martes, 28 de agosto de 2007
SMOKE
Hace unos días me preguntaban si sería capaz de hacer una lista con las diez películas que más me gustan. Es difícil decantarse en un arte que ha dado inmensas obras maestras. Pero después de pensarlo detenidamente, y a pesar de que hay muchas a las que les reconozco mayor valor cinematográfico, estético o compromiso, no dudo al incluir “Smoke” en mi lista particular ocupando un lugar destacado entre las cinco primeras, a pocos puestos de “El padrino” que es para mi sin duda la primera del listado.
“Smoke” es una película pequeña, muy pequeña. Una película de personajes. Una obra literaria. Una radiografía de un sector de la población media del barrio neoyorkino de Brooklyn. Una película de cine independiente. Escrita y codirigida por Paul Auster junto a Wayne Wang en la primera incursión del escritor en el cine. “Smoke” tiene todos los elementos de una obra literaria, pero con un estructura de guión cinematográfico. División en tres actos, puntos de giro, diálogos precisos etc... Comandada magistralmente por el ex marine Harvey Keitel , que con su estanco sirve de línea narrativa y punto de unión de varios personajes y tramas. El estanco es el punto de punto de encuentro para gente del barrio en el que hablan de béisbol y de otros temas intrascendentales. En él (el estanco merece el trato de un personaje más) conocemos a Paul Benjamín (seudónimo que el propio escritor utiliza en su primera novela policíaca “Jugada de presión”) interpretado por John Hurt. Un escritor de novelas policíacas bajo seudónimo, que vive encerrado en su casa (como símbolo de su encierro en si mismo) desde que murió su mujer y su hijo en un accidente. Como en una estructura de cajas chinas, que tanto le gusta a Auster, cada historia va dando lugar a otra y a partir de él conocemos a Rashid Cole, un chaval con problemas por haber robado un dinero a un ladrón de barrio. A partir de su huida el espectador y el propio Rashid conocerán a su padre manco interpretado por Forest Whitaker y la relación que se establece entre ambos. También el bueno de Keitel tiene sus propios problemas parentales ante la aparición de una ex que le pide ayuda con la hija de ambos...
La estructura es sencilla, un primer acto nos presenta a los personajes, principales y secundarios que se encuentran en el estanco. Allí todos cuentan sus anécdotas, allí todos son iguales. No hay buenos o malos, y especial mención merece el cameo de Jim Jarmusch, referente del cine independiente mundial. El segundo acto divide y separa las tramas. Unas dan lugar a otras como en la vida misma, para que todas se desarrollen independientemente. Las resoluciones se solucionan independientemente hasta que se encuentran en un tercer acto que culmina con el cuento de navidad con el que Keitel obsequia al espectador (representado por Hurt) en forma de monólogo. El cuento de navidad que Auster escribió para el New York Times y del que surgió la posibilidad para el escritor de hacer el guión de la película.
Las acciones de la película están contenidas en los diálogos. La anécdota del peso del humo. El “trabajo” de Keitel que tiene un compromiso consigo mismo y con su cámara fotográfica, ó el cuento del que hablaba en el anteriormente. No hay héroes ni villanos, no hay protagonistas y antagonistas. Hay personas atrapadas en una línea narrativa que abarca un tiempo limitado tal vez por un par de semanas. Los actores hacen grandes a sus personajes aportando credibilidad y huyendo del estereotipo fácil, como decía siendo personas. Cuando la película termine seguirán siendo los que eran. Sólo habrán crecido por sus experiencias vitales que podrían ser las de cualquier persona de la calle. Nada de tramas rebuscadas, nada de artificios, nada que no puedas encontrarte en cualquier punto de reunión de cualquier país, ya sea un bar, un videoclub, o una librería. Las religiones, las culturas, la política internacional, las razas no tienen cabida en este micromundo que representa el barrio y del que todos de una forma u otra formamos parte.
Después de Smoke, todos los involucrados en el proceso estaban tan encantados que con un poco de tiempo más y muy poco presupuesto rodaron otra película en la que lo único que vemos son personajes de los que pasan por el estanco y que cuentan una historia. “Blue in the face” no es una película. No tiene estructura, más bien parece la suma de los descartes de material que no se pudo incluir en su hermana mayor “Smoke”, pero una vez más resulta interesante este material que casi podría considerarse documental sino fuera por el peso de los nombres que intervienen en la segunda (Lou Reed, Mira Sobrino, Michael J Fox, Madonna...). Según el propio Auster “- Blue in the face no es una continuación de Smoke. Aunque se basa en escenarios y personajes de esa películas, corre en una dirección totalmente nueva. Su espíritu es cómico; su motor es cómico; su motor son las palabras; el principio de guía es la espontaneidad...” los personajes tendrán su momento de gloria de la duración de un rollo de película, unos diez minutos... Si queréis saber más sobre todo el proceso de ambas películas os recomiendo la edición que publicó Anagrama del guión y que incluye entrevistas con el propio Auster desgranado todo el proceso.
Un par de metrajes dignos de admiración y que debería servir de guía sobre el tipo de cine que deberíamos hacer en nuestro país. Porque los temas y los personajes con los que nos identificamos interesan en cualquier parte del mundo, traspasan fronteras. En este caso con Brookyn como trasfondo. Pero historias que perfectamente podrían desarrollarse en Malasaña, La Latina o cualquier barrio de cualquier gran ciudad.
Víctor Gualda.
viernes, 24 de agosto de 2007
EL ULTIMO REY DE ESCOCIA
Que el cine americano está viviendo una crisis más dentro de su historia es algo que todos conocemos. Últimamente llegan a nuestras pantallas películas mucho menos localistas disfrazadas de superproducciones que tratan de atraer la atención de un público más amplio, sobre todo en Europa, que sigue siendo el segundo mercado más importante para los americanos después del propio, y me da la impresión de que esta película está pensada para atraer a este público europeo. Desde que “El paciente Ingles” dio bastante rentabilidad en la taquilla europea, se abrió la veda, y África comienza a ser un continente explotado y explotable por más motivos que los diamantes, petróleo y demás materia prima. Creo, y es una teoría particular, que rodar en países sin conflictos sobre otros que si los tiene o los han tenido aporta “exotismo” a la imagen, y además estoy convencido que resulta considerablemente más barato. Allí no hay contratos que cumplir con los sindicatos (muy potente sobre todo el de transportistas en EEUU) De esta forma si ruedas con actores de sueldo medio, como es el caso de Forest Whitaker, el presupuesto no se dispara. Pero como digo esto es una teoría particular, porque estoy convencido a que en el otro drama africano de la temporada “Diamantes de sangre” (y sin olvidar una de las partes de “Babel”) sólo con el salario de Di Caprio y de Jennifer Conelly, se cubre la mitad del presupuesto de “El último rey...”
