Las dos últimas películas que pasan por producciones “grandes” del genero de terror, parecen poner en boga y dar lustre a un subgénero un tanto olvidado, el apocalíptico. Y es que en la forma, ambas películas se alimentan de los miedos más primarios del individuo, mientras que en el fondo no dejan de ser un reflejo, como ha sido siempre el cine, de los miedos sociales que les oprimen. Así, se han disparado este tipo de producciones, tanto en literatura como en cine. El Apocalipsis ha encontrado su hueco. No es la primera vez (casi funciona por modas) ni será la última, pero el libro “La carretera” de Cormac McCarthy (premiado con el Pulitzer en 07, con adaptación cinematográfica aun sin estrenar) y las dos películas que nos ocupan, tienen demasiado en común para ser casualidad. Y es que parecen ser fruto del síndrome post-11 de septiembre. Enemigos desconocidos, presuntos terroristas que atacan las ciudades o los pueblos para destruir a la gran nación americana, mientras “el individuo” no tiene otro remedio que unirse con sus semejantes o huir de sus casas.
“La niebla” está basada en un libro de Stephen King, ese escritor amado y denostado a partes iguales, pero que lleva treinta años aportando y recreándose en esos miedos primarios del individuo. Como no he leído el libro, no se si la interpretación que promete es la misma que en la película, pero en esta sucede algo curioso. Hay una línea argumental que va por la superficie, apoyada en la trama, y una línea argumental clara en el interior que nos lleva al inconsciente colectivo. Si analizamos la primera, el resultado es una película de serie b de monstruos alienígenas, que a través de una puerta abierta por los militares han penetrado en nuestro mundo para destruirlo. En vez de los típicos marcianitos verdes y cabezones, Stephen King eligió insectos destructores metalizados sacados casi de la prehistoria, sin inteligencia ni identidad propia, cuya única función es destruir todo lo que encuentran a su paso. Todo ello amparados bajo una niebla que no deja de ser la capa bajo la que se esconde el miedo a lo desconocido. En el otro lado, y como protagonistas reales los humanos, con sus personalidades dispares. Este es el punto que mejor está dibujado en la película. Los personajes individuales representan a grupos sociales más amplios. Destacando por encima de todos -aparte del héroe sin fisuras aparentes (Thomas Jane)- a la extremista religiosa (fantástica Marcia Gay Harden). Una loca que se alimenta de los miedos colectivos para evangelizar, y que sirve de antagonista dentro del encierro al que están sometidos.
Pero si en “La niebla” el director Frank Darabont consigue que nos metamos en situación y aceptemos que huir de los monstruos es la única salida, en “El incidente” de M. Night Shyamalan la cosa es mucho más ambigua. El ataque es externo, pero en realidad utilizan la excusa de una neurotoxina, para que el hombre se ataque a si mismo (el mayor enemigo del hombre es el hombre). Ya en el primer tercio de película y por medio de un personaje secundario, intuimos lo que sucede, y más aun, entendemos que no hay salida, pero que al igual que en la anterior, lo único que queda es huir. En este caso el director elige dividir los grupos como única forma de salvación. En realidad como recurso para centralizar el interés en nuestros protagonistas, el inexpresivo antiheroe Wahlberg y su familia. Lo curioso en esta, es que los responsables han decidido encerrar a los protagonistas en una casa apartada con la única compañía de una pirada (antes y después de que le afecte el virus). De esta forma tan absurda, y con unos diálogos más absurdos si cabe, que vienen desde el inicio, la película con la que arrancamos se ha ido convirtiendo en otra diferente que nada tiene que ver con el ataque desconocido, sino más bien con la obsesión americana/mensaje subliminal, de que la familia unida puede con todo.
La conclusión de ambos filmes es jugar al final sorpresa. Pero en el caso de “La niebla” de manera mucho más contundente. Más cuando se salta uno de los principios básicos del guión cinematográfico relacionado con los niños. Pero hay que reconocer que funciona. ¿Por qué? Sencillo. Porque lo hace en el desenlace y el tiempo para la reflexión se traslada a los créditos. Un acierto, ya que será difícil que ningún espectador se olvide de cómo terminaba la película. Lo curioso en este punto, es que el argumento culpa directamente al ejercito como responsable de lo que acontece, pero al mismo tiempo lo presenta como único salvador posible, en una ambigüedad que define a la perfección a los políticos americanos. Incentivar el miedo, para luego vender la seguridad, las armas y los héroes que defiendan al ciudadano de un miedo pre-fabricado.
