martes, 29 de abril de 2008

MI IDAHO PRIVADO

Me atrevo a posicionarme para decir que esta es sin duda la mejor película de Gus Van Sant. No por el guión, ni por la fotografía, ni siquiera por la dirección. Sino porque es la más personal, la más sincera, la que más verdad destila. Y es que además de haberse convertido en un referente del cine gay e independiente, “Mi Idaho Privado” aborda temas que van mucho más allá de la sexualidad. Mucho más allá de la imagen, mucho más allá del cine.

Cuando analizas el guión no puedes hablar de tramas, al menos no tal y como las conocemos en el cine convencional comercial. La película se basa en personajes que se buscan a si mismos, que buscan su sitio en el mundo, pertenecer a algo, y que finalmente acaban encontrándolo y aceptándolo. Se puede plantear como un viaje iniciático hacia ninguna parte (road movie), simbolizado por Idaho. Se puede plantear como un documental sobre los chaperos que se buscan la vida en las calles de Pórtland. Se puede plantear como una obra de teatro directamente emparentada con el "Enrique IV" de Shakespeare. Es en definitiva una película que contiene muchas pequeñas películas en su interior, y cuyo desenlace no es positivo ni negativo, sino real. Y la realidad no es más que una ficción mal contada.

Pero vayamos a la película. El eje es el personaje interpretado por River Phoenix, Mike. Es un chico de la calle, un chapero que apenas puede ejercer por su enfermedad, la narcolepsia (símbolo además de su sensibilidad). El director se toma la molestia de explicarnos con unos créditos iniciales en que consiste la enfermedad para que no nos despistemos. A través de él y su narcolepsia, conocemos al resto de chaperos, y por encima de todos ellos a Scott, el personaje interpretado por un Keanu Reeves todavía (entonces y ahora) desconocido para el gran público. Un chapero atípico motivado por la rebeldía que siente hacia el poder que representa su padre alcalde. Ellos son el eje. La motivación que guía la película; encontrar a la madre de Mike. Para ello los amigos tendrán que emprender el viaje iniciático del que hablaba. Primero buscando en Idaho al hermano de Mike, para luego emprender camino hacia Italia donde se supone ha “huido” la madre de este.
Pero antes, nos queda conocer al líder carismático de los chaperos, al padre putativo de todos ellos, y guru en particular de Scott. Y es que el gran Bob (Falstaff), se ha esmerado en la educación de Scott (príncipe Hal) porque espera salir de su miseria a través del poder que representa el hijo del alcalde y padre de Scott (Enrique IV).

Pero nuestros antihéroes están ahora en Italia, y si en el camino de la road movie hemos sido testigos de una declaración de amor maravillosa a la luz de una fogata. Vamos a ver que además el amor es un mal compañero de viaje. Y como en la vida misma no sólo es muchas veces unilateral, sino que además el destino interviene para que entre una tercera persona en juego que desestabilice aún más la balanza. Scott se queda una temporada en Italia después de que descubran que la madre de Mike volvió a los States. Así que de nuevo vuelta al origen, o sea a Porland y las calles.

El punto de vista principal se desplaza al regreso de Scott. Y con la muerte del padre natural, decide que es hora de llevar una vida respetable y convertirse en Enrique V. Tomar el relevo y renunciar al antiguo Scott-Hal para asumir sus nuevas responsabilidades. Poco importa el pasado entonces. El dinero y el poder dan más respetabilidad que el traje a medida que lleva el joven Reeves. Es entonces cuando Bob "el guru", va a reclamar lo suyo en un restaurante de lujo, y es entonces cuando en una soberbia escena teatral de espaldas a él y como símbolo del cambio, Scott-Reeves-Enrique V renuncia públicamente a la falsa paternidad de Falstaff. El golpe es tan duro que se produce la paradoja de la doble muerte de los dos padres, y eso lleva a la también doble secuencia del entierro. Por una parte el entierro religioso de estricto luto de los ricos, y por contraste el entierro alcohólico y festivo de los pobres. Pero eso si, queda claro que poco importa el dinero y el poder, porque al hoyo vamos todos por igual. Desgraciadamente nuestros protagonistas pertenecen a dos mundos distintos, y cada uno tiene que estar en el lugar que le corresponde, aunque ambos se busquen en la lejanía con la mirada.

Podría hablar de mucho más de las películas (si, en plural) pero el espacio sólo permite resaltar secuencias de genialidad que quedan en el subconsciente y que demuestran que el cine es una arte moribundo (al menos tal y como lo conocemos) pero que se resiste a perecer. Aparte de la secuencia de los entierros, o la del rechazo del restaurante, o la de la declaración de amor bajo las estrellas, está la maravillosa presentación de Bob en la “casa ocupa”, que por la puesta en escena, por el texto extraído directamente de "Enrique IV" de Shakespeare, y por su ritmo, la convierten junto a la del robo, en las mejores secuencias de la película. De hecho, aunque no he hablado del ritmo, este decae sustancialmente cuando nuestros protagonistas van a Europa. Y la película sólo se vuelve a levantar a la vuelta de Reeves. Me quedo además con la secuencia de la conversación de las portadas de las revistas, con las secuencias de sexo resueltas con fotografias fijas, o con la de los dos protagonistas a lomos de la Norton, primero en las calles repletas de edificios de la ciudad en contraste simbólico con las vacías carreteras de Idaho, por las que Mike sabe que lleva toda la vida pasando. Me quedo sobre todo con el maravilloso reparto de actores profesionales y amateurs, que le dan vida con su increíble interpretación a esos pedacitos de sueños inconclusos de cada personaje que aparece en pantalla. Así que para mi sin duda, “Mi Idaho privado” junto con la maravillosa y anterior “Drugstore Cowboy” suponen la cima de este carismático director siempre dispuesto a arriesgar.

Víctor Gualda.

viernes, 25 de abril de 2008

MI HERMANO ES HIJO UNICO

Tiene mucho que ver esta película con “La mejor juventud” y su segunda parte “Los años soñados”. Tal vez sea porque todas ellas comparten guionistas. Sandro Petraglia y Stefano Rulli, o sencillamente porque el planteamiento es el mismo. Un repaso amable de un momento histórico de Italia. En este caso a través de los ojos de dos hermanos y sus circunstancias personales. El formato es también en esta ocasión puramente televisivo. Pero la adaptación de la novela “Il fasciocomunista”, está acomodada en esta ocasión a la hora y media de un largometraje cinematográfico, y no a una serie de televisión.