La película cuenta la historia del dictador Ugandés Idi Amin vista a través de los ojos de un joven escocés Nicholas Garrigan (James McAvoy). Por supuesto imaginareis que va a suceder en la película. Y tenéis toda la razón. El personaje completamente previsible que interpreta Forest ofrece exactamente lo que promete. Por ello, y a pesar de que la academia americana le concedió el oscar a Idi Amin (y no a Whitaker como muchos piensan) me parece que realmente el personaje que evoluciona en la película es el de Mc Avoy. Lo primero que quiero decir de él (personaje), es que es un cretino, un pusilánime y un niñato. Garrigan es un niño pijo que ante la expectativa de permanecer bajo la tutela de papá y recién terminada la carrera, coge un globo terráqueo y le da vueltas para decidir al azar donde se va de camping. Como la primera opción es Canadá, le debe parecer un sitio demasiado frió y repite la operación. Uganda es el lugar elegido. Así que echando mano de una necesitada ONG, se planta en un pueblo, con la única premisa de vivir una aventura. Un cúmulo de casualidades le lleva a conocer al dictador de turno que gobierna con el poder del ejercito. Idi, le gana con su “carisma” para la causa, y en un par de días se convierte en el médico personal del déspota en cuestión. La evolución de los personajes es inversa. Por una parte Idi va mostrando su verdadera cara según avanza el metraje de la película, mientras que por otro Garrigan va madurando y tratando de convertirse en el adulto que al principio no era. Pronto comprueba que los coches no pueden comprar la voluntad de quien tiene conciencia. Pero el punto de inflexión del personaje es, como no, cuando el escocés se lía con una de las mujeres (por no decir concubinas) del dictador. Las consecuencias serán catastróficas y su sentido de culpa se verá incrementado por provocar inconscientemente una desaparición con sus especulaciones. Alimentar la paranoia del dictador es peligroso y pronto él mismo se convierte en un “enemigo” del régimen. Una secuencia que recuerda a la más famosa de “Un hombre llamado caballo” será el climax de la película.
Whitaker se llevó el premio de la academia a la mejor interpretación masculina, pero también habría que señalar que a pesar de una interpretación precisa, es también una interpretación parcial, que me recordó a la de la otra premiada por la academia en el apartado femenino Helen mirren, que también se llevó el premio por otro biopic parcial y amable en aquel caso de la reina de Inglaterra. Pero Idi es un enemigo de la democracia, y esa parcialidad también es premiable. Lejos quedan los premios por interpretaciones de luchadores que se tienen que hacerse a si mismos y superar mil obstáculos personales y extrapersonales para llegar al reconocimiento. Forest hace una interpretación estereotipada que oscila entre el enfado y la paranoia, y su arco interpretativo es tan limitado que no da otra opción que la desconfiar y odiarle todo el metraje. Poco hay que mencionar de la interpretación de McAvoy. Su papel de chulo de piscina únicamente tiene el merito del trabajo que requiere cualquier interpretación, que no es poco. Pero como he dicho antes, es difícil ponerse de parte de este (me reitero) pusilánime, cuyo único merito es el de no tener conciencia en hora y cuarto de película y caer de golpe en que la realidad de el país es bien distinta a la que llevaba él antes de caer en desgracia. Al final me quedo con los inevitables créditos que tiene cualquier película basada en hechos reales, en los que somos informados que el dictador murió tranquilamente en su cama de su destierro en Arabia Saudí.
Como anécdota y para terminar, la justificación para autoproclamarse el último rey de Escocia de Idi, por haber luchado junto a los escoceses en no se que guerra, y en la que entiendo que considera a Inglaterra (igual que los escoceses) un enemigo colonizador al que hay que rechazar en forma de personaje ingles, y que resulta como todo el que abusa del poder, antipático y manipulador. Un cúmulo de antipáticos en una película entretenida y tensa, pero que no creo que pase a la historia más que como el poco habitual dato que representa darle el Oscar a Whitaker por su interpretación de un personaje negativo.
Víctor Gualda.
martes, 21 de agosto de 2007
DIAMANTES DE SANGRE
Lo primero que me llama la atención de esta película es la autoexculpación que se hacen los americanos en toda la historia. Me refiero, a que es curioso que las operaciones de compra de diamantes de sangre se realicen en Europa, Londres concretamente. Que la empresa que compra los diamantes se llame Van no sé que. Dando a entender que es holandesa. Que el mercenario que interpreta Di Caprio es sudafricano y no yankie. Que la buena y justa que busca “la verdad” es la periodista norteamericana. Que en la reunión que aparece del G8 los americanos son los que defienden tomar medidas para frenar la venta de estos diamantes. Pero ¿es qué se han vuelto locos? ¿O pretenden hacernos luz de gas? Pero claro, la empresa que produce la película es norteamericana y seria estúpido tirar piedras sobre su propio tejado. Es paradójico comprobar como estos inocentes cachorritos promueven guerras por medio mundo para beneficio propio. Afganistán, Irak, el próximo objetivo Irán. Venta de armas, desfalco del petróleo de la mitad de los países que invaden bajo excusas abstractas como las recordadas armas de destrucción masiva. Toda la infraestructura, todas las empresas de reconstrucción y abastecimiento del presidente, vicepresidente, amigos y familiares son las únicas beneficiadas. Sin contar que promueven además guerras civiles en las que a cambio de la materia prima (llámalo petróleo, diamantes etc) se les vende armas, ya sean rusas o americanas. Pero no es cuestión de tirar la piedra y esconder la mano. Para que una tercera parte de la población viva en “el mejor mundo posible”, las otras dos terceras partes tienen que vivir bajo condiciones infrahumanas. Y Europa es otro pez grande que también se beneficia. La película termina con unos créditos que explican que Sierra Leona ya no está en guerra. Que los diamantes ya no se exportan bajo las mismas condiciones, pero da igual, porque la mitad de África sigue siendo explotada por el primer mundo y sus intereses particulares.
Pero como esto es un blog de cine, hablemos de la película que nos ocupa.
En realidad nos encontramos ante una película de puro, y en este caso duro entretenimiento. Una película de aventuras clásica, reinventada con el trasfondo social, pero que trata de las aventuras de un Humphrey Bogart moderno que en vez de detective privado con principios personales o un antiguo resistente a los nazis con café propio, es traficante. En este caso el buen-malo es interpretado por Leo Di Capri. Un habitual en los últimos tiempos en las mayores superproducciones. Con la política de selección que llevan las superestrellas de Hollywood el bueno de Leo decidió que su película del año sería esta sobre saqueo y desfalco de los diamantes de Sierra Leona. Está claro que el yankie tiene un buen equipo de asesores que alimentan la imagen de superestrella que necesita un actor que cobra más de veinte millones de dólares por película. Así que aquí tenemos al mercenario al que no le quedará otro remedio que redimirse, astuto, duro, simpático a la par que sensible, que tan bien sabe explotar. Sus héroes son luchadores egoístas de clase baja que buscan algo mejor a costa de los demás, pero que irremisiblemente serán conducidos hacia “la luz”. Como una película de aventuras necesita un contrapunto femenino, en este caso le tocó a la guapa Jennifer Conelly. Una periodista americana que cree en quimeras imposibles en un país castigado por los intereses capitalistas. Su función en la trama es meramente la de alegrarle la vista al espectador, y sobre todo al prota, pero no sólo eso, sino que además es el alma caritativa, catalizador, que hace que el héroe tome conciencia de la situación de un país en el que él lleva viviendo y sobreviviendo años. Menos mal que los salvadores del mundo en forma de fotógrafa morena (¿será una especie de simbolismo el hecho de que sea fotógrafa?) hacen que el testosteronado Caprio se recupere para la causa salvadora. El trío (no hay dos sin tres) lo completa el verdadero héroe de la historia, el personaje interpretado por Djimon Hounsou, un campesino, pescador o lo que sea, que vive al margen de lo que sucede en su país, hasta que un grupo de desalmados arrasa su pueblo llevándose por delante el futuro en forma de hijo. Lo único que puede hacer que un hombre despierte de su letargo es que le toquen lo que más quiere. Y cuando a Djimon se lo tocan, se convierte en un peligroso enemigo. Primero, cual Espartaco, pasa por el trago de la esclavitud a la búsqueda de diamantes. Y lo encuentra, vaya si lo encuentra. Un peñasco rosa del tamaño de una pelota de golf manchada de sangre. A partir de aquí mil aventuras épicas de huida, y mil aventuras de vuelta para recuperarla. Lo dicho, aventuras. Pero curiosamente muy bien narradas por este especialista en superproducciones de acción con trasfondo personal, Edward Zwick, secundado por la fantástica fotografía de Eduardo Serra. Tal vez los retazos de amistad que surgen entre los dos compañeros de viaje están forzados en el guión. Pero para que el personaje de Leo crezca, es necesario que entienda. Y no hay mejor forma de entender que el roce. Y el roce hace el cariño. Y cariño es lo que le faltaba a Di Caprio.
