viernes, 31 de octubre de 2008

PASO DE TI

La asociación del director y guionista Judd Apatow y la productora Shauna Robertson, ha dado como fruto una revisión de la comedia americana. Los responsables directos de “Lío embarazoso” y “Virgen a los 40” y productores de “Supersalidos” y de la que nos ocupa, han sabido darle un giro al concepto de comedia. Así, la que a priori se presenta como una de las películas golfas de la temporada, resulta ser una comedia romántica en toda regla. Y es que si algo hay que reconocerles a los, en esta ocasión, productores Judd Apatow y Shauna Robertson, es su capacidad para saber aunar el espíritu gamberro de los ochenta pasado por la licuadora de la modernidad, y añadir unas pizcas de romanticismo, para obtener como resultado un producto para adolescentes y treintañeros de consumo divertido, que a priori no resulta pretencioso, y como no, que respeta a pie juntillas todas las convenciones del genero. Y es que por mucho que el lobo se vista de seda...

En el caso de “Paso de ti”, un guionista colega de Apatow llamado Jason Segel se lo guisa y se lo come, siendo escritor y protagonista. En la dirección, otro colega de Apatow, Nicholas Stoller, también guionista televisivo y que con esta debuta como director. La estructura de la película no lleva a engaños. Se ahorra las presentaciones y sigue la vieja máxima de empezar por el final del conflicto, al menos del que sirve de arranque de la película. Apenas ha presentado al personaje en cinco minutos, y ya sabemos que es un vago, que compone música ambiental para una serie. Que está liado con una de las actrices (Kristen Bell) de series tipo CSI del momento (que además resulta una crítica descarada) y que ella le va a dejar. Lo curioso en este arranque de película en realidad es el interés de Segel por enseñar la polla todo lo que pueda, de forma que un conflicto tan básico, como los motivos por los que la actriz deja al músico holgazán, pierde interés por adivinar las veces que la enseñará. Una vez superada la primera prueba de fuego lo siguiente será el tópico. Cuantas mujeres, cada cual más peculiar (recurso manido hasta la extenuación) necesitará el protagonista para olvidar a su ex. Pero en vez de cerrarse a lo fácil, el guionista se decanta por el segundo tópico más sencillo. Largarse de vacaciones a Hawai. Por supuesto allí se encontrará con su exnovia y el tipo por el que le ha cambiado, un músico modernillo que parece estar siempre fumado (Rusell Brand). No os asustéis, apenas he contado un tercio de película, no contaré más y todo está por pasar, aunque aquel que espere sorpresas, mejor que se vea una película de otro género.

La incorporación de la espectacular actriz televisiva Mila Kums y del músico místico Brand será lo que mueva la trama. Elementos desestabilizadores y fantásticos antagonistas de los personajes. Lo mejor en este punto es que en vez de recurrir a la comedia de enredo, el personaje está planteado (tal vez por una cuestión de ego) como en una comedia de situación. Y es que Segel trata de ser un tipo serio (siguiendo las pautas de Steve Carrell), introducido en una situación compleja, pero siempre tratado con un tono cómico por las circunstancias a las que se tiene que enfrentar. En cuanto a los antagonistas , director y guionista han tenido el buen gusto e inteligencia de introducir personajes divertidos, pero que no resultan antipáticos, sino todo lo contrario. Así la película se va convirtiendo en un terceto en un tono más dramático, compensado gracias a la inestimable colaboración especial de un personaje invitado que no es otro que Brand, que a pesar de rozar el estereotipo, no pierde la coherencia en ningún momento. Además colaboradores habituales de Apatow como son Paul Rudd como surfista pasado y Jonah Hill como fan psicópata, mantienen el tono cómico en un nivel elevado.

Además, al ser el propio guionista el actor principal, se ha reservado un doble final, primero en la comedia romántica, con una secuencia de desenlace muy divertida aunque poco realista, pero que al público americano (y porque no, también al europeo) encantará por sus imprescindibles connotaciones morales, y un segundo, con ese regustillo de superación que se hace doblemente entrañable por sus protagonistas; las marionetas del mítico Jim Hemson. Para terminar descubrimos que enseñar la polla era un gag, que además sirve de confirmación de que nuestro protagonista ha hecho lo adecuado con su cambio de relación, y deja claro que su ego no tiene complejos.

Sólo un par de detalles más, la tendencia de todas las películas de la “saga” a una duración de casi dos horas, resultando algo largas para tratarse de comedia, y esta es tal vez la más descafeinada de todas las entregas. Tal vez el nivel de “Virgen a los 40”, la película que dio lugar al resto, sea difícil de alcanzar. Aunque aquella tuviese una estructura dramática más deslavazada, era mucho más salvaje, y es que poco a poco han ido edulcorando los diálogos en las siguientes entregas, para buscar repetir el final feliz y los principios morales que tanto gustan al público, con el fin último de que llegue al mayor número de espectadores posible... y por consiguiente alcancen mejores cifras en taquilla.

Víctor Gualda.

martes, 28 de octubre de 2008

BLADE RUNNER

A falta de novedades interesantes, buenos son clásicos. Y es que esta película del año 1982 lo es en toda regla. Siempre me ha resultado intrigante por varios motivos. Como en los buenos guiones, hay una trama que camina por la superficie que resulta ser sólo la punta del iceberg. El tamaño de lo que está debajo es lo que determina el calado. Y bajo mi punto de vista, en Blade Runner lo que esconde bajo la superficie es capaz de hundir veinte Titanics. Hasta el punto de trascender sobre el propio Ridley Scott y convertirlo en un personaje más como en un juego de cajas chinas imposible.

