sábado, 14 de julio de 2007

TERESA, EL CUERPO DE CRISTO



El motivo que me llevó a ver esta película es una entrevista que leí a su director y guionista Ray Loriga. En ella explicaba que para venderle la película al productor Andrés Vicente Gómez, le dijo que Teresa era algo así como el Rocky Balboa de la fe. Con esta premisa no pude resistirme a ver como este escritor mediocre reconvertido a guionista había resuelto un tema que no identificaba para nada con la imagen de modernidad alternativa que nos vende, o al menos que proyecta (no le conozco y sería injusto juzgarlo personalmente) De lo que si puedo hablar es de su “obra”. “Teresa” es su segunda película como director. La primera fue la adaptación de su novela “La pistola de mi hermano” al cine. Una película alternativa que trataba de imitar a los independientes americanos, sobre todo a Jim Jarmusch, objetivo que por supuesto no consigue. Con un grupo de actores desconocidos apoyados por Karra Elejalde como única baza interpretativa, el director resolvía mal que bien aquella película que hacía aun más pequeña e intrascendente su novela (que también resultó ser una mala imitación de los autores anglosajones) Después el señor Loriga volvió a su producción literaria, pero reconociendo que le había llamado la atención aquello de dirigir. Escribió el guión de otra película fallida. “El noveno día”, dirigida en este caso por Saura y que relata los acontecimientos del tristemente famoso pueblo de Puerto Urraco. Perfectamente olvidable excepto por un par de secuencias con más merito en la dirección que en el guión. El caso es que después de conocer a Marta Artica, que se ocupa del tema de los guiones en Lola films, y que considero que tiene más criterio que la media, tenía curiosidad por ver que había visto en el guión de una santa. Mi primera conclusión sin haber visto la película es que el reparto era lo que tiraría de la película. Encabezado por Paz Vega, que me parece mala actriz, pero que por algún motivo que se me escapa vende, y arropada por Geraldine Chaplin y un elenco de maravillosos actores (Eusebio Poncela, Jose Luis Gomez, Alvaro De Luna, Manuel Morón) pensaba que la película se sostendría sólo por ellos. Me parecía que al menos en eso Loriga había aprendido la lección. Luego vi la película... Lo reconozco. Me impactó. Lo mejor de la película sin lugar a dudas es el guión. El tema no me interesa, las películas de época me aterran, pero esta en concreto tiene un guión más que sólido. Loriga a dejado bastante (aunque no del todo) de lado su vocación literaria, y se ha adaptado al lenguaje cinematográfico. No se ha complicado la vida. Ha dividido la película en tres partes (al modo clásico) y ha conseguido que el personaje crezca minuto a minuto. El tema de la película está perfectamente definido, el tono se mantiene desde el principio hasta el final y el ritmo es acorde con la evolución del guión. Hasta la interpretación está por encima de la actriz y consigue momentos de credibilidad. Los diálogos son correctos en toda la película (a pesar de la dificultades de dicción de Paz) ingeniosos en algún momento y con ritmo en todo el largo. Tal vez lo que menos me guste de la película son esos momentos estéticos de modernidad completamente innecesarios que están distribuidos a lo largo del metraje, más propios de un videoclip que de los momentos de abstracción de una santa... aunque imagino que Ray (me voy reconciliando con él) los ha introducido para animar estéticamente un poco la película, aunque como digo a mi particularmente me resultaron innecesarios.


Por volver de nuevo a la afirmación del director, “Teresa” es realmente una especie de Rocky. Ella era una “pecadora” que como tantas en la época mancilló el buen nombre de su familia en un encuentro sexual antes del matrimonio. El precio, que la niña sea monja. Lo que hace que el personaje sea humano y no divino y consigue la identificación del espectador inmediatamente. De aquí a su necesidad de encontrar a Jesucristo sólo hay un paso. El método, él de la época, Cilicios y autofustigamiento es el susodicho método recetado por la iglesia. Pero Teresa no es una monja más. Es capaz de llegar al límite para conseguir alcanzar la fe. El clímax de este primer acto es tal vez demasiado potente, no quiero contar nada por no desentrañar la trama, pero es casi de final de película. En el último momento todo vuelve a la normalidad, pero con el personaje refortalecido e imparable. Ya ni la oposición de una jerarquía eclesiástica más preocupada por la política interna que por Dios, ni los chantajes, ni la extorsión, ni el hecho de que la mujer en la época era menos que nada, podrán con una fe por encima de lo humano. En este punto felicitar una vez más al director por no abusar de lo fácil que habría sido las escenas recurrentes de levitaciones. Así que llegados aquí, nos encontramos que la monja está a punto de ser juzgada por “rebelión a bordo”, pero el apoyo de un hombre de fe verdadera que pasa por ser santo la salva de la hoguera (en este caso un elemento externo, casi un “deus ex machina” tan denostado en el estudio del guión).

Todo adquiere un tono aún más político al decidir Teresa que ha llegado la hora de fundar su propio convento. Los perros están a la caza y ella es una presa fácil, pero ahí está su punto en común con el boxeador americano. Paz Teresa sólo tiene su fe incorruptible para tirar hacia adelante y nada ni nadie podrán pararla. La “vieja regla” en la que todas las monjas serán iguales, no habrá distinciones de clase entre monjas (muy bien reflejadas en el anterior convento, con monjas (ella misma) de seda raso y otras de paño. Una perfecta alegoría a la teoría comunista que predica jesucristo, que choca de frente con los capitalistas elitistas de la iglesia católica (en una crítica descarnada hacia el clasismo eclesiástico) Ayudada por la desinteresada amiga Leonor (Watling) como socia capitalista, conseguirán su improbable objetivo de fundar un convento en Ávila a pesar de los pesares. Épico el diálogo entre ambas de qué sucederá si les echan abajo el convento (casi bíblico si lo comparamos con él del nuevo testamento en el que Jesucristo va a derrumbar el templo y a rehacerlo en siete días (o tres, no recuerdo))
Al final como en todos los biopic, unos créditos nos explican que no sólo consiguió su objetivo en este convento sino que fundó una treintena más, hasta alcanzar la santidad finalmente reconocida por la iglesia.

En definitiva una heroína que tal vez no haya funcionado en taquilla como sus productores esperaban porque las películas de época, con mujer como protagonista no están de moda, pero por la que desde luego yo particularmente quiero felicitar a su director y guionista, a su productor, y a Marta Artica que una vez más no me ha decepcionado.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encanta la crítica. He visto la película en estos dias después de leer el artículo y estoy de acuerdo contigo. Sólo decir que tal vez me resultó demasiado larga.