El final, heroico y sobre todo necesario. El pago por los pecados debe ser proporcional, y lo que se saca a cambio es convertirse en héroe, casi en mito. Di Caprio es un héroe en toda la dimensión mitológica, que prioriza la búsqueda del futuro en forma de niño, al vellocino de oro al que alabar, en forma de piedra. Un héroe que cambia las cosas con su pequeña aportación. Y es que, una vez más se cumple la vieja enseñanza de que el individuo es el único que puede cambiar las injusticias. Lastima que “Diamantes de sangre” sólo sea una película y que el malo que se transforma no sea el presidente americano de turno. Si esa persona (individuo) quisiera dar ese paso, la mitad de las guerras del mundo desaparecerían. Y tendría un final más heroico, que el de casi atragantarse con una galleta salada. Pero la política no es como el cine, en el que todo se resuelve en unas páginas de guión, y los intereses valen más que las personas. No importa. Siempre se puede terminar la película diciendo que en Sierra Leona ya no hay guerra interna por los diamantes, que en Irak se ha conseguido restablecer la paz. Pero el futuro son los niños de hoy. Y no hay ser más maleable que un niño. Si le introduces la semilla del odio será capaz de disparar a su propio padre. Pero, y si le enseñas que con su pequeña aportación podría cambiar el mundo ¿Qué sucedería?
Víctor Gualda.
sábado, 18 de agosto de 2007
ATRAPA A UN LADRON
En 1954 Cary Grant llevaba una serie de fracasos seguidos y había decidido retirarse. Hitchcock que ya había trabajado con él en un par de películas (Sospecha y Encadenados) le quería como protagonista de “Atrapa a un ladron”. La Paramount le proponía a James Stewart. Pero el maestro era muy consciente del tono que necesitaba el personaje, a la par elegante y cómico, y el bueno de Grant era perfecto para el papel. El hecho de que toda la película se desarrollase en la Riviera francesa (a Grant le encantaba viajar) y que la protagonista femenina fuese Grace Kelly le terminó de convencer. La película no está entre las mejores de Alfred, pero supuso la vuelta al éxito de Cary. Grant había rechazado “Vacaciones en Roma” y “Sabrina” (Wilder quiso trabajar en repetidas ocasiones con él, pero nunca llegaron a coincidir) Al final el actor ingles (si, el perfecto galán americano era ingles) se recuperó para el cine, y todavía dio su mejor interpretación años después en la última colaboración con Hitchcock, “Con la muerte en los talones”.
El argumento de “Atrapa a un ladrón” es bien conocido. Un famoso ladrón de guante blanco (Robie “el gato”) retirado que vive en la Riviera francesa. Se producen una serie de robos de joyas con su “firma” y por supuesto él es el principal sospechoso. El gato quiere demostrar su inocencia, y decide atrapar al imitador. En apenas un par de secuencias se encuentra con la policía pisándole los talones por una parte, y sus antiguos camaradas de la resistencia (héroe de guerra además) que le envidian por su posición, por otra. Como cualquier buena comedia necesita una protagonista femenina para que funcione, le meten en la trama a la hija de una rica, ostensible de ser robada. Pero la realidad es que si analizamos fríamente a trama, a parte de la tensión sexual entre ambos, la Kelly no pinta nada en la película. Tienen mucha más gracia su madre ficticia, la actriz Jessie Royce Landis, que interpreta un personaje cómico con un punto irónico muy bien conseguido. La Kelly tiene además una antagonista femenina Brigitte Auber, cuyo personaje es mucho más interesante que el de la prota. De hecho, estoy convencido de que si Auber hubiese tenido un par de secuencias más y una cara bonita, se hubiese comido el personaje de la futura princesa de Mónaco. Lo mejor de la película a mi entender son los diálogos a ritmo de comedia que tan bien se le daban a Cary y la secuencia del encuentro entre ambas en mitad de una isleta en pleno mar, cargada de competencia, y que tiene un punto muy real entre mujeres que quieren un mismo hombre. Cary tiene además un par de aliados y enemigos, que sirven para justificar la información que el director nos quiere ir dando en cada momento sobre la trama del robo, mientras el trasfondo es la relación amor-odio de los dos protagonistas.
Si hay que destacar una secuencia, yo destacaría la primera en la que el prota huye de la policía. Muy bien narrada, mezclando el tono cómico con la acción. En una de esas secuencias que más tarde la pareja actor-director bordarían en su última y mejor colaboración “Con la muerte en los talones”. En cambio, en el lado negativo, tengo que reconocer que técnicamente la secuencia de la noche americana me horrorizó (también al director) y a nivel de trama, la que ocupa el tercer acto me resulto un poco pesada y más que previsible. El baile de disfraces me pareció un poco pantomima y no entendí muy bien el sentido. En cuanto a la interpretación Cary está sobresaliente como siempre en este tipo de papeles, mientras la Kelly busca un sentido a su personaje. Histérica perdida, pasa de la alegría desbordante, queriendo ser ladrona ella también, a la desconfianza histriónica (atención a una secuencia en la que se golpea repetidamente un bastón que tiene entre las manos) En realidad, fría y distante la mayoría de las veces creo que no logra una buena comunicación con Cary.
Cary Grant no ganó nunca el Oscar. Estuvo nominado dos veces por dos películas que no tenían nada que ver con el “personaje” (él mismo se consideraba así) que le había hecho famoso, pero nunca ganó. Sólo años más tarde, en 1970, le dieron un oscar honorífico por su aportación, y por primera vez delante de una cámara, lloró al recogerlo. Tampoco el otro ingles, Hitchcook recibió nunca uno a pesar de que la mayoría de sus películas americanas se pudieron contar como éxitos. Pero a cambio, la academia ha premiado a actores como Russel Crown por Gladiator (el año que también estuvo nominado Javier Bardem) y a Ridley Scott en otra “extraña pareja”.
Como curiosidad, destacar que como todo el mundo sabe, la obsesión de Hitchcock por las mujeres, y especialmente por la rubia Kelly, que le llevo años después de esta película a comprar los derechos de Marnie, la ladrona para ella, y de echo estuvo a punto de hacerla. Pero bien por problemas de celos con Rainiero, ya marido de la rubia, que además era admirador del ingles, bien por problemas políticos, que fue la excusa oficial, ya que Mónaco ofrecía ciertos privilegios fiscales a hombres de negocio, con los que De Gaulle no estaba de acuerdo. Para no romper su relación con Francia, el príncipe tuvo que adaptarse a las circunstancias y romper la imagen frívola que se atribuía al principado . Consecuencia, impidió que la ya princesa Grace volviera a trabajar con el maestro... y en el cine.
