Tiene mucho que ver esta película con “La mejor juventud” y su segunda parte “Los años soñados”. Tal vez sea porque todas ellas comparten guionistas. Sandro Petraglia y Stefano Rulli, o sencillamente porque el planteamiento es el mismo. Un repaso amable de un momento histórico de Italia. En este caso a través de los ojos de dos hermanos y sus circunstancias personales. El formato es también en esta ocasión puramente televisivo. Pero la adaptación de la novela “Il fasciocomunista”, está acomodada en esta ocasión a la hora y media de un largometraje cinematográfico, y no a una serie de televisión.
La película de Danielle Luchetti (director y coguionista) está narrada a través de los ojos de Accio, un niño contestatario que estudia en un seminario, y que cuando le echan por “pecadillos veniales”, se pone a trabajar para un fascista vendedor de toallas obsesionado con Mussolini. Por el contrario, su hermano mayor Manrico es miembro activo en el bando contrario, el de los comunistas. Accio, con una imperiosa necesidad de llamar la atención (Tema 1 competencia), llega a la adolescencia dejándose influenciar por el canto de sirena del fascismo y de su organización. Los enfrentamientos con el bando de su hermano son constantes, al menos hasta el día que conoce a Francesca, la novia de Manrico (tema 2, el amor). Esta situación, y otras de enfrentamiento con sus propios compañeros, le llevan a entender que el fascismo es una ideología jerarquizada e inflexible y que no admite más cuestionamiento que el de seguir a pies juntillas las órdenes de una cúpula que no se compromete en las “acciones” que emprende. La gota que colma el vaso, y punto de inflexión del personaje sucede cuando se entera por su propio hermano que sus “amigos” los fascistas van a quemar el coche de Manrico. Un enfrentamiento con su antiguo mentor, le hace comprender que no puede seguir formando parte de un movimiento que no respeta al individuo”.
Se nota que el director toma partido en este punto. El personaje es llevado a una serie de situaciones que le hacen cuestionarse a si mismo y a la organización que pertenece (tema 3 la concienciación política), para entrar a formar parte de una mucho más flexible, en la que no existe jerarquía alguna, y en la que su voz vale tanto como la de cualquier otro miembro del partido. En definitiva, en la que el individuo es una pieza clave de la estructura. Pero el director no quiere olvidar que el personaje está en un momento de crecimiento personal, y a través de una serie de subtramas muy bien trenzadas abre la película hacia otras situaciones. Como en la vida misma, las subtramas se suceden. El amor platónico por la novia de su hermano. La ruina y deterioro de la casa en la que vive con sus padres, junto a la promesa, que nunca llega, de la administración de conseguirles una nueva. El inicio de una relación con la mujer de su ex amigo y mentor, son circunstancias que hacen que nuestro protagonista vaya creciendo y pasando a la vida adulta. El director nos conduce brillantemente entonces a una situación límite, perfecto punto de inflexión en la trama, que obliga a nuestro protagonista a huir de su pueblo natal, Latina.
Este periodo de reflexión, hace que nuestro protagonista tenga tiempo para pensar, madurar (tema 4 la evolución del individuo), y volver. Muchas cosas han cambiado. De manera que si antes la trama había tenido una continuidad temporal lógica, ahora las elipsis temporales se suceden de manera un tanto precipitada para llevarnos a la secuencia determinante de la película. No la desentrañare, pero algo sucede que cambia para siempre a Accio después del último reencuentro con su hermano. Es este el clímax del metraje. Pero la evolución del hermano como radical, que se nos sugiere, pero no presenta, (por estar el punto de vista principal con Accio) acaba mal (tal vez el director toma un partido demasiado moral). Pero Luchetti no quiere-puede dejar al espectador machacado. A fin de cuentas el hermano mayor ha sido un tipo simpático con el que a la mayor parte de los espectadores, inoperantes e inamovibles en el sillón de sus casas les gustaría identificarse. Eso si, a nivel ético-moral probablemente todos lo espectadores justifiquen la desgracia ajena, y la propia falta de compromiso. Pero Luchetti nos reserva un final positivo, como no podría ser de otra forma, de la mano de nuestro protagonista. (punto de inflexión de todos los temas)
Un amable desenlace recoge el ideario socialista bienentendido, que convierte en “héroe” a nuestro ahora hombre, y que nos reconcilia con nosotros mismos. Lastima, que el planteamiento no deje de ser una utopía irrealizable. Porque la misma situación en nuestro país, hubiese probablemente puesto al espectador manipulable por los medios de comunicación, e individualista a favor de la administración (como ente estructurado y organizado) y en contra del individuo (y eso sabiendo que el articulo 47 de nuestra propia Constitución nos debería defender) Por eso es necesario que la “ocupación” se produzca con el acuerdo del las masas, y así lo ha entendido Accio. Porque individualmente sería absolutamente irrealizable... aunque no por ello menos justo. Pero desgraciadamente hace ya más de un siglo que sabemos que el cine es una mentira que produce sentimientos que se desvanecen al salir de la sala oscura.
Es esta en definitiva una película entretenida, con un tono realista y “blanco” que la acerca a la televisión, y por lo tanto a un mayor número de espectadores, que se irán con la sensación que han visto un buen capítulo de la versión italiana de “Cuéntame”, y que le valió a la película cinco premios de la academia italiana, además de la selección en Cannes (tal vez porque hay producción francesa en la película, y las ideas no por bienintencionadas dejan de ser negocio). No es “Mi hermano es hijo único” una de esas “imprescindibles” que tratan lo divino y lo humano. Probablemente y paradójicamente por su falta de compromiso “real” al resultar tan televisiva, pero desde luego su falta de pretenciosidad, garantizan un buen rato, para disfrutar del fantástico trabajo de los actores.
