Es esta una película difícil de analizar, que admite diversas valoraciones. Por un lado, podríamos analizar la estructura dramática, y por otra la complejidad de los sentimientos de los personajes. Está claro que Ang Lee, es un director completo capaz de hacer casi cualquier libreto, y adaptarse a las circunstancias. Sea en la rígida Inglaterra, la comercial América, o la claustrofóbica China. Y es que si algo hay que destacar en esta “Deseo, Peligro” es la perfecta simbiosis entre el mejor cine oriental, y el mejor cine occidental.
En el caso de la que nos ocupa, la habitual estructura circular, nos muestra una secuencia de mitad del metraje, que nos sitúa espacio temporalmente, nos presenta a los personajes, y nos crea la incógnita de por qué una partida de Mahjong puede concentrar tanta tensión. Luego, el director nos recoloca en la línea dramática temporal tradicional, y nos muestra la historia de los personajes desde el principio. Se puede decir que en el triangulo que mueve toda la historia. Nuestra protagonista Wong Chia Chi (Tang Wei) es una estudiante que se siente atraída por un carismático alumno, Kuang Yu Min (Wang Leehom), muy concienciado con los valores patrióticos contra los japoneses. Una obra de teatro nos muestra las dotes interpretativas de nuestra protagonista, y de ahí a querer ejercer de vengadores ideológicos hay sólo un paso. El problema en este punto, al menos para mi, es que todo este arranque y primer acto están demasiado alargados. Tal vez por la necesidad de que entendamos bien las motivaciones de los personajes, tal vez para lograrnos trasmitir la evolución de estos, desde la infantilidad de las ideas, hasta el riesgo de la acción madura de una matahari que va perdiendo sus primeros intereses para centrarse en otros. Este primer acto alcanza su momento climático con un asesinato, un asesinato casual, no del objetivo marcado a priori, pero no por ello menos inquietante. Porque si algo marca todo el resto de metraje, es la lección que reciben los protagonistas en primera persona, de que matar no es fácil.
Una apresurada excusa, hace que todo el plan se vaya al garete, y nuestros principales protagonistas tengan que separarse y reiniciar su vida.
A partir de este momento, la película empieza de nuevo. Se puede decir que casi de cero, pero con los personajes ya presentados. No he hablado aun del objetivo, el colaboracionista con los japos primero, y posible ministro después, interpretado por el conocido Tony Leung, esa suerte de Humphrey Bogard de barrio, que parece que consigue ponerse el traje de cada personaje que interpreta, y darle una inusual credibilidad con una inexpresividad y frialdad, que paradójicamente le llenan de humanidad.... El caso es que nuestra Tang Wei (Wong Chia Chi de la película) reanuda su misión de seducción para el asesinato de Tony. Si en la primera parte todo era un juego a todos los niveles, el paso del tiempo ha puesto las cosas en su sitio, y ahora ya ha dejado de serlo. Las miraditas, las insinuaciones, los planes de asesinato, son cosa ahora de mayores con todas las consecuencias, y lo peor es que ya no tienen marcha atrás. Es en este punto cuando realmente empieza la película, de manera brusca, pero no por ello menos atractiva para la protagonista. La relación se va consolidando. Nuestra actriz amateur se ha convertido en profesional, y una doble motivación se instaura en ella. Tal vez también en este punto se podría haber metido la tijera, porque el metraje se alarga demasiado en algunos momentos, pero si el director no lo hizo antes, es porque tiene muy clara cual es la cadencia que debe seguir la película. El ritmo está tan marcado desde el principio, que ahora no tiene sentido cambiarlo.
Todo para que Ang Lee, nos coloque en la situación final. Esa que anunciaba al principio de la película, y que como buen director clásico, ha colocado al principio del desenlace. Ahora todo el puzzle, todo el desarrollo de la película ha quedado claro, y es hora de resolver. No desentramare el final, pero desde luego plantea dudas razonables sobre las motivaciones de Wong Chia Chi. En este momento dramático, en el que a los pies de un barranco nuestros conspiradores se miran casi de soslayo antes de hacer una revisión de todo lo que ha pasado hasta colocarles en esta posición, el director hace una concesión al personaje de Tony Leung, y cambia el punto de vista (por primera vez en toda la película) para que veamos que él también sufre en silencio. Pero que el precio de la traición, y sobre todo el del orgullo, pesan más que los sentimientos. El problema, es que el espectador no consigue identificarse con él. A fin de cuentas, hemos seguido los talones de ella todo el metraje, y esperamos que Tony entienda que ella ha obrado por ¿amor?, y por esa misma razón merece el perdón.
Pero estructura aparte, y por no alargar demasiado esta crítica, decir que si bien la historia es casi convencional, es en cada secuencia donde se encuentra la grandeza de la película. Todas y cada una están mimadas hasta la extenuación. Todas y cada una de ellas tiene una función. Nada es gratuito, ya sea por practicidad, o por estética. Los referentes son claros, destacando por encima de todos, Hitchcock (como no) que aparece en forma de cartel en un cine con “Sospecha”. Y es que ella sería una perfecta Ingrid Bergman (incluso el vestuario la imita), y él... bueno el no tiene mucho que ver con Cary Grant, la verdad, sino con el mencionado Bogard de Casablanca (aunque aquel resultaba al final más blando).