Si tenéis oportunidad además, os recomiendo que le echéis un ojo a la entrevista que Truffaut le hace a Hitchcock, y concretamente a la curiosa teoría del maestro sobre porque prefiere las rubias frías y con pinta de institutrices a las latinas que dan una imagen sexual demasiado explicita... dice Hitchcock
“... cuando abordo cuestiones sexuales en la pantalla, no olvido que también ahí el suspense lo es todo. Si el sexo es demasiado llamativo y evidente, no hay suspense. ¿Por qué elijo rubias y sofisticadas? Buscamos mujeres de mundo, verdaderas damas que se transforman en prostitutas en el dormitorio. La pobre Marilyn tenía el sexo inscrito en todos los rasgos de su persona, como Bardot, lo que no resulta demasiado delicado” Truffaut le replica “... pero ¿no cree que este aspecto de sus películas satisface más al público femenino que al masculino? Alfred contesta, “... es posible, pero le contestare que en una pareja, es la mujer la que elige el film que van a ver y diré, incluso que ella es quien decide después si el film era bueno o malo. Las mujeres pueden soportar la vulgaridad en la pantalla a condición de que no sea expresada por su propio sexo”...
Víctor Gualda.
miércoles, 15 de agosto de 2007
EL JEFE DE TODO ESTO
Lars Von Trier. O le odias, o le amas. No hay termino medio. Sólo te da la opción de amarle unas veces y odiarle otras... Y después de esta reflexión de barra de bar, su última película. “El jefe de todo esto”... Esta no es una película casual. Tras Dogville y Manderlay, y a consecuencia de la baja recaudación de la segunda, el danés se encuentra sin financiación para completar la trilogía (Washington creo que se llama). ¿Qué decide? Marcarse una comedia de bajo coste, con un punto localista (el pique entre daneses y islandeses por ejemplo) para todos los públicos. Pero como Lars no puede pasar desapercibido, comienza la película con una presentación que realiza él mismo, desde el reflejo del cristal, subido en una grúa en lo que parece el medio técnico más caro de todo el largo. Como su egolatría no conoce límites, se permite el lujo de cortar la trama de la película y explicarnos de paso las bases de la comedia varias veces. Tal vez para Trier resulte divertido, pero este experimento lo único que consigue es que el espectador salga de la historia en cada aparición, y nos hace concientes de que “El jefe de todo eso”... el representante de Dios en la película (como se sugiere en uno de los diálogos) es él.
De todos es conocido lo difícil del carácter del director. Creador y cabeza visible del movimiento Dogma95, multipremiado en decenas de festivales, niño mimado de Cannes, ha debido leer en cientos de artículos que es un genio. Si a ello le unimos un cuadro patológico digno de estudio. Qué iniciado no ha oído hablar de sus míticas peleas con Björk (otra ególatra irredenta) durante el rodaje de “bailar en la oscuridad”. Sus fobias a los aviones, manías persecutorias, miedos varios, etc. Han convertido al jefe de todo esto en un personaje de ficción.
En el caso que nos ocupa, y mientras reúne el dinero para la película que completa la saga, ha decidido lo que muchos en España, que la comedia siempre funciona. Así que con un planteamiento simple arranca. El dueño de una empresa de informática ha decidido contratar a un actor que se haga pasar por el director de la empresa, ya que los empleados no saben que realmente el que manda es él. Todo el primer acto de la película, y a través de los ojos del actor nos presenta la fauna que puebla la empresa. Conocemos los caracteres estereotipados y llevados al extremo de todos los personajes dando lugar a situaciones disparatadas y divertidas. Me recordó a las comedias americanas de finales de los cincuenta, al estilo centroeuropeo, eso si) Si te preguntas para qué lo ha contratado, la razón es simple. El director real de la empresa quiere venderla. Pero como Lars explica en uno de sus cortes publicitarios, para que la trama avance hay que completarla aún más y aparece un personaje desequilibrador relacionado con el pasado del actor y que le abre los ojos sobre las intenciones reales del director. A partir de este momento, todo se complica y hay una confrontación a tres bandas. Por una parte, el director. Por otra el actor (qué curioso símil) y por otro los trabajadores (que perfectamente podrían representar al público) Pero como nada es lo que parece, el jefe real de todo este follón (y me refiero a Trier) no está dispuesto a dejar títere con cabeza y hace una crítica mordaz a todos, incluido a él mismo (aunque en su caso se ocupa de justificar a su personaje (el que le representa) y dejarlo como héroe final de la historia. Y es que aunque la motivación del director sea la ambición económica, que tan cercana nos resulta, está en manos de un actor, que es sinónimo de desestabilidad emocional y por tanto de imprevisibilidad. Y es que no se le puede dejar el “poder” a un actor porque la necesidad de rellenar su ego es superior siempre al interés general (en este caso estoy absolutamente de acuerdo con Trier) El caso es que nos lleva a un final sorpresivo e inesperado que convierte al héroe en antihéroe y al malvado ambicioso en un ser comprensivo y amable al descubrir el cariño que tanto necesita (no te preocupes Lars, en el fondo te queremos).
En definitiva, una buena comedia, entretenida y amable que como todas las buenas comedias toca temas escabrosos (poder, sexo, ambición, mentira) que no lo parecen tanto por el tono cómico desde el que están tratados. También he de añadir, que como director de culto que es, Lars no es accesible a todo el público, y habrá más de una vecina a la que le horrorice el largo. Pero Trier saca partido a las pocas localizaciones que utiliza gracias a la interpretación de Jens Albinus, el actor, en contrapunto con el jefe Peter Gantzler... en realidad da lo mismo, cuando acabe la película no sabrás el nombre de ninguno de los actores ó técnicos. Solo sabrás que la película es del jefe de todo esto. Lars Von Trier.
Mención aparte merece el método de filmación del largo. Von (que no forma parte de su nombre real, pero que desde los tiempos en los que estudiaba en la escuela de cine le hace parecerse en algo más a sus admirados Von Stroheim y Von Sternberg) utiliza un sistema que se llama Automavisión consistente en que un ordenador que elige los posibles encuadres, luces, sonido. El director únicamente se limita a apretar el botón eligiendo el que le parezca el más adecuado. Particularmente, y sin querer ejercer de purista, creo que la consciencia que genera en todo momento el cambio constante de encuadres extraños es un elemento disturbador para el espectador, que se entretiene más viendo cada nuevo plano que siguiendo la historia. Lo bueno para la producción, que al realizarse en decorados reales y luz natural, la película estaba terminada y prácticamente montada en cinco semanas.
.... y es que la constante búsqueda del director es un arma de doble filo. Por una parte su necesidad de investigar e innovar no deja de atraernos, y por otra su demasiado visible ego no deja de producirnos rechazo. En el camino; un montón de buen cine.
Víctor Gualda.
domingo, 12 de agosto de 2007
EL AMANTE DEL AMOR
“Las piernas de las mujeres son el compás que otorga al mundo su armonía y equilibrio”.
