Julio Medem es un referente en el último cine español. Este punto nadie lo discute. Julio se ha labrado una carrera muy particular en la que cada título tiene algo especial. Su estreno en el largometraje con “Vacas”, fue bajo mi punto de vista la mejor de todas las suyas y desde entonces ha acudido puntual a su cita cada dos años (aproximadamente) con las salas. Con desigual resultado, pero siempre teniendo algo que ofrecer. Ha sido a partir de su documental “La pelota vasca” donde la estabilidad de su cine se ha roto. No vamos a comentar las manidas circunstancias políticas que rodearon a esta, los problemas de producción de “Caótica Ana”, o las circunstancias personales que han rodeado la elaboración del guión. Ni siquiera el apoyo mediático del que dispone el director han servido para paliar su película más floja hasta el momento.
Porque “Caótica Ana” tal vez sea una película bienintencionada, tal vez la idea de vivir a través de la hipnosis la vida de otras mujeres luchadoras sea buena, pero se trata de un guión fallido. Lento, denso, desestructurado que no llega a conectar con el espectador. No nos sentimos identificados con ninguna de esas mujeres aventureras porque no llegamos a conocer a ninguna. Porque todo lo que se refiere a ellas está contado por boca de otros, o por fotografías. Nos tenemos que conformar con lo que nos cuenta la cámara voyeur de Bebe o el niño hipnotizador, y así es difícil entrar en un mundo tan complejo y sentir identificación. Tal vez lo mejor de la película sea la historia de amor entre los personajes. Esos vehículos raros y especiales que tan bien sabe conducir el vasco. Ese amor romántico incondicional de Ana que le hace autodestruirse, pero que tiene más que ver con el siglo diecinueve (igual que la hipnosis) que con la actualidad. Bonita la historia de amor y desamor. ¿Quién no ha sufrido por él?
Curiosos resultan los personajes secundarios. Las relaciones con los hombres El padre, Said, Ismael, el yanqui, como personajes abstractos a los que es difícil entender o situar. En contraposición con las mujeres, que están perfectamente dibujadas. Justine que se autodefine como mecenas parece representar la madre severa que trata de sacarlo todo de Ana y que la protagonista nunca conoció. Linda, la amiga inseparable hermana postiza y protectora que sirve de conciencia, de ojos del subconsciente de ella.
Pero Medem es un fantástico constructor de imágenes estéticas, y la película está plagada de ellas. Particularmente me gusta las de animación, perfectamente integradas en la historia y en el mundo de Ana. Pero como ya he dicho, el mundo consciente de Ana está subexplotado, en contraposición con el subconsciente que está mal sobreexplotado. Como siempre el director utiliza las imágenes para introducir los símbolos de los que está plagada la película. Incluso en el desenlace, la mujer comprometida en la que se supone que se ha convertido Ana es un símbolo que recoge el testigo de sus anteriores vidas de mujeres comprometidas. Lástima que roce el ridículo, porque la "misión" que le ha sido encomendada a la protagonista está resuelta en una secuencia decepcionante e infantil.
Sin embargo, y a pesar de que, insisto, me parece de lejos su peor película, hay algo que se te queda en un hueco del subconsciente. Apartado de la mayor parte del cine español del que apenas te acuerdas del título cuando han pasado unos meses (en algunos casos ni siquiera cuando acabas de salir de la sala) Hay algo que te obliga a pensar soluciones para una trama descompensada. En el fondo te gustaría que la película funcionase, porque no es tan fácil acceder a un mundo tan mágico en el cine como el del director vasco. Tal vez la experiencia le sirva para intentar ser en la próxima menos pretencioso, y vuelva a sus historias basadas en la poesía visual, la trama y los personajes, y no tanto en localizaciones en medio mundo para no contar nada. Como paradoja, decir que esta película tan difícil de catalogar puede ser una de esas que al cabo de los años se conviertan en “rareza-de-culto-seña-de-identidad" de un director personal tipo “Barton Fink” de los Coen (sin animo de comparar), porque lo que es seguro es que sus defectos son compensados en cierta medida por su capacidad de dibujar personalidades complejas, y eso la saca del furgón de cola que es el cine español.