La película de Danielle Luchetti (director y coguionista) está narrada a través de los ojos de Accio, un niño contestatario que estudia en un seminario, y que cuando le echan por “pecadillos veniales”, se pone a trabajar para un fascista vendedor de toallas obsesionado con Mussolini. Por el contrario, su hermano mayor Manrico es miembro activo en el bando contrario, el de los comunistas. Accio, con una imperiosa necesidad de llamar la atención (Tema 1 competencia), llega a la adolescencia dejándose influenciar por el canto de sirena del fascismo y de su organización. Los enfrentamientos con el bando de su hermano son constantes, al menos hasta el día que conoce a Francesca, la novia de Manrico (tema 2, el amor). Esta situación, y otras de enfrentamiento con sus propios compañeros, le llevan a entender que el fascismo es una ideología jerarquizada e inflexible y que no admite más cuestionamiento que el de seguir a pies juntillas las órdenes de una cúpula que no se compromete en las “acciones” que emprende. La gota que colma el vaso, y punto de inflexión del personaje sucede cuando se entera por su propio hermano que sus “amigos” los fascistas van a quemar el coche de Manrico. Un enfrentamiento con su antiguo mentor, le hace comprender que no puede seguir formando parte de un movimiento que no respeta al individuo”.

Se nota que el director toma partido en este punto. El personaje es llevado a una serie de situaciones que le hacen cuestionarse a si mismo y a la organización que pertenece (tema 3 la concienciación política), para entrar a formar parte de una mucho más flexible, en la que no existe jerarquía alguna, y en la que su voz vale tanto como la de cualquier otro miembro del partido. En definitiva, en la que el individuo es una pieza clave de la estructura. Pero el director no quiere olvidar que el personaje está en un momento de crecimiento personal, y a través de una serie de subtramas muy bien trenzadas abre la película hacia otras situaciones. Como en la vida misma, las subtramas se suceden. El amor platónico por la novia de su hermano. La ruina y deterioro de la casa en la que vive con sus padres, junto a la promesa, que nunca llega, de la administración de conseguirles una nueva. El inicio de una relación con la mujer de su ex amigo y mentor, son circunstancias que hacen que nuestro protagonista vaya creciendo y pasando a la vida adulta. El director nos conduce brillantemente entonces a una situación límite, perfecto punto de inflexión en la trama, que obliga a nuestro protagonista a huir de su pueblo natal, Latina.

Este periodo de reflexión, hace que nuestro protagonista tenga tiempo para pensar, madurar (tema 4 la evolución del individuo), y volver. Muchas cosas han cambiado. De manera que si antes la trama había tenido una continuidad temporal lógica, ahora las elipsis temporales se suceden de manera un tanto precipitada para llevarnos a la secuencia determinante de la película. No la desentrañare, pero algo sucede que cambia para siempre a Accio después del último reencuentro con su hermano. Es este el clímax del metraje. Pero la evolución del hermano como radical, que se nos sugiere, pero no presenta, (por estar el punto de vista principal con Accio) acaba mal (tal vez el director toma un partido demasiado moral). Pero Luchetti no quiere-puede dejar al espectador machacado. A fin de cuentas el hermano mayor ha sido un tipo simpático con el que a la mayor parte de los espectadores, inoperantes e inamovibles en el sillón de sus casas les gustaría identificarse. Eso si, a nivel ético-moral probablemente todos lo espectadores justifiquen la desgracia ajena, y la propia falta de compromiso. Pero Luchetti nos reserva un final positivo, como no podría ser de otra forma, de la mano de nuestro protagonista. (punto de inflexión de todos los temas)

Un amable desenlace recoge el ideario socialista bienentendido, que convierte en “héroe” a nuestro ahora hombre, y que nos reconcilia con nosotros mismos. Lastima, que el planteamiento no deje de ser una utopía irrealizable. Porque la misma situación en nuestro país, hubiese probablemente puesto al espectador manipulable por los medios de comunicación, e individualista a favor de la administración (como ente estructurado y organizado) y en contra del individuo (y eso sabiendo que el articulo 47 de nuestra propia Constitución nos debería defender) Por eso es necesario que la “ocupación” se produzca con el acuerdo del las masas, y así lo ha entendido Accio. Porque individualmente sería absolutamente irrealizable... aunque no por ello menos justo. Pero desgraciadamente hace ya más de un siglo que sabemos que el cine es una mentira que produce sentimientos que se desvanecen al salir de la sala oscura.

Es esta en definitiva una película entretenida, con un tono realista y “blanco” que la acerca a la televisión, y por lo tanto a un mayor número de espectadores, que se irán con la sensación que han visto un buen capítulo de la versión italiana de “Cuéntame”, y que le valió a la película cinco premios de la academia italiana, además de la selección en Cannes (tal vez porque hay producción francesa en la película, y las ideas no por bienintencionadas dejan de ser negocio). No es “Mi hermano es hijo único” una de esas “imprescindibles” que tratan lo divino y lo humano. Probablemente y paradójicamente por su falta de compromiso “real” al resultar tan televisiva, pero desde luego su falta de pretenciosidad, garantizan un buen rato, para disfrutar del fantástico trabajo de los actores.

Víctor Gualda.

martes, 22 de abril de 2008

VESTIDA PARA MATAR

Después de la crítica de “Fascinación” hubo varias personas que me comentaron que la “mejor película” de Brian De Palma era para ellos “Vestida para matar”, así que como la tenía muy olvidada, me lancé a revisarla. Después de verla, mi primera impresión es que se trata de una película muy equilibrada, que tal vez haya envejecido mal en algunos aspectos (es del año 1980) y en otros, siga siendo un ejemplo a seguir.