Así piensa Bertrand, el hombre que amaba a las mujeres,y bien podría ser su epitafio.Tanto como el de François Truffaut, con su cine hedonista y ligero, en el que siempre habló de sí y de lo que le rodeaba.Esta sinceridad, de la que se apropió la Nouvelle Vague, la definió perfectamente Godard en una de sus múltiples boutades-sentencias:“yo de niño era muy fantasioso.Mis padres me decían que dejase de contar historias.Ahora que quiero decir la verdad, me piden que cuente una historia”.
Godard hace tiempo que perdió el camino, y así se lo hizo ver un fan desairado cuando le estampó una tarta en la cara:solicitud de una vuelta a los orígenes, al cine de feria, a la ligereza del splastick.Acción poética, arte para sanar.
Si empleamos el tópico, la gravedad arrasó a Godard(sólo así podemos entender sus desaires a Anna Karina), Truffaut siempre hizo gala de la “jour de vivre”.
Truffaut amó más la vida que el cine, y la estrujó tanto como un niño soba una postalilla.En su cine siempre surgen la infancia, el cine, los libros y las mujeres, sus grandes pasiones, y a cada una de ellas rindió una película(“Los 400 golpes” o “El pequeño salvaje”, “La noche americana”, “Fahrenheit 451”, “El hombre que amaba a las mujeres”).
Siguiendo la estrategia narrativa de grandes clásicos como “Cautivos del mal” o “La condesa descalza”, “El hombre que amaba a las mujeres” comienza donde todo acaba, en un cementerio, en el entierro de Bertrand(protagonista y alter ego del director), al que sólo acuden mujeres, se presume amantes del muerto.
Si en “Cautivos del mal” y “La condesa descalza” otros narran su relación con el personaje central, en la película que nos ocupa es un relato en primera persona (como en “El crepúsculo de los dioses”), una lectura de sus memorias (a diferencia del filme de Wilder, en la que narra ya muerto un mediocre guionista, Bertrand dejó testimonio en papel couché).Su autobiografía relata sus relaciones con el sexo opuesto, de una manera fría pero apasionada, frívola pero esencial.Los últimos coletazos de un hedonista que entiende a las mujeres y éstas saben de que pié cojea,antídoto para la decepción.No es un Casanova ni un Don Juan, y le dá la vuelta al dicho siciliano, pues “todas la mujeres son unas santas, y mi madre, una puta”.
Así, en esta maravillosa película de portentoso guión se rinde homenaje a las mujeres.No es un tratado sobre las relaciones entre sexos ni un recetario para los coleccionistas de calabazas o para los que no salen ni a tirar la basura.Es más una crónica de una manera de vivir, una guía o muestrario de que en cualquier mujer se esconde un misterio o un atractivo, en el placer de escuchar el roce de unas medias de seda, la brisa de una falda, la presión de un escote o en la inteligencia de una mirada.
En toda la película asistimos a un gran desfile:mujeres de todo tipo y condición.Algunas son relaciones fugaces y otras más duraderas.No hay morbo, sino un gran sentido de la frivolidad y del humor, como su relación con la telefonista “Aurora”, que le llama todos los días a las 7 para despertarle, o en su elegancia para atajar los fracasos, que los tiene.
Y volvemos al principio de todo ésto:el fin de Bertrand, su sepelio.
Aquí se cumple su última voluntad, pues si para ver la tumba de Napoleón hay que inclinarse, Bertrand, ceniza sobre la ceniza, asiste post-morten y bajo el nivel del mar, a un desfile de piernas, aquellas que acompasaron su caprichosa existencia.
Zero en conducta
viernes, 10 de agosto de 2007
28 DIAS DESPUES - 28SEMANAS DESPUES
Debo reconocer que me atraía la idea de que un director español dirigiese la secuela de una película que me resulto más que interesante. Fresnadillo es para mi ese tipo de director a la par meticuloso y poco espontáneo, pero con la rara cualidad de caer siempre de pie (otro ejemplo es Amenabar, este con más éxito aún) El caso es que el canario dirigió aquel corto en blanco y negro “Esposados” que acabó representando a nuestro país en los Oscar. No ganó, pero aquello le abrió directamente la puerta de la sección de cine del grupo Prisa para dirigir su primer largo. “Intacto”. Una película ambiciosa que fue muy bien publicitada y que no estaba mal, pero al igual que el corto, me dejó una sensación de vacío. Tal vez sea porque el cine de Fresnadillo (igual que el de Amenabar) son muy funcionales a nivel de estructura de guión, de trama y de todo lo que se refiere al proceso técnico, pero sus personajes (personas) son un poco de cartón piedra. Escritos por y para cumplir su función, pero con cero resquicio de humanidad y credibilidad.
“28 semanas después” es un sucedáneo de su mayor, con más presupuesto, mejores efectos y por supuesto más zombis. Pero que una vez más deja a sus protagonistas como meros instrumentos de una trama bien urdida. Con todo, y para que no parezca lo que no es, la película es muy entretenida. El problema es que los 28 días me hicieron pensar al salir del cine, mientras que las 28 semanas sólo me mantuvieron entretenido las dos horas de metraje, pero no dejaron ningún poso en mi.
Ya el planteamiento de “28 días después” me parece cuanto menos revelador. Unos monos son sometidos a una especie de tortura sicológica por la que les obligan a ver imágenes de odio, destrucción, guerras etc. Muy al estilo del sistema de redención que Kubrick le aplica al protagonista de “La naranja mecánica”. Cuando unos defensores de los animales asaltan el lugar donde se les tiene cautivos, no quieren pensar en las consecuencias de liberarlos. Un científico metido en el guión de forma explicativa trata de detenerlos. Pero es demasiado tarde e inmediatamente se extiende el virus de la ira. Hay que reconocer que basta con poner el telediario para ver que el susodicho virus está realmente extendido, y que no hace falta ser un quijote para ver que una sobredosis de violencia acaba insensibilizándonos ante esta... En el caso de “28 semanas después” el arranque nos presenta a el protagonista (antagonista en realidad) Robert Carlyle que en su huida de los infectados deja atrás a su amada esposa en su huida, mientras los zombis dan buena cuenta de ella. Pero la mirada desesperada de ella va a crearle pesadillas al culpable Robert.
Volvamos a la película que realmente cuenta algo. Nuestro protagonista Jim (Cillian Murphy, de sorprendente parecido físico con nuestro compañero de la devedeteca Eduardo) despierta en la camilla de un hospital. Está aturdido, no sabe lo que ha sucedido. El hospital está destrozado y no hay nadie por sus pasillos. Con ropa hospitalaria recorre las calles de un apocalíptico y abandonado Londres. Nosotros como espectadores tenemos más información que el prota. Sabemos del virus, pero no lo que ha sucedido con Londres. Cinco minutos de video clip musical nos lo muestran. Pero es hora de entrar en acción y pronto nuestro prota conocerá los peligros que le esperan, a los que van a ser sus enemigos, una masa de zombis encolerizados (pero impersonalizados). Atención a la primera secuencia en la que aparecen. En una iglesia, con una visible crítica y doble intención. En “28 dias después” no hay malos. El enemigo es el virus, y los zombis sólo peones. En esta secuencia el director presentará también a la chica de la película, Selena (Naomie Harris)
En el otro metraje y después de la presentación que nos enganchó con un Carlyle medio héroe, medio villano, las semanas han pasado y la mayor parte de los zombis han muerto por inanición al ser incapaces de autoabastecerse (es lo malo que tienen la ira) El ejercito americano (como no) ha creado un área de seguridad del que Robert es un jefecillo civil, con libre acceso a todo el chiringuito. Sus hijos vuelven al país de sus estudios en España (haciendo patria) y quieren saber que ha pasado con su madre. Robert suelta una trola de dimensiones astronómicas que no le deja nada mal. Pero los chicos, en un retruécano de guión un poco raro, deciden saltarse los controles militares y hacer una excusión por el Londres prohibido para buscar sus cositas en casa. Por supuesto, esto es sólo el inicio de los problemas.
