Ante la falta de estrenos interesantes estas últimas semanas, y a la espera de la inminente llegada de “Antes que el diablo sepa que has muerto” “Caos calmo” o “Rebobine por favor” me encuentro con “First snow” una película que a priori parece un thriller más. Lo es, aunque tal vez lo interesante sea el planteamiento más que el argumento o la trama. “First snow” no destaca por nada en especial, pero tal vez en manos de un director que le hubiese impreso un sello más personal estaríamos hablando de una de las películas revelación de la temporada. Se me ocurre esto después de la crítica de “La Conversación” que no tiene muchos más elementos que la que nos ocupa, pero que sin embargo se eleva hasta el infinito, mientras esta desciende hasta el infierno. Y es que muchas veces el pulso, las circunstancias, o algo que escapa de las manos del director son las que hacen que una película destaque.
El bueno de Guy Pearce da vida a un vendedor de suelos que por casualidad (tal vez destino) pincha el coche en un lugar en mitad de la nada y mientras lo reparan hace tiempo leyendo la mano en una tópico-atípico adivino. Es curioso hasta este punto que el tono de la película le confiere un “algo” especial al acontecimiento. Está claro que es una de esas películas medias americanas que indican que estamos ante un thriller, pero hasta este punto podría ser un drama, una película de cine independiente, o si me apuras casi me imagino a los actores que se echan a bailar y cantar porque si... perdón, tal vez me dejo influir por “Mamma Mia”. Lo que quiero decir es que el arranque no da pistas y te lleva a la caravana de un tipo en mitad del desierto desde el punto de vista del protagonista. A partir de este punto, uno se pregunta si se ha colado por equivocación en una serie de televisión, cuando aparece el personaje de J.K. Simmons que por diez pavos le lee el futuro, en una de esas secuencias que cualquier espectador despistado puede adivinar que va a pasar. Por supuesto nuestro desprevenido vendedor se tomará a coña todo, al menos hasta que se cumplan los primeros pronósticos. Como es de suponer, inmediatamente vuelve a recurrir a los consejos del vidente para que termine lo que empezó.
Y es ahora cuando arranca la película realmente. La subtrama que se presentó en el primer tramo con sus problemas con un compañero de trabajo, más los propios fantasmas de Jimmy Starks-Pearce y su pasado, nos descubre que Jimmy no ha sido siempre el buen novio y ambicioso vendedor que nos han presentado al inicio, sino más bien un tipo sin escrúpulos (sólo dibujado para evitar que es espectador le coja antipatía). Así que el pasado en forma de amigo que sale de la cárcel hace que nuestro protagonista relacione lo que le dijo el vidente a su oscuro pasado, tal vez como forma de demostrar que no tiene la conciencia tranquila. A partir de aquí el ex amigo adquiere una importancia similar a la de Kurtz en “Apocalipsis Now” que lleva Starks-Pearce a fijar un destino que probablemente si no hubiese conocido al adivino, nunca hubiese sido el suyo, pero que era inevitable como parte de ese mismo destino (la gran paradoja de la película). El director Mark Fergus y el guionista Hawk Ostby deciden poner un límite a la vida de nuestro protagonista, que corresponde con las primeras nieves, y como en una tragedia griega nuestro protagonista sufre el cambio de enfrentarse a él (el destino) y finalmente a aceptarlo, más, después de que el oráculo le guíe por el buen camino -“al menos ahora tienes el privilegio de poner las cosas en orden”- (más o menos) Y claro, eso es lo que hace el ahora comprador Starks, lo cual crea otra paradoja; al no resistirse, él mismo provoca que el oráculo se cumpla en el momento que el adivino ha fijado (qué interesante me parece este planteamiento)
Tal vez el gran fallo de la película sean las expectivas que se crean sobre el “personaje amigo misterioso”, para que cuando este aparezca todo se quede en eso, en expectativas... lo curioso es que teniendo a William Fichtner en el reparto, no lo hayan utilizado para este papel al que probablemente le hubiese impreso mucha mayor ambigüedad moral. Un desenlace fallido con doble final, que a estas alturas no sorprende a nadie, y que como en el cuento del tipo que huía a quinientos kilómetros de La Muerte después de verla, y cuando llega a su “destino”, esta le está esperando y le dice que el día anterior le había visitado porque no entendía que hacía tan lejos del sitio donde tenía que morir (más o menos)... lo cierto es que nuestro personaje se choca de frente con su destino. Pero como digo, lo interesante es la reflexión de que el destino es algo tan ambiguo como cierto para el que no profesa extrañas religiones que lo justifican todo como la voluntad de Dios... ¿o si?... y es que el ser humano necesita darle una explicación a lo que le ocurre, y si no se la inventa para cuando llegue la primera nevada.
Víctor Gualda.
El bueno de Guy Pearce da vida a un vendedor de suelos que por casualidad (tal vez destino) pincha el coche en un lugar en mitad de la nada y mientras lo reparan hace tiempo leyendo la mano en una tópico-atípico adivino. Es curioso hasta este punto que el tono de la película le confiere un “algo” especial al acontecimiento. Está claro que es una de esas películas medias americanas que indican que estamos ante un thriller, pero hasta este punto podría ser un drama, una película de cine independiente, o si me apuras casi me imagino a los actores que se echan a bailar y cantar porque si... perdón, tal vez me dejo influir por “Mamma Mia”. Lo que quiero decir es que el arranque no da pistas y te lleva a la caravana de un tipo en mitad del desierto desde el punto de vista del protagonista. A partir de este punto, uno se pregunta si se ha colado por equivocación en una serie de televisión, cuando aparece el personaje de J.K. Simmons que por diez pavos le lee el futuro, en una de esas secuencias que cualquier espectador despistado puede adivinar que va a pasar. Por supuesto nuestro desprevenido vendedor se tomará a coña todo, al menos hasta que se cumplan los primeros pronósticos. Como es de suponer, inmediatamente vuelve a recurrir a los consejos del vidente para que termine lo que empezó.
Y es ahora cuando arranca la película realmente. La subtrama que se presentó en el primer tramo con sus problemas con un compañero de trabajo, más los propios fantasmas de Jimmy Starks-Pearce y su pasado, nos descubre que Jimmy no ha sido siempre el buen novio y ambicioso vendedor que nos han presentado al inicio, sino más bien un tipo sin escrúpulos (sólo dibujado para evitar que es espectador le coja antipatía). Así que el pasado en forma de amigo que sale de la cárcel hace que nuestro protagonista relacione lo que le dijo el vidente a su oscuro pasado, tal vez como forma de demostrar que no tiene la conciencia tranquila. A partir de aquí el ex amigo adquiere una importancia similar a la de Kurtz en “Apocalipsis Now” que lleva Starks-Pearce a fijar un destino que probablemente si no hubiese conocido al adivino, nunca hubiese sido el suyo, pero que era inevitable como parte de ese mismo destino (la gran paradoja de la película). El director Mark Fergus y el guionista Hawk Ostby deciden poner un límite a la vida de nuestro protagonista, que corresponde con las primeras nieves, y como en una tragedia griega nuestro protagonista sufre el cambio de enfrentarse a él (el destino) y finalmente a aceptarlo, más, después de que el oráculo le guíe por el buen camino -“al menos ahora tienes el privilegio de poner las cosas en orden”- (más o menos) Y claro, eso es lo que hace el ahora comprador Starks, lo cual crea otra paradoja; al no resistirse, él mismo provoca que el oráculo se cumpla en el momento que el adivino ha fijado (qué interesante me parece este planteamiento)
Tal vez el gran fallo de la película sean las expectivas que se crean sobre el “personaje amigo misterioso”, para que cuando este aparezca todo se quede en eso, en expectativas... lo curioso es que teniendo a William Fichtner en el reparto, no lo hayan utilizado para este papel al que probablemente le hubiese impreso mucha mayor ambigüedad moral. Un desenlace fallido con doble final, que a estas alturas no sorprende a nadie, y que como en el cuento del tipo que huía a quinientos kilómetros de La Muerte después de verla, y cuando llega a su “destino”, esta le está esperando y le dice que el día anterior le había visitado porque no entendía que hacía tan lejos del sitio donde tenía que morir (más o menos)... lo cierto es que nuestro personaje se choca de frente con su destino. Pero como digo, lo interesante es la reflexión de que el destino es algo tan ambiguo como cierto para el que no profesa extrañas religiones que lo justifican todo como la voluntad de Dios... ¿o si?... y es que el ser humano necesita darle una explicación a lo que le ocurre, y si no se la inventa para cuando llegue la primera nevada.
Víctor Gualda.
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