Lo primero que me gustaría apuntar, es que una vez más, se sigue notando la descara influencia de Hitchcock en la cinta. Ya el planteamiento del arranque me recuerda las obsesiones del maestro. Partiendo de que la larga presentación protagonizada por Angie Dickinson y resuelta en la primera media hora de metraje, tiene mucho que agradecer al principio de “Psicosis”. Trama de arranque independiente que se resuelve en el primer tramo de película y da lugar a la que luego será la trama principal. Resuelta de forma sorpresiva y con la desaparición de la a priori protagonista principal... pero antes de continuar, y en este punto, las secuencias de sexo me recuerdan (por divertidas y frustrantes para la prota), a las de Carmen Maura en “Qué he hecho yo para merecer esto” pero en artificial. Y es que Angie Dickinson, está un tanto sobreactuada. Tanto en estas, como en la (para mi), mejor secuencia de la película. La del museo


En el museo, el director, que echa mano de nuevo de “Vertigo” (lo comentamos también en "Fascinación"), juega a la perfección con el suspense del perseguidor-perseguido. La secuencia es larga, y si no te has metido en la película puede resultarte algo pesada, pero la persecución que empieza medio de coña, acaba resultando divertida por el interés que genera. Además la resolución en el taxi y en el apartamento del perseguido, al que no vemos apenas la cara (buen recurso que genera desconfianza) también tiene un punto divertido. La nota de mujer encantada después de un buen polvo, lleva a otro recurso dramático muy bien aprovechado. La sorpresa. La que se lleva la protagonista al abrir un cajón que no debe. No creo que sea con una intención moral (aunque puede parecerlo porque la película esta cargadita), sino simplemente por desorientar y entretener a un espectador, que distraído con la trama, no se puede imaginar lo que espera en el ascensor a la presunta protagonista. En este punto, sólo recordar otro detalle de humor. Angie pierde en quince minutos de metraje; un guante, las bragas y el anillo de casada... en fin, qué puedo decir.

Muy bien entroncada la secuencia con la que luego llevará la trama principal, la que conduce Nancy Allen, la del falso culpable a lo Hitckcoock. A partir de aquí, contará con los personajes que llevaran el peso de la película, Michael Caine y Keith Gordon (aunque no se si decir Harry Potter por su extraordinario parecido físico) Lo cierto es que la película cae en picado. Ella es una prostituta. Bueno, al menos eso dice ella, porque los personajes a partir de este punto están tan edulcorados que parecen los de una serie de televisión de Globomedia. La desaprovechada relación entre ella y el hijo de la difunta; inventor adolescente que no tiene ningún instinto sexual hacia su nueva amiga (si lo tiene, está demasiado implícito) hacen que la trama avance a trompicones. El único que le aporta algo de interés es el carismático Dennis Franz, en su papel de cínico detective (luego eterno por “Canción Triste de Hill street”). Así que nos podemos saltar prácticamente todo el segundo acto mencionando eso si las secuencias de doble pantalla de Caine y Allen hablando por teléfono, mientras en la tele echan un documental sobre el travestismo (anticipatoria), la del metro, marca inevitable de la casa, de nuevo mezcla de tensión y humor. Las de vouyerismo. Las de persecuciones... mil y un recursos para entretener hasta llegar al presunto desenlace.

En este punto, la película recobra el interés. A estás alturas, la identidad de la rubia peligrosa que han perseguido nuestros protagonistas, es demasiado evidente (tal vez en los ochenta era un tema nuevo y supuso una sorpresa, no lo sé) El caso es que con la excusa de que la asesina puede ser una clienta de Michael Caine, nuestra Nancy Allen inicia una secuencia de seducción al psicólogo. De nuevo uno se pregunta dónde estudió esta chica para ser prostituta, porque en la calle fijo que no. Lo que hubiese sido el desenlace en una película convencional se precipita.

Pero el gran acierto de esta película es la vuelta de tuerca del doble final. Después de que quede claro quién es quién, y de que el director meta con calzador el nuevo personaje de la rubia policía, viene una secuencia explicativa de todo, muy al estilo Hitckcock, pero con la diferencia de que este las metía al final del segundo acto, para que todo estuviese preparado para el desenlace. El caso, es que la secuencia explicativa en el restaurante sobre la transexualidad (que en realidad es presentada como una enfermedad peligrosa, vaya a ser que al joven americano le de por tomar el camino equivocado), lleva al segundo desenlace en casa del adolescente. No contaré este final, pero también aquí, el director da una vuelta de tuerca más, en una resultona secuencia, en la que De Palma juega de nuevo con el suspense y la sorpresa. La única pregunta que me queda como espectador a estas alturas es: aunque ambos están en la misma cama y se sobreentiende... ¿introdujo Nancy en la madurez a Keith?

Víctor Gualda.

viernes, 18 de abril de 2008

DESEO, PELIGRO

Es esta una película difícil de analizar, que admite diversas valoraciones. Por un lado, podríamos analizar la estructura dramática, y por otra la complejidad de los sentimientos de los personajes. Está claro que Ang Lee, es un director completo capaz de hacer casi cualquier libreto, y adaptarse a las circunstancias. Sea en la rígida Inglaterra, la comercial América, o la claustrofóbica China. Y es que si algo hay que destacar en esta “Deseo, Peligro” es la perfecta simbiosis entre el mejor cine oriental, y el mejor cine occidental.

En el caso de la que nos ocupa, la habitual estructura circular, nos muestra una secuencia de mitad del metraje, que nos sitúa espacio temporalmente, nos presenta a los personajes, y nos crea la incógnita de por qué una partida de Mahjong puede concentrar tanta tensión. Luego, el director nos recoloca en la línea dramática temporal tradicional, y nos muestra la historia de los personajes desde el principio. Se puede decir que en el triangulo que mueve toda la historia. Nuestra protagonista Wong Chia Chi (Tang Wei) es una estudiante que se siente atraída por un carismático alumno, Kuang Yu Min (Wang Leehom), muy concienciado con los valores patrióticos contra los japoneses. Una obra de teatro nos muestra las dotes interpretativas de nuestra protagonista, y de ahí a querer ejercer de vengadores ideológicos hay sólo un paso. El problema en este punto, al menos para mi, es que todo este arranque y primer acto están demasiado alargados. Tal vez por la necesidad de que entendamos bien las motivaciones de los personajes, tal vez para lograrnos trasmitir la evolución de estos, desde la infantilidad de las ideas, hasta el riesgo de la acción madura de una matahari que va perdiendo sus primeros intereses para centrarse en otros. Este primer acto alcanza su momento climático con un asesinato, un asesinato casual, no del objetivo marcado a priori, pero no por ello menos inquietante. Porque si algo marca todo el resto de metraje, es la lección que reciben los protagonistas en primera persona, de que matar no es fácil.