Por cierto que se me olvidó comentar para los que no lo sepan, que el director de “28 días después” es Danny Boyle. Aquel que nos sorprendió con la fantástica adaptación del libro de Irving Welsh “Trainpotting” que nos introdujo en mundo yonkie de Escocia, (aparte de otras maravillas como “Tumba abierta”). El caso es que no pienso seguir contando el argumento de las películas para no reventarlas. Pero añadiré que en la de Danny el guión está dividido en dos partes claramente diferenciadas y que después de huir de los zombis nuestros protas se encuentran que en unas determinadas condiciones, los “sanos” no lo son tanto. Que el director hace una crítica mordaz a las guerras y de soslayo a los militares. Que introduce elementos de “Alicia en el país de las maravillas”. Que el personaje del protagonista crece, madura y evoluciona dejando la adolescencia y su necesidad de una imagen paterna para convertirse en el héroe que realmente necesita la película, y todo ello con una buena combinación de escenas acción y escenas emotivas. Mención aparte merece que la película se rodó en video digital (canon XL 1 entre otras) y el resultado estético de la imagen es espectacular. En una demostración más de que los medios técnicos están cada vez más al alcance de todos.
En el otro extremo, Fresnadillo y su guionista utilizan la nueva modalidad del portador del virus. Convierten a los hijos en protagonistas, guiados por una militar “en prácticas” y el virus se personaliza en el padre (Carlyle), en una escena devastadora (que está muy bien resulta) como pago de sus “pecados” . De forma que el padre busca a los hijos para... no sé muy bien cual es la justificación... pero con un estilo muy “Terminator 2”. En el caso de la secuela, hay que reconocer que las secuencias están muy bien resueltas (se nota que el presupuesto es mucho mayor que el de la primera), hay mucha acción y te la tragas casi sin pestañear. Pero los personajes son planos y el mensaje de la “ira social” se ha perdido. En realidad me recordó a la comedia inglesa “Zombies party”, pero sin el sentido del humor de esta. Encima te dejan un final abierto que amenaza con una nueva entrega de zombis a granel. Más, viendo los espectaculares resultados de la del canario en taquilla. Y es que en el fondo a todos nos encanta la serie B. Sólo hay que echarle un ojo a los programas más vistos de la televisión.
Víctor Gualda.
martes, 7 de agosto de 2007
HALF NELSON
Estamos ante una de esas películas que me hacen creer en la “democratización” del cine. Cuando en el año 1995 Lars Von Trier firma el manifiesto conocido como “dogma 95”, afirma que en realidad cualquiera puede hacer una película. Lo único que necesita es un buen guión, actores y una cámara domestica (aunque en el manifiesto original debía ser rodada en 35 mm, luego admitieron el video, con tal de que la distribución se hiciese en el formato cinematográfico). Los daneses acuerdan prescindir de trípodes, focos, y cualquier elemento que no aporte “verdad” a la historia que cuentan. La película a la que nos enfrentamos en realidad es lo que conocemos como cine independiente americano. Pero a pesar de que no prescinde de la técnica, el planteamiento es sencillo. Nada de planificaciones espectaculares, nada de medios técnicos desaforados, todo basado en la relación de los personajes, en la interpretación y en la historia.
Half Nelson es solo un recorte en la vida de dos personajes. El director Ryan Fleck y la guionista Anna Boden (que también se ocupó del montaje) han escogido en la línea vital de dos personas en un pequeño espacio de tiempo y nos han presentado como son, como viven, sus problemas.
Ryan Gosling es el profesor (Dan Dunne), un joven blanco de aproximadamente treinta años, que da clases en un instituto en una zona marginal. Todos sus alumnos son negros o hispanos, y entre todos ellos Drey (Shareeka Eps). Una joven de familia desestructurada. Él cree firmemente en la igualdad y se salta el programa para hacer entender a sus alumnos lo que supone en la historia la intervención del individuo. Toda la película está salpicada de imágenes reales documentales con acontecimientos sociales de la historia reciente americana . Mientras la niña camina en la delgada línea de integrarse en la sociedad o seguir la estela de su hermano que está en la cárcel. Dos fuerzas opuestas se confrontan. Dan y el amigo interesado del hermano de ella Frank (Anthony Mackie). El problema es que Gosling tiene su propio infierno personal con el crack, que le impide tener peso suficiente en el futuro de la chica. Digamos que ambos personajes se complementan. Que mantienen un tira y afloja a lo largo de todo el metraje. No queda claro cuales son los motivos a nivel dramático para que estos dos personajes se encuentren, pero la vida junta a extraños compañeros de viaje, y la imagen final de la película nos hace suponer que lo único que les puede salvar a ambos es su relación con el otro. Pero eso ya será otra historia que el espectador sólo puede rodar en su cabeza.
Como complemento, y únicamente para reforzar la relación, una serie de personajes que acompañan y complementan. Por parte de ella, Frank, el camello que pasa por amigo porque el hermano de ella no le delató. Él parece que ha adquirido el compromiso de cuidar de ella, pero pronto lo que hace es utilizarla como gregaria para la venta de drogas. También aparece la madre de la chica. Demasiado ocupada con el trabajo, como para ocuparse de su hija. Tal vez el hecho de no tener ninguna imagen de referencia sea lo que hace que la chica busque en los dos “hombres de su vida” el susodicho referente que necesita.
Por otro lado las subtramas de Dan Dunne pasan por una exnovia excompañera de juergas que ahora a encontrado el camino para rehabilitarse. Tal vez Dan siga sintiendo algo, pero la ve demasiado alejada a su forma de vida como para intentar nada. Por otro lado la relación que intenta mantener con una compañera del trabajo, pero que su situación personal consigue reventar.
Poco más hay que añadir de esta película pequeña que ha arrancado algún premio de festivales independientes y de la que me gustaría destacar una vez más a sus dos actores protagonistas, que la idea parte del cortometraje llamado “Gowanus Brooklyn” que ganó el “Gran premio del Jurado” en Sundance 2004. El título hacía referencia al barrio en el que se desarrollaba la trama. Luego al pasar al largo, el título se transformó en “Half Nelson” que es una llave de inmovilización en la lucha libre, y que evidentemente es una metáfora a como se sienten los personajes. Destacar también la fotografía de Andreij Parekh con un tono casi realista, reventada de blancos, aunque no así la planificación, en la línea de esa moda injustificada en la mayoría de los casos en la que la cámara tiene que estar constantemente presente, incluso en los planos cortos que el espectador debería estar identificándose con la situación del personaje. A pesar de todo, una buena película que me recordó en algún momento a Búfalo 66, aunque lejos de la dirigida por Vincent Gallo y de los Cassavetes, Jarmusch, Di Cillo, Harley... etc
Aún así, creo que este tipo de cine es el futuro del cine. Historias pequeñas que hablan de gente corriente y que acercan el cine a toda esa gente que tiene algo que contar, y que a veces tienen mucho más interés que las grandes superproducciones plagadas de superestrellas multimillonarias que cobran mucho más del presupuesto de varias películas como esta y no cuentan nada.