Sobre la superficie, es sencillamente un thriller policíaco en el que el personaje de Harrison Ford es un detective (Deckard) que tiene como misión encontrar a cuatro criminales esclavos que se han amotinado en una cárcel (otro planeta). Como se trata de una película futurista, estos desaparecidos resultan ser robots casi perfectos. Este giro con la introducción de robots, ya le confieren a la película un nuevo argumento. El prometeico, que requiere un análisis más detenido. Y es que estos cuatro humanoides (replicantes) saben que tienen las horas contadas, y buscan a su creador para pedirle que les alarguen la vida. De forma que ese viejo sueño de la inmortalidad, se traspasa a unos seres artificiales, que en realidad son más humanos que los propios humanos. A nivel argumental, no están dotados de sentimientos, lo que lleva a pensar que cuando asesinan con sus propias manos para conseguir su objetivo, en realidad son unos psicópatas incapaces de empatizar (un nuevo argumento). Pero ni siquiera este punto es real. Pues con los modelos más evolucionados, Sean Young y Rutger Hauer (Nexus 6) entendemos que el sufrimiento y el miedo están presentes al haber sido hechos a imagen y semejanza de su creador. Que resulta ser una extrapolación de Dios. De modo que “el creador” Tyrell lo es en toda la extensión de la palabra. Además, a partir de este punto, se introduce un elemento mesiánico. Y es que el hijo del creador que en principio no está dispuesto a morir, acaba aceptando su destino, y de alguna manera con su gesto, y con imágenes simbólicas, como la de clavarse el calvo en la mano, o el de liberar la paloma antes de morir (Espíritu Santo), se convierte en un Jesucristo capaz de perdonar (no al creador al que inflinge el castigo de la mortalidad, pero si al hombre, representado por Harrison Ford). De esta forma, el punto de vista principal dominado por Ford, es sencillamente una excusa para contar una historia mucho más profunda, y al detective, el único don que se le da, es el de enamorarse de uno de estos replicantes perfectos, con el consiguiente desengaño del amor imposible, colocándole en una situación ambigua, y sirviendo de simple cronista y excusa para contar la historia de Prometeo, que aparte de robar el fuego de los dioses, es el primer escultor de hombres. Cuando estos vayan a reclamar el poder de la inmortalidad, su “padre” Tyrell les dirá algo así como... tenéis el don del libre albedrío, por qué no disfrutáis de él mientras podáis... Pero una inteligencia superior busca trascender. Y este es el punto en el que meto en la trama al director. Me planteo si Scott no es otro Dios, que ha creado una película que busca trascender (consciente o inconscientemente). Es su manera de pasar a la historia, de alcanzar la inmortalidad. A fin de cuentas, es a la que más vueltas le ha dado. Haciendo montajes y remontajes a lo largo de los años (en alguno ni siquiera ha intervenido), y buscando la perfección hasta el extremo. Eliminando por ejemplo la voz en off de Harrison Ford, para (bajo mi punto de vista) eliminar los vestigios de las películas de subgénero de detectives y conferirle el don de obra maestra superior. Y es que cualquier protagonista vale tanto como bien desarrollado esté su antagonista. Y en el caso de este, Roy (Rutger), se eleva por encima del detective y se convierte en el verdadero heroe.

-“...todos estos momentos se perderán en el tiempo como lagrimas en la lluvia”- es un epitafio perfecto mientras la lluvia, que no deja de caer en todo el metraje, se mezcla con las lágrimas de la certeza. Ha llegado el fin para el ser más poderoso creado por el hombre. Ha llegado la muerte para el hombre.

Atrás quedan temas, secuencias y momentos memorables que comentar, como la banda sonora de Vangelis, la fantástica escenografía del decadente futuro diseñada por el artista conceptual Syd Mead y combinada por la dirección artística de David Snyder, inspirada en el trabajo de Moebius (que rechazó trabajar en la película) o subtramas como la de “la inmortal” partida de ajedrez, las influencias de “Metrópolis”, o los cotilleos de rodaje de peleas entre Director y protagonistas. Pero el espacio es reducido y “Blade Runner” es una obra maestra que necesita muchas líneas para comentar. Como epílogo homenaje, los dos finales; el original, y el de la reedición. Creo que Harrison estaba de acuerdo con que se eliminara. No le culpo... yo mismo eliminaría este último párrafo, meramente informativo “happy end”.

Víctor Gualda.


viernes, 24 de octubre de 2008

LA NIEBLA VS EL INCIDENTE

Las dos últimas películas que pasan por producciones “grandes” del genero de terror, parecen poner en boga y dar lustre a un subgénero un tanto olvidado, el apocalíptico. Y es que en la forma, ambas películas se alimentan de los miedos más primarios del individuo, mientras que en el fondo no dejan de ser un reflejo, como ha sido siempre el cine, de los miedos sociales que les oprimen. Así, se han disparado este tipo de producciones, tanto en literatura como en cine. El Apocalipsis ha encontrado su hueco. No es la primera vez (casi funciona por modas) ni será la última, pero el libro “La carretera” de Cormac McCarthy (premiado con el Pulitzer en 07, con adaptación cinematográfica aun sin estrenar) y las dos películas que nos ocupan, tienen demasiado en común para ser casualidad. Y es que parecen ser fruto del síndrome post-11 de septiembre. Enemigos desconocidos, presuntos terroristas que atacan las ciudades o los pueblos para destruir a la gran nación americana, mientras “el individuo” no tiene otro remedio que unirse con sus semejantes o huir de sus casas.

