Lección de cine en cuatro líneas del director y guionista de esta película Paul Schrader. Y es que, para su segunda película, el director nos mete en la piel del gigoló americano a través de Richard Gere. En el anterior párrafo, el director nos cuenta prácticamente toda la película. Quién, cómo y por qué. Ahí está el tema y el argumento de esta maravillosa película, que trata de la búsqueda del amor. Todo lo demás es puramente circunstancial, o simplemente papel de caramelo. Me refiero a la trama que hace avanzar la película por medio de un extraño asesinato... pero vayamos por partes.
La presentación del personaje de compras, o preparándose físicamente, nos está contando cosas sobre él. La secuencia del encuentro para que haga de chofer de una señora rica a través de una proxeneta, nos cuenta a que se dedica y con quien se relaciona. Vemos su carácter. Vemos como negocia el dinero que ha de cobrar. Vemos que ella le proporciona clientes ricas, pero que él se ha establecido por independiente. La secuencia en el bar de un hotel cuando Gere se acerca a la mujer que habla en francés al camarero, nos muestra que es culto y cómo opera. Pero en esta secuencia con Lauren Hutton dada su trascendencia, nos muestra además que Schrader es un maestro de las secuencias cara a cara. Los diálogos, el subtexto, los silencios, las respuestas, hacen de una secuencia que en otro director hubiese resultado larga y aburrida, sea en él un sello de identidad. Ella prácticamente le insulta. Pero él tiene demasiada clase para dejarse insultar, o para ponerse a su altura. Ni siquiera por esta atractiva e inteligente rubia. Una retirada a tiempo es una victoria, y Julian-Gere no necesita demostrar nada a nadie. Por eso prefiere irse. Por eso luego Hutton aparece en su apartamento. Ambos son “profesionales” en lo suyo, pero ambos están solos. Aún no lo saben, pero se necesitan porque cada uno representa lo que el otro es.
Por medio un nuevo proxeneta de más baja estofa. Un gay que le proporciona trabajos de peor “categoría”. Tendrá que ir a ver a otro cliente que quiere que folle a su mujer mientras él mira. Inmediatamente descubrirá que no es sólo eso, también la tiene que atar, golpear y sodomizar. Richard la trata con cariño, lo hará porque es su trabajo, pero piensa que no se lo merece. Schrader nos ahorra esta parte. Su gigoló americano no puede perder nuestro respeto cayendo tan bajo ante nuestros ojos. Otras clientas, otras situaciones incluso divertidas cuando va de compras a una tienda con una de sus protectoras y se hace pasar por gay estereotipado. Todo para que acto seguido descubramos que la rubia (Hutton) que tanto le gusto resulta ser la esposa de un político. Enlazado a continuación para hacernos descubrir al tiempo que nuestro protagonista, que la mujer a la que tuvo que esposar ha aparecido muerta. El conflicto que mueve la trama acaba de estallar ante nuestros ojos. ¿Quién va a ser acusado del asesinato?. Elizondo, un policía implacable se ocupará del caso. Fantástica la secuencia del encuentro en el baño entre ambos. De nuevo Schrader pone a dos personajes cara a cara. De nuevo el subtexto. Gere acusa disimulada-descaradamente al inspector de estar celoso. Se permite el lujo de dar consejos estéticos. Es demasiado chulo para no ser culpable, y él lo sabe.
A partir de aquí la caída en picado del personaje. Necesita que alguien le eche una mano para librarse del marrón, pero vive en un mundo irreal en el que cada uno se ocupa de lo suyo. En el que las apariencias son más importantes que la verdad. El director nos hace sentir la tensión de ver que no tiene escapatoria. Nadie le va a ayudar. No tiene amigos. Sólo tiene una amante que le busca, pero a la que no puede implicar. Para darle mayor dramatismo también ella le deja. Es periodo de elecciones y no puede hacer daño a la carrera de su marido. Un Gere acorralado empieza a hilar cabos. Se encuentra en su garaje al amante del proxeneta que le contrató. Algo no funciona. Su casa se ha convertido en terreno peligroso. Busca y no encuentra. Coge el coche. Una mancha de grasa delata que algo ocurre. Busca y encuentra. La respuesta está en los bajos de su coche. Ahora lo entiende todo. El espectador puede imaginar, pero necesita confirmación. Así que Richard va a buscarla. Un enfrentamiento con el proxeneta. Todo se aclara. De nuevo un fantástico cara a cara. Ahora no hay subtextos. Ahora las verdades se escupen a la cara. Son dos personajes que se hablan como iguales. El proxeneta no tiene problema para decirle a la cara la verdad. Es un mierda que no gusta a nadie. Un prepotente que se ha ido sacudiendo a todos, por eso es una víctima fácil, un cabeza de turco por el que nadie moverá un dedo. La secuencia termina dramáticamente. Podría decir que la película acaba aquí. Pero Schrader, tal vez presionado por los productores, tal vez por criterio propio, nos añade un happy end innecesario. Alguien si que le quiere, y esta dispuesto a lo que sea. Demasiado blando. A estas alturas todos sabemos que tus amigos (los de cualquiera) no los eran, y que incluso se alegrarán de verte perecer. Sólo por el placer de compadecerte y criticarte. La otra opción, la que toma el director, sirve para cerrar el circulo. A fin de cuentas, Julian-Gere, deambula sin rumbo y contempla a hurtadillas las vidas de otros, no tiene vida propia, pero la quiere aunque no sabe como conseguirla. Con este final, y gracias a ella, su meta-motivación estaría satisfecha, igual que la del espectador medio.
Mención especial a un Richard Gere sencillamente espectacular. Y no me refiero físicamente (que también) sino a la facilidad de transmitir la dualidad entre chulo descarnado y hombre sensible, entre la falta de escrúpulos y el miedo. Muy bien en todos los cara a cara, la cámara le quiere y Schrader lo sabe. Tal vez por eso la leyenda dice que se negó a hacer la película si Gere no era su protagonista. En cuanto a Schrader como director; “Blue Collar” la primera. Una película excepcional sobre los sindicatos y la naturaleza humana, como “Taxi Driver” o “Toro salvaje”, como lo son“Light Sleeper” o “Afliction”, como lo son “La ultima tentación de Cristo” o “Hardcore”. Y es que Schrader es un guionista, y a veces director, que basa su cine en personajes muy desarrollados y utiliza la trama para ponerlos en apuros que nos muestren lo más profundo de la condición humana.
Víctor Gualda.