Víctor Gualda.
* para el que tenga interés, añadiremos en los próximos días un apartado con las reglas del Dogma95.
sábado, 4 de agosto de 2007
LA VIDA DE LOS OTROS
Es difícil comenzar a hablar de esta fantástica película. Me da la impresión de que lo que cuenta es tan importante como lo que esconde. Se trata de una especie de iceberg que deja ver sólo una pequeña parte, y que reflexionando un poco llegas a la conclusión de que su trasfondo va mucho más allá.
Desde nuestra cómoda situación social vemos muy lejos los tiempo en los que el sistema vigilaba al individuo. Los -ismos parecen fruta madura del pasado. Ahora nos escandalizamos ante aquellos acontecimientos y nos parece que nunca más volverá a pasar. Pero no somos concientes de que la historia es cíclica y tal vez tu, o yo estamos siendo ahora mismo vigilados (y no me considero nada paranoico). En Estados Unidos, desde los atentados de las torres gemelas el gobierno americano vigila a sus ciudadanos (sobre todo inmigrantes). Miles de teléfonos, y sobre todo cuentas bancarias y correos de Internet son supervisados casi a diario por los servicios secretos americanos. La excusa, controlar a la sociedad, eso si, por su bien (¿no suena parecido al argumento de la película?). En nuestro país la situación no está llevada tan al extremo. Tal vez por nuestro carácter. Pero si levantas la vista por las calle, veras que miles de cámaras te vigilan. La Plaza Mayor, metro, carreteras, edificios oficiales, bancos etc... Todo para el pueblo, de nuevo con la excusa de la seguridad. “La vida de los otros” presenta una situación extrema. En el Berlín Oriental de finales del comunismo y por la seguridad del sistema se incentivaba denunciar y vigilar al vecino por si tenía algo que ocultar (¿no está sucediendo lo mismo en Inglaterra y EEUU?)
La presentación de la película no puede ser más certera. Nuestro protagonista, un capitán de la Stasi Gerd Wiesler nos da una lección teórica de cómo hay que interrogar a un sospechoso. Ante la pregunta de uno de los alumnos, este mismo es señalado dando a entender que también hay que investigarle. De esta forma eficaz (con la ayuda de un flas-back ilustrativo) que como espectadores vemos, pero que los alumnos sólo escuchan en una grabación. Con esta sencilla pero contundente secuencia nos presenta el director novel de irrecordable nombre Florian Henkel Von Donnersmarck (al que llamaremos a partir de ahora como Florián, que suena más patrio) al personaje principal, la situación política y social del momento y nos da un avance importante de lo que va a ser la trama principal de la película. Sin apenas darnos tiempo a situarnos el director y guionista nos lleva a la siguiente secuencia en la que conoceremos a sus superiores y los intereses políticos que estos manejan. Todo ello en un teatro en el que de paso nos presenta al escritor y antagonista Geord Dreyman (Sebastián Koch) y a la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck) en otra demostración de economía narrativa. En media hora Florián nos ha metido de lleno en la trama de espionaje de andar por casa a la que se somete al escritor “presuntamente subversivo”. Lo paradójico es que en este momento el escritor es aún completamente fiel al régimen. Su personaje permanece completamente estático. Una vez que la vigilancia comienza el metódico Gerd va conociendo al mismo tiempo que el espectador una serie de detalles sobre la vida de sus vigilados. Cómo es la relación entre dramaturgo y actriz, los miedos de ella, el compromiso de él con el sistema. Su involucración con sus amigos, etc. En un corto espacio de tiempo se gana la simpatía... mejor dicho (y esto es importante) el respeto de nuestro espía. Pero la férrea moral de Gerd se ve pronto torpedeada por la actitud de uno de sus superiores que se dedica a extorsionar a la actriz con la excusa de la dependencia de ella del poder político. Atención especial a la secuencia del cara a cara del espía y la actriz en un bar.
En el segundo tramo de película nuestro escritor toma conciencia de la realidad de su propio país por una situación que le parece totalmente injusta. Cuando esta situación es llevada al límite es cuando Dreyman reacciona. Por otra parte Christa-Maria, tiene su propia evolución y trata de reaccionar ante el chantaje. Desde el punto de vista que corresponde al espectador, Gerd poco a poco se ha ido identificando con la vida del escritor (le roba un libro, escucha su música) y va cediendo la rigidez con la que se nos ha presentado desde el principio, perdonando algún pequeño pecadillo obstesible de ser denunciado a sus superiores, al tiempo que toma conciencia absoluta de la soledad de su propia vida. Llega un punto de la película en que ambos protagonistas han tomado conciencia de la situación tanto personal como social y reaccionan. Toman una decisión y son capaces de llevarlo hasta las últimas consecuencias.
Lo mejor, que el guionista mantiene a lo largo de todo el film a nivel dramático es la utilización del suspense muy al estilo Hitchcock, (recuerda a aquel ejemplo de la maleta y la bomba del que hablaba a Truffaut, en el que el espectador sabe la información que el protagonista desconoce y por identificación, teme por su vida, creando suspense y tensión)
No desvelaré la resolución. Pero diré que a nivel de guión las tramas confluyen de manera perfecta en un desenlace imprevisible en cuanto a la relación del escritor y la actriz (aunque coherente, a fin de cuenta ella expira sus pecados) y heroico por parte del espía Gerd, pero no a la manera típica yankie, sino de forma mucho más anónima. En este punto tengo que reconocer que me emocioné cuando el “cartero” lee la dedicatoria.
Es a fin de cuentas una obra maestra. Probablemente la mejor película del año. Con el mérito adicional de estar dirigida por un director novel de treinta y tres años, que con un presupuesto de producción razonable, ha centrado todo en un guión estructuralmente perfecto y unos actores excepcionales que dan credibilidad a todas y cada una de las secuencias sin ningún tipo de altibajos. El tono de la película se muestra desde la primera secuencia y es coherente a lo largo de todo el metraje, el ritmo es uniforme y la planificación invisible. Centrando todo en una trama con la que te identificas. Vamos, una “rara avis” de las que crean afición con la que Florián ha ganado todos los premios habidos y por haber, incluida la preciada estatuilla bañada en oro a la que una secretaria puso el nombre de su tío.