Porque “Caótica Ana” tal vez sea una película bienintencionada, tal vez la idea de vivir a través de la hipnosis la vida de otras mujeres luchadoras sea buena, pero se trata de un guión fallido. Lento, denso, desestructurado que no llega a conectar con el espectador. No nos sentimos identificados con ninguna de esas mujeres aventureras porque no llegamos a conocer a ninguna. Porque todo lo que se refiere a ellas está contado por boca de otros, o por fotografías. Nos tenemos que conformar con lo que nos cuenta la cámara voyeur de Bebe o el niño hipnotizador, y así es difícil entrar en un mundo tan complejo y sentir identificación. Tal vez lo mejor de la película sea la historia de amor entre los personajes. Esos vehículos raros y especiales que tan bien sabe conducir el vasco. Ese amor romántico incondicional de Ana que le hace autodestruirse, pero que tiene más que ver con el siglo diecinueve (igual que la hipnosis) que con la actualidad. Bonita la historia de amor y desamor. ¿Quién no ha sufrido por él?
Curiosos resultan los personajes secundarios. Las relaciones con los hombres El padre, Said, Ismael, el yanqui, como personajes abstractos a los que es difícil entender o situar. En contraposición con las mujeres, que están perfectamente dibujadas. Justine que se autodefine como mecenas parece representar la madre severa que trata de sacarlo todo de Ana y que la protagonista nunca conoció. Linda, la amiga inseparable hermana postiza y protectora que sirve de conciencia, de ojos del subconsciente de ella.
Pero Medem es un fantástico constructor de imágenes estéticas, y la película está plagada de ellas. Particularmente me gusta las de animación, perfectamente integradas en la historia y en el mundo de Ana. Pero como ya he dicho, el mundo consciente de Ana está subexplotado, en contraposición con el subconsciente que está mal sobreexplotado. Como siempre el director utiliza las imágenes para introducir los símbolos de los que está plagada la película. Incluso en el desenlace, la mujer comprometida en la que se supone que se ha convertido Ana es un símbolo que recoge el testigo de sus anteriores vidas de mujeres comprometidas. Lástima que roce el ridículo, porque la "misión" que le ha sido encomendada a la protagonista está resuelta en una secuencia decepcionante e infantil.
Sin embargo, y a pesar de que, insisto, me parece de lejos su peor película, hay algo que se te queda en un hueco del subconsciente. Apartado de la mayor parte del cine español del que apenas te acuerdas del título cuando han pasado unos meses (en algunos casos ni siquiera cuando acabas de salir de la sala) Hay algo que te obliga a pensar soluciones para una trama descompensada. En el fondo te gustaría que la película funcionase, porque no es tan fácil acceder a un mundo tan mágico en el cine como el del director vasco. Tal vez la experiencia le sirva para intentar ser en la próxima menos pretencioso, y vuelva a sus historias basadas en la poesía visual, la trama y los personajes, y no tanto en localizaciones en medio mundo para no contar nada. Como paradoja, decir que esta película tan difícil de catalogar puede ser una de esas que al cabo de los años se conviertan en “rareza-de-culto-seña-de-identidad" de un director personal tipo “Barton Fink” de los Coen (sin animo de comparar), porque lo que es seguro es que sus defectos son compensados en cierta medida por su capacidad de dibujar personalidades complejas, y eso la saca del furgón de cola que es el cine español.
Víctor Gualda.
3 comentarios:
Fast Eddy Felson:
¡Qué pereza me da ver "Caótica Ana"!
A Médem le diría lo que pensaba Borges hacia el fin de su vida:"cada vez me gustan las metáforas más simples, sencillas".
Manierismo non, gracias.
Si la hubiera visto en mi casa, habría echado mano de un cojín varias veces para taparme la cara. Unos cuantos momentos de vergüenza ajena tiene 'Caótica (el que avisa no es traidor) Ana'. La escena del mojón, te doy la razón, devedeteco, se me quedará en el subconsciente de por vida. Pero cuando un tío consagrado se desnuda de esta manera hay que aplaudir el fiasco. Mención aparte merecen Lukas Haas, penoso con ese acento yankee forzado de doblador de tercera, y Charlotte Rampling, que podía haber sido Pepita Pérez y no hubiera variado la calidad (o falta de ella) interpretativa del reparto un ápice. María Valverde tuvo una gran intuición o muchísima potra abandonando el proyecto. Para mí, el mejor momento de la película es una anécdota: Antonio Vega (Médem realizó un vídeo para su primer disco en solitario) cantando un tema de Los Secretos ¡con barba!
No sé por qué creía que era Lukas Haas, pero no es él. De buena se ha librado, que me perdone.
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