Una apresurada excusa, hace que todo el plan se vaya al garete, y nuestros principales protagonistas tengan que separarse y reiniciar su vida.
A partir de este momento, la película empieza de nuevo. Se puede decir que casi de cero, pero con los personajes ya presentados. No he hablado aun del objetivo, el colaboracionista con los japos primero, y posible ministro después, interpretado por el conocido Tony Leung, esa suerte de Humphrey Bogard de barrio, que parece que consigue ponerse el traje de cada personaje que interpreta, y darle una inusual credibilidad con una inexpresividad y frialdad, que paradójicamente le llenan de humanidad.... El caso es que nuestra Tang Wei (Wong Chia Chi de la película) reanuda su misión de seducción para el asesinato de Tony. Si en la primera parte todo era un juego a todos los niveles, el paso del tiempo ha puesto las cosas en su sitio, y ahora ya ha dejado de serlo. Las miraditas, las insinuaciones, los planes de asesinato, son cosa ahora de mayores con todas las consecuencias, y lo peor es que ya no tienen marcha atrás. Es en este punto cuando realmente empieza la película, de manera brusca, pero no por ello menos atractiva para la protagonista. La relación se va consolidando. Nuestra actriz amateur se ha convertido en profesional, y una doble motivación se instaura en ella. Tal vez también en este punto se podría haber metido la tijera, porque el metraje se alarga demasiado en algunos momentos, pero si el director no lo hizo antes, es porque tiene muy clara cual es la cadencia que debe seguir la película. El ritmo está tan marcado desde el principio, que ahora no tiene sentido cambiarlo.

Todo para que Ang Lee, nos coloque en la situación final. Esa que anunciaba al principio de la película, y que como buen director clásico, ha colocado al principio del desenlace. Ahora todo el puzzle, todo el desarrollo de la película ha quedado claro, y es hora de resolver. No desentramare el final, pero desde luego plantea dudas razonables sobre las motivaciones de Wong Chia Chi. En este momento dramático, en el que a los pies de un barranco nuestros conspiradores se miran casi de soslayo antes de hacer una revisión de todo lo que ha pasado hasta colocarles en esta posición, el director hace una concesión al personaje de Tony Leung, y cambia el punto de vista (por primera vez en toda la película) para que veamos que él también sufre en silencio. Pero que el precio de la traición, y sobre todo el del orgullo, pesan más que los sentimientos. El problema, es que el espectador no consigue identificarse con él. A fin de cuentas, hemos seguido los talones de ella todo el metraje, y esperamos que Tony entienda que ella ha obrado por ¿amor?, y por esa misma razón merece el perdón.

Pero estructura aparte, y por no alargar demasiado esta crítica, decir que si bien la historia es casi convencional, es en cada secuencia donde se encuentra la grandeza de la película. Todas y cada una están mimadas hasta la extenuación. Todas y cada una de ellas tiene una función. Nada es gratuito, ya sea por practicidad, o por estética. Los referentes son claros, destacando por encima de todos, Hitchcock (como no) que aparece en forma de cartel en un cine con “Sospecha”. Y es que ella sería una perfecta Ingrid Bergman (incluso el vestuario la imita), y él... bueno el no tiene mucho que ver con Cary Grant, la verdad, sino con el mencionado Bogard de Casablanca (aunque aquel resultaba al final más blando).

Por destacar alguna secuencia suelta, la antes mencionada del asesinato por lo impactante y porque para llevarlo a cabo, todo el grupo tiene que participar, manchándose así las manos de sangre y pasando a la madurez. La de la perdida de la virginidad por parte de Wei casi infantilmente, porque el destino está marcado, y ella lo acepta en todo momento. Las de las mujeres en reunión, donde se arreglan las pequeñas cosas que luego serán determinantes. La del baile-canción tradicional, que Tang le dedica a Tony en una de las pocas escenas cálidas de la película, en la que ella muestra sus sentimientos y nos da a entender que acepta su papel de geisha con absoluta sumisión y placer. Por supuesto la de la violación, y todas las posteriores de cama. Muchas, y también evolucionando con toda la belleza estética de las posturas, hasta simbolizar la total comunión entre los personajes... y como no, aquella en la que Wang Leehom confiesa su amor por Tang, pero esta le rechaza por ser demasiado tarde.

Los premios reconocieron el esfuerzo de Ang Lee, pero lo que realmente marca la película es el debate de cuales son las motivaciones de nuestra protagonista para hacer lo que hace. El anillo del desenlace es la prueba definitiva de amor, y la prueba merece un momento de flaqueza... ¿O realmente ella está tan enamorada, que a pesar de saber las consecuencias de su acción, decide cambiar su destino por el de él y pagar el precio?

Víctor Gualda.

martes, 15 de abril de 2008

REC

Lo primero que se me ocurre después de ver la película, es felicitar sinceramente a sus directores. Especialmente a Paco Plaza, al que conozco hace años, desde sus comienzos con su primer corto “abuelitos”, cuando aun estudiaba en la escuela de cine. Él y Jaume Balagueró han seguido trayectorias paralelas dentro del mundo del género de terror, y no es la primera vez que colaboran juntos. Ya lo hicieron en la película documental sobre OT (para que se vea que son fieles al género). Pero lapsos aparte, tengo que reconocer que la película es magistral.

Habrá quien les achaque que han utilizado lugares comunes en el cine de terror. Que lo que cuentan ya lo habíamos visto en otras pelis. Los últimos referentes “28 días después” y secuela, y “El proyecto de la bruja de Blair”. Es cierto. La semilla germinal (como diría Highsmith) es la misma que mueve ambas películas por separado. Pero como el mismo Coppola reconoce, el talento está en saber aprovechar las cosas buenas que hacen otros, y mejorarlas (Shakespeare por ejemplo era otro magnifico “readaptador”). Eso es exactamente lo que hacen nuestra pareja de directores. Y lo hacen con tal acierto, que la película te engancha sutilmente en las imágenes iniciales y no te suelta hasta el último plano.