Pero como he comentado antes, la película a parte de ser un thriller maravilloso, esconde muchos temas importantes. Probablemente directamente relacionados los unos con los otros, pero que se extienden hasta nuestros días. La corrupción que produce el poder. La falta de compromiso. Vivimos en una sociedad individualista que sólo se preocupa por los caprichos que puede pagar con dinero. Pero que cada vez que tiene que comprometerse con algo o alguien, se esconde bajo excusas y huye del compromiso. Muy al estilo del Pereira de Tabuchi. A fin de cuentas es mucho más cómodo criticar desde el sillón lo que hacen los demás, que involucrarse y hacer algo uno mismo... o simplemente colaborar con las cosas que proponen otros. Entonces nos dejamos llevar por el miedo. Miedo al sistema en el caso de la película, pero en casos mucho más de “barrio”, miedo al que dirán, a nosotros mismos, a fallar, a comprometerse una vez más... el miedo lleva al conformismo. Que en el caso de “La vida de los otros” Dreyman rompe como respuesta a una situación injusta e irreversible, pero que nosotros no romperemos ni aunque nos aten, azoten e insulten (tenemos un precedente casi tan cercano como el de la película en nuestra historia)
Y es que conocer a los demás nos da una nueva perspectiva de las cosas. Entendemos, justificamos, compartimos. El desconocimiento nos aísla y nos hace tener perspectivas muy cortas que sólo miran en una dirección. Esto NO es un mensaje político, es una realidad necesaria que ilustra muy bien la película. Ante la injusticia, ante la opresión, ante las situaciones que nos agraden, hay que comprometerse y reaccionar. Poco a poco las cosas se pueden ir cambiando. Pero para eso, no basta con criticar mientras no hacemos nada. Al final, el individuo anónimo es el que cambia el sistema... Igual que Gerd ó Pereira cuando se deciden a actuar. ¿Qué ocurrirá si tú, desde tus posibilidades, te “mojas”?
Víctor Gualda.
miércoles, 1 de agosto de 2007
ALPHA DOG
Sorprendente. No puedo menos que reconocer que cuando cogí este disco, pensé que iba a ver la típica película de acción. Lo pensé guiado por la carátula y por la sinopsis argumental de su contraportada. Estaba seguro de que iba a ser mero entretenimiento sin un segundo de reflexión. Error. Prejuzgar algo ó a alguien por las apariencias siempre es un error. También en el cine.
Sabia que el director era Nick Cassavetes. Para los que les suene el apellido, se lo confirmo. El hijo del admirado John. Para quien quiera tener una referencia de él como profesional, es el director de “El diario de Noa”. Ya en esta me había sorprendido. En aquella ocasión también pensé que se trataba de la típica película de amor y me llevé la grata sorpresa de comprobar que tenía algo más. En el caso de “Alpha Dog” esta sensación se multiplica por diez. Nick ha conseguido hacer una combinación perfecta entre lo que llamamos una película comercial, y una de actores, sin olvidarse de una revisión social que agita pero no mueve (tal vez este merito le corresponda más a directores como Larry Clark) los cimientos de la clase medio-alta americana.
Al parecer la idea del guión surge de la preocupación del director y guionista por las compañías adolescentes de su hija. A partir de personajes reales, comienza a investigar sobre alguno de ellos. No se trata de adolescentes de barrio bajo. No. Son hijos de acomodados profesionales a los que no les falta de nada, y aún así se meten en problemas serios. Hace unos días leía en el periódico que el hijo de Al Gore (el ex vicepresidente ecológico-oscarizado) era detenido por la policía de Los Ángeles en su coche eléctrico último modelo (este tipo de coche es un símbolo de estatus entre los ricos americanos. Nada que ver con la ecología), borracho y portando una gran cantidad de marihuana. No hace falta que mencione a Paris Hilton, o a alguna de las nuevas jóvenes estrellitas jóvenes californianas. Parece que es un problema bastante común en Estados Unidos, y sé por casos cercanos que en España la situación se repite. Lo cierto es que Nick se plantea que sucedería si una de estas situaciones se les fuera de las manos a estos inmaduros niñatos ricos de papa. El resultado es sobrecogedor. Cassavetes mezcla ficción y realidad, y nos ofrece un testimonio casi documental (recurso estilístico que llega a utilizar) de como se mueven estos chicos.
La película comienza con unas imágenes de video casero en las que vemos a unos niños jugando. Parecen felices. Crecen superprotegidos, con familias que les dan todo lo que necesitan. Pero las imágenes son parte de los títulos de crédito del principio y la idea se pierde un poco porque aún no sabes nada de la historia. Tal vez si hubiesen aparecido en los créditos finales hubiesen sido más impactantes.
El director nos presenta al personaje de Ben Foster, eje de toda la trama. Un joven desfasado que mezcla sus ansias de adaptarse a una vida convencional, en un trabajo convencional y sus problemas con las drogas. En concreto, el problema que le genera tener que pagar el dinero que le debe a un camello trapicheo de barrio rico. Resaltar la paradoja que supone la secuencia en la que Ben va a pedirle dinero a papa, con lo radical de su postura contestataria.
Johnny True Love (Emile Hirsch) es el camello jefecillo ególatra que el director consigue humanizar para demostrarnos que en realidad es un adolescente inseguro y cobarde que no sabe como actuar y que se deja llevar por las circunstancias. Muy lejos por ejemplo del personaje de Al Pacino en “El precio del poder”, que no muestra un ápice de duda o humanidad.
Como en todo grupo, hay una serie de personajes que completan los roles. Por encima de todos (no en el grupo, sino en cuanto a interpretación) el cantante Justin Timberlake, cuyo personaje se ve arrastrado por la situación, y que cumple el rol de amigo enrollado, graciosillo y carismático. Ni idea cómo será como cantante, o si se le incorporó al reparto por parle publicidad gratis a la película (aunque creo que no, porque ya participó en “El diario de Noa”) Pero la verdad es que borda el personaje. Lo eleva por encima de todos, consigue la identificación del espectador, y en todo momento esperas que haga algo por evitar el desastre. Pero no es una película de trama y el personaje responde como el adolescente inseguro que es, dejándose llevar por el miedo y la inconsciencia.
Elvis es el chaval que busca la aprobación y el reconocimiento de sus “superiores” y está interpretado por Shawn Hatosy. Un papel difícil y nada agradecido, que el actor borda. Brutal la secuencia de una de las fiestas (la película está plagada de ellas) en la que la tensión se puede cortar con un cuchillo ante la orden de Truelove de que le haga una mamada, ridiculizándole delante de todo el grupo.
Como no he desentrañado nada esencial de la trama, mencionaré de pasada a Antón Yelchin, que aunque se convierte en el inconsciente protagonista por ser el hermano de Foster (el moroso del que hablé al principio) Es el personaje que más rápido crece de la película. Pasa en unas secuencias que muestran su paso de la niñez a la adolescencia de manera inconsciente pero satisfactoria para él... lastima que no le de tiempo a disfrutarlo. Para amparar a este fantástico “brat pack”. Grupo de actores jóvenes que estoy seguro darán mucho que hablar, están los imprescindibles papas interpretados por Bruce Willis y por Sharon Stone. Aportando el punto necesario de solidez y experiencia en unas secuencias brillantes (desgarradora en el caso de Sharon, que aparece hacia el final con cincuenta kilos de más, contando como se ha intentado suicidar)
En definitiva, una película de actores, que interpretan a la perfección. Probablemente porque Cassavetes se tomó la molestia de encerrarse con ellos en una casa para hacer largas sesiones de entrenamiento físico y ensayos en grupo. Y hablando de “brat pack”, si te gusta la literatura, seguro que inmediatamente identificaras “Alpha Dog” con “Menos que cero” de Bret Easton Ellis. Un reflejo de lo podrida que está la sociedad de la generación que algún día (más temprano que tarde) dirigirá el mundo.... y un trabajo de dirección fantástico que me hace esperar impaciente la próxima película de este director que aprendió de su padre que el cine es un reflejo de la sociedad, que la sociedad está compuesta de individuos, y que los individuos son el corazón de cualquier historia.
Víctor Gualda.
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