Después de la crítica de “Fascinación” hubo varias personas que me comentaron que la “mejor película” de Brian De Palma era para ellos “Vestida para matar”, así que como la tenía muy olvidada, me lancé a revisarla. Después de verla, mi primera impresión es que se trata de una película muy equilibrada, que tal vez haya envejecido mal en algunos aspectos (es del año 1980) y en otros, siga siendo un ejemplo a seguir.
Lo primero que me gustaría apuntar, es que una vez más, se sigue notando la descara influencia de Hitchcock en la cinta. Ya el planteamiento del arranque me recuerda las obsesiones del maestro. Partiendo de que la larga presentación protagonizada por Angie Dickinson y resuelta en la primera media hora de metraje, tiene mucho que agradecer al principio de “Psicosis”. Trama de arranque independiente que se resuelve en el primer tramo de película y da lugar a la que luego será la trama principal. Resuelta de forma sorpresiva y con la desaparición de la a priori protagonista principal... pero antes de continuar, y en este punto, las secuencias de sexo me recuerdan (por divertidas y frustrantes para la prota), a las de Carmen Maura en “Qué he hecho yo para merecer esto” pero en artificial. Y es que Angie Dickinson, está un tanto sobreactuada. Tanto en estas, como en la (para mi), mejor secuencia de la película. La del museo
En el museo, el director, que echa mano de nuevo de “Vertigo” (lo comentamos también en "Fascinación"), juega a la perfección con el suspense del perseguidor-perseguido. La secuencia es larga, y si no te has metido en la película puede resultarte algo pesada, pero la persecución que empieza medio de coña, acaba resultando divertida por el interés que genera. Además la resolución en el taxi y en el apartamento del perseguido, al que no vemos apenas la cara (buen recurso que genera desconfianza) también tiene un punto divertido. La nota de mujer encantada después de un buen polvo, lleva a otro recurso dramático muy bien aprovechado. La sorpresa. La que se lleva la protagonista al abrir un cajón que no debe. No creo que sea con una intención moral (aunque puede parecerlo porque la película esta cargadita), sino simplemente por desorientar y entretener a un espectador, que distraído con la trama, no se puede imaginar lo que espera en el ascensor a la presunta protagonista. En este punto, sólo recordar otro detalle de humor. Angie pierde en quince minutos de metraje; un guante, las bragas y el anillo de casada... en fin, qué puedo decir.
Muy bien entroncada la secuencia con la que luego llevará la trama principal, la que conduce Nancy Allen, la del falso culpable a lo Hitckcoock. A partir de aquí, contará con los personajes que llevaran el peso de la película, Michael Caine y Keith Gordon (aunque no se si decir Harry Potter por su extraordinario parecido físico) Lo cierto es que la película cae en picado. Ella es una prostituta. Bueno, al menos eso dice ella, porque los personajes a partir de este punto están tan edulcorados que parecen los de una serie de televisión de Globomedia. La desaprovechada relación entre ella y el hijo de la difunta; inventor adolescente que no tiene ningún instinto sexual hacia su nueva amiga (si lo tiene, está demasiado implícito) hacen que la trama avance a trompicones. El único que le aporta algo de interés es el carismático Dennis Franz, en su papel de cínico detective (luego eterno por “Canción Triste de Hill street”). Así que nos podemos saltar prácticamente todo el segundo acto mencionando eso si las secuencias de doble pantalla de Caine y Allen hablando por teléfono, mientras en la tele echan un documental sobre el travestismo (anticipatoria), la del metro, marca inevitable de la casa, de nuevo mezcla de tensión y humor. Las de vouyerismo. Las de persecuciones... mil y un recursos para entretener hasta llegar al presunto desenlace.
En este punto, la película recobra el interés. A estás alturas, la identidad de la rubia peligrosa que han perseguido nuestros protagonistas, es demasiado evidente (tal vez en los ochenta era un tema nuevo y supuso una sorpresa, no lo sé) El caso es que con la excusa de que la asesina puede ser una clienta de Michael Caine, nuestra Nancy Allen inicia una secuencia de seducción al psicólogo. De nuevo uno se pregunta dónde estudió esta chica para ser prostituta, porque en la calle fijo que no. Lo que hubiese sido el desenlace en una película convencional se precipita.
Pero el gran acierto de esta película es la vuelta de tuerca del doble final. Después de que quede claro quién es quién, y de que el director meta con calzador el nuevo personaje de la rubia policía, viene una secuencia explicativa de todo, muy al estilo Hitckcock, pero con la diferencia de que este las metía al final del segundo acto, para que todo estuviese preparado para el desenlace. El caso, es que la secuencia explicativa en el restaurante sobre la transexualidad (que en realidad es presentada como una enfermedad peligrosa, vaya a ser que al joven americano le de por tomar el camino equivocado), lleva al segundo desenlace en casa del adolescente. No contaré este final, pero también aquí, el director da una vuelta de tuerca más, en una resultona secuencia, en la que De Palma juega de nuevo con el suspense y la sorpresa. La única pregunta que me queda como espectador a estas alturas es: aunque ambos están en la misma cama y se sobreentiende... ¿introdujo Nancy en la madurez a Keith?