Por destacar alguna secuencia suelta, la antes mencionada del asesinato por lo impactante y porque para llevarlo a cabo, todo el grupo tiene que participar, manchándose así las manos de sangre y pasando a la madurez. La de la perdida de la virginidad por parte de Wei casi infantilmente, porque el destino está marcado, y ella lo acepta en todo momento. Las de las mujeres en reunión, donde se arreglan las pequeñas cosas que luego serán determinantes. La del baile-canción tradicional, que Tang le dedica a Tony en una de las pocas escenas cálidas de la película, en la que ella muestra sus sentimientos y nos da a entender que acepta su papel de geisha con absoluta sumisión y placer. Por supuesto la de la violación, y todas las posteriores de cama. Muchas, y también evolucionando con toda la belleza estética de las posturas, hasta simbolizar la total comunión entre los personajes... y como no, aquella en la que Wang Leehom confiesa su amor por Tang, pero esta le rechaza por ser demasiado tarde.
Los premios reconocieron el esfuerzo de Ang Lee, pero lo que realmente marca la película es el debate de cuales son las motivaciones de nuestra protagonista para hacer lo que hace. El anillo del desenlace es la prueba definitiva de amor, y la prueba merece un momento de flaqueza... ¿O realmente ella está tan enamorada, que a pesar de saber las consecuencias de su acción, decide cambiar su destino por el de él y pagar el precio?
Víctor Gualda.
En el caso de la que nos ocupa, la habitual estructura circular, nos muestra una secuencia de mitad del metraje, que nos sitúa espacio temporalmente, nos presenta a los personajes, y nos crea la incógnita de por qué una partida de Mahjong puede concentrar tanta tensión. Luego, el director nos recoloca en la línea dramática temporal tradicional, y nos muestra la historia de los personajes desde el principio. Se puede decir que en el triangulo que mueve toda la historia. Nuestra protagonista Wong Chia Chi (Tang Wei) es una estudiante que se siente atraída por un carismático alumno, Kuang Yu Min (Wang Leehom), muy concienciado con los valores patrióticos contra los japoneses. Una obra de teatro nos muestra las dotes interpretativas de nuestra protagonista, y de ahí a querer ejercer de vengadores ideológicos hay sólo un paso. El problema en este punto, al menos para mi, es que todo este arranque y primer acto están demasiado alargados. Tal vez por la necesidad de que entendamos bien las motivaciones de los personajes, tal vez para lograrnos trasmitir la evolución de estos, desde la infantilidad de las ideas, hasta el riesgo de la acción madura de una matahari que va perdiendo sus primeros intereses para centrarse en otros. Este primer acto alcanza su momento climático con un asesinato, un asesinato casual, no del objetivo marcado a priori, pero no por ello menos inquietante. Porque si algo marca todo el resto de metraje, es la lección que reciben los protagonistas en primera persona, de que matar no es fácil.
Una apresurada excusa, hace que todo el plan se vaya al garete, y nuestros principales protagonistas tengan que separarse y reiniciar su vida.
A partir de este momento, la película empieza de nuevo. Se puede decir que casi de cero, pero con los personajes ya presentados. No he hablado aun del objetivo, el colaboracionista con los japos primero, y posible ministro después, interpretado por el conocido Tony Leung, esa suerte de Humphrey Bogard de barrio, que parece que consigue ponerse el traje de cada personaje que interpreta, y darle una inusual credibilidad con una inexpresividad y frialdad, que paradójicamente le llenan de humanidad.... El caso es que nuestra Tang Wei (Wong Chia Chi de la película) reanuda su misión de seducción para el asesinato de Tony. Si en la primera parte todo era un juego a todos los niveles, el paso del tiempo ha puesto las cosas en su sitio, y ahora ya ha dejado de serlo. Las miraditas, las insinuaciones, los planes de asesinato, son cosa ahora de mayores con todas las consecuencias, y lo peor es que ya no tienen marcha atrás. Es en este punto cuando realmente empieza la película, de manera brusca, pero no por ello menos atractiva para la protagonista. La relación se va consolidando. Nuestra actriz amateur se ha convertido en profesional, y una doble motivación se instaura en ella. Tal vez también en este punto se podría haber metido la tijera, porque el metraje se alarga demasiado en algunos momentos, pero si el director no lo hizo antes, es porque tiene muy clara cual es la cadencia que debe seguir la película. El ritmo está tan marcado desde el principio, que ahora no tiene sentido cambiarlo.