Víctor Gualda.
La película de Danielle Luchetti (director y coguionista) está narrada a través de los ojos de Accio, un niño contestatario que estudia en un seminario, y que cuando le echan por “pecadillos veniales”, se pone a trabajar para un fascista vendedor de toallas obsesionado con Mussolini. Por el contrario, su hermano mayor Manrico es miembro activo en el bando contrario, el de los comunistas. Accio, con una imperiosa necesidad de llamar la atención (Tema 1 competencia), llega a la adolescencia dejándose influenciar por el canto de sirena del fascismo y de su organización. Los enfrentamientos con el bando de su hermano son constantes, al menos hasta el día que conoce a Francesca, la novia de Manrico (tema 2, el amor). Esta situación, y otras de enfrentamiento con sus propios compañeros, le llevan a entender que el fascismo es una ideología jerarquizada e inflexible y que no admite más cuestionamiento que el de seguir a pies juntillas las órdenes de una cúpula que no se compromete en las “acciones” que emprende. La gota que colma el vaso, y punto de inflexión del personaje sucede cuando se entera por su propio hermano que sus “amigos” los fascistas van a quemar el coche de Manrico. Un enfrentamiento con su antiguo mentor, le hace comprender que no puede seguir formando parte de un movimiento que no respeta al individuo”.
Se nota que el director toma partido en este punto. El personaje es llevado a una serie de situaciones que le hacen cuestionarse a si mismo y a la organización que pertenece (tema 3 la concienciación política), para entrar a formar parte de una mucho más flexible, en la que no existe jerarquía alguna, y en la que su voz vale tanto como la de cualquier otro miembro del partido. En definitiva, en la que el individuo es una pieza clave de la estructura. Pero el director no quiere olvidar que el personaje está en un momento de crecimiento personal, y a través de una serie de subtramas muy bien trenzadas abre la película hacia otras situaciones. Como en la vida misma, las subtramas se suceden. El amor platónico por la novia de su hermano. La ruina y deterioro de la casa en la que vive con sus padres, junto a la promesa, que nunca llega, de la administración de conseguirles una nueva. El inicio de una relación con la mujer de su ex amigo y mentor, son circunstancias que hacen que nuestro protagonista vaya creciendo y pasando a la vida adulta. El director nos conduce brillantemente entonces a una situación límite, perfecto punto de inflexión en la trama, que obliga a nuestro protagonista a huir de su pueblo natal, Latina.
Este periodo de reflexión, hace que nuestro protagonista tenga tiempo para pensar, madurar (tema 4 la evolución del individuo), y volver. Muchas cosas han cambiado. De manera que si antes la trama había tenido una continuidad temporal lógica, ahora las elipsis temporales se suceden de manera un tanto precipitada para llevarnos a la secuencia determinante de la película. No la desentrañare, pero algo sucede que cambia para siempre a Accio después del último reencuentro con su hermano. Es este el clímax del metraje. Pero la evolución del hermano como radical, que se nos sugiere, pero no presenta, (por estar el punto de vista principal con Accio) acaba mal (tal vez el director toma un partido demasiado moral). Pero Luchetti no quiere-puede dejar al espectador machacado. A fin de cuentas el hermano mayor ha sido un tipo simpático con el que a la mayor parte de los espectadores, inoperantes e inamovibles en el sillón de sus casas les gustaría identificarse. Eso si, a nivel ético-moral probablemente todos lo espectadores justifiquen la desgracia ajena, y la propia falta de compromiso. Pero Luchetti nos reserva un final positivo, como no podría ser de otra forma, de la mano de nuestro protagonista. (punto de inflexión de todos los temas)
Un amable desenlace recoge el ideario socialista bienentendido, que convierte en “héroe” a nuestro ahora hombre, y que nos reconcilia con nosotros mismos. Lastima, que el planteamiento no deje de ser una utopía irrealizable. Porque la misma situación en nuestro país, hubiese probablemente puesto al espectador manipulable por los medios de comunicación, e individualista a favor de la administración (como ente estructurado y organizado) y en contra del individuo (y eso sabiendo que el articulo 47 de nuestra propia Constitución nos debería defender) Por eso es necesario que la “ocupación” se produzca con el acuerdo del las masas, y así lo ha entendido Accio. Porque individualmente sería absolutamente irrealizable... aunque no por ello menos justo. Pero desgraciadamente hace ya más de un siglo que sabemos que el cine es una mentira que produce sentimientos que se desvanecen al salir de la sala oscura.
Es esta en definitiva una película entretenida, con un tono realista y “blanco” que la acerca a la televisión, y por lo tanto a un mayor número de espectadores, que se irán con la sensación que han visto un buen capítulo de la versión italiana de “Cuéntame”, y que le valió a la película cinco premios de la academia italiana, además de la selección en Cannes (tal vez porque hay producción francesa en la película, y las ideas no por bienintencionadas dejan de ser negocio). No es “Mi hermano es hijo único” una de esas “imprescindibles” que tratan lo divino y lo humano. Probablemente y paradójicamente por su falta de compromiso “real” al resultar tan televisiva, pero desde luego su falta de pretenciosidad, garantizan un buen rato, para disfrutar del fantástico trabajo de los actores.
Víctor Gualda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario