viernes, 3 de octubre de 2008

UNA CHICA PARTIDA EN DOS

Siempre me llama la atención la devoción que existe con Chabrol, e insisto en ver sus películas a pesar de que no me suelen interesar. Al final siempre llego a la misma conclusión; Hace años que no tiene nada que contar. Bueno, tal vez sea una conclusión precipitada, pero “Una chica partida en dos” no sólo me ha resultado aburrida como la mayoría de sus películas, sino que además me ha parecido estúpida.

Cuando pienso en las razones para el gran número de fans que tiene en nuestro país (y estoy convencido que en el suyo) siempre llego a la conclusión de que el espectador tipo que disfruta de su cine es de mediana edad, burgués o su equivalente pseudointelectual en nuestro país, que disfrutó de una educación universitaria en los sesenta y al que es fácil colgarle la etiqueta de “progre” (que además lleva con orgullo) Pero lo cierto es que su cine se ha quedado obsoleto. Y lo debería decir con mayúsculas, porque la película que nos ocupa no hay por donde cogerla.

El punto de vista principal está dominado por el (presumo) alter ego del director Charles Saint-Denis (François Berléand) por una cuestión de puramente narcisista, ya que luego salta hacia Gabrielle Deneige (Sagnier Ludivine) quien realmente es la protagonista de la cinta. En realidad sencillamente se trata de un triangulo amoroso completado por el hipermegasobreactuado Paul Gaudens (Beniot Magimel) pero el eje sobre el que gira toda la inexistente trama es ella. Un viejo escritor y un joven hijo de empresario farmacéutico se disputan el amor de Gabrielle, de la que tenemos que entender (por lo que vemos en pantalla) que es imposible no caer rendido a sus pies. Todo el arranque de la cinta consiste en un juego de toma y daca entre los dos hombres, con la colaboración especial del jefe de la chica que también trata infructuosamente de llamar su atención. Si entendemos que la película tiene una estructura (cosa que aún me planteo) vemos que Gabrielle cae rendida a los pies del escritor, pero todo está demasiado forzado. Supongo que tenemos que entender que ella sucumbe por el irresistible carisma de Saint-Denis. Pero no hay antecedentes, no hay razones, no veo motivos. Él es un cretino que la manipula, utiliza, humilla y desprecia. Lo que me lleva a plantearme que igual elige por eliminación, ya que su joven pretendiente es otro cretino de mayor calado, que parece interesado por puro capricho, pero que además está medio desequilibrado y para colmo de males es violento.

El empeño del director por hacernos ver que el viejo es experimentado amante, interesante equilibrado y con las ideas claras (vieja burguesía), mientras que su competidor joven es un excéntrico caprichoso inseguro y poco ambicioso que se ha encontrado el camino allanado (jóvenes nuevos ricos que parecen no merecer la clase social a la que pertenecen), no hace más que confirmar mis sospechas de la relación de el cine como terapia. Me resulta curioso que la imagen que refleja Chabrol de si mismo es la de un viejo verde venido a menos. Más cuando la trama real de la película comienza a andar después de casi hora y cuarto de película. No soy capaz de expresar me consternación sin contar el argumento, así que baste decir que el punto álgido de la trama, el que supone el punto de giro más importante de la película antes incluso del tercer acto, es lo más estúpido y poco creíble que he visto en el cine los últimos años. De vergüenza ajena. Luego el ultimo tercio de película trata de crear una incertidumbre que se diluye con en apenas unos minutos para dar paso a la imagen simbólica más evidente y burda de la historia del cine (al menos que me venga a la memoria).

En definitiva una película completamente prescindible que me aburrió e indignó a partes iguales. Me quedo con la impresión de que estaba viendo un capítulo de sitcom con personajes que sobrepasan el estereotipo y que lejos de resultar creíbles, resultan grotescos. Si en otras películas hay escenas que destacar, en esta tenemos un buen ramillete de posibilidades... pero con las connotaciones más negativas. La secuencia en la que acaban de follar y ella alaba su experiencia para en sólo un segundo acabar indignada o la secuencia de la comida en el restaurante a dos mesas, son un par de buenos ejemplos. Eso por no hablar de los diálogos prácticamente montados sobre citas y frases hechas que no aportan nada a la credibilidad de los tópicos a los que se refieren (¿será esta la función de la coguionista Cécile Maistre?). Tampoco el presunto discurso moral me parece que tenga ninguna relevancia para nadie más que para un grupúsculo de viejos burgueses. Veo que en Francia hay un problema parecido al de nuestro país a la hora de hacer cine de vanguardia, y es que la sobreprotección de las viejas glorias tapona el paso de nuevos talentos con algo interesante que contar... y que conste que no es una cuestión de edad lo de Chabrol, sino de ambición e interés por conflictos reales de interés general.

Víctor Gualda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En una película lamentablemente mala,sólo destacar la belleza de Mathilda May
Zero

Andrés Ruiz Cazalla dijo...

La verdad es que vi esta película por aburrimiento.
Y fue peor el remedio que la enfermedad.
Me llamó la atención el título y no sé por qué imaginé algo realmente rompedor. Pero lo que me encontré fue uan basura estereotipada al máximo, que tira de complejos y pajas mentales de un autor que, para no vanaglorarise demasiado, impone dos absurdos estigmas a un alter ego patético.
En general, me recordó a cierta novelística actual, en que el sexo libre está muy presente y su inventores, la burguesía y los intelectuales surgidos del 68, muy puestos en entre dicho. He dicho que me recordó, pero nada más. Porque aquí no hay talento.
Como ejemplo de la supuestamente despiadada moral burguesa citaría esta conversacion del viejo con un amigo suyo en que el amigo le cuenta que su hija tiene un novio de su edad y que ¿qué va a hacer él? "es un buen tío" y acaba comentando que es normal que las muchachas quieran a los cincuentones interesantes.
Dos absurdeces: un ejemplo infantil de la supuesta amoralidad de una burguesía que ya lo ha probado todo. Y un retrato de Dorian Grey pintado por un viejo que quisiera ser verde: su fantasia number one. Sospecho que el autor, más de una vez, se ha tocado en la ducha pensando que esas palabras son verdad.
Quiero que me devuelvan las dos horas de vida que perdi viendo esta basura.