viernes, 22 de febrero de 2008

DISTURBIA

A lo largo de la historia del cine se han utilizado varios métodos para llevar a los espectadores a las salas. Entre ellos las secuelas, los remakes, o las copias descaradas de argumentos de “hermanas mayores”. “Disturbia” es un claro ejemplo de esta última modalidad de copia (¿plagio?). La que nos ocupa es una clara relectura de “La ventana indiscreta”. Pero hay que reconocer que las viejas formulas siempre que se hagan con honestidad, funcionan. Y eso es lo que sucede con la que nos ocupa.

El guión está bien estructurado y la película funciona. A pesar de utilizar recursos de manual y no salirse ni un fotograma de las estructuras de las películas de suspense. Da igual que este claro cual va a ser el desenlace. Si el espectador se mete en la historia, se enganchará sin remisión y se dejará llevar al previsible final.

El arranque sigue las normas de cualquier manual de guión americano de probada eficacia. Ya sea Syd Field o McKee. Escena espectacular que enganche al tiempo que presenta al personaje principal y sus circunstancias psicológicas, pero que no tiene nada que ver con la trama que más adelante se desarrollará. A continuación los guionistas Christopher Landon y Carl Ellsworth nos preparan para las circunstancias que atrapan al adolescente protagonista Shia LaBeouf en casa y con escasa posibilidad de movilidad. Una cadena imaginaria enganchada al tobillo. Un policía antagonista con motivos poco maduros que convertida esos límites ficticios en una barrera infranqueable. Una madre despistada y bienintencionada en la piel de Triniti (Carrie-Anne Moss). El aburrimiento como excusa. Unos binoculares para controlar al vecindario, entre ellos una joven nueva vecina. El colega como extensión del cuerpo atrapado del protagonista, son los ingredientes para preparar ese plato, que no por comerlo habitualmente deja de gustar.

Luego un segundo acto que mantiene la tensión y el interés, que se fundamenta en la sospecha y que aumenta ese interés, la subtrama con la vecinita, la vigilancia, la madre incrédula, el traspaso de los límites por parte del sospechoso, la perfecta, matemática y previsible sucesión de los sustos, la secuencia de tensión y suspense fantásticamente conseguida utilizando las últimas tecnologías, y todo esta preparado para el tercer acto que da la razón al protagonista.

No lo desentramaré, pero funciona. El espectador descubre al tiempo que LaBeouf las normas tan bien aprovechadas por Hitchcock. La tensión se acumula con la madre como excusa. Da igual que lo hayas visto mil veces. Me recordó a la fantástica “Tesis”, tal vez aun más compleja aquella porque Amenabar jugaba con la ambigüedad de “quién” es el asesino. Pero en esta todo cumple su función sin buscar originalidades que no hubiesen llegado a buen puerto. El desenlace es previsible, pero mientras este llega, estás con el protagonista sin condiciones.

En definitiva una película menor, de entretenimiento y suspense para adolescentes que cumple un objetivo tan loable y simple, pero tan difícil en ocasiones, como el de entretener. Una relectura de los clásicos que puede servir para interesar por identificación a los más jóvenes e introducirlos en un género que ha evolucionado poco en los últimos años, pero que mueve sensaciones primarias dentro del espectador que pocos géneros consiguen tan bien... Lástima de cartel y título que no le hacen justicia. Y es que a veces algo tan poco trascendente a priori como la imagen que promociona puede jugar en contra. El original de la película (el que tenéis al principio de la crítica), es un cartel diseñado para atraer adolescentes interesados en el terror, y luego la película es otra cosa, lo que puede llevar a decepciones inmerecidas. Igual con un título que no dice nada. A veces me pregunto quien elegirá estos diseños y nombres que le hacen flaco favor a una película que podría funcionar y por el contrario acaba pasando sin pena mi gloria por la cartelera.

Víctor Gualda.

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