“La niebla” está basada en un libro de Stephen King, ese escritor amado y denostado a partes iguales, pero que lleva treinta años aportando y recreándose en esos miedos primarios del individuo. Como no he leído el libro, no se si la interpretación que promete es la misma que en la película, pero en esta sucede algo curioso. Hay una línea argumental que va por la superficie, apoyada en la trama, y una línea argumental clara en el interior que nos lleva al inconsciente colectivo. Si analizamos la primera, el resultado es una película de serie b de monstruos alienígenas, que a través de una puerta abierta por los militares han penetrado en nuestro mundo para destruirlo. En vez de los típicos marcianitos verdes y cabezones, Stephen King eligió insectos destructores metalizados sacados casi de la prehistoria, sin inteligencia ni identidad propia, cuya única función es destruir todo lo que encuentran a su paso. Todo ello amparados bajo una niebla que no deja de ser la capa bajo la que se esconde el miedo a lo desconocido. En el otro lado, y como protagonistas reales los humanos, con sus personalidades dispares. Este es el punto que mejor está dibujado en la película. Los personajes individuales representan a grupos sociales más amplios. Destacando por encima de todos -aparte del héroe sin fisuras aparentes (Thomas Jane)- a la extremista religiosa (fantástica Marcia Gay Harden). Una loca que se alimenta de los miedos colectivos para evangelizar, y que sirve de antagonista dentro del encierro al que están sometidos.

Pero si en “La niebla” el director Frank Darabont consigue que nos metamos en situación y aceptemos que huir de los monstruos es la única salida, en “El incidente” de M. Night Shyamalan la cosa es mucho más ambigua. El ataque es externo, pero en realidad utilizan la excusa de una neurotoxina, para que el hombre se ataque a si mismo (el mayor enemigo del hombre es el hombre). Ya en el primer tercio de película y por medio de un personaje secundario, intuimos lo que sucede, y más aun, entendemos que no hay salida, pero que al igual que en la anterior, lo único que queda es huir. En este caso el director elige dividir los grupos como única forma de salvación. En realidad como recurso para centralizar el interés en nuestros protagonistas, el inexpresivo antiheroe Wahlberg y su familia. Lo curioso en esta, es que los responsables han decidido encerrar a los protagonistas en una casa apartada con la única compañía de una pirada (antes y después de que le afecte el virus). De esta forma tan absurda, y con unos diálogos más absurdos si cabe, que vienen desde el inicio, la película con la que arrancamos se ha ido convirtiendo en otra diferente que nada tiene que ver con el ataque desconocido, sino más bien con la obsesión americana/mensaje subliminal, de que la familia unida puede con todo.

La conclusión de ambos filmes es jugar al final sorpresa. Pero en el caso de “La niebla” de manera mucho más contundente. Más cuando se salta uno de los principios básicos del guión cinematográfico relacionado con los niños. Pero hay que reconocer que funciona. ¿Por qué? Sencillo. Porque lo hace en el desenlace y el tiempo para la reflexión se traslada a los créditos. Un acierto, ya que será difícil que ningún espectador se olvide de cómo terminaba la película. Lo curioso en este punto, es que el argumento culpa directamente al ejercito como responsable de lo que acontece, pero al mismo tiempo lo presenta como único salvador posible, en una ambigüedad que define a la perfección a los políticos americanos. Incentivar el miedo, para luego vender la seguridad, las armas y los héroes que defiendan al ciudadano de un miedo pre-fabricado.
En el caso de “El Incidente” el final sorpresa parece una marca de la casa que utiliza como constante película tras película Shyamalan, pero en este caso al no ser personalizado queda mucho más ambiguo, y desde luego mucho menos interesante. De hecho, parece copiado casi a plano del de “28 semanas después” y otras muchas películas del subgénero. Así que en realidad lo que más sorprende de esta, es el tono gore que ha utilizado el director para causar las reacciones que no consigue formar el argumento. Lo que si está bien conseguido en “El incidente” es la sensación de indefensión del individuo ante lo desconocido, aunque si toda la película es demasiado ambigua, el desenlace es el colmo del deux es machina. Lo que está claro que han asumido las grandes producciones es que introducir elementos del gore (que tan buen resultado dan en los videojuegos) funciona. Así que a partir de ahora, chorros de sangre y miembros amputados... Pura mercadotecnia.

Víctor Gualda.

martes, 21 de octubre de 2008

ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO

Es la segunda vez que veo esta película. La primera fue en el cine, y colgué en estas mismas páginas una crítica, concretamente en Junio. No me queda más remedio que rescribirla, porque después de verla de nuevo, tengo la sensación de que en esta ocasión me ha gustado más que la anterior. Tal vez porque ya conocía la información de antemano y estaba más atento a la trama. Tal vez porque lo que para mi eran fallos que ralentizaban la historia, fueran fruto de mi ansiedad por saber que iba a pasar. Igual era sencillamente porque miraba de manera más crítica las imágenes y no me dejé llevar por la complejidad de los personajes.

A pesar de todo, esta es sin duda una de las películas más completas de la temporada. Dirigida por el octogenario Sydney Lumet, el maestro da una auténtica lección de buen pulso. En realidad eso no es una novedad, ya que desde su primera película “12 Hombres sin piedad” si hay algo que este director hace bien, es adecuarse al libreto y mover a los actores dentro del plano con una modernidad y soltura que pocos directores tienen. Además hay otro punto que me parece interesante en su filmografía. Que siempre busca dentro del individuo. Así sus personajes son complejos y lejanos del estereotipo. Casi siempre con una moral influida por las circunstancias de su vida, y nunca bajo la trama que los encierra en clichés de buenos o malos. Las circunstancias particulares son las que mueven o crean la trama y no al contrario. “Tarde de perros”, “Network” o Serpico son tal vez sus cimas, y en todas ellas el individuo se ve inmerso en situaciones que le sobrepasan y ante las que tiene que reaccionar de la “mejor/peor” manera posible. Además estas reacciones están encerradas en situaciones sociales que les sobrepasan por estar en un plano superior. Los medios de comunicación, la corrupción, la mafia o la familia.

En el caso particular de “Antes de que el diablo...” la trama está orquestada por el guión de Kelly Masterson. Un texto casi de hierro que apenas tiene fisuras, y por unos actores en estado de gracia que aportan un dramatismo y credibilidad fuera de toda duda. Seymour Hoffman tiene el personaje más complejo por la dualidad de sentimientos que maneja con la soltura que nos tiene acostumbrado, pero también hay que destacar a Ethan Hawke a Albert Finney o Marisa Tomei.

También la fotografía de Ron Fortunato ayuda con su imagen digital gris y dramática a la altura de la situación que viven los protagonistas. Hasta el montaje de Tom Swame en esta ocasión me ha parecido que tenía la cadencia y ritmo necesarios para entender por lo que están pasando los personajes. Todo ello a pesar del efecto visual acentuado por el sonido para cambiar los puntos de vista. Creo recordar que la secuencia en la que Seymour Hoffman paseaba por el apartamento del camello me había parecido larga, pero en esta ocasión me ha parecido perfectamente adecuada. Lo que si sigue pareciéndome un relleno, es la situación en la que se ve inmerso Hawke para recuperar un CD que se había dejado en el coche alquilado con el que se llevó a cabo el atraco. También me sigue pareciendo que el personaje del hermano chantajista está metido demasiado oportunamente para hacer avanzar la trama y rellenar el segundo acto; en esto me reitero. De igual manera, la secuencia en el patio el día del funeral de la madre, me sigue pareciendo la clave para entender cómo se siente el complejo personaje de Hoffman sobre el que pivota toda la trama.

En definitiva, en esta ocasión esta tragedia con tintes shakespearianos me ha convencido y creo que se sitúa entre las mejores películas que se han estrenado en los últimos meses... aunque con los títulos que hemos tenido, esto tal vez no resulte difícil. Sólo una cosa más; la queja a Universal por una película que aparece anunciada en la carátula con un formato 1.85 : 1 y luego en DVD no respetan, para resultar un 4:3 de televisión, haciendo que se pierda parte de la información en pantalla. Una pena la dejadez de las productoras/distribuidoras incapaces de terminar el trabajo de la mejor manera posible.

Víctor Gualda.

viernes, 17 de octubre de 2008

SEXO EN NUEVA YORK

Antes de ver la película que nos ocupa, me planteé poner en práctica las técnicas que propone Paul Bayard en su libro “Cómo hablar de los libros que no se han leído” (Anagrama), y escribir la crítica de la película sin haberla visto, sólo con las referencias de lo que había oído y los capítulos que en su momento vi en televisión. Al final no me decidí, pero en realidad poco nuevo tengo que aportar de cosecha propia. Además con esta película pasa lo mismo que con la última de Woody Allen. Tanto defensores como detractores tienen razón en sus argumentos.

“Sexo en Nueva York” tiene para mi un fallo que destaca por encima de cualquier otra consideración. Tratar de ser trascendente sobre su homóloga serie. Me explico. Parece que las chicas neoyorkinas han crecido y ahora tienen que tomarse la vida demasiado en serio, lo que hace que el tono se tambalee un poco. Afortunadamente salvan el tipo con algunos gags, aunque desde luego insuficientes para estar a la altura en su “puesta de largo”. Por supuesto a las/os incondicionales esto les pasará desapercibido, pues sus sentidos estarán demasiado entretenidos en contemplar la colección inacabable de vestidos, zapatos y trajes de boda que luce Carrie y sus colegas. Pero la realidad es que después de una presentación relámpago que resume seis temporadas en apenas tres minutos, los creadores comienzan un largo camino por situarnos (como si alguien en el “primer mundo” no supiese de que va la serie) y la realidad es que hasta el minutos cuarenta y cuatro no se atisba la primera pista de conflicto. Y es que en su afán por demostrar la paradójica estupida/madurez de la protagonista, los guionistas se olvidan de que en el largometraje las tramas no se resuelven cada treinta minutos, y para que haya película tiene que haber conflicto. Pero lo más alucinante es que si tardan un tercio de película en que aparezca ese conflicto, el desenlace de este es el que sirve de punto de giro del primer acto (y casi de la película)... de una forma al menos discutible. Al final, me quedé con la sensación de que con el juego de los coches que vienen y van (emulando el juego de las puertas de Lubitsch) asistimos al final de un capítulo cualquiera.

Dicho y hecho, el arranque y desarrollo del segundo acto es el comienzo de un nuevo capitulito en el que las amigas estereotipadas (este punto se ha mantenido a lo largo de la serie y se respeta en la película) empiezan a tener una subtrama para rellenar la película.... porque por supuesto lo mejor estaba en el primer tercio. Si antes sólo la pelirroja estricta había tenido el privilegio de la subtrama, era para precipitar el desenlace principal, pero ahora la rubia ninfómana y la morena pava tienen su peso en la película. Algo tiene que suceder mientras la sensible Carrie se recupera de su previsible palo y llega al más previsible desenlace. Lo que me resulta curioso en este punto es que Michael Patrick King y sus colaboradores han incorporado un nuevo personaje, un personaje reflejo en el que la autentica y única protagonista puede apoyarse para recomponer su estatus y volver a resucitar como ave fénix organizada, atractiva e irresistible.

Todo de los más soso y entretenido al tiempo. No entraré en detalle, pero la morena pava será el nuevo soporte que necesita la rubia cronista para precipitar el desenlace del tercer capítulo contenido en la miniserie. Mientras, la rubia ninfómana tendrá su conflicto personal sustentado en la improbable fidelidad. Todo ello hasta el final... el final es el peor momento que un mal guionista se puede imaginar. Pero al público femenino hacia el que está dirigida la cinta, le permitirá el suspiro emocional imprescindible para cerrar esta nueva temporada.

A destacar por encima de todo el pseudo mensaje final de lo importante que es ser profundo y no superficial, pero más bien parece un pretexto para evitar las necesarias críticas, porque es difícil ser más absurdo en dos horas y media. Lo qué me pregunto es si las marcas habrán financiado la película, "Sexo en Nueva York" es la mayor concentración de anuncios que he visto desde la última de James Bond. Manolo Blahnik tiene que estar contando billetes, porque la estupidez humana no mira la etiqueta, sólo se guía por el nuevo Dios; ostentación (Gucci, Dior etc) y su profeta; películas y series de televisión.

Víctor Gualda.

martes, 14 de octubre de 2008

FIRST SNOW

Ante la falta de estrenos interesantes estas últimas semanas, y a la espera de la inminente llegada de “Antes que el diablo sepa que has muerto” “Caos calmo” o “Rebobine por favor” me encuentro con “First snow” una película que a priori parece un thriller más. Lo es, aunque tal vez lo interesante sea el planteamiento más que el argumento o la trama. “First snow” no destaca por nada en especial, pero tal vez en manos de un director que le hubiese impreso un sello más personal estaríamos hablando de una de las películas revelación de la temporada. Se me ocurre esto después de la crítica de “La Conversación” que no tiene muchos más elementos que la que nos ocupa, pero que sin embargo se eleva hasta el infinito, mientras esta desciende hasta el infierno. Y es que muchas veces el pulso, las circunstancias, o algo que escapa de las manos del director son las que hacen que una película destaque.

El bueno de Guy Pearce da vida a un vendedor de suelos que por casualidad (tal vez destino) pincha el coche en un lugar en mitad de la nada y mientras lo reparan hace tiempo leyendo la mano en una tópico-atípico adivino. Es curioso hasta este punto que el tono de la película le confiere un “algo” especial al acontecimiento. Está claro que es una de esas películas medias americanas que indican que estamos ante un thriller, pero hasta este punto podría ser un drama, una película de cine independiente, o si me apuras casi me imagino a los actores que se echan a bailar y cantar porque si... perdón, tal vez me dejo influir por “Mamma Mia”. Lo que quiero decir es que el arranque no da pistas y te lleva a la caravana de un tipo en mitad del desierto desde el punto de vista del protagonista. A partir de este punto, uno se pregunta si se ha colado por equivocación en una serie de televisión, cuando aparece el personaje de J.K. Simmons que por diez pavos le lee el futuro, en una de esas secuencias que cualquier espectador despistado puede adivinar que va a pasar. Por supuesto nuestro desprevenido vendedor se tomará a coña todo, al menos hasta que se cumplan los primeros pronósticos. Como es de suponer, inmediatamente vuelve a recurrir a los consejos del vidente para que termine lo que empezó.

Y es ahora cuando arranca la película realmente. La subtrama que se presentó en el primer tramo con sus problemas con un compañero de trabajo, más los propios fantasmas de Jimmy Starks-Pearce y su pasado, nos descubre que Jimmy no ha sido siempre el buen novio y ambicioso vendedor que nos han presentado al inicio, sino más bien un tipo sin escrúpulos (sólo dibujado para evitar que es espectador le coja antipatía). Así que el pasado en forma de amigo que sale de la cárcel hace que nuestro protagonista relacione lo que le dijo el vidente a su oscuro pasado, tal vez como forma de demostrar que no tiene la conciencia tranquila. A partir de aquí el ex amigo adquiere una importancia similar a la de Kurtz en “Apocalipsis Now” que lleva Starks-Pearce a fijar un destino que probablemente si no hubiese conocido al adivino, nunca hubiese sido el suyo, pero que era inevitable como parte de ese mismo destino (la gran paradoja de la película). El director Mark Fergus y el guionista Hawk Ostby deciden poner un límite a la vida de nuestro protagonista, que corresponde con las primeras nieves, y como en una tragedia griega nuestro protagonista sufre el cambio de enfrentarse a él (el destino) y finalmente a aceptarlo, más, después de que el oráculo le guíe por el buen camino -“al menos ahora tienes el privilegio de poner las cosas en orden”- (más o menos) Y claro, eso es lo que hace el ahora comprador Starks, lo cual crea otra paradoja; al no resistirse, él mismo provoca que el oráculo se cumpla en el momento que el adivino ha fijado (qué interesante me parece este planteamiento)

