viernes, 17 de octubre de 2008

SEXO EN NUEVA YORK

Antes de ver la película que nos ocupa, me planteé poner en práctica las técnicas que propone Paul Bayard en su libro “Cómo hablar de los libros que no se han leído” (Anagrama), y escribir la crítica de la película sin haberla visto, sólo con las referencias de lo que había oído y los capítulos que en su momento vi en televisión. Al final no me decidí, pero en realidad poco nuevo tengo que aportar de cosecha propia. Además con esta película pasa lo mismo que con la última de Woody Allen. Tanto defensores como detractores tienen razón en sus argumentos.

“Sexo en Nueva York” tiene para mi un fallo que destaca por encima de cualquier otra consideración. Tratar de ser trascendente sobre su homóloga serie. Me explico. Parece que las chicas neoyorkinas han crecido y ahora tienen que tomarse la vida demasiado en serio, lo que hace que el tono se tambalee un poco. Afortunadamente salvan el tipo con algunos gags, aunque desde luego insuficientes para estar a la altura en su “puesta de largo”. Por supuesto a las/os incondicionales esto les pasará desapercibido, pues sus sentidos estarán demasiado entretenidos en contemplar la colección inacabable de vestidos, zapatos y trajes de boda que luce Carrie y sus colegas. Pero la realidad es que después de una presentación relámpago que resume seis temporadas en apenas tres minutos, los creadores comienzan un largo camino por situarnos (como si alguien en el “primer mundo” no supiese de que va la serie) y la realidad es que hasta el minutos cuarenta y cuatro no se atisba la primera pista de conflicto. Y es que en su afán por demostrar la paradójica estupida/madurez de la protagonista, los guionistas se olvidan de que en el largometraje las tramas no se resuelven cada treinta minutos, y para que haya película tiene que haber conflicto. Pero lo más alucinante es que si tardan un tercio de película en que aparezca ese conflicto, el desenlace de este es el que sirve de punto de giro del primer acto (y casi de la película)... de una forma al menos discutible. Al final, me quedé con la sensación de que con el juego de los coches que vienen y van (emulando el juego de las puertas de Lubitsch) asistimos al final de un capítulo cualquiera.

Dicho y hecho, el arranque y desarrollo del segundo acto es el comienzo de un nuevo capitulito en el que las amigas estereotipadas (este punto se ha mantenido a lo largo de la serie y se respeta en la película) empiezan a tener una subtrama para rellenar la película.... porque por supuesto lo mejor estaba en el primer tercio. Si antes sólo la pelirroja estricta había tenido el privilegio de la subtrama, era para precipitar el desenlace principal, pero ahora la rubia ninfómana y la morena pava tienen su peso en la película. Algo tiene que suceder mientras la sensible Carrie se recupera de su previsible palo y llega al más previsible desenlace. Lo que me resulta curioso en este punto es que Michael Patrick King y sus colaboradores han incorporado un nuevo personaje, un personaje reflejo en el que la autentica y única protagonista puede apoyarse para recomponer su estatus y volver a resucitar como ave fénix organizada, atractiva e irresistible.

Todo de los más soso y entretenido al tiempo. No entraré en detalle, pero la morena pava será el nuevo soporte que necesita la rubia cronista para precipitar el desenlace del tercer capítulo contenido en la miniserie. Mientras, la rubia ninfómana tendrá su conflicto personal sustentado en la improbable fidelidad. Todo ello hasta el final... el final es el peor momento que un mal guionista se puede imaginar. Pero al público femenino hacia el que está dirigida la cinta, le permitirá el suspiro emocional imprescindible para cerrar esta nueva temporada.

A destacar por encima de todo el pseudo mensaje final de lo importante que es ser profundo y no superficial, pero más bien parece un pretexto para evitar las necesarias críticas, porque es difícil ser más absurdo en dos horas y media. Lo qué me pregunto es si las marcas habrán financiado la película, "Sexo en Nueva York" es la mayor concentración de anuncios que he visto desde la última de James Bond. Manolo Blahnik tiene que estar contando billetes, porque la estupidez humana no mira la etiqueta, sólo se guía por el nuevo Dios; ostentación (Gucci, Dior etc) y su profeta; películas y series de televisión.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

BRAVO!!!!
Odio la serie (aunque confieso que en plena crisis de identidad me tragué unos cuantos capítulos de madrugada) y por lo tanto NUNCA veré la peli. Dedidco tu crítica a todas las petardas que hace tres cuatro años se sentían "identificadííísimas con Carrie" aunque vivieran en un piso de mierda en el centro de Madrid y compartido con dos o tres compis (entre ellos algún gay también fan)
Si algo tiene la crisis de positivo es la cara de memos que se les ha quedado a todos los fashion victims que poblaban esta inhóspita ciudad...

Una resentida (que para colmo tuvo que aguantar que una petarda/Carrie le dijera: eres clavadita a Charlotte/morena pava)