Había oído que el planteamiento era interesante. Después de ver y comentar “Rec”, me apetecía volver a ver una buena película de terror. John Cusack, Samuel L Jackson, y Stephen King eran a priori un estupendo cóctel. Después de verla, tengo que reconocer que esperaba mucho más.
La estructura narrativa es la clásica de manual. Presentación; el personaje de John Cusack es un escritor especializado en la búsqueda y desmitificación de lugares presuntamente encantados. Qué mejor manera de introducirlo, que en un hotel de carretera bajo una tormenta intensa. Vemos su trabajo. Conocemos su carácter cínico y descreído de los fenómenos que investiga. Es sólo una introducción para que conozcamos al personaje. Luego, con calzador, el director Mikael Hafstrom nos mete en la trama principal a través de una postal que le invita a NO ir a la habitación de un hotel Neoyorkino. Hace la prueba del algodón y llama para reservarla y comprobar que realmente no le quieren alquilar la habitación. Qué mejor motivación para investigar. Una secuencia de consulta con los abogados de su editorial nos sirve de excusa para descubrir que hay un oscuro motivo añadido extra-laboral (subtrama) por el que no debería de volver a la gran manzana (él vive en California).
Siguiente tramo; Cusack llega al hotel y se encuentra con el gerente Samuel L Jackson, dispuesto a convencerle de que desista de entrar en la habitación. En un par de secuencias algo ridículas, el personaje de Samuel nos da todos los datos que necesitamos como espectadores para asustarnos. Es una secuencia completamente explicativa que tiene la función de meternos en situación y que sepamos que algo horrible le va a pasar al protagonista en cuanto entre en por la puerta. Muertes naturales, suicidios, muertes violentas, todo el abanico de posibilidades mostradas a través de fotografías. La explicación; tan sencilla como que la habitación está embrujada. No queda claro si son espíritus. Por qué en ese hotel, o por qué en esa habitación. Lo único que queda claro es que ningún cliente dura más de una hora dentro. Lo cual plantea un elemento interesante (para mi el único). A partir de este momento podemos decir que lo que ocurra dentro de la 1408 será prácticamente a tiempo real, porque es más o menos el tiempo que queda de película.
Así que ahí tenemos a Cusack entrando en la habitación con una maleta y una botella de coñac regalo de Samuel. El arranque de este bloque, como no podía ser de otra manera, una calma tensa que anuncia que cuando se cierre la puerta algo cambiará en la vida de nuestro protagonista. El tema, es que a partir de este momento todo es un despropósito... o mejor dicho un “remix” de secuencias de miedo, en las que nuestro protagonista sufrirá todos los percances que se le han ocurrido al sádico escritor. Tal vez lo único salvable a partir de este punto sea que conozcamos a través de flash–backs, más o menos trucados, lo que sucedió en la vida de nuestro protagonista, hasta el punto de hacerle huir de la ciudad dejando a su mujer e hija (la subtrama de la que hablaba al principio). No desvelaré el misterio, pero este es el punto más interesante, puesto que la habitación tiene la función de hacer que el protagonista se enfrente a sus propios fantasmas, y este es el punto clave para generar terror en él. El problema está en que el espectador tiene que ir comprendiendo lentamente. La información está dosificada para crear interés, y mientras hay que ir rellenando, por no decir parcheando. Así hay bloques tan efectistas, como aquel en el que Cusack utiliza una luz negra para buscar huellas en la habitación, y el espectador (que no el protagonista) ve cadáveres donde se supone que hay pequeñas manchas. Otro bloque sería el del intento de huida por la cornisa del edificio, o los efectos fantasmagóricos típicos que se complementan con una especie de fantasmas que le persiguen y tratan de asesinarle, y que no tienen ninguna lógica o peso especifico dentro del argumento. De hecho, me atrevería a decir que quedan incluso ridículos. Así que una vez cumplidos los rituales, el director nos devuelve a la trama principal (la de su pasado), y trata de solucionarla con un recurso de guión del que ya hemos hablado en la crítica de “Vestida para matar”. El doble final.
En el caso que nos ocupa es perfectamente predecible, a pesar de que el director nos miente y trata de manipular, porque no nos ha dado ninguna pista de lo que está pasando. Nos cuenta la historia a través de las imágenes para luego decirnos que era mentira, que la secuencia sólo ha sucedido en la cabeza de nuestro protagonista. Un truco barato y tramposo síntoma de mal cine, que busca el desconcierto y no el miedo, para que luego, cuando todo se resuelva el espectador quede satisfecho con una explicación pueril. Eso si. Por supuesto el protagonista arregla todas sus dudas interiores, y como no puede huir, se enfrenta a ellas como un héroe (giro sin sentido del personaje). tomando las riendas y recuperando su vida, y como no, su relación estancada.
Para terminar, una secuencia de regalo efectista típica y tópica del cine de terror clásico, para que él mismo, con su mujer como testigo (y por ende el espectador), recupere la credibilidad necesaria de que lo que ha vivido Cusack no ha sido producto de su imaginación, sino extraordinariamente real. En definitiva, puro entretenimiento con etiqueta de género que no cubre las expectativas que trata de generar.
