martes, 6 de mayo de 2008

AMERICAN GANGSTER

Ridley Scott es un director referencia en Hollywood y en el resto del mundo. Eso no pasa desapercibido a nadie y menos aún a él. Por ello cada película tiene que ser mejor que la anterior. O al menos tiene que tener ese halo de superproducción que rodea todas sus cintas. Imagino que llegado a un estatus, uno no puede ir hacia atrás, y tiene que arriesgarse a pedir más, tanto por su parte, como por parte de los estudios que le financian (en Hollywood el único que se salta la norma es Sodergbergh). La que nos ocupa no puede ser menos. Así que él y Steven Zaillian (guionista entre otras de “La lista de Schindler”) han buscado un hueco en un argumento, a partes iguales original y sobre-explotado, para intentar hacer de manera modesta (y luego explicaré por qué) una película referente, en el tema de la mafia. Desgraciadamente, y a pesar de su gran calidad, tengo que reconocer que a la película le falta “algo”.

Lo primero que hay que mencionar es el largo metraje de la cinta. Dos horas y media. Aún así, yo particularmente recomiendo que el espectador de dvd haga un pequeño esfuerzo y emplee algo menos de media hora adicional, para ver el metraje completo que contiene el dvd. Pues las secuencias suprimidas, si bien no aportan más acción a la película, si que tienen detalles de diálogo interesantes, y sobre todo, un epílogo de un par de secuencias muy cinematográficas, y creo necesarias, para entender la relación entre los dos protagonistas.

Tras el crédito que avisa que lo que vamos a ver está basado en una historia real, la estructura de la película es sencilla. Básicamente son dos películas, que en algún momento están llamadas a encontrarse. Por un lado, una trama principal nos muestra como forma su imperio de la droga un chofer negro en el Bronx. Por otro lado, tenemos la película de cómo un policía implacable e incorruptible se dedica a tratar de detener a su antagonista. Ambas tramas circulan de manera paralela a lo largo de todo el metraje. Y ambos personajes están planteados (de manera algo tramposa) como personajes sinceros, justos y aferrados a su ética personal, para que el espectador se identifique con ambos y no se posicione. Lo que creará la tensión e incertidumbre necesarias para el desenlace.

Por un lado el chofer negro venido a más, que no podía ser otro que el megapremiado Denzel Washington (tiene dos premios de la academia, dos Globos de Oro), se hace con el control de la venta de heroína en el Bronx a la muerte de su mentor. Su estrategia es seguir los pasos de su gurú. Para ello, vemos como en las secuencias iniciales Denzel aprende del maestro para luego aplicar las enseñanzas en pantalla (de aquí la cantidad de metros de película) Paso a paso vemos como se desarrolla la trama principal consistente en importar heroína de Vietnam, utilizando como distribuidor al ejercito americano, y tratando directamente con el suministrador. Eliminando así a los intermediarios y consiguiendo de paso que la droga sea más pura. El concepto es sencillo. La droga se trata como un producto más. (Denzel mismo la compara, en una fantástica secuencia de diálogo con la Pepsi) Mejor calidad, menor precio. Así la “magia azul”, se va quedando con el mercado en Nueva York. Todo ello utilizando a “la familia”. Ese concepto directamente asociado a la mafia siciliana, que es símbolo de buena organización. Así, el desarrollo del negocio ocupa casi la mitad del metraje.

En la otra película ó trama principal, el director y el guionista son conscientes de que nuestro policía, Russell Crowe, directamente sacado del santoral, no tiene tanto peso especifico. Con lo cual nos distraen durante la primera parte con subtramas que no llevan a nada. Que sólo sirven para ganar minutos y presentárnoslo una y otra vez. La secuencia con su mujer es un callejón sin salida. La subtrama del poli yonqui se resuelve en veinte minutos. La subtrama con el dinero que incautan y devuelven (cerca de un millón de dólares) que nos habla sin cesar de la corrupción policial, y del acto heroico que supone devolverlo, utilizando una secuencia explicativa para que entendamos que el policía trasciende lo “justo” para pasar a los altares y ganarse el odio del mismo cuerpo de policía. Por último la formación del grupo de implacables que lucharan contra el crimen organizado, presentados como extensiones de Crowe (al grupo no se le da mucho peso para no restarle protagonismo a él).

