viernes, 24 de agosto de 2007

EL ULTIMO REY DE ESCOCIA


Que el cine americano está viviendo una crisis más dentro de su historia es algo que todos conocemos. Últimamente llegan a nuestras pantallas películas mucho menos localistas disfrazadas de superproducciones que tratan de atraer la atención de un público más amplio, sobre todo en Europa, que sigue siendo el segundo mercado más importante para los americanos después del propio, y me da la impresión de que esta película está pensada para atraer a este público europeo. Desde que “El paciente Ingles” dio bastante rentabilidad en la taquilla europea, se abrió la veda, y África comienza a ser un continente explotado y explotable por más motivos que los diamantes, petróleo y demás materia prima. Creo, y es una teoría particular, que rodar en países sin conflictos sobre otros que si los tiene o los han tenido aporta “exotismo” a la imagen, y además estoy convencido que resulta considerablemente más barato. Allí no hay contratos que cumplir con los sindicatos (muy potente sobre todo el de transportistas en EEUU) De esta forma si ruedas con actores de sueldo medio, como es el caso de Forest Whitaker, el presupuesto no se dispara. Pero como digo esto es una teoría particular, porque estoy convencido a que en el otro drama africano de la temporada “Diamantes de sangre” (y sin olvidar una de las partes de “Babel”) sólo con el salario de Di Caprio y de Jennifer Conelly, se cubre la mitad del presupuesto de “El último rey...”

La película cuenta la historia del dictador Ugandés Idi Amin vista a través de los ojos de un joven escocés Nicholas Garrigan (James McAvoy). Por supuesto imaginareis que va a suceder en la película. Y tenéis toda la razón. El personaje completamente previsible que interpreta Forest ofrece exactamente lo que promete. Por ello, y a pesar de que la academia americana le concedió el oscar a Idi Amin (y no a Whitaker como muchos piensan) me parece que realmente el personaje que evoluciona en la película es el de Mc Avoy. Lo primero que quiero decir de él (personaje), es que es un cretino, un pusilánime y un niñato. Garrigan es un niño pijo que ante la expectativa de permanecer bajo la tutela de papá y recién terminada la carrera, coge un globo terráqueo y le da vueltas para decidir al azar donde se va de camping. Como la primera opción es Canadá, le debe parecer un sitio demasiado frió y repite la operación. Uganda es el lugar elegido. Así que echando mano de una necesitada ONG, se planta en un pueblo, con la única premisa de vivir una aventura. Un cúmulo de casualidades le lleva a conocer al dictador de turno que gobierna con el poder del ejercito. Idi, le gana con su “carisma” para la causa, y en un par de días se convierte en el médico personal del déspota en cuestión. La evolución de los personajes es inversa. Por una parte Idi va mostrando su verdadera cara según avanza el metraje de la película, mientras que por otro Garrigan va madurando y tratando de convertirse en el adulto que al principio no era. Pronto comprueba que los coches no pueden comprar la voluntad de quien tiene conciencia. Pero el punto de inflexión del personaje es, como no, cuando el escocés se lía con una de las mujeres (por no decir concubinas) del dictador. Las consecuencias serán catastróficas y su sentido de culpa se verá incrementado por provocar inconscientemente una desaparición con sus especulaciones. Alimentar la paranoia del dictador es peligroso y pronto él mismo se convierte en un “enemigo” del régimen. Una secuencia que recuerda a la más famosa de “Un hombre llamado caballo” será el climax de la película.

Whitaker se llevó el premio de la academia a la mejor interpretación masculina, pero también habría que señalar que a pesar de una interpretación precisa, es también una interpretación parcial, que me recordó a la de la otra premiada por la academia en el apartado femenino Helen mirren, que también se llevó el premio por otro biopic parcial y amable en aquel caso de la reina de Inglaterra. Pero Idi es un enemigo de la democracia, y esa parcialidad también es premiable. Lejos quedan los premios por interpretaciones de luchadores que se tienen que hacerse a si mismos y superar mil obstáculos personales y extrapersonales para llegar al reconocimiento. Forest hace una interpretación estereotipada que oscila entre el enfado y la paranoia, y su arco interpretativo es tan limitado que no da otra opción que la desconfiar y odiarle todo el metraje. Poco hay que mencionar de la interpretación de McAvoy. Su papel de chulo de piscina únicamente tiene el merito del trabajo que requiere cualquier interpretación, que no es poco. Pero como he dicho antes, es difícil ponerse de parte de este (me reitero) pusilánime, cuyo único merito es el de no tener conciencia en hora y cuarto de película y caer de golpe en que la realidad de el país es bien distinta a la que llevaba él antes de caer en desgracia. Al final me quedo con los inevitables créditos que tiene cualquier película basada en hechos reales, en los que somos informados que el dictador murió tranquilamente en su cama de su destierro en Arabia Saudí.

Como anécdota y para terminar, la justificación para autoproclamarse el último rey de Escocia de Idi, por haber luchado junto a los escoceses en no se que guerra, y en la que entiendo que considera a Inglaterra (igual que los escoceses) un enemigo colonizador al que hay que rechazar en forma de personaje ingles, y que resulta como todo el que abusa del poder, antipático y manipulador. Un cúmulo de antipáticos en una película entretenida y tensa, pero que no creo que pase a la historia más que como el poco habitual dato que representa darle el Oscar a Whitaker por su interpretación de un personaje negativo.

Víctor Gualda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fast Eddy Felson:
Nunca olvidaré la secuencia de Whitaker en "El color del dinero",y pese a que estoy de acuerdo contigo y que los oscar me la sudan,creo que es el premio a un excelente actor.