Lo primero que me gustaría apuntar, es que una vez más, se sigue notando la descara influencia de Hitchcock en la cinta. Ya el planteamiento del arranque me recuerda las obsesiones del maestro. Partiendo de que la larga presentación protagonizada por Angie Dickinson y resuelta en la primera media hora de metraje, tiene mucho que agradecer al principio de “Psicosis”. Trama de arranque independiente que se resuelve en el primer tramo de película y da lugar a la que luego será la trama principal. Resuelta de forma sorpresiva y con la desaparición de la a priori protagonista principal... pero antes de continuar, y en este punto, las secuencias de sexo me recuerdan (por divertidas y frustrantes para la prota), a las de Carmen Maura en “Qué he hecho yo para merecer esto” pero en artificial. Y es que Angie Dickinson, está un tanto sobreactuada. Tanto en estas, como en la (para mi), mejor secuencia de la película. La del museo
En el museo, el director, que echa mano de nuevo de “Vertigo” (lo comentamos también en "Fascinación"), juega a la perfección con el suspense del perseguidor-perseguido. La secuencia es larga, y si no te has metido en la película puede resultarte algo pesada, pero la persecución que empieza medio de coña, acaba resultando divertida por el interés que genera. Además la resolución en el taxi y en el apartamento del perseguido, al que no vemos apenas la cara (buen recurso que genera desconfianza) también tiene un punto divertido. La nota de mujer encantada después de un buen polvo, lleva a otro recurso dramático muy bien aprovechado. La sorpresa. La que se lleva la protagonista al abrir un cajón que no debe. No creo que sea con una intención moral (aunque puede parecerlo porque la película esta cargadita), sino simplemente por desorientar y entretener a un espectador, que distraído con la trama, no se puede imaginar lo que espera en el ascensor a la presunta protagonista. En este punto, sólo recordar otro detalle de humor. Angie pierde en quince minutos de metraje; un guante, las bragas y el anillo de casada... en fin, qué puedo decir.
Muy bien entroncada la secuencia con la que luego llevará la trama principal, la que conduce Nancy Allen, la del falso culpable a lo Hitckcoock. A partir de aquí, contará con los personajes que llevaran el peso de la película, Michael Caine y Keith Gordon (aunque no se si decir Harry Potter por su extraordinario parecido físico) Lo cierto es que la película cae en picado. Ella es una prostituta. Bueno, al menos eso dice ella, porque los personajes a partir de este punto están tan edulcorados que parecen los de una serie de televisión de Globomedia. La desaprovechada relación entre ella y el hijo de la difunta; inventor adolescente que no tiene ningún instinto sexual hacia su nueva amiga (si lo tiene, está demasiado implícito) hacen que la trama avance a trompicones. El único que le aporta algo de interés es el carismático Dennis Franz, en su papel de cínico detective (luego eterno por “Canción Triste de Hill street”). Así que nos podemos saltar prácticamente todo el segundo acto mencionando eso si las secuencias de doble pantalla de Caine y Allen hablando por teléfono, mientras en la tele echan un documental sobre el travestismo (anticipatoria), la del metro, marca inevitable de la casa, de nuevo mezcla de tensión y humor. Las de vouyerismo. Las de persecuciones... mil y un recursos para entretener hasta llegar al presunto desenlace.
En este punto, la película recobra el interés. A estás alturas, la identidad de la rubia peligrosa que han perseguido nuestros protagonistas, es demasiado evidente (tal vez en los ochenta era un tema nuevo y supuso una sorpresa, no lo sé) El caso es que con la excusa de que la asesina puede ser una clienta de Michael Caine, nuestra Nancy Allen inicia una secuencia de seducción al psicólogo. De nuevo uno se pregunta dónde estudió esta chica para ser prostituta, porque en la calle fijo que no. Lo que hubiese sido el desenlace en una película convencional se precipita.
Pero el gran acierto de esta película es la vuelta de tuerca del doble final. Después de que quede claro quién es quién, y de que el director meta con calzador el nuevo personaje de la rubia policía, viene una secuencia explicativa de todo, muy al estilo Hitckcock, pero con la diferencia de que este las metía al final del segundo acto, para que todo estuviese preparado para el desenlace. El caso, es que la secuencia explicativa en el restaurante sobre la transexualidad (que en realidad es presentada como una enfermedad peligrosa, vaya a ser que al joven americano le de por tomar el camino equivocado), lleva al segundo desenlace en casa del adolescente. No contaré este final, pero también aquí, el director da una vuelta de tuerca más, en una resultona secuencia, en la que De Palma juega de nuevo con el suspense y la sorpresa. La única pregunta que me queda como espectador a estas alturas es: aunque ambos están en la misma cama y se sobreentiende... ¿introdujo Nancy en la madurez a Keith?
Víctor Gualda.
1 comentario:
Margüita dijo:
A mi me encantó. Y eso que yo no soy precisamente fan de Palma. Estoy de acuerdo en que en algunos aspectos ha envecido con poco glamour. Supongo porque el cine de suspense al que nos hemos ido acostumbrando tiene muchos más medios, y este se las tiene que apañar con cuatro cosas y, eso sí, una música excelente! Pero si, en general me pareció una película llena de giros y sorpresas, de principio a final.
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