martes, 29 de abril de 2008

MI IDAHO PRIVADO

Me atrevo a posicionarme para decir que esta es sin duda la mejor película de Gus Van Sant. No por el guión, ni por la fotografía, ni siquiera por la dirección. Sino porque es la más personal, la más sincera, la que más verdad destila. Y es que además de haberse convertido en un referente del cine gay e independiente, “Mi Idaho Privado” aborda temas que van mucho más allá de la sexualidad. Mucho más allá de la imagen, mucho más allá del cine.

Cuando analizas el guión no puedes hablar de tramas, al menos no tal y como las conocemos en el cine convencional comercial. La película se basa en personajes que se buscan a si mismos, que buscan su sitio en el mundo, pertenecer a algo, y que finalmente acaban encontrándolo y aceptándolo. Se puede plantear como un viaje iniciático hacia ninguna parte (road movie), simbolizado por Idaho. Se puede plantear como un documental sobre los chaperos que se buscan la vida en las calles de Pórtland. Se puede plantear como una obra de teatro directamente emparentada con el "Enrique IV" de Shakespeare. Es en definitiva una película que contiene muchas pequeñas películas en su interior, y cuyo desenlace no es positivo ni negativo, sino real. Y la realidad no es más que una ficción mal contada.

Pero vayamos a la película. El eje es el personaje interpretado por River Phoenix, Mike. Es un chico de la calle, un chapero que apenas puede ejercer por su enfermedad, la narcolepsia (símbolo además de su sensibilidad). El director se toma la molestia de explicarnos con unos créditos iniciales en que consiste la enfermedad para que no nos despistemos. A través de él y su narcolepsia, conocemos al resto de chaperos, y por encima de todos ellos a Scott, el personaje interpretado por un Keanu Reeves todavía (entonces y ahora) desconocido para el gran público. Un chapero atípico motivado por la rebeldía que siente hacia el poder que representa su padre alcalde. Ellos son el eje. La motivación que guía la película; encontrar a la madre de Mike. Para ello los amigos tendrán que emprender el viaje iniciático del que hablaba. Primero buscando en Idaho al hermano de Mike, para luego emprender camino hacia Italia donde se supone ha “huido” la madre de este.
Pero antes, nos queda conocer al líder carismático de los chaperos, al padre putativo de todos ellos, y guru en particular de Scott. Y es que el gran Bob (Falstaff), se ha esmerado en la educación de Scott (príncipe Hal) porque espera salir de su miseria a través del poder que representa el hijo del alcalde y padre de Scott (Enrique IV).

Pero nuestros antihéroes están ahora en Italia, y si en el camino de la road movie hemos sido testigos de una declaración de amor maravillosa a la luz de una fogata. Vamos a ver que además el amor es un mal compañero de viaje. Y como en la vida misma no sólo es muchas veces unilateral, sino que además el destino interviene para que entre una tercera persona en juego que desestabilice aún más la balanza. Scott se queda una temporada en Italia después de que descubran que la madre de Mike volvió a los States. Así que de nuevo vuelta al origen, o sea a Porland y las calles.

El punto de vista principal se desplaza al regreso de Scott. Y con la muerte del padre natural, decide que es hora de llevar una vida respetable y convertirse en Enrique V. Tomar el relevo y renunciar al antiguo Scott-Hal para asumir sus nuevas responsabilidades. Poco importa el pasado entonces. El dinero y el poder dan más respetabilidad que el traje a medida que lleva el joven Reeves. Es entonces cuando Bob "el guru", va a reclamar lo suyo en un restaurante de lujo, y es entonces cuando en una soberbia escena teatral de espaldas a él y como símbolo del cambio, Scott-Reeves-Enrique V renuncia públicamente a la falsa paternidad de Falstaff. El golpe es tan duro que se produce la paradoja de la doble muerte de los dos padres, y eso lleva a la también doble secuencia del entierro. Por una parte el entierro religioso de estricto luto de los ricos, y por contraste el entierro alcohólico y festivo de los pobres. Pero eso si, queda claro que poco importa el dinero y el poder, porque al hoyo vamos todos por igual. Desgraciadamente nuestros protagonistas pertenecen a dos mundos distintos, y cada uno tiene que estar en el lugar que le corresponde, aunque ambos se busquen en la lejanía con la mirada.

Podría hablar de mucho más de las películas (si, en plural) pero el espacio sólo permite resaltar secuencias de genialidad que quedan en el subconsciente y que demuestran que el cine es una arte moribundo (al menos tal y como lo conocemos) pero que se resiste a perecer. Aparte de la secuencia de los entierros, o la del rechazo del restaurante, o la de la declaración de amor bajo las estrellas, está la maravillosa presentación de Bob en la “casa ocupa”, que por la puesta en escena, por el texto extraído directamente de "Enrique IV" de Shakespeare, y por su ritmo, la convierten junto a la del robo, en las mejores secuencias de la película. De hecho, aunque no he hablado del ritmo, este decae sustancialmente cuando nuestros protagonistas van a Europa. Y la película sólo se vuelve a levantar a la vuelta de Reeves. Me quedo además con la secuencia de la conversación de las portadas de las revistas, con las secuencias de sexo resueltas con fotografias fijas, o con la de los dos protagonistas a lomos de la Norton, primero en las calles repletas de edificios de la ciudad en contraste simbólico con las vacías carreteras de Idaho, por las que Mike sabe que lleva toda la vida pasando. Me quedo sobre todo con el maravilloso reparto de actores profesionales y amateurs, que le dan vida con su increíble interpretación a esos pedacitos de sueños inconclusos de cada personaje que aparece en pantalla. Así que para mi sin duda, “Mi Idaho privado” junto con la maravillosa y anterior “Drugstore Cowboy” suponen la cima de este carismático director siempre dispuesto a arriesgar.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Margüita dijo...
De acuerdo con todo. O eso creo, porque la verdad es que me tocó verla sin subtítulos, y ese hablar entre dientes con jerga callejera... vamos, que no sé si lo entendí, o directamente me lo inventé.

Pero buenísima la interpretación de Keanu Reeves. La interpretación y todo, que madre mía, y perdón por el comentario extra-cinéfilo, hay que ver como está!!!!

Creo que, en términos generales, lo que me ha dejado la películo es una enorme satisfacción por la naturalidad con que todo, absolutamente todo, es tratado. Fuera juicios morales. Fuera valores. Fuera estereotipos.