martes, 15 de abril de 2008

REC

Lo primero que se me ocurre después de ver la película, es felicitar sinceramente a sus directores. Especialmente a Paco Plaza, al que conozco hace años, desde sus comienzos con su primer corto “abuelitos”, cuando aun estudiaba en la escuela de cine. Él y Jaume Balagueró han seguido trayectorias paralelas dentro del mundo del género de terror, y no es la primera vez que colaboran juntos. Ya lo hicieron en la película documental sobre OT (para que se vea que son fieles al género). Pero lapsos aparte, tengo que reconocer que la película es magistral.

Habrá quien les achaque que han utilizado lugares comunes en el cine de terror. Que lo que cuentan ya lo habíamos visto en otras pelis. Los últimos referentes “28 días después” y secuela, y “El proyecto de la bruja de Blair”. Es cierto. La semilla germinal (como diría Highsmith) es la misma que mueve ambas películas por separado. Pero como el mismo Coppola reconoce, el talento está en saber aprovechar las cosas buenas que hacen otros, y mejorarlas (Shakespeare por ejemplo era otro magnifico “readaptador”). Eso es exactamente lo que hacen nuestra pareja de directores. Y lo hacen con tal acierto, que la película te engancha sutilmente en las imágenes iniciales y no te suelta hasta el último plano.

Podríamos decir que han dividido la película en dos partes. Por un lado la parte introductoria en la que conocemos a nuestra protagonista, Manuela Velasco, el trabajo de reportera que realiza (Manuela trabajaba como reportera real), y a su compañero cámara, que actúa como punto de vista del espectador a lo largo de todo el metraje. Primer acierto de la película, porque al espectador no le costará nada identificarse con los protagonistas. A fin de cuentas, la reportera está dirigiéndose directamente a nosotros. Pero vayamos poco a poco. Como decía, en este primer tramo de película conocemos a nuestros protagonistas, en que consiste su trabajo, se plantea lo que será la trama. Una noche en la vida de un parque de bomberos. Luego pasaremos a la segunda parte. El edificio en el que tienen que atender la llamada de auxilio de los vecinos alarmados, que han llamado asustados por los gritos de una vecina. Aquí comienza realmente la película. Y lo hace con contundencia. No se anda por las ramas. El argumento, es sólo una excusa para llevarnos a un estado psicológico. Porque esta es una película que no se sostiene sobre la trama sino sobre las emociones (mejor dicho sensaciones) Los bomberos, un par de policías y los reporteros se quedan atrapados dentro del edificio sin saber bien por qué, lo que paralelamente desconcierta al espectador. Un cordón policial les impide huir. La señora que gritaba reserva una desagradable sorpresa con la que ninguno contaba, y nos encontramos de frente con el primer “susto” del metraje, de forma documental, realista y nada forzada. Como algo natural y extraño al mismo tiempo que sucede ante nuestros ojos. No quiero desvelar nada del argumento, pero el espectador sabe inconscientemente que la cosa no puede acabar bien.

Los directores introducen un giro dramático externo para explicar al despistado espectador lo que está sucediendo. A fin de cuenta la credibilidad está en juego. No es más que una excusa para que entremos de cabeza en la espiral. Ahora hay una razón, y la promesa de que la cosa no va a quedar ahí. Los directores meten además otro elemento desestabilizador. La niña enferma cobra un protagonismo inesperado, en una secuencia tan espeluznante como sorpresiva. Casi inmediatamente otra fantástica secuencia en la que el cámara nos introduce como voyeurs en una habitación a través de un ventanuco en un altillo. Desde allí, la cámara va narrando a la reportera y al espectador lo que sucede en una habitación, en la que se ha encerrado el médico traído del exterior y los afectados por la extraña enfermedad. La cadena se desestabiliza. Sólo puedo decir que este nuevo punto de vista, y la sensación que genera me parecen sencillamente genial. A partir de la secuencia de la niña entendemos que es una lucha por la supervivencia de un grupo de encerrados. Las alternativas se acaban, y el grupo se va diezmando minuto a minuto. Hasta la secuencia final en el ático del edificio.

Tal vez esta última secuencia sea la que menos me interesa de la película. Aquella en la que los reporteros descubren el origen del mal. Aquella que trata de darle un peso teórico a toda la película. Me parece innecesario (aunque a nivel de guión tiene sentido para aumentar la tensión y dar un respiro antes de la secuencia final). Para mi la película no lo necesitaba. A estas alturas, al espectador le da igual el origen, cómo se propaga el virus, todo el imaginario religioso, o la grabación explicativa. Pero inteligentemente, los directores no se quedan ahí. Llevan la cosa al extremo. Una panorámica circular de casi 360 grados aportan la tensión y suspense al esperado susto. La rotura de la lámpara de la cámara, anuncia una nueva modalidad de imagen, y con ella la tensión se centra en lo que prácticamente no se ve, sólo se intuye, centralizando el miedo en los personajes y en lo que pueda aparecer en la oscuridad. De ahí hasta ese final abierto en el que se intuye la posibilidad de una segunda parte en vista de lo bien que ha funcionado la primera en taquilla, y la consabida venta de la historia a los americanos...

Y es que esta película tiene detalles que le dan una credibilidad fuera de lo común dentro del género. La inmediatez de que todo se desarrolla a tiempo real, la utilización de largos y densos planos secuencias, la utilización continua del sonido pero sin recurrir a la música externa como recurso que incremente el miedo, el desarrollo en el espacio delimitado del edificio, consiguiendo la sensación claustrofóbica de encierro, y por supuesto, el extraordinario trabajo de imagen, me refiero a la fotografía, la iluminación, o tal vez la falta de ella, además de esa cámara en constante movimiento que le da el toque de realismo y aumenta la tensión. Sin olvidar el impecable trabajo de maquillaje para los momentos más gore de los infectados. El ritmo es magnífico, y los directores no se olvidan de respetar los tempos entre secuencias de acción, para que el espectador coja el aire justo antes de meterlos de cabeza en cada tramo de tensión (en este punto, decir que Luiso Berdejo, coguionista, y David Gallart, montador, también pusieron su granito de arena). Para terminar, añadir que la película tuvo un presupuesto muy limitado (por mucho que se inflen las cifras oficiales para que la película salga gratis), y que el rodaje se completo en veinte días. Todo un record para una película de las características de esta. En definitiva, no me voy a cortar en decir que la película me parece una obra maestra del género.


Víctor Gualda.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y lo mejor es que te pongan la pelicula sin que tu te enteres de que es una película, porque ese aire de documental a lo "Mi cámara y yo", sin músicas de terror añadidas, hacen que te pille completamente de sorpresa la primera escena de horror, en la que tu cabeza estaba preparada para ver un reportaje televisivo.
La vecina.

Anónimo dijo...

La secuencia del ático si bien es explicativa, tópica y que parece sacada de una recreación de Iker Jiménez, se trata de un salto cualitativo en el miedo.No sólo la mera adición de sustos(motor de gran parte del resto de la película), sino el ejemplo de lo siniestro que encierra la iconografía cristiana.Algo que no sólo saben y utilizan Plaza y Balagueró,sino el 99% de los que se dedican a ésto.
No hubiese estado mal que el reportero fuese uno del tomate.
Zero

Anónimo dijo...

No me parece que la secuencia tenga tanto peso en la película como para que de un salto hacia ninguna parte. Es sólo un recurso de estilo tipo "-eh tio, no hemos metido ninguna crucecita en toda la peli" - "Ya tronco, pues la metemos en esta secuencia y así le damos peso al argumento" -"vale tio, buena idea que sale en todas...". porqu lo que es miedo miedo, no da.