Tal vez el gran fallo de la película sean las expectivas que se crean sobre el “personaje amigo misterioso”, para que cuando este aparezca todo se quede en eso, en expectativas... lo curioso es que teniendo a William Fichtner en el reparto, no lo hayan utilizado para este papel al que probablemente le hubiese impreso mucha mayor ambigüedad moral. Un desenlace fallido con doble final, que a estas alturas no sorprende a nadie, y que como en el cuento del tipo que huía a quinientos kilómetros de La Muerte después de verla, y cuando llega a su “destino”, esta le está esperando y le dice que el día anterior le había visitado porque no entendía que hacía tan lejos del sitio donde tenía que morir (más o menos)... lo cierto es que nuestro personaje se choca de frente con su destino. Pero como digo, lo interesante es la reflexión de que el destino es algo tan ambiguo como cierto para el que no profesa extrañas religiones que lo justifican todo como la voluntad de Dios... ¿o si?... y es que el ser humano necesita darle una explicación a lo que le ocurre, y si no se la inventa para cuando llegue la primera nevada.

Víctor Gualda.

viernes, 10 de octubre de 2008

LA CONVERSACION

Después de leer el libro entrevista de Michael Ondaatje, escritor de “El paciente ingles” a Walter Murch, montador y encargado del diseño de sonido de la versión cinematográfica de esta y de películas tan emblemáticas como “El Padrino” “La conversación” “Apocalipis Now” y su remontaje “Redux” o el remontaje de “Sed de mal” (siguiendo las pautas marcadas por el memorandum ya mencionado en este blog de Weells), no pude evitar volver a revisar la que más olvidada tenía. “La conversación”; tras la entrevista y años después del primer visionado, tengo que reconocer que sigue siendo una película especial y lejos del cine convencional. Una película extraña que difícilmente se podría volver a hacer bajo el amparo de los estudios de Hollywood.

Ya desde la primera secuencia Coppola y Murch nos descubren una perfecta presentación en la que vamos a conocer al personaje principal y su ocupación, la trama principal, el tono, el ritmo. Todo ello a partir de un zoom lejano que avanza lentamente hasta seguir a nuestro protagonista Harry Caul. El plano además parece introducir de forma casi voyeur a nuestro voyeur particular, que está siguiendo a una pareja. Luego vamos a conocer más íntimamente a Caul-Hackman. Resulta casi una secuencia de comedia verle abrir todas las cerraduras de la puerta de su casa, la alarma y encontrarse una botella con una tarjeta que resulta ser de una vecina (luego contaré una anécdota de esta secuencia) Pero esta escena nos va a permitir ver otro par de detalles que completan la radiografía de nuestro protagonista. Sabemos que como paradoja y probablemente a raíz de su trabajo, es un obseso (tal vez paranoico) de su intimidad, además Caul-Hackman tiene la peculiaridad de no tener vida personal. Su casa parece la habitación de un hotel. Aséptica, falta de personalidad, sin un detalle de carácter o vida propia, lo que le define y completa la radiografía del personaje.

Pero Coppola no se conforma, y a partir de este punto vamos a conocer más detalles de su personalidad (o los mismos ampliados), vamos a ver que lo que parece ser una escena cualquiera de escucha a una pareja, se va a complicar cuando el “técnico de escucha” lleve sus cintas al cliente. Algo extraño sucede y un Gene Hackman celoso de su trabajo se niega a entregar el trabajo si no es personalmente a “el director” (Robert Duvall) A partir de aquí el espía se convierte en espiado. Hay algo en la atmósfera de la película que envuelve de tensión todas las secuencias que veamos de aquí al final (increíble la busqueda de micros en su propia casa). La obsesión del protagonista por descubrir el sentido de las palabras de la pareja espiada, es un flash-back constante y repetitivo a todos los puntos de vista posibles de la escena que contemplamos al principio.

Pero la trama necesita alimentarse de algo que la mueva, para no permanecer demasiado estática y resultar una película de cine arte. La convención de espías es la excusa perfecta. En este punto, lejos de centrarse en la trama de espionaje habitual en otros directores, Coppola “da prioridad” (en realidad hay un finísimo equilibrio) a que entendamos el trabajo artesanal de nuestro protagonista. Conozcamos a sus competidores en la materia. Todo para acabar en el estudio-looft donde el inefable Caul-Hackman trabaja. Tal vez este sea el punto más oscuro de todo el metraje. La obsesión particular del director ralentiza, por no decir que para, la película en seco. Secuencias demasiado explicativas que no aportan nada a la trama del thriller, pero que en realidad nos dan la clave para que entendamos que no es tan importante como la vida del personaje. Luego la escena de seducción y sexo, que concluye con otra secuencia que para mi es innecesaria, pero que luego descubrí que es el resultado de aprovechar el material rodado inicialmente para otra escena que se desecho, la del sueño (que en el guión original no lo era) y el subsiguiente robo de las cintas.

Poco más que añadir más que un sorpresivo final, clave de toda la película y merito real del metraje donde el matiz de una frase hace que toda la trama que cuidadosamente permanece en el subcosciente del espectador sufra un giro de ciento ochenta grados. Pero aparte del maravilloso y trucado matiz final, comentar detalles de la cinta que amplían la magnitud del personaje alejándole de cualquier estereotipo, como por ejemplo el sentido de culpa del protagonista, y su fe, que nos lleva a verle confesarse en un reclinatorio que funciona como el diván de un psicólogo. La mencionada paradoja constante de un tipo que se define por sus actos y no por sus palabras, ya que según avanza la cinta cada vez habla menos, y desde el principio hemos visto que es extremadamente celoso con su intimidad hasta con su novia-amante ocasional, que como aniversario le propone el juego de hablar de él. Otro ejemplo; la constante de la ropa y ese chubasquero gris transparente tan peculiar y del que el protagonista apenas se desprende a lo largo de todo el metraje, que tiene su significado (Murch se extiende en el libro sobre este y otros temas)...