Todo ello hasta la secuencia determinante. Aquella que es el punto de inflexión de la película y que está en el punto medio del metraje. El fallo que todo “malo” debe tener. Dejarse llevar por la vanidad. Ya habíamos tenido una secuencia magistral en la que Denzell cogía de las solapas a su hermano vestido de Valentino, tipo mafioso italiano, y le había dicho la frase clave de la película y recurso estilístico antecedente. Algo así como -“nunca llames la atención... el que más llama la atención del local, es el más débil”. Tal vez por su ego, aunque más bien por satisfacer a su mujer, Denzel acepta un abrigo de chinchilla para ir a un combate de boxeo, en el que nuestro poli bueno está a la caza de posibles sospechosos. Inmediatamente llama la atención sobre él, y de ser un completo desconocido, pasa a ser el centro de atención. Con lo cual, la película (lo que une las dos películas) empieza a partir de esta secuencia. El fallo no tendrá marcha atrás... No daré más claves, aunque añadiré que hay una subtrama que une de manera colateral las dos tramas, y es la protagonizada por el actor de moda Josh Brolin, como estereotipo del poli corrupto.

A nivel dramático, destacar las secuencias paralélelas al estilo Coppola del desenlace principal, pero mucho más sencillas en el guión de Scott (sólo dos) que las que utiliza el ítaloamericano en “El Padrino”. Eso si, muy claritas y con muy buen ritmo. Y hablo de desenlace principal, porque la película tiene una segunda parte condensada, probablemente apoyada en que está basada en un hecho real, que afianza (de manera poco desarrollada) la colaboración obligada y más tarde amistad entre los dos protagonistas principales, una vez que se ha resuelto la trama principal. Para dar paso al epílogo suprimido en la versión reducida, y que a mi me parece pieza clave de la película. Tanto para entender lo que une a los dos protagonistas, como para ver como ha cambiado la vida con el paso de los años. Cerrando así el circulo con una secuencia similar a la que servía de arranque de la película.

Hablaba al comienzo de la crítica, de que a pesar de ser una buena película, no es redonda. Algunos motivos pueden ser; la fotografía, que a pesar de ser muy estética, y de que la película está resuelta sin grandes aspavientos de montaje o movimientos de cámara, no sufre una evolución temporal con el metraje, como lo hacia por ejemplo “Uno de los nuestros”. Por otra parte, el director es blanco. Se centra demasiado en la trama, y se olvida que los negros tienen una cultura callejera inmensa que no aparece reflejada en pantalla. Me refiero a la calle, a como se mueven, a la música, que apenas tiene acto de presencia. Ese ambiente que Scorsese domina tan bien en la película antes mencionada, o en “Toro Salvaje” con los ítaloamericanos. Además, otro fallo puede ser que la película es demasiado objetiva, que no se involucra a nivel emocional con ningún personaje de manera real. La droga es un tema de fondo, pero no toca al principal distribuidor (Denzel) en su carne, me refiero a su familia por ejemplo. Nadie tiene problemas con ella (para no perder la línea principal y no quitar protagonismo a los dos “héroes”), y eso le resta fuerza dramática. Pero sobre todo, el principal problema es que los personajes no tienen doblez. No evolucionan hacia ningún lado. No tienen dudas. Tienen una ética inquebrantable que no les hace de carne y hueso. Sencillamente para que el espectador no se posicione, o quiera estar de parte de los dos. Y eso no es cine de verdad. Eso es sólo un producto de Blockbuster. Cine de palomitas que ambiciona algo más, pero que precisamente por su presupuesto, tiene que contentar a todos los públicos, sin acabar de complacer a nadie.

Víctor Gualda.

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