Podríamos decir que han dividido la película en dos partes. Por un lado la parte introductoria en la que conocemos a nuestra protagonista, Manuela Velasco, el trabajo de reportera que realiza (Manuela trabajaba como reportera real), y a su compañero cámara, que actúa como punto de vista del espectador a lo largo de todo el metraje. Primer acierto de la película, porque al espectador no le costará nada identificarse con los protagonistas. A fin de cuentas, la reportera está dirigiéndose directamente a nosotros. Pero vayamos poco a poco. Como decía, en este primer tramo de película conocemos a nuestros protagonistas, en que consiste su trabajo, se plantea lo que será la trama. Una noche en la vida de un parque de bomberos. Luego pasaremos a la segunda parte. El edificio en el que tienen que atender la llamada de auxilio de los vecinos alarmados, que han llamado asustados por los gritos de una vecina. Aquí comienza realmente la película. Y lo hace con contundencia. No se anda por las ramas. El argumento, es sólo una excusa para llevarnos a un estado psicológico. Porque esta es una película que no se sostiene sobre la trama sino sobre las emociones (mejor dicho sensaciones) Los bomberos, un par de policías y los reporteros se quedan atrapados dentro del edificio sin saber bien por qué, lo que paralelamente desconcierta al espectador. Un cordón policial les impide huir. La señora que gritaba reserva una desagradable sorpresa con la que ninguno contaba, y nos encontramos de frente con el primer “susto” del metraje, de forma documental, realista y nada forzada. Como algo natural y extraño al mismo tiempo que sucede ante nuestros ojos. No quiero desvelar nada del argumento, pero el espectador sabe inconscientemente que la cosa no puede acabar bien.

Los directores introducen un giro dramático externo para explicar al despistado espectador lo que está sucediendo. A fin de cuenta la credibilidad está en juego. No es más que una excusa para que entremos de cabeza en la espiral. Ahora hay una razón, y la promesa de que la cosa no va a quedar ahí. Los directores meten además otro elemento desestabilizador. La niña enferma cobra un protagonismo inesperado, en una secuencia tan espeluznante como sorpresiva. Casi inmediatamente otra fantástica secuencia en la que el cámara nos introduce como voyeurs en una habitación a través de un ventanuco en un altillo. Desde allí, la cámara va narrando a la reportera y al espectador lo que sucede en una habitación, en la que se ha encerrado el médico traído del exterior y los afectados por la extraña enfermedad. La cadena se desestabiliza. Sólo puedo decir que este nuevo punto de vista, y la sensación que genera me parecen sencillamente genial. A partir de la secuencia de la niña entendemos que es una lucha por la supervivencia de un grupo de encerrados. Las alternativas se acaban, y el grupo se va diezmando minuto a minuto. Hasta la secuencia final en el ático del edificio.

Tal vez esta última secuencia sea la que menos me interesa de la película. Aquella en la que los reporteros descubren el origen del mal. Aquella que trata de darle un peso teórico a toda la película. Me parece innecesario (aunque a nivel de guión tiene sentido para aumentar la tensión y dar un respiro antes de la secuencia final). Para mi la película no lo necesitaba. A estas alturas, al espectador le da igual el origen, cómo se propaga el virus, todo el imaginario religioso, o la grabación explicativa. Pero inteligentemente, los directores no se quedan ahí. Llevan la cosa al extremo. Una panorámica circular de casi 360 grados aportan la tensión y suspense al esperado susto. La rotura de la lámpara de la cámara, anuncia una nueva modalidad de imagen, y con ella la tensión se centra en lo que prácticamente no se ve, sólo se intuye, centralizando el miedo en los personajes y en lo que pueda aparecer en la oscuridad. De ahí hasta ese final abierto en el que se intuye la posibilidad de una segunda parte en vista de lo bien que ha funcionado la primera en taquilla, y la consabida venta de la historia a los americanos...

Y es que esta película tiene detalles que le dan una credibilidad fuera de lo común dentro del género. La inmediatez de que todo se desarrolla a tiempo real, la utilización de largos y densos planos secuencias, la utilización continua del sonido pero sin recurrir a la música externa como recurso que incremente el miedo, el desarrollo en el espacio delimitado del edificio, consiguiendo la sensación claustrofóbica de encierro, y por supuesto, el extraordinario trabajo de imagen, me refiero a la fotografía, la iluminación, o tal vez la falta de ella, además de esa cámara en constante movimiento que le da el toque de realismo y aumenta la tensión. Sin olvidar el impecable trabajo de maquillaje para los momentos más gore de los infectados. El ritmo es magnífico, y los directores no se olvidan de respetar los tempos entre secuencias de acción, para que el espectador coja el aire justo antes de meterlos de cabeza en cada tramo de tensión (en este punto, decir que Luiso Berdejo, coguionista, y David Gallart, montador, también pusieron su granito de arena). Para terminar, añadir que la película tuvo un presupuesto muy limitado (por mucho que se inflen las cifras oficiales para que la película salga gratis), y que el rodaje se completo en veinte días. Todo un record para una película de las características de esta. En definitiva, no me voy a cortar en decir que la película me parece una obra maestra del género.


Víctor Gualda.

viernes, 11 de abril de 2008

THIS IS ENGLAND

Ya los créditos de la película nos sitúan temporalmente en la era Thatcher, y más concretamente en el momento de la invasión por parte de los británicos de las Malvinas. El reggae suena de fondo, e inmediatamente el director nos presenta al chaval que será nuestro protagonista. Un niño de unos doce años bajito que sirve de blanco de burlas por su estatura o por sus pantalones de campana. Shaund, lejos de dejarse intimidar se revuelve contra todo y contra todos y siempre está metido en problemas. Un día a la vuelta de casa, un grupo de skins algo mayores que él, capitaneados por un tal Woody, le incluyen en su grupo. Es a partir de ese momento cuando nuestro protagonista se siente parte de algo.

Lo primero que hay que mencionar, es que el director nos presenta a los personajes de una forma muy especial. Está claro que la clase social, y las circunstancias que rodean al personaje principal, y un poco a todos, influyen directamente en su personalidad. Shaund es huérfano. Su padre ha muerto en la guerra de las Malvinas, y a su madre le cuesta controlarle. Siempre está metido en problemas, y no tiene un punto de referencia claro. Este, se lo aporta el líder de una banda de Skins del que hablaba anteriormente, Woody. En este punto, hay que decir que el director ha tratado de reflejar los skins originales (de manera un tanto arbitraria y positiva), aquellos que partieron en los sesenta con muchos puntos en común con los mods, pero diferenciándose en la estética. Las cabezas rapadas, las Dc Martens, las bombers, los tirantes, pero sin el ideario nacional socialista como carga a las espaldas. De forma que en la pandilla, Milki forma parte perfectamente integrada del grupo siendo negro. Pero los sesenta pasaron, y en los ochenta es cuando se empieza a gestar el trasfondo político de los skins que conocemos.