Para terminar, la prometida subtrama del inicio de crítica en la que descubrimos que en el guión original, los vecinos le preparaban una fiesta de cumpleaños y le elegían como representante para protestar al propietario por las cañerías (o algo así). Propietario que luego resulta ser él mismo. La subtrama se eliminó por razones obvias, pero hay que reconocer que un Coppola en estado de gracia cierra de manera sorpresiva una de sus más atípicas y personales películas entre el rodaje de los dos colosos que son los Padrinos. No he hablado del sonido o el tratamiento de este, que en el caso de esta cinta tiene casi tanta importancia como la imagen, pero para eso creo que lo mejor es echarle un vistazo al libro que comentaba. Recomiendo encarecidamente la revisión de “La conversación” y la lectura de la otra conversación, porque realmente es cine en estado puro.

Víctor Gualda.

martes, 7 de octubre de 2008

LA LEYENDA DEL INDOMABLE

No soy muy dado a hacer homenajes a los fallecidos. Creo que llevo demasiado impregnada la vieja máxima del teatro “el espectáculo debe continuar”, pero estos días revisando alguna de las películas emblemáticas de Paul Newman, he vuelto a ver entre otras “El buscavidas” (tan imprescindible que me la he comprado) “Dos hombre y un destino” “La gata sobre el tejado de zing caliente” o “La leyenda del indomable”. Esta última, drama carcelario dirigido por Stuart Rosengerg (quien años después dirigiría otra cima del subgénero; “Brubaker” con el colega Redford) me ha llamado la atención especialmente, y voy a detenerme en ella.

Tal vez este perdedor llamado Luke sea su personaje más emblemático (al menos para mi) de Newman. La razón es algo difícil de concretar, pero creo que tiene que ver con lo que Walter Murch llama “la teoría de la luz azul”. Como no nos vamos a poner a explicar ahora de que va (el libro está editado por Plot y es una recopilación de entrevistas entre él y Michael Ondaaje), baste decir que el director Rosenberg o los guionistas Doon Pearce y Frank Pierson (sobre la novela del primero) han evitado dar los antecedentes del personaje, los motivos que hacen que Luke sea como es (hablan de su salida del ejercito, pero no se extiende), para centrarse única y exclusivamente en lo que va a suceder a partir del momento que Luke-Paul entra en nuestras vidas. El efecto es además que se crea un interés y se incentivan expectativas sobre él a partir de las primeras secuencias de presentación de su carácter.

La estructura de la película es simple. Primera secuencia; Luke borracho corta los parquímetros de un pueblo cualquiera del interior americano, (curiosa imagen simbólica de un plano detalle que arranca la película). Aparece la policía. Segunda secuencia Luke llega a la cárcel. Esto si es concreción. A partir de aquí el espectador va a conocer que todo en el presidio de trabajos forzados funciona con reglas y que el incumplimiento de las mismas supondrá un castigo. A pesar de que nuestro gamberro sobrecastigado (¿dos años de trabajos forzados por romper unos parquímetros?) trata de pasar lo más desapercibido posible, enseguida vemos que su carácter rebelde y carisma le hacen reaccionar contra la injusticia. Así todo será una sucesión de pequeñas aventuras que no hacen más que poner al espectador de parte del protagonista y disfrutar con cada una de sus iniciativas. Casi podría enumerar secuencia por secuencia pues todas tienen algo que las hace especiales. La de la pelea con Drag (fantástico oscarizado George Kennedy), la de el lavado del coche, o la del asfaltado de la carretera... pero destacaré por encima de todas, aquella en la que el hijo habla con la madre enferma que viene de visita y que sirve para ahondar y intuir pistas sobre el carácter de nuestro protagonista (teatral pero contundente). Newman toma una actitud casi pasiva ante el monólogo de la madre, pero sus ojos profundos y fríos reflejan más que mil frases encubiertas de sentimiento.

Segunda parte de la película. Después de la injusticia que supone el castigo sin motivo, simplemente como “ataque preventivo”, el carácter que ya conocemos de nuestro protagonista hace que entendamos que nunca va a poder dar marcha atrás. Luke es Luke (si es que esto quiere decir algo) y nada ni nadie lo podrá evitar sean cuales sean las consecuencias. Fugarse se convierte en una necesidad, y contra eso ni él mismo puede hace nada. Después de que lo atrapen por primera vez, el espectador involucrado notará un nerviosismo que le sube por el estomago, porque el presagio de que no hay salida para él es una intuición demasiado evidente. No quiero adelantar, sólo sugeriros que volváis a verla.

