martes, 7 de octubre de 2008

LA LEYENDA DEL INDOMABLE

No soy muy dado a hacer homenajes a los fallecidos. Creo que llevo demasiado impregnada la vieja máxima del teatro “el espectáculo debe continuar”, pero estos días revisando alguna de las películas emblemáticas de Paul Newman, he vuelto a ver entre otras “El buscavidas” (tan imprescindible que me la he comprado) “Dos hombre y un destino” “La gata sobre el tejado de zing caliente” o “La leyenda del indomable”. Esta última, drama carcelario dirigido por Stuart Rosengerg (quien años después dirigiría otra cima del subgénero; “Brubaker” con el colega Redford) me ha llamado la atención especialmente, y voy a detenerme en ella.

Tal vez este perdedor llamado Luke sea su personaje más emblemático (al menos para mi) de Newman. La razón es algo difícil de concretar, pero creo que tiene que ver con lo que Walter Murch llama “la teoría de la luz azul”. Como no nos vamos a poner a explicar ahora de que va (el libro está editado por Plot y es una recopilación de entrevistas entre él y Michael Ondaaje), baste decir que el director Rosenberg o los guionistas Doon Pearce y Frank Pierson (sobre la novela del primero) han evitado dar los antecedentes del personaje, los motivos que hacen que Luke sea como es (hablan de su salida del ejercito, pero no se extiende), para centrarse única y exclusivamente en lo que va a suceder a partir del momento que Luke-Paul entra en nuestras vidas. El efecto es además que se crea un interés y se incentivan expectativas sobre él a partir de las primeras secuencias de presentación de su carácter.

La estructura de la película es simple. Primera secuencia; Luke borracho corta los parquímetros de un pueblo cualquiera del interior americano, (curiosa imagen simbólica de un plano detalle que arranca la película). Aparece la policía. Segunda secuencia Luke llega a la cárcel. Esto si es concreción. A partir de aquí el espectador va a conocer que todo en el presidio de trabajos forzados funciona con reglas y que el incumplimiento de las mismas supondrá un castigo. A pesar de que nuestro gamberro sobrecastigado (¿dos años de trabajos forzados por romper unos parquímetros?) trata de pasar lo más desapercibido posible, enseguida vemos que su carácter rebelde y carisma le hacen reaccionar contra la injusticia. Así todo será una sucesión de pequeñas aventuras que no hacen más que poner al espectador de parte del protagonista y disfrutar con cada una de sus iniciativas. Casi podría enumerar secuencia por secuencia pues todas tienen algo que las hace especiales. La de la pelea con Drag (fantástico oscarizado George Kennedy), la de el lavado del coche, o la del asfaltado de la carretera... pero destacaré por encima de todas, aquella en la que el hijo habla con la madre enferma que viene de visita y que sirve para ahondar y intuir pistas sobre el carácter de nuestro protagonista (teatral pero contundente). Newman toma una actitud casi pasiva ante el monólogo de la madre, pero sus ojos profundos y fríos reflejan más que mil frases encubiertas de sentimiento.

Segunda parte de la película. Después de la injusticia que supone el castigo sin motivo, simplemente como “ataque preventivo”, el carácter que ya conocemos de nuestro protagonista hace que entendamos que nunca va a poder dar marcha atrás. Luke es Luke (si es que esto quiere decir algo) y nada ni nadie lo podrá evitar sean cuales sean las consecuencias. Fugarse se convierte en una necesidad, y contra eso ni él mismo puede hace nada. Después de que lo atrapen por primera vez, el espectador involucrado notará un nerviosismo que le sube por el estomago, porque el presagio de que no hay salida para él es una intuición demasiado evidente. No quiero adelantar, sólo sugeriros que volváis a verla.

Para el que crea que me he olvidado, entre todas las fantásticas secuencias hay una que ha pasado al imaginario colectivo. La de los cincuenta huevos en una hora. Puede que sea un farol, pero el buen hacer del director eleva la identificación del espectador hasta el infinito en una secuencia magistral de ritmo y tempos (ese cambio de tono desde la comedia al drama), montaje e interpretación. Al final somos nosotros los que estamos animando para que un Luke más Luke que nunca (si es que esto quiere decir algo) consiga su propósito... y eso que no se cuantas veces hemos visto esta escena. Otro punto destacable son “los malos”, sobre todo aquel inexpresivo Godfrey (Morgan Woodward) con gafas de espejo, tal vez como símbolo de la falta de rostro de la “justicia” que tortura al personaje hasta el límite. Otro personaje construido como el de Newman, pero al contrario. Sus actos le definen y sigue pareciéndonos misterioso. Al menos hasta que simbólicamente se rompen sus gafas al final de la película. Todo muy partida de póquer. Y es que no quiero destacar su altruismo, su belleza, su fidelidad o su talento. Newman, igual que Luke es como es (por fin adquiere significado el tópico) y eso le ha convertido en leyenda. Siempre recordaré el plano final de esta película, moribundo cuando se lo llevan en el coche hacia el inevitable destino... eso si, esbozando una sonrisa.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Vi el mundo, y apestaba, y me encantó."
Creo que me vendrán a la cabeza imágenes de La Leyenda Del Indomable antes de morir. Para mí representa el cine que más me gusta, y, a pesar de que el mensaje no es precisamente optimista, en mi opinión irradia ilusión.