La situación social y sobre todo económica que vivió Inglaterra durante el gobierno de Thatcher, conflictos sociales, altas tasas de paro sobre todo rural, propició la formación de grupos organizados en “tribus”. Los jóvenes necesitaban identificarse con algo. Muchos de ellos provenían de barrios obreros, de familias con difícil situación económica que no creían en nada. Por ello se entiende a la perfección que Shaund se sienta integrado inmediatamente en el grupo. Que tenga sus primeras experiencias “sexuales” y que rápidamente adopte el “look” de los cabezas rapadas. Una secuencia mezcla de tensión y comedia con la madre del chaval, le da la confirmación de que es parte consentida por ambos lados en el grupo. También sus primeras experiencias para descargar la frustración contenida en una secuencia de violencia de grupo. Pero con la particularidad de que no es contra personas, sino contra objetos. Contra casas abandonadas que destrozan.

Pero el director no pierde el tiempo, y rápidamente introduce un elemento desestabilizador en el grupo, por medio de un nuevo personaje. Combo, que acaba de salir de la cárcel. Combo está radicalizado y tiene ideas claras sobre quienes son los verdaderos culpables de sus problemas. Combo es además otro líder carismático que arenga a todos con sus discursos radicales. Pero no puede haber dos gallos en el mismo gallinero, y en una secuencia cargada de tensión, escupe al suelo y crea una línea (real e imaginaria) para ver quienes están de su parte. Shaund, nuestro protagonista, es demasiado joven para tener ideas propias, y cruza la línea que le llevara al extremo más radical.
Una reunión presidida por un trajeado, parte burguesa interesada en la existencia de estos grupos violentos, que les manipula con un ideario completamente racista y xenófobo. Los pakis (pakistanies) son los culpables del paro, van a Inglaterra a quitarle el trabajo a los ingleses... y todo ese discurso que no ha cambiado desde los ochenta, y que probablemente vuelva a salir a flote con la crisis económica. Actos vandálicos, pintadas, venganza (más bien revanchismo) son las consecuencias.

Pero todo el odio esconde motivos más cercanos, o mejor dicho encuentra una forma de canalización más próxima. Combo está enamorado de Lol, la novia de Woody, líder del grupo de las chicas. Y cuando Combo le confiesa sus sentimientos, ella le rechaza sin miramientos. Todo el odio y rencor contenido es entonces canalizado contra Milky en una secuencia que mantiene la tensión hasta el último segundo. Esto abre los ojos de nuestro protagonista Shaund, dando paso a su madurez. La madurez del director Shane Meadows, guionista y director de la cinta, que ha utilizado al chaval como alter ego de si mismo, y de cómo vivió en los ochenta aquellos acontecimientos. En este punto, resaltar que el joven protagonista, igual que él, era un inadaptado con problemas de aprendizaje, que precisamente por eso (por identificación) fue elegido como protagonista de la película.

Tengo que reconocer que el director es capaz de embaucar al espectador muy hábilmente para que tome partido (igual que lo toma él). Me refiero, que la presentación de los personajes es arbitraria y busca que entendamos y nos identifiquemos con ellos de manera descarada, para luego cuando aparezca “el malo” suframos por nuestro protagonista y sepamos de que lado tenemos que estar llegado el momento. De esta forma, el director nos manipula, para darnos a entender que hubo “skins buenos” que simplemente fueron inadaptados y “skins malos” que tenían/ tienen ideales fascistas. De cualquier forma, “This is England” a Meadows le ha valido el espaldarazo definitivo, llevándose un montón de premios con la película. Su buen pulso en la dirección, utilizando una planificación muy ligera que pasa desapercibida (excepto en alguna ocasión estética) y la fantástica interpretación de actores, hacen de esta pequeña película un posible referente de los movimientos de bandas en Inglaterra, siguiéndole los pasos a la que marco una generación. “Quadrofenia”. Claro referente (incluso el cartel tiene cierto parecido) Aunque si algo he echado de menos para alcanzar a su precedente es la escasez de referencias musicales en la banda sonora.

Víctor Gualda.

martes, 8 de abril de 2008

SUPERSALIDOS

“Supersalidos” resulta ser junto a “Matrimonio Compulsivo” una de las comedias americanas de la temporada. Pero si aquella estaba dirigida por los hermanos Farrelly e interpretada por Ben Stiller, con lo cual estaba llamada a funcionar... al menos a priori. “Supersalidos”, que tal vez debiera pasar como una película únicamente para adolescentes, ha trascendido y se ha convertido en un referente. Su acierto puede que no sea otro que el de producciones anteriores que reflejaban como evoluciona el mundo adolescente en los Estates. Pero básicamente lo que funciona, es que es divertida. ¿Acaso le hace falta algo más a una comedia?

El planeamiento de la película es bastante sencillo. Un par de chavales apartados del centro social del instituto, están a punto de encaminar sus vidas hacia la presunta madurez de la universidad. El problema es que cada uno ha sido admitido en una universidad diferente, con lo cual tendrán que separar sus vidas. Así el conflicto se divide en dos, por una parte el “drama” de la separación, y por otro, el motor de la película, llegar con experiencia sexual a la universidad. El final de curso se acerca, y las oportunidades se reducen. Pero ahora podrán realizar su sueño a cambio de conseguir alcohol para la fiesta de una de las chicas. Para ello, cuentan con la ayuda de un tercer colega con carné falso (en EEUU los jóvenes no pueden comprar alcohol hasta los 21) A partir de este momento las situaciones delirantes se suceden a todo ritmo. Por un lado, el chaval del carné falso, asiste a un atraco en la tienda en la que está comprando. La llegada de un par de policías (uno de ellos, coguionista de la cinta) más adolescentes que él, desencadena una especie de viaje iniciático guiado por la noche.

Por otro lado y como trama paralela, nuestra pareja cae casualmente en una fiesta de “tipos maduros”, en la que tendrán oportunidad de conseguir el alcohol que el tercer miembro de la pandilla ha sido incapaz. Las acciones paralelas se suceden, y también las situaciones disparatadas. Justo a tiempo para llegar a su fiesta y convertirse en los héroes de la misma al haber conseguido el objetivo.

