesaria premisa será una engañiza para que el personaje principal encuentre una motivación para intervenir y dar un giro necesario a su vida. El ardid servirá de excusa para que el protagonista busque la venganza a través de la sangre de su antagonista, en este caso “Dientes de Sable” Es tal vez el punto más interesante, porque se trata de una lucha de iguales, y lo que es mejor, de hermanos. Otro giro, de nuevo demasiado impostado, servirá para reforzar el esqueleto y los instintos asesinos del personaje de Wolverine. El trasfondo del experimento gubernamental para crear el soldado perfecto, hace que nuestro personaje entre en una lucha de valores del que ya había dado cuenta el arranque de la película. Y es que en realidad todo es circular en el libreto. Todo se repite al menos un par de veces con desigual resultado, pues donde el personaje fallaba, evoluciona para convertirse en más fuerte. También la premisa vuelve a la vida de Logan, por supuesto de la manera más justificada, y sirve de arranque para la primera parte de “X Men”. Pero antes, el enfrentamiento definitivo, en el que los hermanos volverán a unir sus espaldas para luchar contra el mal común, que no es otro que la naturaleza humana contra lo antinatural, creado por la ambición de control del hombre. Lastima que las consecuencias morales queden tan diluidas en los efectos especiales, y que al final el guión resulte completamente previsible y exento de sorpresa, porque el planteamiento, que ya aparecía en el cómic (aunque convenientemente manipulado), se autolimita al cambiar de formato. Y es que resulta difícil equilibrar el trasfondo, por la dictadura de lo que el público medio espera de una película de superhéroes.
Ninguna objeción al trabajo de Hugh Jackman, que sabe aprovechar para rendirle un homenaje al personaje que primero le convirtió en estrella, y que ahora le convierte en más millonario. Al parecer tanto él como Liev Schreiber pasaron meses de gimnasio para moldear el cuerpo que necesitaban los personajes, y tengo que reconocer que a pesar de la desconfianza que me ofrecía Schreiber (también a los productores), hace un buen trabajo, que deja la dureza de Lobezno a la altura de una señorita (como siempre que se le da peso al antihéroe antagonista), y que funciona a la perfección para crear las dudas del personaje moralmente irreprochable (demasiado estereotipado para mi gusto). Quedan enlazados además los términos en los que se desarrollará la biografía de Lobezno en el cómic, y presentados los personajes líderes de los X-Men. Los efectos son tan espectaculares como artificiales, pero cumplen con lo esperado. Ahora a luchar en la taquilla… pero esa guerra la tienen ganada de antemano.
Víctor Gualda.
Visualmente, es el prólogo en el que se cuenta la historia del pequeño Jimmy y su hermano Víctor, en un arranque un tanto shakesperiano, donde el niño y el espectador descubren los poderes de los hermanos. Si en apenas un minutos a ambos les corresponde asumir sus roles, es en el intenso arranque elíptico de batalla a batalla donde vemos como se desarrolla la personalidad combativa de ambos. También lo inevitable de sus destinos cruzados por sus personalidades antagónicas. La secuencia de la separación es un tanto ridícula, pero sirve de excusa además de antecedente para explicarnos qué es el adamantium que tanta importancia tendrá en el personaje, convirtiendo la lucha de egos de los hermanos en un ridículo enfrentamiento un tanto vacío.
Como en cualquier película de cualquier género, la necesaria premisa será una engañiza para que el personaje principal encuentre una motivación para intervenir y dar un giro necesario a su vida. El ardid servirá de excusa para que el protagonista busque la venganza a través de la sangre de su antagonista, en este caso “Dientes de Sable” Es tal vez el punto más interesante, porque se trata de una lucha de iguales, y lo que es mejor, de hermanos. Otro giro, de nuevo demasiado impostado, servirá para reforzar el esqueleto y los instintos asesinos del personaje de Wolverine. El trasfondo del experimento gubernamental para crear el soldado perfecto, hace que nuestro personaje entre en una lucha de valores del que ya había dado cuenta el arranque de la película. Y es que en realidad todo es circular en el libreto. Todo se repite al menos un par de veces con desigual resultado, pues donde el personaje fallaba, evoluciona para convertirse en más fuerte. También la premisa vuelve a la vida de Logan, por supuesto de la manera más justificada, y sirve de arranque para la primera parte de “X Men”. Pero antes, el enfrentamiento definitivo, en el que los hermanos volverán a unir sus espaldas para luchar contra el mal común, que no es otro que la naturaleza humana contra lo antinatural, creado por la ambición de control del hombre. Lastima que las consecuencias morales queden tan diluidas en los efectos especiales, y que al final el guión resulte completamente previsible y exento de sorpresa, porque el planteamiento, que ya aparecía en el cómic (aunque convenientemente manipulado), se autolimita al cambiar de formato. Y es que resulta difícil equilibrar el trasfondo, por la dictadura de lo que el público medio espera de una película de superhéroes.
Ninguna objeción al trabajo de Hugh Jackman, que sabe aprovechar para rendirle un homenaje al personaje que primero le convirtió en estrella, y que ahora le convierte en más millonario. Al parecer tanto él como Liev Schreiber pasaron meses de gimnasio para moldear el cuerpo que necesitaban los personajes, y tengo que reconocer que a pesar de la desconfianza que me ofrecía Schreiber (también a los productores), hace un buen trabajo, que deja la dureza de Lobezno a la altura de una señorita (como siempre que se le da peso al antihéroe antagonista), y que funciona a la perfección para crear las dudas del personaje moralmente irreprochable (demasiado estereotipado para mi gusto). Quedan enlazados además los términos en los que se desarrollará la biografía de Lobezno en el cómic, y presentados los personajes líderes de los X-Men. Los efectos son tan espectaculares como artificiales, pero cumplen con lo esperado. Ahora a luchar en la taquilla… pero esa guerra la tienen ganada de antemano.
Víctor Gualda.
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