Para el que crea que me he olvidado, entre todas las fantásticas secuencias hay una que ha pasado al imaginario colectivo. La de los cincuenta huevos en una hora. Puede que sea un farol, pero el buen hacer del director eleva la identificación del espectador hasta el infinito en una secuencia magistral de ritmo y tempos (ese cambio de tono desde la comedia al drama), montaje e interpretación. Al final somos nosotros los que estamos animando para que un Luke más Luke que nunca (si es que esto quiere decir algo) consiga su propósito... y eso que no se cuantas veces hemos visto esta escena. Otro punto destacable son “los malos”, sobre todo aquel inexpresivo Godfrey (Morgan Woodward) con gafas de espejo, tal vez como símbolo de la falta de rostro de la “justicia” que tortura al personaje hasta el límite. Otro personaje construido como el de Newman, pero al contrario. Sus actos le definen y sigue pareciéndonos misterioso. Al menos hasta que simbólicamente se rompen sus gafas al final de la película. Todo muy partida de póquer. Y es que no quiero destacar su altruismo, su belleza, su fidelidad o su talento. Newman, igual que Luke es como es (por fin adquiere significado el tópico) y eso le ha convertido en leyenda. Siempre recordaré el plano final de esta película, moribundo cuando se lo llevan en el coche hacia el inevitable destino... eso si, esbozando una sonrisa.

Víctor Gualda.

viernes, 3 de octubre de 2008

UNA CHICA PARTIDA EN DOS

Siempre me llama la atención la devoción que existe con Chabrol, e insisto en ver sus películas a pesar de que no me suelen interesar. Al final siempre llego a la misma conclusión; Hace años que no tiene nada que contar. Bueno, tal vez sea una conclusión precipitada, pero “Una chica partida en dos” no sólo me ha resultado aburrida como la mayoría de sus películas, sino que además me ha parecido estúpida.

Cuando pienso en las razones para el gran número de fans que tiene en nuestro país (y estoy convencido que en el suyo) siempre llego a la conclusión de que el espectador tipo que disfruta de su cine es de mediana edad, burgués o su equivalente pseudointelectual en nuestro país, que disfrutó de una educación universitaria en los sesenta y al que es fácil colgarle la etiqueta de “progre” (que además lleva con orgullo) Pero lo cierto es que su cine se ha quedado obsoleto. Y lo debería decir con mayúsculas, porque la película que nos ocupa no hay por donde cogerla.

El punto de vista principal está dominado por el (presumo) alter ego del director Charles Saint-Denis (François Berléand) por una cuestión de puramente narcisista, ya que luego salta hacia Gabrielle Deneige (Sagnier Ludivine) quien realmente es la protagonista de la cinta. En realidad sencillamente se trata de un triangulo amoroso completado por el hipermegasobreactuado Paul Gaudens (Beniot Magimel) pero el eje sobre el que gira toda la inexistente trama es ella. Un viejo escritor y un joven hijo de empresario farmacéutico se disputan el amor de Gabrielle, de la que tenemos que entender (por lo que vemos en pantalla) que es imposible no caer rendido a sus pies. Todo el arranque de la cinta consiste en un juego de toma y daca entre los dos hombres, con la colaboración especial del jefe de la chica que también trata infructuosamente de llamar su atención. Si entendemos que la película tiene una estructura (cosa que aún me planteo) vemos que Gabrielle cae rendida a los pies del escritor, pero todo está demasiado forzado. Supongo que tenemos que entender que ella sucumbe por el irresistible carisma de Saint-Denis. Pero no hay antecedentes, no hay razones, no veo motivos. Él es un cretino que la manipula, utiliza, humilla y desprecia. Lo que me lleva a plantearme que igual elige por eliminación, ya que su joven pretendiente es otro cretino de mayor calado, que parece interesado por puro capricho, pero que además está medio desequilibrado y para colmo de males es violento.

El empeño del director por hacernos ver que el viejo es experimentado amante, interesante equilibrado y con las ideas claras (vieja burguesía), mientras que su competidor joven es un excéntrico caprichoso inseguro y poco ambicioso que se ha encontrado el camino allanado (jóvenes nuevos ricos que parecen no merecer la clase social a la que pertenecen), no hace más que confirmar mis sospechas de la relación de el cine como terapia. Me resulta curioso que la imagen que refleja Chabrol de si mismo es la de un viejo verde venido a menos. Más cuando la trama real de la película comienza a andar después de casi hora y cuarto de película. No soy capaz de expresar me consternación sin contar el argumento, así que baste decir que el punto álgido de la trama, el que supone el punto de giro más importante de la película antes incluso del tercer acto, es lo más estúpido y poco creíble que he visto en el cine los últimos años. De vergüenza ajena. Luego el ultimo tercio de película trata de crear una incertidumbre que se diluye con en apenas unos minutos para dar paso a la imagen simbólica más evidente y burda de la historia del cine (al menos que me venga a la memoria).

En definitiva una película completamente prescindible que me aburrió e indignó a partes iguales. Me quedo con la impresión de que estaba viendo un capítulo de sitcom con personajes que sobrepasan el estereotipo y que lejos de resultar creíbles, resultan grotescos. Si en otras películas hay escenas que destacar, en esta tenemos un buen ramillete de posibilidades... pero con las connotaciones más negativas. La secuencia en la que acaban de follar y ella alaba su experiencia para en sólo un segundo acabar indignada o la secuencia de la comida en el restaurante a dos mesas, son un par de buenos ejemplos. Eso por no hablar de los diálogos prácticamente montados sobre citas y frases hechas que no aportan nada a la credibilidad de los tópicos a los que se refieren (¿será esta la función de la coguionista Cécile Maistre?). Tampoco el presunto discurso moral me parece que tenga ninguna relevancia para nadie más que para un grupúsculo de viejos burgueses. Veo que en Francia hay un problema parecido al de nuestro país a la hora de hacer cine de vanguardia, y es que la sobreprotección de las viejas glorias tapona el paso de nuevos talentos con algo interesante que contar... y que conste que no es una cuestión de edad lo de Chabrol, sino de ambición e interés por conflictos reales de interés general.

Víctor Gualda.