A destacar de la película el desarrollo temporal. Se puede decir que toda ella sucede en un día y sobre todo, una noche. Según los propios guionistas están basadas en sus experiencias y en las de la gente que les rodeaba, pero lo cierto es que a nivel cinematográfico se puede emparentar con producciones tan dispares como “American Graffiti” (que evidentemente varia en el tono, pero no en la idea del miedo a madurar), la fallida “Jo qué noche”, en el desarrollo temporal y el surrealismo de las situaciones, aunque en esta era un solo protagonista y algo mayor. Y como no, en todas las comedias descerebradas que marcaron nuestra adolescencia como "Porky´s", “Los albóndigas en remojo” y demás. Incluso a nivel literario me atrevería a compararlo con el Max Estrella de Valle Inclán (que me perdonen los Valleinclanianos) que a lo largo de una noche recorre las calles de la Bohemia.

Otra cuestión es el trasfondo de la película, que define el tipo de adolescentes que se manejan en los Estates. La película ha dividido el protagonismo en dos estereotipos. Por una parte, el chico sensible algo tímido y parado, y por otra el gordo obsesionado con el sexo y líder carismático de la pareja. Ambos actuaran siguiendo sus roles, pero el final será complaciente para ambos, y bastante “moral”. Porque si el objetivo es conseguir el alcohol y emborracharse, se entiende con dificultad la moralina final de que hay que ser buenos chicos y tener personalidad propia para conseguir ligar. Mientras por otro lado, los policías y el tercer protagonista adolescente, se han saltado todas las leyes que se supone defienden sólo para demostrar que los polis también son divertidos. Me refiero a emborracharse mientras trabajan, abusar de la autoridad, darle un arma a un menor para que dispare, quemar su propio coche para autoencubrirse después de haber atropellado a un chaval etc... Con lo cual uno se pregunta si no será la americana una cultura hipócrita, que conoce la fachada, pero defiende el todo vale... mientras no se sepa. Por otro lado, también el tufillo machista envuelve toda la cinta. A fin de cuentas el punto de vista que domina la película es en todo momento el de los chicos, mientras las chicas son relegadas a meros objetos sexuales, objetivos a conseguir por una pandilla de reprimidos, que sólo son capaces de relacionarse bajo los efectos de las drogas o el alcohol en fiestas destinadas para ello. Probablemente de todo lo anterior, venga ese final tan moralista e hipócrita, como lo es la propia sociedad americana.

Pero dejando a un lado el análisis sociológico, vuelvo a repetir que se trata de una película divertida, que debe verse como mero entretenimiento, ya que todos hemos sido adolescentes y nos podemos sentir identificados con estos perdedores que buscan su lugar en el mundo, y para ello son capaces de todas las cafrerias posibles. Quien trate de ver la película de otro modo, se llevará una desilusión. Esta es simplemente una comedia, de esas que los modernos con animo de delimitar definirán como “nerd”, pero que en realidad no es más que otra, (y eso si) divertida comedia para adolescentes.

Víctor Gualda.

viernes, 4 de abril de 2008

PERSEPOLIS

Marjane Satrapi puede sentirse orgullosa. Si su cómic autobiográfico fue, y es un éxito en las librerías. Su película del mismo nombre y mismo contenido también lo es. Lo refrenda el pasado festival de Cannes que le dio uno de los premios gordos del festival, y a pesar de ser una película de animación, se ha convertido en el estreno en DVD más interesante de las últimas semanas.

Lo mejor es que ha sido casi absolutamente fiel a la versión en papel. La clave de su éxito está en que humaniza a los iraníes y de alguna forma nos acerca a ellos. Resulta que este país desconocido y demonizado por los medios de comunicación y por los norteamericanos tuvieron su propia revolución en el año 1979 cuando depusieron al Sha, que por su parte le había robado el poder (ayudado por los ingleses) al emperador previamente. El caso es que una revolución con tintes comunistas y laicos expulso al Sha de Irán. El problema es que el poder lo tomó la religión, o al menos los más radicales integristas. Por supuesto como cualquier religión o poder que se quiera imponer, lo primero que se ocupó fue de eliminar a los revolucionarios que habían luchado contra la tiranía del Sha. Por si acaso se volvían contra de los nuevos mandatarios. Así que al final el remedio fue aún peor que la enfermedad. El control integrista religioso se cerró tanto, que poco a poco se fue instaurando el miedo. Y cuando esto se consigue, se impide que el pueblo piense en otra cosa más que la supervivencia.

En el cómic el padre de Satrapi utiliza una frase que he echado en falta en la película. En una de las viñetas afirma “... mientras haya petróleo en Oriente Medio, no conoceremos la paz”. Satrapi muestra a la perfección el deterioro interno del país, que encima tuvo que enfrentarse a Irak en una guerra que les castigo tanto externa como internamente. Este es el gran acierto de Majane. Contrapone su crecimiento como mujer en un país integrista, sus inquietudes, su educación, con la situación socio política represiva que vivió y vive su país. Y es que la iraní nos refresca la memoria de una situación, sino peor al menos parecida. Para que no nos olvidemos que no hace tanto tuvimos una fuerte dictadura forjada en el miedo. Y como Satrapi explica en un pasaje de su película y comic (en una secuencia magistral de crítica a la hipocresía) también aquí los fascistas que levantaban el brazo para saludar, se apuntaron a ser luego los más demócratas

Pero volviendo a la película, como decía, Marjane nos cuenta la situación de su país al tiempo que nos muestra sus hazañas desde la infancia a la adolescencia. Sus padres deciden que lo mejor es que emigre y se vaya a estudiar a Viena. Por contraposición vemos la diferencia cultural. La falta de comprensión por parte de unos estudiantes, “contestatarios de salón” que se reúnen allí y critican todo desde sus posiciones acomodadas. También nos presenta sus historias de amor y desamor y sus problemas para acabar viviendo en la calle hasta su vuelta a Irán. País en el que de nuevo por contraste vemos lo cara que resulta la libertad y lo agradecidos que deberíamos estar por el privilegio de disfrutarla. Es entonces cuando Marjane vuelve a dar giros en su vida que formaran su futura personalidad. La entrada en la escuela de bellas artes, que en la película pasa de puntillas y con menos detalle que en el cómic. Su boda y su divorcio etc, hasta llegar al momento en el que vuelve a Europa, en concreto a Paris.