“La niebla” está basada en un libro de Stephen King, ese escritor amado y denostado a partes iguales, pero que lleva treinta años aportando y recreándose en esos miedos primarios del individuo. Como no he leído el libro, no se si la interpretación que promete es la misma que en la película, pero en esta sucede algo curioso. Hay una línea argumental que va por la superficie, apoyada en la trama, y una línea argumental clara en el interior que nos lleva al inconsciente colectivo. Si analizamos la primera, el resultado es una película de serie b de monstruos alienígenas, que a través de una puerta abierta por los militares han penetrado en nuestro mundo para destruirlo. En vez de los típicos marcianitos verdes y cabezones, Stephen King eligió insectos destructores metalizados sacados casi de la prehistoria, sin inteligencia ni identidad propia, cuya única función es destruir todo lo que encuentran a su paso. Todo ello amparados bajo una niebla que no deja de ser la capa bajo la que se esconde el miedo a lo desconocido. En el otro lado, y como protagonistas reales los humanos, con sus personalidades dispares. Este es el punto que mejor está dibujado en la película. Los personajes individuales representan a grupos sociales más amplios. Destacando por encima de todos -aparte del héroe sin fisuras aparentes (Thomas Jane)- a la extremista religiosa (fantástica Marcia Gay Harden). Una loca que se alimenta de los miedos colectivos para evangelizar, y que sirve de antagonista dentro del encierro al que están sometidos.
Pero si en “La niebla” el director Frank Darabont consigue que nos metamos en situación y aceptemos que huir de los monstruos es la única salida, en “El incidente” de M. Night Shyamalan la cosa es mucho más ambigua. El ataque es externo, pero en realidad utilizan la excusa de una neurotoxina, para que el hombre se ataque a si mismo (el mayor enemigo del hombre es el hombre). Ya en el primer tercio de película y por medio de un personaje secundario, intuimos lo que sucede, y más aun, entendemos que no hay salida, pero que al igual que en la anterior, lo único que queda es huir. En este caso el director elige dividir los grupos como única forma de salvación. En realidad como recurso para centralizar el interés en nuestros protagonistas, el inexpresivo antiheroe Wahlberg y su familia. Lo curioso en esta, es que los responsables han decidido encerrar a los protagonistas en una casa apartada con la única compañía de una pirada (antes y después de que le afecte el virus). De esta forma tan absurda, y con unos diálogos más absurdos si cabe, que vienen desde el inicio, la película con la que arrancamos se ha ido convirtiendo en otra diferente que nada tiene que ver con el ataque desconocido, sino más bien con la obsesión americana/mensaje subliminal, de que la familia unida puede con todo.
La conclusión de ambos filmes es jugar al final sorpresa. Pero en el caso de “La niebla” de manera mucho más contundente. Más cuando se salta uno de los principios básicos del guión cinematográfico relacionado con los niños. Pero hay que reconocer que funciona. ¿Por qué? Sencillo. Porque lo hace en el desenlace y el tiempo para la reflexión se traslada a los créditos. Un acierto, ya que será difícil que ningún espectador se olvide de cómo terminaba la película. Lo curioso en este punto, es que el argumento culpa directamente al ejercito como responsable de lo que acontece, pero al mismo tiempo lo presenta como único salvador posible, en una ambigüedad que define a la perfección a los políticos americanos. Incentivar el miedo, para luego vender la seguridad, las armas y los héroes que defiendan al ciudadano de un miedo pre-fabricado.
En el caso de “El Incidente” el final sorpresa parece una marca de la casa que utiliza como constante película tras película Shyamalan, pero en este caso al no ser personalizado queda mucho más ambiguo, y desde luego mucho menos interesante. De hecho, parece copiado casi a plano del de “28 semanas después” y otras muchas películas del subgénero. Así que en realidad lo que más sorprende de esta, es el tono gore que ha utilizado el director para causar las reacciones que no consigue formar el argumento. Lo que si está bien conseguido en “El incidente” es la sensación de indefensión del individuo ante lo desconocido, aunque si toda la película es demasiado ambigua, el desenlace es el colmo del deux es machina. Lo que está claro que han asumido las grandes producciones es que introducir elementos del gore (que tan buen resultado dan en los videojuegos) funciona. Así que a partir de ahora, chorros de sangre y miembros amputados... Pura mercadotecnia.
Víctor Gualda.
Víctor Gualda.
2 comentarios:
Margüita dijo...
Yo no las he visto, y en esta ocasión dudo aque lo haga. Pero estoy de acuerdo en que este tipo de cine se ceba con los miedos y las inseguridades (aquí con abrir un periódico, ya basta, no hace ni falta que se hagan películas al respecto). Y lo que más miedo me da, es esa línea cada vez más estrecha entre la realidad y la ficción...
un saludo a todos.
Acerca de "El incidente"("La niebla" aún no ha pasado por mis manos),es un importante resbalón en la carrera de N.Shyamalan.Aunque a veces parece un tanto infantil,no se le puede negar la autoría y destreza en la puesta en escena,y aunque trata los mismos temas de siempre(por ello puede que sea un buen cronista de esa tendencia post 11s),en "El incidente" no sólo hay una cierta saturación(o manierismo),sino que no ha encontrado,salvo alguna brillante excepción,las soluciones cinematográficas(que sí halló en anteriores trabajos)para expresar el poder y la amenaza del reino vegetal.
Esta vez no ha apostado por la sorpresa final(sino por un bucle),y tal vez por ello y por carecer de paciencia(todo se sucede con demasiada prontitud)puede resultar un producto para permanecer agitado en la butaca hora y veinte,pero poco más.
Zero
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