Qué agradable sorpresa encontrarme con la recién editada opera prima de François Ozon. Si el cortometraje es una escuela para los futuros directores de cine, el director francés aprendió con más de una docena de cortos a manejar el lenguaje cinematográfico, en “Sitcom” da una lección de estilo, manejo del ritmo, mezcla de géneros, inteligencia narrativa llevada al esperpento y mala baba, que en los tiempos de mediocridad que corren es de agradecer. Más, después de visionar las decepcionantes “The Fall” del realizador publicitario Tarsem y la pretenciosa “Siete almas” con un Will Smith que busca el reconocimiento en el drama. Ambas un quiero y no puedo con presupuesto pero sin ideas.
Resulta que para su puesta de largo, Ozon decide hacer una película arriesgada como pocas, y lanzarse a retratar a una típica familia burguesa francesa que todos hemos visto en un centenar de películas de otros consagrados burgueses, que a estas alturas sólo enganchan a los que han evolucionado como ellos. Por medio de un sorpresivo (casi de ciencia ficción), pero familiar incidente incitador (que diría el otro) darle un repaso a la clase media francesa. Un experimento de laboratorio con poderes paranormales que desnuda sin tapujos la hipocresía, los complejos, los trabas de los presuntos liberales franceses.
El título (tan importante para definir el tono y atraer al espectador) no puede ser más acertado. “Sitcom” es eso, una comedia de situación que no huye del gag televisivo, que juega con los tempos, que sorprende y que despierta la carcajada más sádica. La llegada del “nuevo miembro de la familia” hace perder los papeles a todo el que se atreve a acercarse a ella. La compulsión del primer giro dramático únicamente abre la puerta de un nuevo tiempo, en el que las cosas van a cambiar radicalmente, con los tabues sexuales como excusa. El sadismo, la homosexualidad, el vouyerismo y hasta el incesto tienen espacio en la trastienda de esta arquetípica “buena” familia llevada hasta el extremo. Así, sin apenas darte cuenta, cada nuevo tabú es esquivado con una situación más bizarra. Las relaciones de familia, padres, hijos, asistentas españolas, novios gays, etc avanzan hacia el infinito, con la única referencia de cordura de un psicólogo que apenas aparece, pero que nos recuerda que en el mundo real las cosas son de otra manera. Sino seria fácil que nada acabase por emocionarnos. Pero hay algo más increíble. Si el director ha conseguido llevarnos a un plano paralelo en el que todo es posible con credibilidad, uno se puede preguntar hacia dónde nos llevará el desenlace. Y es que es este, después de un segundo acto que no hace más que crecer, lo que define el recuerdo que posteriormente tengamos de la película. Pues un Ozon arriesgado hasta la extenuación se atreve con un alucinante más difícil todavía. Un desenlace Kafkiano que o te llevan a la tumba o te consagran (algo así como el desenlace de Magnolia) y supera el envite con nota. Pero además, nos deja un epílogo con una escena irónica que nos devuelve a la cotidianidad y nos recuerda que esta siempre es más absurda que la ficción.
Una comedia negra que supone el debut de uno de los contemporáneos franceses más interesantes, siempre original y arriesgado, en el que los temas de la violencia, crítica social y sexo están presentes como radiografía de una sociedad hipócrita, más preocupada por la moral y la apariencia que por los dramas que esconde en su interior, pero que inevitablemente siempre surgen.
Víctor Gualda.
Resulta que para su puesta de largo, Ozon decide hacer una película arriesgada como pocas, y lanzarse a retratar a una típica familia burguesa francesa que todos hemos visto en un centenar de películas de otros consagrados burgueses, que a estas alturas sólo enganchan a los que han evolucionado como ellos. Por medio de un sorpresivo (casi de ciencia ficción), pero familiar incidente incitador (que diría el otro) darle un repaso a la clase media francesa. Un experimento de laboratorio con poderes paranormales que desnuda sin tapujos la hipocresía, los complejos, los trabas de los presuntos liberales franceses.
El título (tan importante para definir el tono y atraer al espectador) no puede ser más acertado. “Sitcom” es eso, una comedia de situación que no huye del gag televisivo, que juega con los tempos, que sorprende y que despierta la carcajada más sádica. La llegada del “nuevo miembro de la familia” hace perder los papeles a todo el que se atreve a acercarse a ella. La compulsión del primer giro dramático únicamente abre la puerta de un nuevo tiempo, en el que las cosas van a cambiar radicalmente, con los tabues sexuales como excusa. El sadismo, la homosexualidad, el vouyerismo y hasta el incesto tienen espacio en la trastienda de esta arquetípica “buena” familia llevada hasta el extremo. Así, sin apenas darte cuenta, cada nuevo tabú es esquivado con una situación más bizarra. Las relaciones de familia, padres, hijos, asistentas españolas, novios gays, etc avanzan hacia el infinito, con la única referencia de cordura de un psicólogo que apenas aparece, pero que nos recuerda que en el mundo real las cosas son de otra manera. Sino seria fácil que nada acabase por emocionarnos. Pero hay algo más increíble. Si el director ha conseguido llevarnos a un plano paralelo en el que todo es posible con credibilidad, uno se puede preguntar hacia dónde nos llevará el desenlace. Y es que es este, después de un segundo acto que no hace más que crecer, lo que define el recuerdo que posteriormente tengamos de la película. Pues un Ozon arriesgado hasta la extenuación se atreve con un alucinante más difícil todavía. Un desenlace Kafkiano que o te llevan a la tumba o te consagran (algo así como el desenlace de Magnolia) y supera el envite con nota. Pero además, nos deja un epílogo con una escena irónica que nos devuelve a la cotidianidad y nos recuerda que esta siempre es más absurda que la ficción.
Una comedia negra que supone el debut de uno de los contemporáneos franceses más interesantes, siempre original y arriesgado, en el que los temas de la violencia, crítica social y sexo están presentes como radiografía de una sociedad hipócrita, más preocupada por la moral y la apariencia que por los dramas que esconde en su interior, pero que inevitablemente siempre surgen.
Víctor Gualda.
2 comentarios:
sitcom, es una ventana por la que observamos la estrepitosa caída libre de la familia burguesa francesa, en la que los padres ponen un antifaz y tapones a la realidad mas cruda, un coctel de frustracion y represión sexual, de ausentismo del afecto, un viaje hacia el absurdo y una mutacion hacia el costado mas animal impulsado por la llegada de otras entidades que daran el empujon al vacio a la farsa de la familia tipo contemporánea. Si comparto lo del final, porque la paradoja invita a pensar que el viaje es un no-retorno y tal vez por ello se vuelve al punto de partida. Es muy interesante en Francoise Ozon la exploración íntima que hace de las relaciones de familia y sus consecuencias.
ademas los invito a revisar su interesante filmografia, por ejemplo con "el tiempo que nos queda" donde explora desde un lugar mas intimista, un conflicto interno complejo que no nos deja indiferentes, la enteresa y el valor de un personaje que aprende a enfrentarse a su propia muerte.
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