Lo mejor de la película es que su público es mucho mayor que el del cómic y probablemente acerque a muchos curiosos al formato de papel y tinta que como digo es más detallado que el que permite la hora y media de “celuloide”. Además para los no iniciados que no hayan tenido la oportunidad de ver ninguna imagen, les advierto que el formato de animación está muy, pero que muy alejado del tradicional americano tipo Disney. Y es que esta no es una película de princesas, sino una película “educativa” que nos acerca un poco más a una realidad y cultura muy alejada de la nuestra.

Sólo añadir que el merito de la versión cinematográfica esta repartido entre Satrapi y Vincent Paronnaud que codirige y coguioniza la cinta (imagino que para darle una estructura más cinematográfica) Lo que si me gustaría hacer, es terminar con la dedicatoria que la dibujante-directora lo hace. Me parece la mejor y más original posible. En vez de utilizar la tinta para poner una inscripción al final sobre el negro en el que se cierra la pantalla. Lo hace con un privilegio de este formato. El sonido. La voz de Chiara Mastroiani en el papel de Marjane repite la pregunta a su abuela de por qué huele siempre tan bien. Entonces nos retrotrae a la secuencia en la que nos lo explicaba y nos parece oler los pélalos de jazmín que la abuela se guardaba en el sujetador mientras las flores caen ocupando toda la pantalla.

Víctor Gualda.

martes, 1 de abril de 2008

MEDIA LUNA

Es difícil encontrar una película con una carga simbólica tan descarada desde hace años. Bahman Ghobadi, guionista, director y productor de la cinta (ya le conocíamos de la fantástica y multipremiada “Las tortugas también vuelan”) no deja a lo largo de todo el metraje de anticipar el destino de nuestro personaje principal. Mamo es un compositor kurdo de reconocido prestigio en Irak, que inicia una especie de viaje iniciático hacia su destino, o mejor dicho de descenso a los infiernos. La meta; el concierto que se celebrará después de la caída de Sadam Huseim. Conocida es la represión que el dictador ejerció sobre los kurdos durante su dictadura. Es entonces cuando comienza esta “road movie” que llevará a nuestro protagonista acompañado por sus hijos músicos desde su exilio en Irán hasta Irak (su destino como elemento físico del símbolo).

El introductor de la trama será Kako que se encargará a través de la comedia del desplazamiento en autobús de todo el grupo. Pero antes, la presentación mezcla de simbolismo, sueño y realidad en la que Mamo, se ha cavado su propia tumba, y desde cuyo interior puede ver media luna en el firmamento (anticipación simbólica). Será después cuando parta hacia su destino. La muerte, que plano a plano se va convirtiendo en el tema de la película.

Lo primero que llama la atención al desacostumbrado espectador occidental es, el tono de la película, que huye del dramatismo fácil. Desde la adquisición del autobús por parte de Kako, hasta el hijo “empresario” que se ocupa en su taller de construir instrumentos tradicionales (los obreros son niños) y trata de huir de sus obligaciones paterno filiales. También, la curiosa mezcla de tradición y tecnología a través de la incorporación de teléfonos móviles en la vida cotidiana de los habitantes de pueblos perdidos en las montañas, enfrentado en contraposición con el peso de la tradición, que impide a una hija incorporarse al grupo por su condición de mujer, a cambio de cumplir sus obligaciones en el cuidado de huérfanos a los que da clases.

El siguiente paso será recoger por el camino a una cantante que interprete la música del viejo compositor. Para ello, asistimos a la llegada al pueblo de las 1334 mujeres, cantantes exiliadas, que forman por comparación inevitable un coro de tragedia griega para recoger a la cantante, única que va vestida de negro por cierto. Una vez incorporada, Mamo debe seguir su viaje para encontrarse con su destino. Un hijo que ejerce las veces de oráculo de la tragedia, le advierte a él y al espectador que no deben continuar el viaje. Un control policial cargado de tensión dramática nos mantiene en suspenso, porque para llevar mujeres hay que disponer de un permiso especial. Un policía nos tranquiliza con la excusa de que también él es Kurdo y les ayudará. Pero el giro en el guión se produce cuando el control se repite. Pronto descubrimos que “el poder” mal entendido funciona igual en todas partes, y la situación hace perder las esperanzas a todos menos a Mamo, que ya ha aceptado su destino y sabe que no puede retroceder ni huir de él. La mediación del conductor hace que acaben en el funeral de un músico amigo, pero durante el entierro una “voz celestial” hace resucitar al muerto por unos segundos.

Los sueños de Mamo se hacen realidad cuando esa mujer de “voz celestial” llamada Media Luna le ofrece su ayuda. Es en este punto, cuando Mamo y por ende el espectador entienden que el músico ha alcanzado su destino. Pero Mamo tiene una última petición, llegar al concierto con su música vivo o muerto. Los símbolos se suceden atropelladamente, pero el director no es occidental y no está dispuesto a hacer concesiones en la trama. En un guión convencional, el espectador hubiese gozado de una secuencia gloriosa para que el desenlace hubiese engrandecido los acontecimientos. No en esta producción. Sabemos, o queremos saber que las partituras que el músico lleva bajo el gabán alcanzarán su objetivo por una imagen (simbólica, como no) que así nos lo refieren, pero lo cierto es que la bella muerte (Media Luna) no es una amiga piadosa, o al menos no puede serlo y la película se cierra de forma poco amable. De ser héroe, el director y guionista nos ha arrebatado la esperanza de creer que el esfuerzo ha merecido la pena.

Una película en definitiva muy lorquiana, que en algún momento me recordó a otras de diferentes latitudes, pero que tiene su propio lugar, y que desde luego se merece los premios que ganó en San Sebastián. Que tiene el merito adicional indudable de su realización, porque estoy convencido de que no se trató de una producción fácil, ya que probablemente tuvo que pasar una odisea paralela a la del personaje de Mamo, pero con la diferencia de que la cinta y su director han llegado a su destino ilesos, y abre la puerta a que poco a poco haya una mayor distribución de películas de estas características. Porque las películas más interesantes siempre son aquellas que tienen algo que contar. Y “Media Luna” nos acerca un poco a situaciones muy alejadas de las nuestras, pero cuyas raíces inevitablemente son las mismas. Y es que el arte de contar historias no conoce fronteras ni entiende de tiranos, razas o geografías.

Víctor Gualda.