Víctor Gualda
La estructura narrativa es la clásica de manual. Presentación; el personaje de John Cusack es un escritor especializado en la búsqueda y desmitificación de lugares presuntamente encantados. Qué mejor manera de introducirlo, que en un hotel de carretera bajo una tormenta intensa. Vemos su trabajo. Conocemos su carácter cínico y descreído de los fenómenos que investiga. Es sólo una introducción para que conozcamos al personaje. Luego, con calzador, el director Mikael Hafstrom nos mete en la trama principal a través de una postal que le invita a NO ir a la habitación de un hotel Neoyorkino. Hace la prueba del algodón y llama para reservarla y comprobar que realmente no le quieren alquilar la habitación. Qué mejor motivación para investigar. Una secuencia de consulta con los abogados de su editorial nos sirve de excusa para descubrir que hay un oscuro motivo añadido extra-laboral (subtrama) por el que no debería de volver a la gran manzana (él vive en California).
Siguiente tramo; Cusack llega al hotel y se encuentra con el gerente Samuel L Jackson, dispuesto a convencerle de que desista de entrar en la habitación. En un par de secuencias algo ridículas, el personaje de Samuel nos da todos los datos que necesitamos como espectadores para asustarnos. Es una secuencia completamente explicativa que tiene la función de meternos en situación y que sepamos que algo horrible le va a pasar al protagonista en cuanto entre en por la puerta. Muertes naturales, suicidios, muertes violentas, todo el abanico de posibilidades mostradas a través de fotografías. La explicación; tan sencilla como que la habitación está embrujada. No queda claro si son espíritus. Por qué en ese hotel, o por qué en esa habitación. Lo único que queda claro es que ningún cliente dura más de una hora dentro. Lo cual plantea un elemento interesante (para mi el único). A partir de este momento podemos decir que lo que ocurra dentro de la 1408 será prácticamente a tiempo real, porque es más o menos el tiempo que queda de película.
Así que ahí tenemos a Cusack entrando en la habitación con una maleta y una botella de coñac regalo de Samuel. El arranque de este bloque, como no podía ser de otra manera, una calma tensa que anuncia que cuando se cierre la puerta algo cambiará en la vida de nuestro protagonista. El tema, es que a partir de este momento todo es un despropósito... o mejor dicho un “remix” de secuencias de miedo, en las que nuestro protagonista sufrirá todos los percances que se le han ocurrido al sádico escritor. Tal vez lo único salvable a partir de este punto sea que conozcamos a través de flash–backs, más o menos trucados, lo que sucedió en la vida de nuestro protagonista, hasta el punto de hacerle huir de la ciudad dejando a su mujer e hija (la subtrama de la que hablaba al principio). No desvelaré el misterio, pero este es el punto más interesante, puesto que la habitación tiene la función de hacer que el protagonista se enfrente a sus propios fantasmas, y este es el punto clave para generar terror en él. El problema está en que el espectador tiene que ir comprendiendo lentamente. La información está dosificada para crear interés, y mientras hay que ir rellenando, por no decir parcheando. Así hay bloques tan efectistas, como aquel en el que Cusack utiliza una luz negra para buscar huellas en la habitación, y el espectador (que no el protagonista) ve cadáveres donde se supone que hay pequeñas manchas. Otro bloque sería el del intento de huida por la cornisa del edificio, o los efectos fantasmagóricos típicos que se complementan con una especie de fantasmas que le persiguen y tratan de asesinarle, y que no tienen ninguna lógica o peso especifico dentro del argumento. De hecho, me atrevería a decir que quedan incluso ridículos. Así que una vez cumplidos los rituales, el director nos devuelve a la trama principal (la de su pasado), y trata de solucionarla con un recurso de guión del que ya hemos hablado en la crítica de “Vestida para matar”. El doble final.
En el caso que nos ocupa es perfectamente predecible, a pesar de que el director nos miente y trata de manipular, porque no nos ha dado ninguna pista de lo que está pasando. Nos cuenta la historia a través de las imágenes para luego decirnos que era mentira, que la secuencia sólo ha sucedido en la cabeza de nuestro protagonista. Un truco barato y tramposo síntoma de mal cine, que busca el desconcierto y no el miedo, para que luego, cuando todo se resuelva el espectador quede satisfecho con una explicación pueril. Eso si. Por supuesto el protagonista arregla todas sus dudas interiores, y como no puede huir, se enfrenta a ellas como un héroe (giro sin sentido del personaje). tomando las riendas y recuperando su vida, y como no, su relación estancada.
Para terminar, una secuencia de regalo efectista típica y tópica del cine de terror clásico, para que él mismo, con su mujer como testigo (y por ende el espectador), recupere la credibilidad necesaria de que lo que ha vivido Cusack no ha sido producto de su imaginación, sino extraordinariamente real. En definitiva, puro entretenimiento con etiqueta de género que no cubre las expectativas que trata de generar.
Víctor Gualda
1 comentario:
Señor Gualda, soy Javier. No siempre dan ganas de dinamitar la universidad, a veces hacemos cosas. Este es el link de mi práctica. Espero que te guste:
http://es.youtube.com/watch?v=ZveZ5-td_zw
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