Todo para que Ang Lee, nos coloque en la situación final. Esa que anunciaba al principio de la película, y que como buen director clásico, ha colocado al principio del desenlace. Ahora todo el puzzle, todo el desarrollo de la película ha quedado claro, y es hora de resolver. No desentramare el final, pero desde luego plantea dudas razonables sobre las motivaciones de Wong Chia Chi. En este momento dramático, en el que a los pies de un barranco nuestros conspiradores se miran casi de soslayo antes de hacer una revisión de todo lo que ha pasado hasta colocarles en esta posición, el director hace una concesión al personaje de Tony Leung, y cambia el punto de vista (por primera vez en toda la película) para que veamos que él también sufre en silencio. Pero que el precio de la traición, y sobre todo el del orgullo, pesan más que los sentimientos. El problema, es que el espectador no consigue identificarse con él. A fin de cuentas, hemos seguido los talones de ella todo el metraje, y esperamos que Tony entienda que ella ha obrado por ¿amor?, y por esa misma razón merece el perdón.
Pero estructura aparte, y por no alargar demasiado esta crítica, decir que si bien la historia es casi convencional, es en cada secuencia donde se encuentra la grandeza de la película. Todas y cada una están mimadas hasta la extenuación. Todas y cada una de ellas tiene una función. Nada es gratuito, ya sea por practicidad, o por estética. Los referentes son claros, destacando por encima de todos, Hitchcock (como no) que aparece en forma de cartel en un cine con “Sospecha”. Y es que ella sería una perfecta Ingrid Bergman (incluso el vestuario la imita), y él... bueno el no tiene mucho que ver con Cary Grant, la verdad, sino con el mencionado Bogard de Casablanca (aunque aquel resultaba al final más blando).
Por destacar alguna secuencia suelta, la antes mencionada del asesinato por lo impactante y porque para llevarlo a cabo, todo el grupo tiene que participar, manchándose así las manos de sangre y pasando a la madurez. La de la perdida de la virginidad por parte de Wei casi infantilmente, porque el destino está marcado, y ella lo acepta en todo momento. Las de las mujeres en reunión, donde se arreglan las pequeñas cosas que luego serán determinantes. La del baile-canción tradicional, que Tang le dedica a Tony en una de las pocas escenas cálidas de la película, en la que ella muestra sus sentimientos y nos da a entender que acepta su papel de geisha con absoluta sumisión y placer. Por supuesto la de la violación, y todas las posteriores de cama. Muchas, y también evolucionando con toda la belleza estética de las posturas, hasta simbolizar la total comunión entre los personajes... y como no, aquella en la que Wang Leehom confiesa su amor por Tang, pero esta le rechaza por ser demasiado tarde.
Los premios reconocieron el esfuerzo de Ang Lee, pero lo que realmente marca la película es el debate de cuales son las motivaciones de nuestra protagonista para hacer lo que hace. El anillo del desenlace es la prueba definitiva de amor, y la prueba merece un momento de flaqueza... ¿O realmente ella está tan enamorada, que a pesar de saber las consecuencias de su acción, decide cambiar su destino por el de él y pagar el precio?
Víctor Gualda.
4 comentarios:
la película insinua a la mente multitud de caminos.Lo último que se podria afirmar de ella, es su puritanismo intelectual o la falta de cintura del director.
Parta mí, el filme en su sustancia, remite al tan posmoderno enfrentamiento entre la diletancia y la profesionalidad
La protagonista, paradigma de magnífica amateur, va entregando a través de desarrollo de la trama. Virginidad, amor, inocencia, etc. Pero esa entrega es vicaria de un remate. Y ella duda. El profesional no
Su vida y la de sus compañeros será la consecuencia de esa duda
no puedo estar de acuerdo con esa teoría, al menos no completamente. Ella comienza siendo una amateur en la primera parte de la película, es cierto, pero está claro que a partir de la segunda intentona ya se ha convetido en una autentica profesional. Lo cual no implica que no pueda dejarse llevar por sus sentimientos ante el desenlace. Él no es un profesional, es un pobre desgraciado cargado de orgullo que tambien aprende, y que cuando en la escena final mira las arrugas de la cama, sabe que nunca nadie le volverá a querer como ella.
Bi.
Es cierto, él descubre al mirar la cama vacia que seguramente nadie le volverá a querer como ella lo hizo.De puro excesivo, el amor que nos descubre la película es casi adolescente
Pero también lo es.Que los profesionales de élite, suelen en su inmensa mayoria, adolecer de un exceso de orgullo mezclado con una ambición mal conducida.Que les lleva a sacrificarlo todo en función de la obtención y mantenimiento del éxito
La propia protagonista ya dió muestras de flaqueza ante sus propios camaradas.Ante ésto, habrían de haber establecido no un plan alternativo,sino unos cuantos.
¿Qué se esconde tras una decisión,tras un resbalón?
No parece estar claro, y hasta puede ser un arranque de carácter (que no conciencia) si bien como dice Joaquín, en él proyecta su seducción y se convierte en objeto.Él la hizo sentirse viva(y no el otro chico)y tal cual mantis, la destroza.
Y aquí entramos en la decisión de director más importante:el cambio de punto de vista del final.
Que cada cual saque sus conclusiones.
Zero
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